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Huellas N.7, Julio/Agosto 2016

PRIMER PLANO

El otro: una ocasión para mí

Giorgio Paolucci

El filósofo CARMINE DI MARTINO aborda algunas preguntas cruciales sobre la inmigración que constituyen el corazón de una exposición sobre este tema

El fenómeno de las migraciones, que hoy más que nunca embiste e interroga a Europa, obliga a medirse con algunas preguntas de fondo: ¿quién es el otro? ¿Cómo es posible encontrarme y convivir con el que es diferente a mí? ¿Qué significa verdaderamente tutelar la propia identidad? ¿Y cuáles son los elementos constitutivos de la identidad? A estas preguntas responde Carmine Di Martino, profesor de Filosofía teorética en la Universidad Estatal de Milán, en la entrevista publicada en el catálogo que acompaña la exposición del Meeting, “Emigrantes: el reto del encuentro”, de la que anticipamos un extracto. Es una ocasión para afrontar el tema de fondo de esta edición.

¿Por qué necesito el encuentro con el otro?
Antes de pensar en el encuentro como un deber o como una iniciativa hacia el otro, es necesario observar que venimos del otro. El encuentro con “otro” está en el corazón mismo del yo, precede a cualquier iniciativa mía hacia él, ya sea afirmativa o negativa. El otro está en mi origen, es necesario para que mi vida arraigue en el mundo, para que yo adquiera mi identidad. No se trata solo de que todo ser humano necesita a otro para nacer y para dar sus primeros pasos en la vida; la relación con el otro es esencial para que se dé ese desarrollo siempre abierto que nos permite ser nosotros mismos, ese recorrido que posibilita nuestra identificación. Identificarse significa siempre, de alguna manera, alterarse, recibirse de otro, pasar por el desvío que supone el otro, y también diferenciarse de él (por tanto, supone encuentro y separación). Entonces, ir al encuentro de otro es la vía –la única disponible– para “saber” quién soy y avanzar por el camino de mi propia identificación. Una vida perfectamente autárquica no sería más que el equivalente exacto de la muerte. La relación con el otro, por tanto, además de ser la condición de nuestro arraigo en el mundo, de nuestra supervivencia después de nacer y de nuestra conquista de la identidad personal, es también el futuro de esta identidad; es lo que permite a nuestro yo mantenerse vivo, crecer, seguir cambiando, en lugar de estancarse, envejecer, de alguna manera, morir. El otro es una condición de nuestra ulterioridad.

¿Qué permite acoger al otro en vez de rechazarlo?
Por lo que acabo de decir, acoger al otro es en cierto sentido obedecer, corresponder a una estructura universal de la experiencia humana, marcada por la necesidad de relacionarnos acogiendo y compartiendo (…). Para ser operativo, esto debe concretarse en el reconocimiento del otro como un alter ego, como una ocasión para mí, como una oportunidad, un recurso y no una amenaza o una privación. Estoy hablando del otro que llama a mi puerta; que pide vivir conmigo en mi mismo pedazo de tierra y de cultura; que espera tener las mismas oportunidades de las que yo disfruto; que desea encontrar condiciones de vida mejores y las busca empujado por la pobreza, el sufrimiento, la persecución o la guerra. Reconozco al otro como un alter ego cuando me identifico con su necesidad; me identifico con él; entonces él es como yo, si bien distinto de mí por su lengua, cultura, religión y hábitos. Es una capacidad eminentemente humana la de ponerme en su lugar: ¿acaso no es esto lo que hemos visto repetirse en tantas ocasiones en nuestras costas meridionales? ¿Qué empuja a tantos europeos mediterráneos a hacerse cargo con prontitud, sin ahorro de energías, del extranjero que llega? Todo esto pertenece a la vocación humana. Y no obstante constatamos que puede haber –como hay– reacciones opuestas, de cerrazón, hostilidad, rechazo; y que no se concibe del mismo modo, ni se ejercita de la misma manera, esa vocación humana a identificarse con el otro y a abrirse al encuentro. Resulta patente que la del ser humano es una vocación abierta, que se modula en relación a la provocación que recibimos. Por tanto, más allá de un factor que llamaría estructural –solo para entendernos rápidamente– y profundamente entrelazado con él, hay siempre un factor histórico, es decir, el tipo de provocación que nos alcanza, en la que crecemos y que va plasmando nuestra vocación humana. Para el constituirse de nuestra fisonomía humana no es indiferente que nos alcance esta o aquella provocación, este o aquel tipo de encuentro.

Una objeción difundida a la “hospitalidad” es relativa al problema de nuestra identidad…
El equívoco está en concebir la identidad como algo estático, inmóvil, mientras la identidad –la de cada uno de nosotros– es siempre una realidad dinámica, viva, en movimiento; es un proceso que conoce solo enriquecimientos o empobrecimientos, florituras o implosiones; no es jamás mera conservación. En tal sentido, la presencia del otro, también del extranjero, puede contribuir a mi identidad, ya que constituye un antídoto a su esclerosis, una provocación a caer en la cuenta de lo que me caracteriza y a examinarlo. Estando en contacto con el otro, con el extranjero y con su mundo, estoy obligado a interrogarme sobre mi identidad y a preguntarme si y por qué quiero confirmar mis significados, mis valores, mis estilos, y no simplemente perpetuarlos de modo mecánico. El otro me estimula a pasar de la pasividad a la actividad, a preguntarme de nuevo qué forma pretendo dar a mi vida, individual y social. Mediante el encuentro con el otro, extranjero o diferente de mí, puedo descubrir lo que para mí es irrenunciable, de modo que confirmaré algunos elementos y abandonaré otros. Pensemos en cuántas cosas hemos reconquistado más profundamente porque otro, que alguna vez se ha cruzado con nosotros, con su misma presencia las ha puesto en cuestión, las ha perturbado, o cuántas hemos dejado atrás porque otras, gracias a él, nos han resultado más deseables. En definitiva, la identidad es siempre un camino por recorrer y el otro es un aliado en ello. A menos que, sin ni siquiera darme cuenta, mi identidad acabe siendo un árbol seco y un simple golpe de viento exterior baste para destruirlo.

Se oye en ocasiones hablar de “mestizaje” como modelo alternativo a los ya utilizados…
Me parece que la palabra “mestizaje” quiere indicar una dimensión en que uno no se limita a coexistir con otro, yuxtapuesto a él, sino que se realiza en un encuentro. (…) El encuentro no puede ser programado ni decidido por decreto. Lo que se puede establecer –porque se puede sancionar en el caso de infracción– es solo una coexistencia no agresiva y respetuosa de ciertos espacios. No es el Estado el que lleva a cabo el encuentro; son los sujetos, las personas. El encuentro es una aventura que corre a cargo de los sujetos; no lo pueden generar las instituciones y las políticas. Las políticas pueden dejar espacio a los sujetos que han madurado su capacidad de encuentro, según una lógica de subsidiariedad. ¿Pero quién está en disposición de encontrarse realmente con el otro? Solo el que disfruta de una clara identidad humana y cultural. Es necesaria una experiencia humana consistente para salir al encuentro del otro, para desear conocerlo e implicarse con él. La pregunta que vuelve de nuevo es la siguiente: ¿cómo se genera un sujeto capaz realmente de encontrarse con el otro? ¿Qué es lo que puede favorecer su aparición y su desarrollo?


Las exposiciones
SIETE VIAJES ENTRE DOCUMENTOS INÉDITOS Y PREGUNTAS

De los trabajos de restauración de la Basílica de la Natividad de Belén a la historia de la República italiana. Además, los santos americanos, las historias de los inmigrantes, el arte cristiano en Georgia… Las principales exposiciones de este año en Rímini

Los setenta años de la República italiana, la crisis de los inmigrantes en Europa, los tesoros de la antigüedad georgiana, la Madre Teresa de Calcuta, los santos de Norteamérica, el misterio de la misericordia y la restauración de la Basílica de la Natividad en Belén. Serán las siete grandes exposiciones que podrá visitar el público del Meeting.

“El encuentro con el otro. Genio de la República 1946-2016” es el título del recorrido que proponen la Fundación Meeting y la Fundación Subsidiariedad. La muestra que, entre otros, corre a cargo de Luciano Violante, presenta material extraído de los archivos de la RAI y del archivo de la Cámara de Diputados, con el fin de narrar la historia del Estado italiano poniendo de relieve, en los diversos ámbitos de la vida pública, el esfuerzo por realizar el bien común.

“Inmigrantes, el reto del encuentro”. La muestra aborda este tema desde el punto de vista de los hombres y mujeres concretos que emigran, y no como un “problema” en abstracto. Los comisarios se plantean la pregunta sobre quién es el otro que llama a nuestra puerta y por qué ha decidido dejar su casa.

“Georgia, un paisaje de fe y de oro”, a cargo de la arqueóloga Marilyn Kelly-Buccellati y del Museo Nacional de Tiflis, ofrece un recorrido por la riquísima tradición de al arte cristiano, caracterizada por una gran originalidad de temas y estilos.

La muestra dedicada ala Madre Teresa de Calcuta (ver artículo en p. 32), a cargo de la Postulación de la Causa para la Canonización, recorre su vida a través de documentos inéditos encontrados después de su muerte: cartas a su familia, a su padre espiritual, al arzobispo de Calcuta, a su familia religiosa. Junto a fotos y vídeos se expondrán también objetos pertenecientes a la Madre Teresa, entre ellos su “sari”.

American Dream. Viajando con los santos americanos” cuenta la historia de Kateri Tekakwitha (1656-1680), Junípero Serra (1713-1784), padre de las misiones en California, Elizabeth Ann Bayley Seton (1714-1821), la primera mujer americana canonizada, Francesca Cabrini (1850-1917) y San Damián de Molokai (1840-1889), entregado al servicio de los leprosos en las islas Hawai.

“El abrazo que salva. En el corazón de la misericordia” ofrece un recorrido sobre el tema del Año Santo, a cargo, entre otros, de Carlos Ávila Molina, embajador de Honduras ante la Santa Sede (ver box en p. 13).

Finalmente, “Restaurar el Cielo. La restauración de la Basílica de la Natividad de Belén”, a cargo de Mariella Carlotti y Gianmarco Piacenti, titular de la empresa que se encarga de la restauración, habla de los trabajos en uno de los lugares más queridos de la cristiandad. Una empresa de conservación y también humana y ecuménica.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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