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Huellas N.2, Febrero 2017

IGLESIA / Padre Scalfi

«Me llevo su mirada conmigo, a Kiev»

L. F.

La oración. La confesión. El matrimonio… El sacerdote visto por una chica de veinticinco años que creció «en su casa» y que hoy vive en Ucrania

Una idea si se queda en una idea, decía el cantautor Giorgio Gaber, es simplemente una abstracción. Lo mismo pasa con la unidad de los cristianos, a menos que, cuando y como Dios quiera, tome carne en una vida. Caterina, por ejemplo, es la tercera hija de Marta y Adriano Dell’Asta, dos de los más estrechos colaboradores del padre Romano Scalfi. Hace unos meses volvió a casa y le dijo a sus padres: «Pietro y yo nos casamos por el rito ortodoxo».
Caterina tiene 25 años, estudia Historia en Kiev, y conoció a Pietro, ortodoxo ucraniano de Odesa, en el Instituto teológico de verano en Lishnia, en el campo cercano a la capital ucraniana, organizado por el Centro cultural San Clemente y dirigido por el filósofo Constantin Sigov. Pietro se ha convertido hace pocos años, pero su hambre por profundizar la fe lo ha llevado a frecuentar a los amigos de Constantin, entre los que se encuentra un hombre que lo ha conquistado: Aleksandr Filonenko. Desde entonces se ve con Caterina y los amigos del movimiento.

Silbaba… Caterina dice que sin el padre Romano ella ni siquiera habría nacido, ya que fue él quien propició que sus padres se conocieran. Los Dell’Asta viven desde hace más de treinta años en Villa Ambíveri, en Seriate, y su vecino de casa era precisamente el padre Scalfi. «Lo oía silbar en el piso de abajo», cuenta Caterina: «“¿Por qué silba?”, le preguntaba a mi madre. Y ella contestaba: “Vive solo, abajo, pero en realidad nunca está solo”».
«Cuando le dije al padre Romano que nos íbamos a casar por el rito ortodoxo se alegró mucho. Nos dio solo una recomendación: que tú sigas siendo católica y él ortodoxo, no es necesario que cambiéis». Caterina no dio por descontado en absoluto la decisión de casarse por el rito de Pietro, pero le resultó natural cuando se lo dijo: «Me lo pidió él; me dijo que no se encuentra a gusto con nuestro modo de rezar. Por eso quería vivir ese momento dentro de su tradición». Ella, en cambio, aprendió desde pequeña a rezar entre los iconos en Seriate y está contenta de secundar su petición.
«Lo que me queda del padre Scalfi más metido en el corazón son sus liturgias. Él me enseñó a rezar. Recuerdo que en mi familia nos asombrábamos de cómo sus homilías lograban leer el momento que estábamos viviendo». Sus ojos infantiles recuerdan a un hombre recio y sin doblez, los de adolescente a un confesor que con tres frases sencillas conseguía llegar al fondo de tu corazón.
«Con Pietro, le saludamos el 24 de diciembre, el día antes de su muerte. Todavía podía pronunciar algunas palabras. Le dije que éramos hijos suyos, porque sin él no nos hubiésemos conocido. Él nos miró asintiendo con la cabeza y en voz baja dijo: “Mañana rezaré todo el día por vosotros”».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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