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Huellas N.9, Octubre 2016

BREVES

La Historia

Las manos de Rosaria
Luca llama al timbre. Silencio. «Qué raro. Normalmente está en casa a estas horas. Llama otra vez», le dice Salvatore. Otro timbrazo. Pasan unos segundos y se oyen unas pisadas, luego la puerta se abre. «¡Ah!, sois vosotros. Disculpad, estaba lavando los platos y no os he oído». «Hola Rosalina. ¿Podemos pasar?». «Claro, pasad. Estáis en vuestra casa. ¡Qué alegría que hayáis venido!». Y mirando a la tercera persona: «¿Quién es ella?». Salvatore la presenta: «Es Laura. Una amiga nuestra que nos acompaña a llevar la caja de alimentos a las familias. Acaba de empezar, es la primera vez que viene». «Vale. ¿Queréis un café?».

Entran en la única habitación del piso. El fregadero está lleno de platos medio enjabonados, en el suelo una cacerola sucia. Mientras tanto, Luca saca de la caja de alimentos pasta, arroz, azúcar, y pregunta: «Bueno, ¿qué tal vas, Rosalina?». La mujer, de espaldas, se da la vuelta: «¿Cómo quieres que vaya? El asco de siempre. Sigo sin estar bien. Mañana debo empezar un nuevo tratamiento». «¿Y Angelo?». Rosalina apunta una media sonrisa: «Justo ayer me llamó el abogado. Dijo que de momento no hay nada que hacer: sin permiso de salida». «¿Desde cuándo está en la cárcel?». «Dos años. Acabábamos de ir a vivir juntos. Así ahora tengo que mantenerle a él también… Pero esto sería lo de menos. El problema son esos dos que viven allí», con la mano indica la pared que la separa del piso de al lado. Salvatore pregunta: «¿Tus padres?». Rosalina se levanta como un rayo de la silla: «¿¡Padres?! Me hacen la vida imposible. Si pueden fastidiarme no se lo piensan dos veces. Están allí espiándome y luego…». Luca la interrumpe: «Rosalina, son ancianos. Debes tener paciencia con ellos». La mujer está furiosa: «No sabes lo que dices. ¿Sabes la que me montaron el otro día?».

Es un río en crecida, cada palabra está cargada de un rencor que va abarcando su vida entera. Cuando por fin se para un segundo, Salvatore intenta decirle: «Estamos en el Año de la Misericordia, como Jesús nos ama y nos perdona así también nosotros podemos hacerlo con los que tenemos cerca. El Papa Francisco nos lo recuerda continuamente. Tú también puedes hacerlo». Sus palabras parecen aumentar su rabia. Rosalina, roja como un tomate, levanta la voz: «Yo les odio. No existe la misericordia. Ni siquiera el Papa lo aguantaría. Ahora te cuento otra». Luca y Salvatore se miran atónitos. No saben qué decir. Entonces, de repente, Laura exclama: «Rosalina, ¡qué manos tan bonitas tienes!». Silencio. La mujer la mira sorprendida: «¿Cómo dices?». «¡Claro! Tienes unos dedos finos…». Se los mira y sonríe. Vuelve a sentarse y comienza a hablar con Laura. No de las injusticias sufridas, sino de sí misma. Toda la rabia ha desaparecido. Salvatore y Luca escuchan a Rosalina y Laura charlar tranquilamente. Laura, que había venido simplemente por curiosidad después de haber escuchado a un colega suyo hablar de la caritativa...
Unos días después, comentando este episodio con los amigos, Luca comentó: «Aquella frase de Laura me hizo “ver” el pasaje del evangelio apócrifo, que don Giussani nos contaba a menudo. Jesús viendo al borde del camino la carroña de un animal exclama: “¡Pero qué dientes tan blancos tiene!”».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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