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Huellas N.4, Abril 2017

ARAL

Existe una tierra más allá

Alessandra Stoppa

La Asamblea de responsables de CL de América Latina con Julián Carrón. Trescientas personas de veinte países de todo el continente. Su amistad, sus diálogos sin tregua ni censuras, desde las crisis políticas a la ideología de género. «La fe no basta cuando no sabemos qué es la fe»

«Non plus ultra». Son las tres palabras que la tradición inscribía en las columnas de Hércules, el extremo confín del mundo. Están esculpidas en la fachada de la catedral de Santo Domingo, la primera de las Américas, pero sin el “non”: «Plus ultra», porque lo que era impensable existe. Hay algo –y mucho– más allá de lo conocido.
En el continente donde la fe llevó a quebrar los límites de lo previsible, ese lema aparece hoy estampado en las camisetas de los voluntarios y en los trescientos cuadernos de la Asamblea de responsables de CL de América Latina (ARAL), que acaba de cumplir diez años. El logo elegido no es una evocación poética. Expresa la conciencia de que existe una navegación aún más audaz. ¿El ideal de la vida es un sueño, una ilusión? ¿O existe y se puede tocar? No hay nada obvio en estos tres días de diálogo del pasado 17 al 19 marzo entre Julián Carrón y los amigos llegados a São Paulo desde veinte países, algunos después de viajes más largos que la estancia.

Jenny y Juan José. Ha pasado un año desde la cita anterior y las condiciones de vida en muchos países han empeorado. Tantas pruebas y apuros podrían reducir a cenizas cualquier deseo. En cambio a algunos no les pasa eso. «Ahora amo la vida más que antes». Jenny es una joven madre de El Tocuyo, un pueblo rural a los pies de los Andes, al norte de Venezuela, donde la dureza de la crisis no se le ahorra a nadie. Ha puesto en marcha con sus amigos una red de distribución de comida para las familias más necesitadas. Está muy contenta por poder hacer esto. «Porque es demasiado lo que yo he recibido», apunta. «Encontrar a Cristo es una gracia tan grande que solo puedes agradecerla abrazando la vida tal como viene, con todas sus dificultades». 
Todos los días muchos se enfrentan con situaciones de pobreza, marginación o violencia que viven en sus países de Iberoamérica. Y con todo su mal, con la pérdida del empleo y de la confianza, con el miedo a perder a una hija que ha decidido des-bautizarse. Como cuenta Juan José, argentino, que de pronto, después de treinta años en CL, se da cuenta de que no sabe amar la libertad, que ni siquiera sabía decir qué es esa «libertad pura» por la que Giussani lo apostó todo. Pero algo sí vislumbra: la manera en que dos amigos, Eduardo y el padre Leo, tratan a su hija, y cómo ella se abre, mientras que con él es un choque continuo donde hasta lo que aprende en el Movimiento puede convertirse en arma arrojadiza. «Dios te responde en la realidad mediante estos amigos», le sugiere Carrón, «rompe tu bloqueo y hace que te preguntes: si conmigo choca, ¿qué es lo que tengo que aprender yo?». 

Preguntas abiertas. En Uruguay la prensa ha informado del caso de una chica decidida a abortar, y su novio, que ha ido a los tribunales porque quiere tener ese hijo. Inesperadamente, el juez le ha dado la razón a él y el país se ha dividido en dos. «En los debates que se han producido, las opiniones son como un tsunami», cuenta Agustín: «Yo tengo claro el juicio, no tengo dudas sobre esto, pero me parece que no se transmite la verdad. Es como si partiera de una certeza que tengo para acabar defendiéndome, y eso indica una inseguridad». «Esto es decisivo», señala Carrón: «¿Por qué pasamos de la certeza a la inseguridad?». La pregunta queda abierta.
Los problemas políticos y sociales no solo atormentan a la opinión pública, sino también a familias y amigos. Ernesto es un chico venezolano: «Leía en la Escuela de comunidad sobre la “posición” en la que nos educa la Iglesia y no lo entendía. Luego sucedió algo. En mi familia hay divisiones bastante fuertes. Un día me encontré ante dos de mis tíos: uno chavista y el otro antichavista. Ambos me preguntaron sobre el Movimiento, querían saber, y yo les conté. Se quedaron sorprendidos, y también mi prima, que más tarde me dijo: “Después de oírte hablar así de la fe, le pedí a mi novio que empezáramos a ir a la iglesia”. Está naciendo una amistad preciosa con ella». «La situación en Venezuela es muy dramática», intervino Carrón: «Y un chico que la viva con alegría llama la atención, no puede ser una mera anécdota, ¿qué es entonces?». Otra pregunta que se abre, y son muchas estos días, como plantearse por qué existe un afecto, una unidad tan potente entre personas que no se ven nunca. O la gratuidad de los amigos brasileños y de los voluntarios, que están al servicio de este gesto y de las necesidades de cualquiera, a cualquier hora.

Más frágil, más rígido. Gianni tiene un taller en Chile. Uno de sus empleados le pide permiso para acompañar a su novia a abortar. El dolor del impacto le impide quedarse callado, intenta decirle algo. Unos días después, el chico le dice que ya no necesita el permiso porque han cambiado de idea: «No por lo que me dijiste, sino por cómo me lo dijiste». Luego habla de tres chicos que llegaron para hacer el curso de aprendiz. Él da mucha importancia a la transmisión del trabajo y siempre recibe muy contento a los jóvenes que vienen a aprender. Cuando llegan, corre a presentarse ante los tres. El primero empieza a hablar: «Me llamo Paula». El segundo también se presenta como una chica. El tercero tenía nombre masculino. «El impacto fue dramático», cuenta: «Todo lo que he hecho es darles trabajo. Yo he sido mirado por la verdad de lo que yo soy, ¿qué puedo decir? Que estoy maravillado, como todos en el taller, por cómo trabajan. Son un espectáculo». «¿Esto es ambigüedad?», provoca Carrón: «¿Es falta de certeza? Nosotros pensamos que la certeza es intransigencia y es lo contrario. El más frágil es el más rígido».
Lo demuestra de manera imponente el testimonio de la primera noche: Valdeci Antônio Ferreira, el presidente de la Federación de las APAC, las prisiones sin policías ni armas (que estará en EncuentroMadrid y del que podréis leer una entrevista en las pp. 22-27). Valdeci describe la revolución judicial y social de una obra que «no es mía, no es nuestra, es el sueño de Dios ante el abandono del hombre». Valdeci fue quien decidió darle las llaves de la APAC a José, el preso que se había escapado doce veces de las cárceles comunes y que, respondiendo a la pregunta de un periodista, puso nombre a esta revolución: «¿Por qué no huyes de aquí?». «Porque del amor nadie huye». 

Existe una posibilidad. «¿Qué podemos hacer por nosotros, por nuestros amigos, por nuestros hijos, por nuestros países?», pregunta Carrón al día siguiente. Las grandes manos que abrazan al hijo pródigo de Rembrandt destacan al fondo del escenario: «Aquel padre no le obligó, no dio respuestas a preguntas que no existían, respetó la libertad sin abandonarla. Siguió construyendo la casa que podría acogerlo, mostrando sencillamente que existe una posibilidad distinta de vivir». 
Oliverio es mexicano. Hace cinco años se presentó en su pastelería la madre de un amigo de su juventud para pedirle ayuda porque su hijo estaba deprimido y alcoholizado. «Me impactó sobre todo ella», recuerda Oliverio: «Tenía la certeza de que podía fiarse por un mínimo de fe que había visto. Yo fui a ver a su hijo y en estos años ha nacido una amistad». Un día el amigo le llama, le pide ir a su casa y que no se escandalice. Se había hecho cortes en los brazos y en las muñecas, y le dijo: «Tengo 35 años, nunca he trabajado, tengo una novia y no sé qué darle, bebo… Y tú, ¿por qué en estos cinco años nunca me has dicho nada?». «Yo soy tan frágil como tú. Solo que he encontrado otra cosa». Y empieza a contarle. Una semana después, el amigo vuelve a visitarle y le mira a los ojos, algo muy extraño en él: «Quiero darte las gracias por el abrazo del otro día. He decidido que quiero vivir lo que tú vives». «Esto es lo que yo pido, para mí y para él», concluye Oliverio: «Reconocer el lugar en el que soy mirado de verdad, donde encuentro toda mi dignidad humana».
La verdad que resulta tan necesaria no se impone, se desvela en un encuentro donde se abre paso la libertad. Solo así se ilumina «el lado edificable» en cualquier situación, tanto personal como social. Verdad y libertad. Esto, que es el corazón de La belleza desarmada, no es un problema europeo sino que desafía el pasado y el presente en todas partes.

Lo más concreto. Salta a la vista en un diálogo en el que Carrón responde a las preguntas de Víctor Vorrath, periodista mexicano; Juan Sebastián Vargas, empresario colombiano; y Horacio Morel, abogado de Buenos Aires; a partir de tres hechos que marcan la actualidad de Iberoamérica: el muro de Trump, el proceso de paz con las FARC y la reconciliación en Argentina después del régimen militar. ¿Por qué optar por el testimonio como presencia y no como militancia? ¿Qué es el verdadero diálogo? ¿Cómo lograr salir del escepticismo y que la fe pueda incidir realmente en las situaciones? De la crisis migratoria a la ideología de género, parece que la fe no da abasto.
Dice Carrón: «La fe no basta cuando no sabemos qué es la fe. La fe no es un equilibrio entre “entrar en el meollo” de las cosas o “quedarse fuera”. Nosotros, para defender los valores más sagrados, lo primero que decimos es: “Estas no son cuestiones confesionales, son cosas que todos reconocen”. ¡No! No es así. Que lo sigamos pensando es nuestro primer error. Falta el origen». Cita el Concilio Vaticano II y la gran alternativa entre una fe reducida a ética y la verdadera naturaleza del cristianismo: «Todo lo que sucede es para que podamos volver a descubrir que la clave de bóveda, la respuesta más concreta a todo, es el encuentro que tuvieron Juan y Andrés. Y que hemos tenido nosotros». 
Insistirá en ello también la segunda noche, en un diálogo a corazón abierto con cuatro educadores de Argentina, Brasil, México y Chile, y un antiguo alumno de Madrid, que cuenta: «Estábamos en la escuela más laica de la ciudad y él siempre nos desafiaba. Por ejemplo, el viernes nos decía: “Os deseo que se haga realidad todo lo que deseáis para el fin de semana”. Así pudimos empezar a intuir la necesidad infinita que llevábamos dentro». 
El mismo empuje a mirar la experiencia que caracterizó el encuentro con los universitarios el primer día del ARAL. Un toma y daca, pregunta-respuesta donde nada se puede prever. Guillermo, de Belo Horizonte, habla de su caritativa con las mujeres en la cárcel y el deseo de transmitirles el valor infinito que tienen. «¿Por qué dices que estas mujeres tienen un valor infinito?». Silencio. «¿Cómo lo sabes? ¿Por qué tienes tú un valor infinito? Si eres un pobre hombre igual que yo, si nacemos y morimos, ¿dónde está ese valor infinito? ¿Lo repites como un mantra?», le interrumpe Carrón. Él responde que lo ha visto en Rose Busingye, de Uganda, cuando fue a Río de Janeiro: «Yo deseo tener la misma conciencia que ella en este punto». «Lo has visto. Por eso lo sabes, incluso antes de llegar a entenderlo», continúa Carrón: «Como los discípulos con Jesús, que antes de comprender el valor infinito de la vida entendieron que la relación con aquel hombre era esencial para sus vidas.Y tú cada vez serás más consciente y cada vez lo transmitirás mejor si te dejas generar por el lugar en el que has empezado a intuir esto. Y será un descubrimiento mucho más grande de lo que hayas imaginado». Existe una tierra más allá.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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