Viven grandes dificultades. Pero han hecho una colecta por el terremoto italiano. «Es la conciencia de haber sido ayudados». El nuncio ALBERTO ORTEGA cuenta lo que está aprendiendo de los cristianos iraquíes
¿Refugiados iraquíes que huyen del Estado Islámico recogiendo fondos para los afectados por los terremotos en Italia central? Sí, sucedió en octubre, durante dos domingos consecutivos, en las iglesias de la diócesis de Erbil, en el Kurdistán iraquí. En el verano de 2014, casi 125.000 cristianos abandonaron Mosul, Qaraqosh y otros pueblos del norte de Iraq. Desde entonces, muchos no han podido volver a trabajar. Otros se buscan la vida como pueden. Estos meses han gozado de la abundante ayuda que llegaba desde Italia y, cuando vieron en las pantallas de sus televisores las imágenes de las ruinas de Amatrice, se sintieron provocados. Una vez terminadas las cuentas de la colecta, entregarán diez mil dólares a Cáritas italiana. «Han sido muy generosos», comenta monseñor Alberto Ortega Martín, nuncio apostólico en Jordania e Iraq. «Muchos de ellos todavía no tienen nada, pero ha prevalecido el “gusto” de poder ayudar en algo».
¿Qué ha pasado en Erbil?
Ha sido una iniciativa promovida por el “Comité de la misericordia”, lo llaman así, de la diócesis de Erbil. Las noticias sobre la tragedia del terremoto llamaron mucho la atención y, sobre todo entre los cristianos, empezó a aflorar la conciencia de la ayuda recibida durante los últimos dos años. Luego, estos meses, nos han visitado muchas delegaciones, también italianas, y la relación con este país se ha ido concretando. De ahí el deseo de ayudar a los que ahora lo necesitan. Creo que es un gesto precioso. Aparte de que, por sus posibilidades económicas, impresiona mucho la cantidad recogida.
Muchos siguen siendo refugiados, ¿cómo se ganan la vida?
Algunos hacen pequeños trabajillos, otros no hacen nada. La Iglesia les paga a muchos el alquiler. Se reparte comida y otros materiales. En Erbil no todos son refugiados y algunos incluso tienen posibilidades económicas. El que tenga poco habrá contribuido con poco, pero estará contento de haber podido unirse a este gesto. El arzobispo Bashar Warda valora mucho la dimensión educativa de esta iniciativa.
¿Qué se siente en Erbil ante todo lo que está pasando en Mosul?
Por una parte está la alegría y la satisfacción de ver liberados sus pueblos, pienso sobre todo en Qaraqosh. Después de más de dos años se ha podido celebrar misa en la iglesia local, aunque la hayan quemado. De momento, la gente no puede volver porque la zona todavía no está preparada. Por otra parte está la tristeza y la desilusión por la ruina en que han quedado estos pueblos. Muchos salieron corriendo para allá y se encontraron con que todo estaba arrasado: casas e iglesias. No había ninguna necesidad de causar tantos destrozos.
¿Volverán?
Ahora hay que ver cómo evoluciona la situación, pero creo que muchos querrán volver a sus pueblos. Y pienso que hay que animarles a ello. Pero hace falta que el Estado iraquí, la comunidad internacional y la Iglesia colaboren en la reconstrucción.
¿Qué le llama la atención de esta gente?
Me llama la atención cómo rezan. Durante la Cuaresma participé en el viacrucis en uno de los campos de refugiados y fue verdaderamente conmovedor ver a tanta gente, ancianos, jóvenes, niños, que rezaban llevando la cruz… Y con qué seriedad. En esa ocasión pensé: ahora celebramos el viacrucis, pero recordemos que la última palabra es la victoria de la resurrección de Cristo. Quiero que puedan seguir experimentando esta victoria en sus vidas.
¿Qué ha aprendido desde que es nuncio?
Viendo a estos cristianos uno aprende el valor de la fe. Entiende mejor qué significa afirmar a Cristo como lo más querido. De hecho, mucha gente lo ha perdido todo por no renunciar a su fe. Y en ellos no hay queja. Hay dolor, sufrimiento, pero queja no. Me llama la atención su mentalidad, más unitaria que la nuestra europea. Viven la religiosidad y la fe como se vivía en España o en Italia hace cincuenta años, con una mentalidad muy religiosa, incluso entre los jóvenes, para los cuales la fe es un elemento que da forma a la vida. Tienen un sentido religioso mucho más despierto que el nuestro. De verdad. Y cuando veo a esta gente sencilla que viene y me besa la cruz o el anillo… Me recuerdan quién soy y a Quién llevo. Hay que apoyar a esta gente. Hay que acompañarlos con la oración, con nuestro sí al Señor y con ayuda material.
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