Gracias a EncuentroMadrid 2017 conoceremos en vivo la experiencia de las cárceles brasileñas gestionadas por los propios presos. ¿Cuál es su secreto? El responsable de las APAC, VALDECI ANTONIO FERREIRA, explica por qué «apostar por la libertad» desafía al sistema
Cada vez que Mário Ottoboni, fundador de las APAC, tiene que narrar su experiencia, hace una premisa: «Si no tenéis el corazón abierto, no entenderéis lo que digo». Lo mismo vale para escuchar a su discípulo Valdeci Antonio Ferreira.
Ottoboni es un abogado brasileño que en 1972 dio vida a las cárceles sin policía, uniformes ni alambradas, sin cacheos humillantes, armas, perros guardianes ni esposas. El que entra allí, entra como un hombre y es llamado siempre y solo por su nombre. «El rescate empieza por el nombre», explica Ferreira. Es el director ejecutivo de la FEBAC (Federación Brasileña de Asistencia a los Condenados) y el responsable de la aplicación de un método ya reconocido y difundido fuera de las fronteras de Brasil.
APAC significa Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados, pero en su origen era el acrónimo de “Amando al prójimo, amarás a Cristo”. Todo nació de la respuesta concreta de una parte de la sociedad civil, un grupo de católicos, al sufrimiento con el que se encontraron en las cárceles que visitaban. Hoy implica también a los gobiernos y a las secciones judiciales. Con la exposición del Meeting de Rímini del año pasado, miles de personas conocieron este método, que no tiene otro objetivo que el previsto por la ejecución penal: la recuperación del preso. Pero en las APAC, que parecen comunidades más que prisiones, la recuperación pasa por una vida de trabajo, espiritualidad, disciplina y estudio. No importa cuál sea el delito ni cuántos los años de condena. Cada recuperando es responsable de la gestión del centro y de su propio itinerario, en relación con los voluntarios y con su familia.
Hablamos con Ferreira en la Asamblea de responsables de CL en América Latina, donde le invitaron a compartir su experiencia de esta revolución sencilla que está desafiando el fracaso de uno de los sistemas carcelarios más violentos (y superpoblados) que volvió a ocupar las portadas de los periódicos a principios de este año por una oleada de revueltas, con presos decapitados y quemados por sus compañeros de celda.
«La prensa habló de esto porque un centenar de personas perdieron la vida a la vez», explica Ferreira, «pero en las cárceles brasileñas todos los días muere gente. Suicidios, violencia, enfermedades». Ferreira trabajaba en el sector metalúrgico y no sabía nada de cárceles. «Todavía hoy sigo sin saber nada», dice: «Soy un aprendiz, y deseo morir como aprendiz». Misionero laico comboniano, lleva 33 años dedicando su vida a los presos, desde que a los 21 conoció las APAC.
¿Cuál es actualmente el problema de las cárceles y de los sistemas penitenciarios?
La sociedad comete un error muy grande al pensar que detener a los culpables basta para resolver el problema. Un preso es un problema social, es una herida porque es el resultado de familias desestructuradas, rotas, de la falta de políticas públicas, del tráfico de drogas… Pero la sociedad no asume el problema y prefiere vivir cómodamente; no quiere tocar esa herida para no correr el riesgo de ver que en su lugar podríamos estar nosotros. Como dice san Agustín, «no hay mal que uno cometa que otro no sea capaz de cometer». Pero la idea de que quien se equivoca debe sufrir lo máximo posible es algo que encarcela a la sociedad misma.
¿Por qué?
Un hombre abandonado detrás de los barrotes volverá a herir a la sociedad porque no ha resuelto su problema personal. En Brasil, pero no solo allí, hay graves problemas internos en las prisiones, con una presencia muy fuerte de clanes criminales que se reparten el poder entre los presos. Controlan el tráfico de mercancías, dentro y fuera. Ocupan el espacio que deja vacío el Estado y los presos se ven obligados a tomar parte por una facción. Es un sistema de corrupción que afecta a todos. Y así siempre seguirán siendo presos. Saldrán de la cárcel, pero la cárcel no saldrá de ellos.
Usted afirma que el método APAC marcará en este milenio al sistema penal y que, pase lo que pase, después de esta experiencia ya no será lo mismo. ¿Por qué está tan seguro?
Porque Dios está cansado de esta miseria, de ver a sus hijos sufrir así. APAC es un sueño de Dios, es su respuesta a este sufrimiento. La mentalidad dominante quiere que el preso sufra, o que muera. Es un prejuicio tan arraigado que no se supera de un día para otro. Quizás hagan falta siglos. Pero esta obra está creciendo, y está creciendo a los pies de la Cruz. En el camino de espiritualidad, que es uno de los doce pilares, hacemos “El viaje del prisionero”, un estudio bíblico del Evangelio de Marcos en ocho partes. Ahí no se predica quién es Jesús; el propio recuperando va descubriendo quién es Jesús a través de su propia experiencia. Lo estamos aplicando en 44 centros APAC y en tres cárceles comunes.
Usted puso las llaves del APAC de Itaúna en manos del prisionero José de Jesús, con 56 años de condena y 12 fugas a sus espaldas. Él fue quien, a la pregunta de por qué no huía de allí, respondió: «Porque del amor nadie huye». Resulta difícil creer que el cambio de verdad llegue solo por amor.
Pero es así. Para cualquiera es así. Huimos de muchas cosas en la vida, pero del amor verdadero no. “Del amor no se huye” es verdad con una condición: si está viva la experiencia del amor. Cuando le di las llaves a José, él vio este amor. Es una experiencia que puede llegar al cabo de tres años o de una eternidad. O en un abrir y cerrar de ojos… Es algo que nadie puede prever.
¿Por qué le dio las llaves?
Fue una decisión rápida, una excepción respecto al método APAC. La confianza exige un proceso, igual que con los hijos. Pero José necesitaba un gesto de confianza que lo conquistase, para poder recorrer el camino de la liberación. Me pasó lo mismo, por ejemplo, con Washington, otro recuperando. Era muy agresivo, tuvimos muchos problemas con él. No quería hacer nada y contagiaba al grupo. Estábamos pensando en trasladarlo cuando tuvimos una de las “Jornadas de liberación con Cristo” donde él estaba en primera fila, solo porque le obligaban. Estábamos en el auditorio de la zona de régimen cerrado, donde hay ocho portones que se abren y se cierran en cadena. Cuando pregunté: «¿Por qué no os escapáis?», él saltó: «Porque los portones están cerrados». Entonces di la orden de abrirlos. Uno por uno. «¿Por qué no te vas ahora?». «¿Y quién me garantiza que no hay alguien fuera para detenerme?». «¿No nos crees? Sal y tráenos algún signo de que has estado “fuera”». Él se levantó y salió. Fueron los cinco minutos más largos de mi vida (ríe). Washington volvió con un ramo en la mano. Le pregunté: «¿Por qué has vuelto? Te quedan muchos años de condena…», y él empezó a llorar: «Nunca nadie se había fiado de mí». El amor puede recuperar a todos. Empezando por llamarles por su nombre y establecer una relación.
¿Qué es ese amor del que habla?
Es la misericordia de Dios que se inclina sobre nosotros. El amor tiene muchas caras. La primera es la alegría. La alegría es el camino más rápido para llegar al corazón, para entrar en la intimidad de una persona. La otra cara es el sacrificio. Quien ama asume una renuncia. Yo paso mucho más tiempo con los recuperandos que con mis hermanos de sangre o con mi madre. Pero el sacrificio nunca se hace todo de una vez.
¿En qué sentido?
Cuando crees que estás a un paso de Jesús, a punto de aferrarlo, Él da un paso más allá. No se deja aferrar. Se deja tocar, sí, como hizo con la hemorroísa, pero no se deja poseer. San Francisco de Asís decía: «Dios es el nunca bastante». Otra cara del amor es el sufrimiento. El sufrimiento del otro toca mi alma. Y luego está el riesgo. Todo amor implica un riesgo. Si amo, debo arriesgar y fiarme. Lo cual no significa correr riesgos. En un proyecto como las APAC tenemos muchos amigos, por ejemplo AVSI (que lleva años colaborando con las APAC, ndr.), pero también muchos enemigos… Cada noche, cuando llego a casa, miro a mi alrededor. No sé por dónde puede venir el peligro pero por desgracia el que ha estado en la cárcel puede traicionarte. Nosotros no tenemos ni idea de qué quiere decir la privación de la libertad.
¿Usted creyó desde el principio que este método –apostarlo todo por la libertad– iba a funcionar de verdad?
La primera vez que saqué a los presos para el Congreso nacional de las APAC –eran varios presos de diversas estructuras, considerados entre los peores– no era capaz de irme a dormir por miedo a que se escaparan. Una, dos noches… A la tercera, un amigo me preguntó: «¿Pero desde cuándo precisamente tú controlas que no huyan?». Ese era el problema, yo todavía no me lo creía al 100%. Entonces me fie y me fui a dormir. A la mañana siguiente todos estaban allí. Y entendí que era verdad. Es igual que los pasillos donde se van encendiendo luces a medida que tú vas avanzando para que puedas ver. Cuando llega la oscuridad, tienes que dar un paso más. Con APAC es lo mismo.
¿Nadie se escapa de las APAC?
Sí. Ha sucedido. Son poquísimos casos, pero los hay. ¿Por qué? Porque no han tenido esa experiencia de amor.
No basta con aplicar el método.
No. Quien rompe con el crimen no lo hace porque la metodología se ha aplicado completamente, sino porque se ha creado un vínculo de estima y amistad: eso es lo que cambia. El vínculo se crea de muchas maneras. Las hay muy sencillas, como que un recuperando tiene dolor de muelas, tú llamas al dentista y él te dice: «Con el dolor que yo he pasado en las cárceles de antes…». Para nosotros, no basta con que un hombre cambie de comportamiento. Ese cambio es exterior, pero dentro hay un volcán de rebelión, de deseos de venganza. Es la mentalidad lo que debe cambiar, y eso coincide con un cambio del corazón.
¿Qué supone para usted cuando alguien huye o recae?
Yo nunca me pregunto: Valdeci, ¿cuántas personas has recuperado? Yo me pregunto: Valdeci, ¿has amado? Eugenio, un joven de 23 años, al cumplir su pena volvió a caer en las drogas. Y lo mataron. Delante de su cuerpo, decía para mis adentros: mi amor ha fracasado. Con el tiempo, empiezo a entender que el amor no fracasa nunca. Dios no será vencido por nuestro mal porque Él nunca se cansa.
¿Qué es la libertad para quien está “privado” de ella?
¿Qué significa que somos libres? También para nosotros, quiero decir. Cuando estudiaba Teología esta pregunta me perseguía. Nosotros nacemos y no elegimos muchas cosas: nuestros padres, cómo estamos hechos, el lugar donde crecemos… Hay una frase del libro de Julián Carrón, La belleza desarmada, que me ha llamado la atención: «La pasión por la verdad camina de la mano de la pasión por la libertad». Pienso en Pedro, cuando Jesús le pregunta de esa manera tan tierna, tan caballeresca, hasta tres veces: «¿Me amas?». ¿Qué estaba haciendo? Le estaba ayudando a quitarse la máscara, esa que todos tenemos, para llegar a ser él mismo. Esto es la libertad. Somos saudade… Somos sed. El amor de Dios es capaz de hacer maravillas cuando nos ponemos ante la grandeza de ese misterio que es cada hombre.
Hoy el método se ha exportado fuera de Brasil, hasta Europa. ¿Cómo ha sido?
Son experiencias muy distintas. En Chile, por ejemplo, ya hay 48 prisiones con pabellones APAC. Son sectores completamente diferentes del resto: bonitos, limpios, donde cada uno tiene su habitación. Oasis en medio del desierto. En Colombia hemos empezado un APAC femenino: de 1.800 mujeres recluidas, 40 están allí. En otros países, como Holanda o República Checa, hay experiencias con presos al final de su pena. En todo caso, en la mayoría de los países, que van desde Uruguay hasta Hong Kong, el método se ha aplicado de manera parcial, con condiciones adaptadas a las legislaciones nacionales. En Italia hay una experiencia en Rímini, gracias a la comunidad Juan XXIII. Nosotros prestamos asistencia a distancia, pues no tenemos recursos para ir a todas partes. En Brasil está el árbol, pero la semilla cae en otros lugares lejos de la fuente. Cómo mantener el vínculo con el origen es una cuestión que está abierta. No sabemos qué va a pasar. Pero APAC no es nuestra, no es de Ottoboni ni mía, ni del Tribunal de Justicia de Itaúna... Está al servicio de toda la humanidad.
LOS 12 PILARES DEL MÉTODO
1 Participación en la Comunidad
2 El recuperando ayudado por otro recuperando
3 Trabajo
4 Asistencia jurídica
5 Espiritualidad
6 Asistencia sanitaria
7 Valorización humana
8 Familia
9 El voluntario y su curso de formación
10 Centros de reinserción social
11 Mérito
12 Jornada de liberación con Cristo (cuatro días de retiro, una o dos veces al año, para reflexionar e interiorizar el propio camino personal)
LOS NÚMEROS
Actualmente son 50 las APAC repartidas en 6 Estados de Brasil, con un total de 3.500 recuperandos.
En 23 países del mundo se aplica parcialmente este método, en secciones de prisiones comunes.
Son los mismos recuperandos los que asumen la responsabilidad de la limpieza, la organización, la disciplina y la seguridad, en un trabajo de gestión común con la administración APAC, que incluye funcionarios y voluntarios.
Después de la reclusión en las APAC, la reincidencia es inferior al 10%; la tasa nacional es del 85% y la mundial del 70%.
El coste por persona de la población presidiaria común es de 2.500-3.000 reais (750-900 €), mientras en las APAC baja a 900 reais (270 €).
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón