En uno de sus editoriales El País enjuiciaba así la grave crisis marcada por 300 días sin Gobierno: «Frente a la polarización y los odios cruzados, queremos reivindicar la reconstrucción de un espacio común para el pragmatismo y las reformas, un lugar donde se intercambien y negocien razones, ideas y soluciones que nos ayuden a encontrar la salida de esta crisis. […] Las soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos son complejas, requerirán ensayos y errores, y no serán nunca satisfactorias al cien por cien. Pero existen. Solo necesitamos aplicarnos a su búsqueda. Y para ello necesitamos cambiar la conversación». Necesitamos reabrir un verdadero diálogo.
Son palabras escritas en Madrid pero que se asemejan a muchas voces que se levantan en los EEUU, crispados por la campaña electoral más baja de su historia, en Inglaterra, dividida sobre el Brexit, en toda Europa, atenazada por miedos y egoísmos. Los que hace unos días han llevado a Dimitris Avramopoulos, comisario de la UE para las Migraciones, a decir: «la crisis en la que nos encontramos está poniendo en discusión los fundamentos sobre los que hemos construido nuestras democracias: nuestros valores de apertura e igualdad, nuestras libertades fundamentales y, cosa más importante aún, lo que nos une y nos mantienes juntos». También en el ámbito de la polis lo que antes dábamos por supuesto ya no lo es. Hay que volver a los fundamentos, no hay otra salida.
En este marco global, Italia se acerca a las urnas el próximo 4 de diciembre, para refrendar o rechazar la reforma constitucional querida por el gobierno Renzi. En realidad lo que está en juego es mucho más: «Lo que está en juego es nuestra convivencia civil», titulaba el Corriere della Sera al respecto. La posibilidad de volver a esos fundamentos y de superar «la lógica de los bandos enfrentados a priori que impide una confrontación real con el otro y con sus argumentos» para «recuperar el sentido de la vida en común», como dice el documento de CL difundido estas semanas y que podéis leer en estas páginas. Si es verdad que «el otro es un bien» cualquier circunstancia puede ser «la ocasión para cada uno de descubrir la belleza y la conveniencia que supone abrirse al otro en un diálogo verdadero, sin enrocarse ni tomar posturas previas, colaborando con cualquiera que contribuya en la búsqueda de mejoras para todos».
No es una simple exhortación moral al lado de cuestiones candentes como la posibilidad de hablar y de entenderse, la gobernabilidad en España, la reforma de las instituciones en Italia o la renovación de los ideales que han cohesionado a EEUU. Es una urgencia vital y concretísima a todos los niveles de la vida personal y social. Nadie puede evitar hoy enfrentarse con la crisis, los migrantes, los fallos de la democracia, las consecuencias de la guerra… Todos tenemos que hacerlo buscando y procurando el bien de todos. Y solo podemos hacerlo juntos.
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