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Huellas N.7, Julio/Agosto 2016

BREVES

La Historia

«Ahora entiendo»

Allí estaba, en el umbral, sin saber muy bien a dónde mirar. Y él le estaba echando. «Solo quiere algo de dinero», pensó. «Pero no es ni el sitio ni el momento para limosnas». Iba a empezar la Misa y luego la Escuela de comunidad, y Vincent llegaba a destiempo. El padre Mauricio, que vive en Yaoundé desde 1987, lleva viendo esa cara toda su vida. Vincent tendrá ahora 35 años. Fue un chico de la calle, acabó en prisión varias veces y en diversas ciudades. En el último periodo ha vuelto a acercarse a su familia: el padre es ciego, la madre está llena de achaques. Sigue viviendo de trapicheos y de vez en cuando se deja ver por el Centro Edimar para que le curen alguna herida o para pedir algo de comer.
Sin embargo, ese día, a pesar del gesto decidido del sacerdote que quería echarle, Vincent se sentó y se quedó en un banco del fondo. Había venido alguna vez a la misa del jueves, pero nunca se había quedado al encuentro de después.

La capilla dista medio kilómetro del Centro. La plaza de la estación cercana es la casa de los naga boko, “los que duermen fuera” y viven entre la calle y las celdas de comisaría. Son miles en todo el país. Muchos llegan a la capital procedentes del norte, de la sabana, después de atravesar cientos de kilómetros de foresta tropical. Son chavales que nadie quiere, mal-aimé, mal amados por padres polígamos y familias deshechas. Vincent era uno de ellos.
Y ahora está sentado en esa iglesia. Mira y escucha. Sus ojos negros han encontrado un punto sobre el que posarse. Escucha la lectura de palabras de don Giussani, luego los relatos sobre su vida. Muchos de los presentes son educadores del Centro Edimar. Gente que Vincent conoce un poco y que siente cercanos.

Cuando todo acaba, el padre Mauricio vuelve a verlo allí. Vincent se acerca a Marta, una de las voluntarias del Centro, y le dice: «He entendido qué es lo que os da fuerza a los educadores». A Marta no le da tiempo a reaccionar, y el otro: «Hoy he visto qué es lo que os une».
Cuando el padre Mauricio escucha el relato de Marta, se da cuenta. Y después aún más, cuando vuelve a pensar en ello, ve mejor lo que ha pasado. «Le ha bastado con mirarnos, mientras que yo, a menudo, me quedo en la superficie. No advertí su verdadera necesidad». Algo más que una moneda o un trozo de pan.
Al cabo de unos días, Vincent sigue por allí. Está buscando al sacerdote y, en voz baja, le dice: «Estoy reparando en la vida que llevo. Sé que no es conforme a la voluntad de Dios…».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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