Siete días de presencias fuertes y sencillas que con su vida construyen la historia y siembran semillas buenas que arraigan en el caos del mundo. Crónica de la semana de Rímini que nos plantea una pregunta: ¿Y tú qué esperas?
El padre Firas Lutfi es vicario parroquial en Alepo. Las semanas previas al Meeting se cerró la única calle que conecta la ciudad con el resto del país, pero él decidió venir igualmente. Aun a riesgo de acabar bajo los disparos de mortero, jugándose literalmente la vida. Aunque él le resta importancia, porque goza del sentido de la perspectiva que tienen algunos hombres. Es uno de los 271 invitados a Rímini y acaba de dar su testimonio sobre cómo vive, muere y espera un pueblo martirizado ya desde hace seis años: «Más que los aplausos, es el silencio lo que me resultó elocuente; me hizo sentir la responsabilidad de tenemos».
El silencio de la platea que, el penúltimo día, le escucha con el corazón encogido por las víctimas del terremoto que ha sacudido la región cercana durante la noche y en los ojos el video de los chavales de su parroquia que cantan bajo los bombardeos. El mismo silencio del que habla el escritor Luca Doninelli en su intervención sobre el lema del Meeting: «El silencio entre tú y yo. Donde está la raíz del bien. Porque yo no soy la respuesta a tus preguntas, ni tú eres la respuesta a las mías».
El franciscano sirio cita una frase de Juan Pablo II que resume el valor de esta semana riminesa en un verano donde las noticias corren en sentido contrario: «Hace falta recobrar la certeza de que existe Alguien que tiene en su mano el destino del mundo que pasa. Y ese Alguien es Amor, Amor hecho hombre, incesantemente presente entre los hombres».
El Meeting del «título valiente», como dijo el Papa Francisco, es un torbellino de 106 encuentros, 18 exposiciones, espectáculos, stands y muchos acontecimientos fuera de programa, que se condensa en esto: en la incesante presencia, a través de hombres y mujeres, de Alguien más grande que reserva sorpresas, que reabre la partida cuando todo parece perdido. Hombres y mujeres del pasado y de hoy, de cualquier parte del mundo y de mundos muy distintos.
El rabino Eugene Korn y el biblista Ignacio Carbajosa, que muestran en carne y hueso la esperanza de un nuevo partenariado entre judíos y cristianos; la pena indecible de los refugiados en el mar y la labor de los equipos de rescate en la exposición dedicada a los inmigrantes; el ministro alemán Thomas de Maizière que anuncia la reapertura de puertas a los que lleguen. El beso de la ex terrorista María Grazia Grena a la hija de Aldo Moro, fruto de un largo camino recorrido juntas. O la valiente Gültan Kisanak, alcaldesa de Diyabarkir, capital de esta región turca de mayoría kurda, que vive desde Rímini el enésimo atentado a su pueblo y que manifiesta todo su amor por la libertad. Del encuentro entre alcaldes italianos ha nacido la idea de una red a partir del modelo de Giorgio La Pira. Una trama que se ensancha desde lo particular hasta lo universal. Se abre de par en par el horizonte al escuchar en vivo «el sonido del universo», cuando la física Laura Cadonati hace sonar en el auditorio el grito de dos agujeros negros que colisionaron hace 1.300 millones de años.
Terapias. El Meeting que cae en Año Santo se sumerge en la realidad concreta de la misericordia (historias y testimonios que leeréis en estas páginas, en los próximos números u on line), porque ese “tú eres un bien para mí” está lleno de hechos. Empezando por la fe y los rostros de hombres que, desde el mundo árabe a África o Sudamérica, llaman la atención por la alegría y la capacidad de construir en las situaciones más difíciles.
«No tengo más que gratitud». Lo dice el vicario episcopal de Arabia del norte, monseñor Camillo Ballin, después de 47 años en países musulmanes. Conmovió al Meeting con su testimonio y se conmovió él, excusándose por no poder seguir cuando, refiriéndose a sus fieles, dijo: «Su intercesión ininterrumpida es nuestra fuerza».
Ante la necesidad personal y colectiva, la política, los conflictos mundiales y los problemas cotidianos, la pregunta cambia. «De la pregunta ¿y tú quién eres?, se pasa a otra: ¿y tú qué esperas?». Así resume el padre Antonio Spadaro la provocación que el Papa ha lanzado a Europa y a cada uno. La cuestión de nuestra identidad coincide con la esperanza que tenemos.
«Yo no soy católico, pero algo que he aprendido de los católicos es que el problema de la esperanza es fundamental», comenta Luciano Violante. Después de varias visitas al Meeting como invitado, este año ha querido construirlo en primera persona, haciéndose cargo de la exposición sobre los 70 años de la República Italiana y el gran tema del diálogo, relanzado por el presidente Sergio Mattarella. Añade Violante: «No una esperanza abstracta, sino operante. Una acción, un ejemplo, una palabra que moviliza, que pone en marcha la inteligencia».
«La terapia de la realidad». Esta es la esperanza que sanó a Daniel, ex preso brasileño, después de una vida que parecía irredimible. Al cumplir la mayoría de edad contaba ya con 27 juicios a sus espaldas. Cuando acaba su testimonio ante el pueblo del Meeting diciendo que desde hace ocho años tiene un contrato de trabajo, la platea estalla en un aplauso. Pura pasión. Pasión por la humanidad del otro, desconocido hasta hace un momento: pasión por sus heridas y debilidades, por la grandeza que agita su corazón. Y sobre todo por el abrazo que ha recibido. En un lugar concreto, las cárceles brasileñas de Apac, sin guardias ni alambre de espino, donde a cada uno se le llama por su nombre.
«Cuánto cambiaría nuestro mundo si esta esperanza desmedida se convirtiera en la lente con la que los hombres se miraran unos a otros», continúa el Papa en su mensaje. Habla del padre del hijo pródigo, que «todas las noches sube al balcón para ver si vuelve a casa y le espera, a pesar de todo y de todos». Esta esperanza ya ha cambiado un pedazo de mundo, ha cambiado a presos, jueces, familias, mediante este método Apac mostrado en una de las exposiciones más visitadas. «¡Si os hubiera conocido antes os habría incluido en mi exposición!», exclama el embajador de Honduras, Carlos Ávila Molina, ante la muestra brasileña. Él es uno de los comisarios de la exposición sobre la misericordia, dedicada a la «decisión de perdonar: una decisión personal y colectiva», dice mientras recoge papeles de la moqueta y piensa entusiasmado que el año próximo volverá a Rímini, «pero como voluntario».
Visión fluida. Dijo Doninelli en su encuentro: «Toda la civilización depende de la estima que tenemos instante tras instante, tras instante, por ese tú. Es una cuestión de estima». Antes de todo lo demás, es un bien que tú existas. Es la República Centroafricana que se sorprende elegida como “capital espiritual” para abrir el Año Santo. «No nos lo merecíamos, no nos lo esperábamos, ni siquiera estábamos preparados. Pero sucedió», cuenta el padre Federico Trinchero, carmelita de misión en Bangui, que llevó su testimonio a Rímini y levantó su hábito para mostrar las sandalias, normalmente sucias pero hoy como nuevas, pues a toda costa quiso lustrárselas uno de los diez mil refugiados de la guerra civil acogidos en su convento.
«Dios actúa en las vidas, pero también en los procesos históricos y sociales más complejos», continúa el padre Spadaro en el acto sobre la diplomacia de Bergoglio, una «visión fluida» que hace que lugares críticos se conviertan en lugares de contacto. Llama la atención oír a Spadaro repetir, igual que otros invitados, que lo que estaba explicando a la platea aún no lo había entendido del todo. Es una constante en los encuentros del Meeting: ese pensamiento “abierto” que arraiga en la experiencia viva. Que florece en un vínculo. Y para ser comprendido debe ser compartido. Entonces sucede que quien da su testimonio acaba agradeciendo a quien lo recibe porque lo necesita.
«Justo cuando entendemos que no entendemos», dice Tatiana Kasatkina en el encuentro sobre Dostoievski, «justo en ese momento vemos al otro y no la imagen que tenemos». Ponerse en el lugar del otro tal como es. «Tener simpatía por el hombre», sintetiza el arzobispo de Bolonia, monseñor Matteo Zuppi, describiendo esa Iglesia «inquieta», auspiciada por el Papa en el Congreso de Florencia. Una tarea que él vive con gusto, y que confía a todos como una promesa: «¡Descubriremos tantos tú que serán nuestro bien!».
Encuentros con tú lejanos también en el tiempo, como los santos americanos de una de las exposiciones principales. Lo que les hace extraordinarios es su humanidad, humanísima: por eso los que la visitan los sienten como compañeros, porque las imperfecciones «son los rasgos de su rostro», como escribió el autor de La isla del tesoro, Robert Louis Stevenson, a propósito del padre Damián de Veuster, que dedicó su vida a los leprosos en la isla de Molokai. Y que llevó a Gandhi a decir: «Sería interesante comprender la fuente de tal heroísmo».
¿Cuál es esa fuente? Vale para las misiones jesuitas del siglo XVII en la región de los Grandes Lagos, vale –en los EEUU de hoy– al escuchar toda la belleza que vive Guido Piccarolo en su trabajo con jóvenes autistas o veteranos de guerra en Los Ángeles, donde «el tiempo no es amor, sino dinero, y nadie quiere trabajar con el que es diferente». Para él, el tú no es alguien a quien hablar sino a quien acoger, «porque es recibir el misterio de la vida».
De Friuli a Calcuta. La pregunta de Ghandi sobre la «fuente» vuelve una y otra vez a lo largo de toda la semana. Ante una caridad que nunca se acaba porque es una amistad, que ha reconstruido la vida en Friuli después del terremoto de hace 40 años. Ante el tesoro escondido de Georgia y su fidelidad al origen cristiano; ante la forma de trabajar de la familia Piacenti, que está restaurando con una tensión propia de hombres medievales la Basílica de la Natividad en Belén. O ante el infinito misterio de la Madre Teresa, que ha conquistado el Meeting en una exposición que reproducía las calles polvorientas de Calcuta, pensada por completo para un «encuentro personal» con ella, ofreciendo de manera luminosa la oscuridad que ella vivió.
Un Meeting hecho de presencias fuertes y sencillas. De gratuidad, de voluntarios: los 417 que lo han construido y los 2.190 que durante toda la semana, llegados desde Canadá hasta China, repiten gestos sencillos, como limpiar, freír, levantar la barrera, bajar la barrera, hacer cosas que nadie ve o café para miles de personas al día («me han llamado la atención muchas cosas», dice el número uno de ENI (Ente Nazionale Idrocarburi), Claudio Descalzi, que visita por primera vez el Meeting: «La primera es la enorme energía generada por el compromiso desinteresado de tantos jóvenes en pleno verano»).
Los encuentros de la semana sobre temas de lo más variado son ocasiones para tomar conciencia, una primera ayuda para una construcción real: la confrontación sobre la justicia entre Giovanni Canzio y Giovanni Legnini, sobre Europa con Joseph Weiler, el debate sobre el referéndum constitucional, la educación, la empresa, Cuba, la familia, de nuevo Siria con el enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura.
La invitación. Ante este llamamiento al mundo entero se abren perspectivas. Como con Jàn Figel, enviado especial de la Comisión europea para la promoción de la libertad religiosa fuera de la UE (un cargo nuevo y una nueva señal de la Europa de las instituciones); o con la relación entre desarrollo y libertad religiosa propuesta por Brian Grim, uno de los protagonistas del ciclo de diálogos “Pedazos de guerra, vías de paz”, dirigidos por la presidenta de la RAI, Monica Maggioni. O, más aún, con la exposición de Ayuda a la Iglesia Necesitada, sobre los hermanos perseguidos y sus intervenciones para no dejarlos solos. Tentativas de lectura y de acción. Tentativamente es una extraña palabra que impactó al actor Gioele Dix hace muchos años: «¡Acordaos de vivir tentativamente!», decía Giussani la única vez que Dix le oyó hablar.
Tentativas que parecen nada, pero que saben penetrar en el dolor y en el desorden del mundo. Como dice la mujer de un sacerdote ortodoxo que visita por primera vez el Meeting, «en este lugar la conciencia despierta completamente. Crees que haces muchas cosas en la vida, luego llegas aquí y te das cuenta de que todavía no has empezado». O como decía una madre musulmana de las “periferias sensibles” de París a los voluntarios de la asociación Le Rocher, que viajó al Meeting con Jean-François Morin, «sois como la pimienta en el cuscús. Hay poca pero cómo se nota». Junto al padre Pepe de las villas argentinas, Morin cuenta qué significa «vivir con» la gente de las periferias. No por, ni entre. Sino con. Empieza el encuentro dando las gracias delante de todos a Elena, la joven voluntaria que le acompaña como azafata: no deja de sorprenderle que esa mañana haya ido a recibirle al aeropuerto de Bolonia. «La pepita del mundo eres tú», dice. «Tú. La persona, el otro. Sin eso, puedes tener todo lo que quieras, pero no es vida».
«La vida es responder a una invitación», decía Doninelli. «Una invitación que un pecador no puede rechazar», añade Sandokán, ex drogodependiente, cuando narra su historia junto a los chicos de la comunidad L’Imprevisto. Sandokán está aquí con una decena de personas de la caritativa Bocatas, que –cada viernes desde hace veinte años– reparte comida entre los drogodependientes en un barrio pobre de Madrid. Al mirarles, no sabrías decir quién está “recuperado” y quién no. Son un grupo de amigos que se han encontrado por una gratuidad.
El don que suponen el otro y su necesidad para nosotros («yo no puedo evitarlo», dice hablando de sus chicos Claudio Burgio, capellán de la cárcel de menores de Milán) atraviesa el Meeting, en los testimonios de los que han conocido a las Hermanas de la Caridad de la Asunción, en los protagonistas del mundo árabe, en los espectáculos, en las presentaciones de libros, o en la mirada –entre otras muchas– de Mary O’Callaghan, de la Universidad de Notre Dame, que aborda la cuestión del diagnóstico prenatal y el privilegio de tener un hijo Down que todos los días le pregunta: «¿Eres feliz?».
«El encuentro no es la repetición de mí y de ti», dice el último día la presidenta del Meeting, Emilia Guarnieri, «del encuentro nace algo que antes no estaba».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón