MIS HIJOS Y SU AMIGO JADE
Querido Julián: Después de tres años en Taiwán, a finales de agosto nos trasladamos a Turín con nuestros tres hijos. Un día se abre la puerta del ascensor en nuestro piso y a la vez se abre la puerta de nuestros vecinos de casa. El hombre que sale por la puerta, habiendo visto el azulejo que tenemos colgado y lleva escrito “IHS”, nos pregunta de qué religión somos. Católicos, le contesto. Mientras, uno de sus hijos sale por la puerta. Tiene unos seis años. A mis dos hijos mayores no les parece verdad haber encontrado enseguida alguien con quien jugar: «Mamá, vamos al patio a jugar con nuestro amigo. Adiós». En un santiamén desaparecen y yo me encuentro sentada en la cocina de mi vecina tomando té. Hablo con ella. Son musulmanes, tienen dos hijos, ella no sale mucho de casa, casi solo para hacer la compra, y no sabe mucho de los inquilinos. Desde ese día los niños están siempre juntos y no hay posibilidad de pararles, en el patio, en casa o en la terraza. Corren por todas partes. E inevitablemente aparecen las distintas pertenencias. Es bellísimo escuchar sus discursos. En la terraza: «¿Bajamos a jugar?», «No. Hoy tenemos que ir a misa», «¿Qué es la misa?», «¿Cómo, no lo sabes? La misa es cuando vas a la iglesia a ver a Jesús con todos los amigos y luego vas a casa de los curas a hacer una barbacoa», «¡Ah!, qué bien. ¿Puedo ir yo también?». Me preguntan: «Mamá, ¿puede venir Jade con nosotros?», «Bueno… ahora lo vemos, quizás otro día». «Sí. Mamá ha dicho que la próxima vez puedes venir». Y la otra noche, durante la cena, mi hijo dice: «Mamá, ¿por qué has preparado pasta con el pesto? Yo quería la carbonara…», «Jade no come panceta», «OK… la pasta al pesto es mi preferida». Y mientras reparto los platos oigo a mi hija: «Jade, no puedes comer. No hemos hecho la oración», «¿Qué es la oración?», «¿Cómo que qué es? La oración es lo que se dice antes de comer, es decir ¡gracias!», «¡Ah!, nosotros decimos: qué aproveche», «No, esa no es la oración. Ahora te lo enseñamos nosotros: “Gracias, Jesús…”». Son sencillas cosas cotidianas, pero me parecen ejemplos preciosos sobre lo que tú nos estás diciendo sobre la forma del testimonio. Para ellos es inmediato. Comunican su pertenencia simplemente viviendo.
Ilaria, Turín (Italia)
UNA APUESTA RADICAL
Después de participar en la peregrinación de CL por el Jubileo de la Misericordia en Soria, volviendo con un par de amigos, tuvimos unas horas de carretera y de conversación en el coche. Nos ayudamos a repasar la jornada, contentos, para que no se nos escapara nada de lo que habíamos vivido. El lugar precioso. Como siempre, tantos involucrados en el servicio de orden, la organización, el canto, etc. Megafonía móvil, con un equipo de personas cuidando del cable que daba vida a los altavoces, un escenario que utilizamos en el momento de empezar la peregrinación, para poder ver y oír a Nacho. El cuaderno con los textos, cuidadosamente seleccionados. Y todo, ¡todo!, solo para rezar, para pedir la misericordia del Señor. Ya en la concatedral, supongo que a nadie le hubiese sorprendido que en un momento dado se nos pidiera que nos sentáramos. Quizá para hablarnos del curso que empieza o para subrayar algunas indicaciones. No estábamos todos, pero sí muchísimos, y habría parecido lógico. Yo saludé a amigos venidos de Málaga, Murcia, Alicante, Valencia, Madrid, Santander, Barcelona; incluso una amiga que había venido desde Italia. Un par de amigos que venían con nosotros participaban por primera vez en un gesto del movimiento, y yo pensaba también en ellos. Muchos hicimos kilómetros para estar en Soria. Nos tenían allí, disponibles, pero no hubo ni una concesión a la “estrategia”, ni un poco de confiar en nosotros mismos, ni de decir que somos geniales. Durante su homilía, Nacho solo nos pidió una cosa, que nos arrodilláramos. Que el Señor intervenga y conquiste el corazón de cada uno. Reconozco que me impresionó la peregrinación. Recé, cierto. Impresionado porque en esta compañía se apuesta con tanta radicalidad por la presencia y por el señorío de Cristo.
Yago, Castellón (España)
En el cole
LA CRIATURA MÁS FELIZ
Querido Julián: Al comienzo del curso escolar estaba muy preocupada con todos los casos de niños con dificultad que me han asignado y de los que tengo que ocuparme en mi trabajo como profesora de apoyo. El lunes me llama la madre de uno de estos chicos y me invita a participar en una jornada con familias que tienen hijos con graves dificultades. Me dice al teléfono: «Me importa mucho que vengas». Yo pensaba: «¿Por qué tanto bien gratuito hacia mí?». Acepté la invitación y fui. Durante la misa, mientras cantábamos Amigo Jesús, uno de los chicos rompe a llorar. Presto más atención a lo que se está cantando: «Has hecho de mí la criatura más feliz que nunca salió de tus manos…». Me pregunto: «¿Cómo puede ser que estos padres y estos hijos elijan esta canción?». Para ellos es realmente una experiencia carnal porque, de lo contrario, no podrían pronunciar estas palabras. Un instante después me di cuenta de que yo también soy así, que esas palabras valen también para mí. A través de esos rostros Jesús me decía: «Quédate conmigo hoy. Quédate con Mic, Fabio, Raffi y con sus padres». Estar con ellos disipó mis angustias de comienzo de curso, mis cálculos y preocupaciones. He vuelto al colegio feliz de estar con estos niños y curiosa por ver qué pasará durante este curso.
Martina
MIRAR AL OTRO COMO ME HAN MIRADO A MÍ
Ayer fue el cumpleaños de una persona que despedí hace seis meses. Desde entonces no habíamos vuelto a vernos y tampoco nos habíamos hablado. Decidí llevarle a su casa unas flores. No sabía cómo iba a reaccionar. Me abrió la puerta. Le di dos besos y estuve hablando con ella un rato. Fue una Gracia. Algo de otro mundo. Durante todo este tiempo pedí tener inteligencia y humildad para cerrar esa herida y se me concedió estar en paz. Pude mirar al otro como un bien, aunque había tenido que despedirle. A la media hora volví a mi trabajo y se lo conté a mis colaboradores que han sido compañeros de esa persona durante más de veinte años. Fue una alegría para todos. Cada uno con su forma de ser y de expresarse, agradecieron lo que había hecho. Incluso me dijeron cuántas veces habían pensado lo difícil que tuvo que ser no solo para el trabajador sino también para mí, el jefe, haber tomado esa decisión. Esa humanidad es la que deseo día a día. Yo no soy capaz de ello. La lucha y la fatiga cotidiana me agotan y me desaniman, pero no dejo de pedir que esto también sea ocasión de abandonarme al Señor. Lo pido todos los días cuando me dirijo hacia mi trabajo. Viviendo una verdadera amistad con algunas personas que me ayudan a mirarme tal cual soy, puedo mirar al que trabaja conmigo tal cual es. Con la certeza de que Cristo salva todo, incluso algo tan complicado.
Carta firmada
Luigi Giussani. Su vida. Caracas
LO QUE NECESITAMOS POR ENCIMA DE TODO
La biografía de don Giussani a cargo de Alberto Savorana se ha presentado ya en prácticamente toda Latinoamérica, después de Italia y España. Hubiera podido ser una iniciativa más del movimiento en Venezuela. Cuando se comenzó a pensar cómo hacerlo parecía prácticamente imposible organizar un gesto de esas dimensiones. Sobre todo, en un país donde la prioridad de la gente es poder conseguir alimentos y medicinas para sus familias y el costo del libro es prácticamente la mitad del salario mensual de muchos venezolanos. Pero hemos sido testigos, una vez más, de que partiendo del “sí” de todos los que dieron su disponibilidad para organizar el acto, se desbordó una gracia que siempre nos precede y hemos constatado justamente que el hombre, además de la necesidad de responder a sus necesidades básicas, necesita de la verdad, la belleza y la felicidad. Por esto y otras razones la presentación fue un acontecimiento hermoso, desde la belleza de los cantos, la apuesta por realizarla en un lugar público, en esa periferia a la que el Papa Francisco no deja de enviarnos. Los invitados fueron Sumito Estévez, conocido chef venezolano, y el P. Manuel Aristorena sj, director de “Fe y Alegría”, la obra educativa más grande del país. Ambos desconocían la vida de don Giussani. Nunca nos imaginamos que la propuesta sería tan correspondiente con las experiencias de ambos. El encuentro con Sumito, que hace poco se convirtió al catolicismo, ha sido impactante, no solo para todos los asistentes a la presentación, incluidos decanos de universidades, profesores, representantes de otros movimientos católicos, público en general y la comunidad de CL en Venezuela (muchos viajaron más de doce horas para estar presentes), sino también para el mismo Alberto Savorana, quien se vio en la necesidad de adelantar parte de su intervención conmovido por el impacto de Sumito frente a la vida de don Giussani y cómo ésta le había ayudado a comprender la historia de su propia vida. De Sumito escuchamos la experiencia viva de un hombre que ha tomado en serio su gran deseo de respuestas y su encuentro concreto con la Iglesia: «Me fui a la Isla de Margarita para estar solo y liberarme, y encontré una comunidad que me recibió… en eso coincidimos, comunión para la liberación». El P. Aristorena es un sacerdote jesuita que no acostumbra a hablar en público y que desde la sencillez de su experiencia fue desvelando inmensas coincidencias con la propuesta de don Gius: «Cuando llegué a Venezuela y por primera vez fui a Petare, nací de nuevo; mediante el encuentro con la gente sencilla descubrí mi vocación». Así como reconocer las coincidencias en la propuesta educativa de Giussani. Más que la presentación del libro, la presencia y amistad de Savorana no solo ayudó a tener un testimonio vivo del afecto de don Gius para aquellos que no pudimos conocerlo directamente, sino que ayudó a corroborar que el método que él nos entregó es pertinente ¡más que nunca! a la situación que vivimos actualmente en Venezuela.
Andrea
Luigi Giussani. Su vida
PRESENTACIÓN EN CHICLAYO
Desde que recibí, junto con mis amigos, el reto de la presentación de la biografía Luigi Giussani. Su vida, para mí todo fue una experiencia nueva. Implicó un trabajo intenso, pero al mismo tiempo lleno de alegría y esperanza. Sobre todo, me sentí contagiada por mi esposo que, a pesar de su cansancio por el trabajo diario, repartía invitaciones por todo Chiclayo y lo hacía con entusiasmo, con agrado. En un primer momento estaba convencida de que trabajaba para mostrar a los demás a un “hombre diferente”, a un hombre sencillo que, a partir de su propia experiencia, se entregó totalmente para ayudar a los demás a crecer en una fe adulta. Pero al término de este gesto pude constatar que fui yo la que más había ganado, pues soy yo la que aún sigue descubriendo cómo Cristo se manifiesta en toda circunstancia y en todo momento. Al escuchar a los invitados a la presentación, pude mirar mi propia historia y revalorar lo que Dios siempre hace por mí. En la ciudad de Chiclayo, el movimiento de Comunión y Liberación es muy poco conocido, así como la vida de su fundador, por eso este gesto nos ha permitido llegar a muchas personas para mostrar que hay un carisma original dentro de nuestra Iglesia católica, un modo de vivir la fe que sale al encuentro de todos, creyentes y no creyentes, para comunicar el gran acontecimiento de Dios en la vida del hombre. Tuvimos dos presentaciones. La primera en el Seminario Mayor Santo Toribio de Mogrovejo y la segunda en la Universidad Católica que lleva el mismo nombre. En ambas hubo una asistencia de más de cien personas. Contamos con la grata presencia de mons. Robert Prevost OSA, obispo de la diócesis de Chiclayo, mons. Jesús Moliné Labarta, obispo emérito de la diócesis de Chiclayo, y muchas otras personalidades que, sin lugar a dudas, han podido conocer y sentirse cuestionados ante un sacerdote que enseña un camino para comprobar el valor de la fe en nuestra experiencia concreta, en cualquier tiempo y contexto socio cultural. Y a los once años de su retorno a la casa del Padre, don Giussani sigue ayudando a muchos hijos suyos a volver nuestra mirada hacia la presencia viva de Jesús.
Jenny
UNA BELLEZA EFÍMERA LLAMADA A SER ETERNA
La semana ha sido larga y dura. Guardias, dificultades en el trabajo y un sinfín de frentes que no paran de abrirse hacen que lo que desee mi cuerpo cansado sea retirarse, escapar solo a un sitio en el que no hacer nada, sumergirme en un profundo sopor, en la dulce y engañosa melancolía, hasta el lunes. Pero es el primer sábado de mes y tenemos caritativa. De los amigos de la Escuela de comunidad pocos han respondido al mensaje en el grupo de whatsapp. Me temo que me voy solo a visitar ancianas en una residencia con la que no me siento particularmente identificado. Me levanto quejoso, casi molesto por tener planificado así el sábado. El domingo tendré nuevamente guardia, y no voy a poder descansar nada. La primera sorpresa es que mi familia da por hecho que vamos todos. En mi ceguera interpretaba que daban poco valor al gesto, que les podría resultar engorroso venir, pero desde mi esposa, los chicos, hasta la pequeña de tres años, se suman al plan. Y la realidad se transforma, porque siento que ya no voy solo, que un pequeño pueblo, una célula de Iglesia se mueve. No sé si esto cambia el mundo, pero a mí me cambia el corazón. Todavía intentando convencerme de que esto es el seguimiento, creer y seguir contra lo que mi pereza o falta de fe instilan en mi corazón, llegamos al Refugio. No hay nadie. Muchos ancianos, alguna monja, pero nadie del grupo de mis amigos. Me dirijo a los pies de una bella imagen de la Virgen que hay en el jardín, para leer con mi familia un pasaje del cuaderno El sentido de la caritativa y rezar el Ángelus. Cuando ya es casi la hora, al fondo, aparece Aarón con sus cuatro chicos, la pequeña Carmen, de un añito, en una mochila a su espalda, en el carrito Lucía, de tres años… Luego llega Cristina con su suegra, con el pequeño Lorenzo, de meses, y otros dos de sus cuatro hijos, y su amiga María José, la última que ha llegado a nuestra pequeña comunidad, con más niños. La misa comienza. Las caras de las ancianas se iluminan literalmente al ver a los niños. Una mujer muy mayor me da la paz con los ojos vidriosos, llenos de emoción y gratitud por el mero hecho de que estemos allí, hecho que también parece animar al sacerdote que preside una celebración tan sencilla como preciosa. Terminada la Eucaristía nos vamos un rato con las abuelas. En la gran sala común me siento delante, Aarón saca la guitarra y comienza a cantar en inglés, a mi juicio con demasiado ritmo para las ancianas que, para mi sorpresa, jalean y aplauden la música con alegría. La anciana a mi lado parece conservarse bien, pero pronto me doy cuenta de que apenas recuerda su nombre, cuántos hijos tiene o dónde vivía en Granada. Los niños se acercan a ella sin prejuicios cuando les sonríe, y otra vez me asalta la sorpresa cuando mi hija la besa, sin su acostumbrada reserva y desconfianza ante los desconocidos. Sé que esta mujer me olvidará tras apenas salir de allí, que quizá no recuerde ni haber pasado un buen momento, pero la alegría dibujada en su rostro por tenernos allí, por la música, tiene un valor infinito, el valor de una belleza efímera, desarmada, como las flores del campo, una belleza llamada a ser eterna que me estremece, porque en ella está grabado el Sentido de la vida, la sencilla alegría del Señor presente. Mi mujer coge la guitarra y canta, meses después de la última vez que pude escuchar su precioso canto, y una alegría, una esperanza aparentemente insensata parece embargarme, mientras algunas personas empiezan a pedirnos que volvamos pronto, que estemos más con ellos. Cuando nos vamos estoy lleno de estupor, un brote de alegría renace con fuerza en mi corazón porque mi mujer me informa de que ha invitado a nuestro amigo Aarón, y los cuatro pequeños, a comer a casa. Compartimos sencillamente la comida, con conversaciones entrecortadas por las continuas interrupciones de los chicos que disfrutan jugando juntos y haciendo como si fuesen a demoler la casa. La tarde se prolonga, el café, el clásico Cardhu, y el atardecer con Sierra Nevada al fondo. Cantamos juntos, en inglés, en italiano, hasta en gaélico y cuando cae el sol y dejo a Aarón en la puerta de su casa vuelvo a mi hogar con la certeza de que el Señor cambia la vida, con el convencimiento de que el seguimiento es el único camino, y de que Cristo está realmente presente para llevarnos siempre de la mano. Voy a dormir físicamente destrozado, pero más feliz, renovado, con la certeza de ser amado infinitamente.
Eduardo, Granada (España)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón