Existen libros que deberían estar en todas las bibliotecas, como un sillar de sabiduría, como manantial inagotable al que acudir una y mil veces para contrastar los débiles destellos que va alcanzando nuestra razón, los interrogantes profundos que asolan el alma inconformista.
Resulta complicado encontrar tesoros así. Se publican millones de libros cada año, algunos rotulados con el fosforescente de best-seller; pero la cantidad nunca ha garantizado la calidad. Además, paradójicamente, cada vez leemos menos. Y cada vez estamos más expuestos a la dictadura del marketing, que coloca en las estanterías más vistosas productos golosos, sin importar sin son hipocalóricos o insanos para nuestro organismo espiritual.
Por eso, encontrar el libro de Simone Weil, tal como la conocimos, produce el mismo placer que siente quien halla una perla escondida. La editorial que ha arriesgado a traducirlo y publicarlo (Nuevo Inicio) se caracteriza precisamente por brindarnos obras de arte excelentes, despreciadas en los proyectos de las grandes casas editoriales.
Hay figuras que brillan como estrellas en el universo intelectual de la historia de la humanidad. Algunas resplandecen con fuerza especial, porque sus vidas transcurrieron en tiempos oscuros. Tal es el caso de Simone Weil (1909-1943), una mujer indescriptible, inclasificable, y sencillamente apasionante. De ella dijo Camus que era «el único gran espíritu de nuestro tiempo» (lo expresaba en medio de los peores momentos del siglo pasado). Jiménez Lozano, con su pericia poética, la describe como «queridísima e irritante». André Gide, premio Nobel de literatura, decía de ella que era «la más espiritual de los escritores del siglo XX». La vida y el pensamiento de Simone son de tal potencia que también han despertado análisis de lo más variopinto, e incluso interpretaciones contradictorias. Suele suceder, con las personas brillantes y poco etiquetables, que son carne de cañón para los propagandistas de ideologías. Se apoderan de sus frases, de sus gestos, de sus biografías, para apoyar en alguien de carne y hueso sistemas de ideas abstractos e interesados.
Por eso este libro resulta crucial. Lo escriben dos autores ante los que uno se queda perplejo: el intelectual Gustave Thibon y el dominico Joseph-Marie Perrin. Del primero, sobra subrayar su inmensa estatura intelectual, aunque en este libro aparece como amigo y confidente de Simone. Del segundo, solo cabe decir que, además de guía espiritual y padre de una mujer en búsqueda, es un entrañable hombre de Dios.
Los autores de la obra no albergan la pretensión de sistematizar el pensamiento de la pensadora, de analizar ni componer paisaje alguno. Tampoco hay resquicio alguno de idolatría a su amiga, ni el hedor de aprovechar una figura ajena para el lucimiento personal. Son confesiones contadas en susurro, con una franqueza tal que desarma. El subtítulo, «tal como la conocimos», no podría estar mejor elegido.
El privilegio del lector es asomarse al alma de una mujer que buscaba, que hervía en pensamientos y emociones no siempre fáciles de armonizar, que convertía en acción sus interrogantes (fue anarquista, y obrera, y miliciana en la guerra civil española, y campesina y obrera, y mística y escritora). El gozo indescriptible de este relato surge al constatar cómo aquellos dos amigos, cada uno con su carácter y su modo de actuar, acompañaron su búsqueda sin forzarla. Se establece entre cada uno de ellos y Simone un diálogo pleno, abierto a las perplejidades del otro, respetuoso hasta las entrañas; un diálogo que sabe reconocer los defectos ajenos pero los trasciende con amor y los integra en un alma a la que reconocen como más grande que sus limitaciones.
Lo más impactante de este libro, por eso, es que uno puede tocar desde dentro, sin manipulaciones, el alma de una mujer extraordinaria y compartir las dificultades de su búsqueda y el gozo de sus hallazgos. Cuando estamos en camino, encontrar guías que nos ayuden a replantearnos cuestiones vitales no tiene precio, incluso cuando algunas de sus preguntas atañen a certezas que ya dábamos por seguras.
Pero lo delicioso de esta obra es ver encarnada una amistad que genera envidia sana. Resulta asombroso ver cómo dos gigantes espirituales supieron acompañar, aprender, gozar y sufrir de la mano de su amiga Simone. No le dieron lecciones, no ejercieron superioridad moral ni intelectual (aunque a veces pudieran haberlo hecho con pleno derecho), no le impusieron caminos, no violentaron su conciencia. Porque creían en Dios, supieron respetar los tiempos de quien sondea el corazón y lo conoce. Porque estaban ebrios de ese Amor de Dios, supieron ser cristianos (otros Cristos), prestando su inteligencia, su mirada, sus palabras, sus manos, ¡su hogar! para acoger la búsqueda (a veces atormentada) de esta mujer. El resultado de una amistad así es tan fecundo que desborda los márgenes de un libro, inundando nuestra vida.
Simone Weil.
Tal como nosotros la conocimos
Joseph-Marie Perrin y Gustave Thibon
(Traducción de Arturo Álvarez)
Nuevo Inicio, Granada 2015
pp. 286 – 28.00 €
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón