En vísperas del viaje del Papa a Suecia (y a los quinientos años de la Reforma protestante), habla monseñor FRANCO BUZZI, experto en el pensamiento de Lutero. Las razones de la visita. Los pasos dados (y los que faltan por dar). Y las diferencias que «no impiden el testimonio común»
Muchos se preguntaban qué motivo había para celebrar. ¿Por qué un Papa debería viajar a Lund, en Suecia, para festejar los 500 años de la reforma protestante? En el fondo, aquello llevó al mayor cisma de los últimos siglos y dio origen a un sufrimiento incalculable para Europa. Todo empezó en 1517 con la publicación de las 95 tesis de Martín Lutero. Y desembocó en el baño de sangre que supusieron las guerras de religión, que abrieron una grieta que aún hoy perdura.
Pero en las últimas décadas algo ha cambiado que ha llevado a católicos y luteranos a dejar de concebirse como enemigos. Ya es un gran paso.
Bien lo sabe monseñor Franco Buzzi, prefecto de la Biblioteca Ambrosiana, gran conocedor del pensamiento de Lutero, que nos recibe en su despacho, donde tiene a sus espaldas un armario donde guarda los 110 volúmenes de las obras completas en lengua original del monje alemán.
Un Papa que reza con los luteranos para conmemorar la Reforma. Habría sido impensable hace solo un siglo…
Sí, nos hemos bajado de las barricadas. Hasta antes de ayer, antes del Concilio Vaticano II, la actitud era de conflicto. Hoy ya no es así. Juntos intentamos ver lo que nos une en el fondo. El Bautismo, por ejemplo, que ya es algo enorme.
Al encuentro de Lund se llega con un documento conjunto de 2013 titulado Del conflicto a la comunión.
Lo ha puesto a punto la comisión luterano-católica especialmente para este aniversario, y contiene un camino que también el Papa ha querido recorrer. No se trata de una toma de distancia, sino que intenta clarificar todo lo que podemos compartir. Es una actitud que parte de la Unitatis redintegratio, el documento conciliar con el que se empezó a pensar en el ecumenismo ya no como en el esfuerzo de obligar a los hermanos separados a volver a la Iglesia católica.
Lo que llama la atención del documento de 2013 es el trabajo de purificación en su mirada histórica. ¿Por qué era necesario este trabajo?
Estudios recientes han mostrado, en mi opinión, que lo que pasó al principio de la reforma luterana no fue algo irreversible. Estoy convencido de que hubo años, los primeros, en que todavía había lugar para un entendimiento que evitara el cisma.
¿En qué sentido?
La causa desencadenante fue la denuncia por parte de Lutero de los abusos que se cometían en la compraventa de indulgencias. Por una parte, se ofrecía el perdón de los pecados sin la garantía de una conversión real, por otra se recogía dinero que iba a enriquecer las cajas del Estado pontificio en vez de dedicarse a los pobres. En realidad, el verdadero conflicto se dio en la llamada Doctrina de la justificación. La manera tan particular con que Lutero explicaba este nudo teológico estaba, a grandes rasgos, bastante en línea con ciertas corrientes teológicas contemporáneas a él. Si se hubieran centrado en este punto, con más paciencia, con la voluntad de ponerse en discusión…
¿Cuál fue el problema?
El Papa era un Medici, León X. Llegó a ser cardenal muy joven, según la lógica eclesial de las grandes familias, para las que tener un Papa en la familia era una garantía desde el punto de vista político. No se trataba de un Alejandro VI, sino de León, digamos que le preocupaban otras cuestiones. Así, de repente, decidió apagar el fuego sin causar revuelo.
Sin tratar de entender…
Sí, invitó a los teólogos que tenían que ocuparse del caso a mantener una línea rígida. Lo que vino después es un embrollo del que ya no se pudo volver atrás. También porque, hay que decirlo, la postura de Lutero y su crítica feroz al Papado convenían a los príncipes alemanes, porque creaba el presupuesto del nacimiento de una Iglesia nacional. Era la manera de liberarse de las obligaciones, financieras incluidas, que Roma seguía imponiendo.
En 1999 se firmó una declaración conjunta entre católicos y luteranos justamente sobre la doctrina de la justificación.
Ese es un documento importantísimo. Establece que católicos y miembros de la Federación luterana mundial están de acuerdo en el hecho de que el hombre se salva, está justificado, solo mediante la fe. Y se afirma que, por muy diferentes que sean las formas de expresar esta realidad, y los matices que se utilizan para explicarla, no existen fundamentos para una excomunión mutua.
¿Qué significa que el hombre solo se justifica mediante la fe?
Significa que, como explica san Pablo, nosotros gozamos de la comunión con Dios no por lo que hacemos bien, con nuestras fuerzas o con nuestra inteligencia, sino cuando acogemos la palabra que Dios nos dirige, primero mediante el Antiguo Testamento y luego con la persona de Jesucristo. Por tanto, Dios nos dice a través de su palabra, que es ley, que somos pecadores. Pero también nos anuncia con su palabra, que es Jesús encarnado, muerto y resucitado, que a pesar de nuestro pecado Él nos ama y nos perdona.
¿Cuáles son las acusaciones que se han retirado?
Hay formulaciones en los textos de Lutero que durante mucho tiempo han resultado inaceptables. Por parte católica, se pensaba que, según su concepción de la justificación, al hombre sencillamente no se le imputaba su pecado, aunque de hecho siguiera siendo pecador. Pero también para Lutero la fe es un don que regenera realmente al hombre y de ella deriva efectivamente la bondad de las obras.
Algunos sostienen que, en todo caso, Lutero intentó generar división.
No, no quería hacerlo. Nunca pensó en una reforma que diera lugar al nacimiento de otra iglesia. Tampoco al final. Siempre deseó tan solo reformar la única Iglesia de Cristo.
Pero es un hecho que históricamente ese punto fue el inicio de una proliferación de divisiones.
Más allá de su voluntad, luego intervinieron otros y él se convirtió en un peón en manos de los príncipes alemanes.
Pero aparte del nudo de la justificación, hay otras dificultades nada desdeñables: los sacramentos, la concepción de la Iglesia…
Es un discurso complejo. También habría que tener en cuenta, por ejemplo, el motivo por el que Lutero se encontró en la tesitura de tener que ordenar pastores prescindiendo totalmente de la Iglesia católica. La Iglesia de Cristo avanza hacia adelante mediante los sacramentos y, al no encontrarse en condiciones de poder proceder con el consenso de Roma, siguió adelante sin él.
Sí, pero terminó dejando de considerar sacramentos la confesión, el matrimonio, el orden…
Hay un aspecto por el que podríamos considerar la diferencia solo terminológica, y por tanto superable. Para la ordenación sacerdotal o el matrimonio tenemos, mediante la bendición, algo bastante parecido, salvando las diferencias doctrinales, al sacramento católico. En cambio, cuando Lutero habla del sacrificio de la misa demuestra tener un concepto de sacrificio eucarístico que no corresponde de ninguna manera ni siquiera con la teología católica de su tiempo. Estas son unas limitaciones…
Pero Lutero dice reconocer la presencia real en la Eucaristía.
Sí, así es. Él niega la validez de la doctrina de la transubstanciación como forma de explicar lo que sucede en la consagración, pero para él es verdad que «este es Mi cuerpo». Luego está el nudo de la concepción de la Iglesia. ¿La luterana es una Iglesia apostólica? Es decir, ¿qué es lo que garantiza la relación con los apóstoles, puesto que se ha interrumpido la sucesión histórica directa? Son nudos que hay que profundizar y aclarar todavía.
El Papa Francisco parece querer destacar el aspecto de la oración y de la ayuda a los pobres, que son dos cosas que podemos compartir. ¿Las distinciones teológicas pasan a un segundo plano?
El espíritu ecuménico requiere que se unan todas las cosas que se pueden unir: existen formas concretas de testimonio que unen a todos. Por supuesto, las diferencias teológicas que permanecen tienen que ser estudiadas a fondo y aclaradas, pero no pueden impedir el testimonio común de Cristo.
Hay quien ve en este reacercamiento el riesgo de protestantizar la Iglesia católica.
En los textos de Lutero se puede encontrar gran alimento espiritual. La idea de fe, de obediencia, de conversión de la propia vida a la luz del Evangelio, de una vida “sufrida” con Cristo… Benedicto XVI también valoró públicamente esta religiosidad. Son aspectos que se pueden compartir y que pueden hacer bien. No hay motivos para tener miedo. Se pueden valorar permaneciendo dentro de la propia tradición. La cuestión es otra.
¿Cuál?
Este miedo nace si no se asimila hasta el fondo la pertenencia a Cristo. Porque Cristo no divide, une. Si leo el capítulo 16 de Mateo y lo que el Señor le dice a Pedro después de la Resurrección, me parece evidente que exista el Primado. ¿Por qué Lutero no fue capaz de verlo? Porque pensaba en Pedro teniendo en sus ojos a León X y sus inmediatos predecesores. Es una lógica que no corresponde a la Escritura, pero de hecho prevaleció. Y no me escandaliza. Lo que quiero decir es que solo quien está serenamente convencido de su pertenencia a la propia confesión puede abrirse a los demás. El resto son actitudes dictadas por la inseguridad. El miedo cierra. La fe vivida abre.
LA VISITA
El Papa Francisco viajará a Lund, Suecia, el 31 de octubre para las celebraciones ecuménicas de los 500 años de la Reforma protestante y los 50 años de diálogo entre luteranos y católicos. La ciudad sueca ha sido elegida porque allí nació, en 1947, la Federación mundial luterana, el organismo que participa en la Comisión mixta internacional que desde 1967 trabaja por el diálogo teológico entre católicos y luteranos. La Comisión mixta ha publicado varios informes estos años, entre ellos los dedicados al Evangelio (1972), la Eucaristía (1978), y la figura de Lutero (1983). En 1999 se presentó la Declaración común sobre la Doctrina de la justificación.
La Federación reúne a 144 iglesias luteranas repartidas en 79 países, representa a cerca de 72 millones de fieles y tiene sede en el Centro ecuménico de Ginebra. Desde 2010 su presidente es el obispo Munib Younan, jefe de la Iglesia luterana de Jordania y Tierra Santa; su secretario es el reverendo chileno Martin Junge.
Además de los saludos institucionales al primer ministro y a la familia real, para la visita del Papa a Suecia está prevista una oración común en la catedral luterana de Lund y un encuentro ecuménico en el Malmö Arena.
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