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Huellas N.11, Diciembre 2016

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

NAZARET… EN BARCELONA
El conductor del coche del accidente en el que murió nuestro hijo Marcos, de 24 años, hace poco más de un año, estaba ahí, junto a la puerta del juzgado, a punto de empezar la vista. Súbitamente, para mí dejó de ser “el conductor”, el “hombre”, cuando la primera reacción fue fundirnos en un conmovido abrazo. «Estás perdonado, Juan», recuerdo que le dije. Juan, entre lágrimas, contaba que había recurrido durante ese año a ayuda de psicólogos. En seguida se fundieron también en el abrazo mi mujer, Itziar, y los hijos mayores presentes en esa cita judicial, Nicolás y Natalia. Me considero preferido por Dios. Desde el primer momento, tras el accidente mortal, Él nos concedió la gracia de perdonar. No por esfuerzo alguno; me cuesta perdonar en otras cosas normales de la vida familiar y, sin embargo, ese abrazo fue puro don, un regalo para todos. No pusimos acusación particular alguna contra Juan en el juicio y, tras la sentencia, la juez pidió conocernos: «Les he llamado porque lo que ha ocurrido hoy con ustedes no es nada corriente y quería conocer a esa familia que son ustedes y de la que pueden estar tan contentos». Sí, muy contento de lo que Cristo hace en nuestras vidas, y rezando esa oración de costumbre en la familia: «Gracias Jesús por este día». Dejamos a Juan con el cuaderno “Mi historia”, el testimonio escrito por Marcos, que le acababa de llevar Natalia y que Juan estaba ya leyendo con impaciencia.
Itziar y Paco

Uganda
«NECESITO A CRISTO»
Los dos días que hemos pasado con Davide Prosperi (vicepresidente de la Fraternidad de CL, ndr.) han sido para mí un momento decisivo: ahora miro las cosas de un modo distinto. La intervención de Arnold, «la carga que estoy soportando y mi nada», me provocó para ir al fondo del significado de esa «nada». La nada que soy no se contrapone a mi valor, ni a mi grandeza, pero me hace entender que yo dependo de otro, que necesito a otro para vivir; necesito a Cristo. Creo que esto es un don, porque Dios ha venido, ha muerto por mí, ha entrado en la historia por mí, para que yo supiera que, aunque soy una nulidad, una pecadora, a él le importo, y muere por mí en cada instante de mi nada. La conciencia de mi nada me hace desearle a Él; me hace identificarme con mis amigos de Comunión y Liberación, con los que deseo vivir una pertenencia, porque en ellos puedo confiar totalmente; mi nada me ha dado una razón para seguir.
Gladys, Kampala (Uganda)

Francisco y yo
JAMÁS TRANQUILOS EN NUESTROS PROPIOS PENSAMIENTOS
Cuando iba a trabajar la Escuela de comunidad, vi que emitían en directo la visita del Papa a Suecia y pensé: esta es mi Escuela de comunidad. Había leído el artículo de Huellas porque quería entender algo más de este viaje, pero sobre todo de la postura de la Iglesia hoy respecto a la Reforma, Lutero y todo lo que pasó después: división de Europa, guerras de religión, etcétera. En clase siempre he abordado estos temas partiendo de la idea de que la Iglesia católica está en lo correcto y el pobre Lutero se equivocó de camino, aun partiendo de una crisis positiva. Es más, para poner un ejemplo citaba a san Francisco, que reformó la Iglesia permaneciendo dentro de ella. La retransmisión era muy sobria, pero también emocionante. Primero hubo algunos testimonios de personas, casi todos procedentes de países africanos, que contaban su experiencia. Una habló del cambio climático y su grave incidencia en la vida de las poblaciones más pobres. Otra habló de su compromiso con los desplazados de Sudán; donde desde hace años se vive una guerra civil, ella ha podido estudiar, implicarse en el mundo del deporte, hasta llegar a participar en las olimpiadas de Río representando a su pueblo… Mientras pasaban las intervenciones, yo pensaba: la historia de siempre sobre la ecología, los pobres, etc. Me parecía que mi esperanza de moverme con lo que estaba escuchando no tenía nada que ver y, al mismo tiempo, veía nuestro trabajo en la Escuela de comunidad, los Ejercicios, la Página Uno de septiembre, como experiencias particulares. Luego Francisco agradeció las intervenciones una a una y dijo que debemos mirar lo que nos une más que lo que podría dividirnos, y muchas más cosas. Mirándole, identificándome con él, me invadió una gran ternura por su manera de estar presente, su misericordia, y vi a un hombre al que seguir, al que escuchar con devoción y estima, le quise. Me preguntaba por qué esta correspondencia, cuando sentía tanta extrañeza respecto a mis ideas. Tal vez porque, gracias al trabajo que estamos haciendo con los instrumentos que nos indica el movimiento, y también gracias a mis amigos, se abren las heridas de nuestro amor propio, y me doy cuenta de que es mucho más razonable mirar a Otro que quedarme tan tranquila con lo que yo pienso.
Fiorella, Milán (Italia)

EL SECRETO DE LAS RELACIONES
Llevo dos años haciendo la caritativa con el CLU y este año empezamos a ir a un Hogar para chicas de entre seis y trece años que viven ahí durante la semana por su situación familiar. Estaba llena de ideas previas: yo no sé cómo relacionarme con chicas, yo no tengo alma de animadora infantil, yo soy retímida y poco desenvuelta. Hay muchas cosas que no termino de entender, pero en todo este tiempo he aprendido a fiarme de lo bueno que se me propone. ¡Debe haber algo fundamental en la caritativa para que don Giussani nos la proponga con tanto énfasis! Yendo al Hogar con mi amiga Flor, por un lado tenía que exprimirme la cabeza pensando en qué les íbamos a llevar (y la mayoría de las veces nos criticaban porque no les gustaba lo que llevábamos). Por otro, me iba muy inquieta sabiendo que solo están ahí durante la primaria y en la secundaria vuelven a la casa de donde se fueron. Eso me asustaba, porque veía actitudes bastante violentas en nenas muy chiquitas. No entiendo bien cuando la gente dice que participar en la caritativa “les llena el alma”. A mí en un punto me la destroza, me abre más la herida, no la cierra para nada. En septiembre, planteé a mis amigos lo que me pasaba. Les decía que no me generaba ningún entusiasmo, que no me iba satisfecha, que no recibía ninguna señal de que mi presencia ahí cambiaba algo. Gracia me leyó un pasaje del cuaderno El sentido de la caritativa, donde don Gius dice que «la caridad es la ley del ser y está antes de cualquier simpatía y de cualquier conmoción. Por eso el ayudar a los otros está desnudo y puede estar privado de entusiasmo. Podría perfectamente no haber ningún resultado así llamado “concreto”». Ahí me di cuenta de dos cosas: que tenía que prestar atención al texto, ya que lo leíamos, pero después nunca lo retomábamos; y que lo que me pasaba no era malo y que don Giussani ya lo había advertido. Me fui esperando la siguiente caritativa, porque intuía que entonces valía la pena seguir yendo. Yo tenía (tengo) que descubrir por qué vale la pena educarme en la caridad. En la caritativa de octubre pasó algo que me deslumbró. Gracia siempre quería que les enseñemos a las nenas Cuando de mi patrona; Flor y yo siempre buscábamos motivos para no hacerlo. Me di cuenta de que había subestimado a esas niñas, porque me parecía imposible que la aprendieran, ¡son muy inquietas! Cuando Franco se puso a cantar, fue impresionante ver cómo todas lo siguieron. Me pasó algo muy curioso: mientras las veía cantar siguiendo tan atentas a Franco, no podía creer verlas así de tranquilas. Pero lo que más impactó fue la mirada que tenían. Enseguida me acordé de mis miedos, de mi pregunta sobre qué va a ser de ellas. Al oírlas cantar, me quedé tranquila. No están a la deriva. Aquel que las hace estar así, Aquel les pone esa mirada, Aquel que hace que sigan con esa atención, también cuida de ellas. No soy yo quien puede cambiarles la vida ni evitar que tengan dificultades y pruebas. Como dice el salmo: «El Señor cuida de la vida de sus pobres». Sentí como si me liberara de un peso que venía cargando. El mismo que cuida de ellas es el que cuida de mí. Este descubrimiento cambió mi relación con Melina, una amiga de la facultad. Es una persona hipersensible, con un gran sufrimiento. Siempre charlamos mucho, y caí en la cuenta de que yo trato de quitarle su dolor. ¡Pero a mí nadie me ahorra medirme con la insatisfacción que punza y punza cada día! ¡Nadie me ahorra las situaciones dramáticas, nadie responde por mí ante las cosas! ¿Entonces por qué intento hacerlo yo con Melina? Me di cuenta de cuan mala amiga estaba siendo. De alguna forma, tenía la pretensión de ser su salvadora. Qué triste. Menos mal que me rescató lo que me pasó en la caritativa. Cuando me descubrí con la certeza de que las nenas del Hogar no están a la deriva, esa tranquilidad se trasladó a todas mis relaciones: hay Alguien que cuida de nosotros. Así que empecé a compartir con Melina toda mi vida. Antes no lo hacía. Siento que con ella puedo ser yo enteramente a partir de esa caritativa. Y me llama la atención que ella se sorprenda. Una vez me vio venir a media cuadra y me dijo: «Estás radiante, ¿qué pasa?». Eso me descolocó totalmente. ¿Quién sos Vos que me tomás como soy? Con todos mis límites, ¿quién sos Vos que hacés mi rostro radiante sin que me dé cuenta? ¿Quién sos Vos que le das ese corazón a Melina, que no para de decirme las mismas cosas que nos dice Carrón, sin conocerlo? Con ella he descubierto que realmente la propuesta cristiana corresponde al corazón de todos los hombres. Y me encanta ver cómo ella de a poco va descubriendo que lo que le pasa no es un defecto de fábrica, sino que así estamos hechos todos. Esto me ayuda a entender por qué la caritativa nos enseña a amar: porque yo nunca voy a poder contentar a nadie, no soy la salvadora de ninguno de los que quiero. Es Cristo quien puede hacerlo. Y desde esa perspectiva todo cambia. ¡Y pensar que en teoría ya lo sabía! Pero, como se dijo al final de la última asamblea que tuvimos con el CLU, la verificación de la fe no es un proceso intelectual. Estoy muy sorprendida. No para de deslumbrarme cómo la experiencia de este año me está demostrando que Dios me quiere.  
Mayo, Santa Fe (Argentina)

Después de cuarenta años
LOS CHICOS DEL TERREMOTO
Los chicos que hace cuarenta años nos acogieron como voluntarios después del seísmo nos volvieron a acoger una noche en el palacio de Gemona, en Friulí. No fue solo la ocasión de volver a ver a queridos amigos que ahora son un poco más viejos; lo que pasó fue una velada donde todos, voluntarios y Giorgio Vittadini, se daban las gracias mutuamente. ¿Pero qué había que agradecer –pensaba yo– si materialmente no tocamos un solo ladrillo? Magda lo dijo muy bien: agradecer la presencia de la compañía y la amistad que nació con los chicos y con las familias; recordar que lo que pasó tiene su origen en el bien y el fin al que tendemos, y que hace posible devolver a los demás lo que nos pasó. A mucha gente que aquel sábado por la noche vino desde varias zonas de Italia. Cada intervención acababa agradeciendo a los demás la riqueza de humanidad que entonces recibimos. Vinimos aquí con la audacia propia de los veinte años para ayudar, y cuarenta años después he podido constatar que, si soy lo que soy ahora, buena parte se lo debo a ellos y a aquel encuentro. Personalmente, mi historia con ellos continúa, seguimos en contacto. Esos chicos se han convertido para mí en la presencia viva de la bondad de Dios. Les digo que les siento como una gran caricia que Dios da a mi vida. Al día siguiente, domingo, misa en el Duomo de Gemona. Eran muchos los que celebraban. Y en la homilía, otra vez la palabra recurrente: «Gracias». Esa insistencia ha despertado el deseo de que esta palabra sea cada vez más presente, más familiar, más cotidiana.
Oliviero, Milán (Italia)

El cartel de Navidad
LA SONRISA DE MARÍA
La Natividad del Cartel de Navidad 2016 forma parte del ciclo del Giotto en el transepto derecho de la basílica inferior de Asís. Giotto trabajó en la gran construcción de la basílica superior con las historias de san Francisco en la última década del siglo XIII. Después estuvo en Rímini y Padua, donde en 1304 terminó los frescos de la capilla de los Scrovegni. Volvió a Asís con su séquito de ayudantes en torno al año 1308, llamado por el obispo de Asís, Teobaldo Pontano, para trabajar primero en la Capilla de la Magdalena y luego en el ciclo de la Natividad. Cuando vuelve a Asís, Giotto ya es famoso; un artista que, para responder a los encargos que tenía, cada vez más numerosos, se instaló para trabajar en un gran taller (muy moderno, que utilizaban también “cooperativas temporales” de maestros locales). Por debajo de él, que estaba al frente de este taller, Giotto contrató a un maestro cuyo nombre no es conocido, pero que la crítica de la época identificó estilísticamente y rebautizó como “Parente di Giotto”, justamente por la claridad con que había acogido las lecciones de su maestro. A él confió Giotto la tarea de supervisar los trabajos de la basílica inferior, siguiendo un plan marcado sin duda por el maestro. La escena de la Natividad se confrontaba con la famosa escena de Padua, parece más “de cuento”, con esa multitud de motivos narrativos: está la llegada de los pastores, pero también hay una niñera para hacerse cargo del pequeño Jesús. Hay un sabor ingenuo en esta composición, poblada con muchos elementos, pero que al final narra la Navidad como una gran fiesta. El orden en que estos elementos están dispuestos muestra un equilibrio que es hijo de una gran visión pictórica («la mente razonadora» de Giotto, de la que habla uno de sus estudiosos más importantes, Luciano Bellosi). En cambio, el candor con que las escenas están efectivamente pintadas revela una personalidad menos elevada, que compensa la diferencia respecto al maestro y una cierta fragilidad en el dibujo, con detalles psicológicos también conmovedores, como esa sonrisa que ilumina el rostro de María mientras mira a su Hijo.
Giuseppe Frangi

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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