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Huellas N.6, Junio 2016

EJERCICIOS

En el corazón de Dios

Roberto Graziotto

Es el autor de la célebre entrevista a Benedicto XVI (que Julián Carrón ha citado en los Ejercicios en Rímini), que ha llamado la atención de todo el mundo por sus referencias al misterio de la Iglesia y de la misericordia. Ahora el padre JACQUES SERVAIS explica por qué el Papa emérito habla de «evolución del dogma». Y por qué Francisco…

Jacques Servais, 67 años, jesuita, discípulo de Hans Urs von Balthasar y estudioso de su obra, director en Roma de la “Casa Balthasar”, es el teólogo que ha realizado la ya famosa entrevista a Benedicto XVI, incluida en el libro Por medio de la fe (coordinado por Daniele Libanori, San Pablo) y muy citada últimamente. También lo ha sido en los últimos Ejercicios espirituales de la Fraternidad de CL (ver el cuaderno anexo a este número de la revista Huellas, ndr.). De entre los diferentes temas tratados, en esas páginas el Papa emérito se detiene en la «profunda evolución del dogma» según el cual se pensaba que todos los no bautizados estuviesen condenados. El Concilio Vaticano II superó esta visión tomando conciencia de que Dios no puede dejar que se pierdan todos los no bautizados y al mismo tiempo que para ellos una felicidad puramente natural no representa una plena respuesta al problema de la existencia humana.
De esta «evolución del dogma» queremos hablar con el padre Servais, en un momento crucial para la vida de la Iglesia. Esta se inserta en una sociedad a la que le cuesta aceptar cualquier tipo de verdad. Por tanto, resulta decisivo entender qué es lo que está llamada a transmitir, sobre todo respecto de esos principios que en sus dos milenios de historia ha entendido y hecho suyos. Sobre la cuestión de los “infieles” y su “perdición”, Joseph Ratzinger se ha expresado con su franqueza habitual: «No cabe duda de que sobre esta cuestión nos enfrentamos a una profunda evolución del dogma».

¿Cómo hay que entender la afirmación del Papa emérito? ¿Es una puesta en tela de juicio de todo lo que la Iglesia ha enseñado hasta ahora a nivel dogmático sobre esta cuestión?
En realidad el Papa emérito no planteaba su respuesta propiamente en un plano dogmático, sino más bien pastoral. Su afirmación era una observación en primer lugar de carácter histórico: «Si bien es cierto –constataba– que los grandes misioneros del siglo XVI seguían convencidos de que los no bautizados están condenados para siempre –lo cual explica su compromiso misionero–, en la Iglesia Católica después del Vaticano II tal convicción fue finalmente abandonada». A diferencia del pasado en el que se representaba la massa damnata, poquísimos contemporáneos se pueden imaginar un Dios que deje que los no bautizados vayan a la perdición.

¿A qué se refiere Benedicto XVI cuando se detiene precisamente en esta «profunda evolución del dogma»? Es cierto que hay nociones cristianas que deben ser valoradas en base al marco histórico de su elaboración, pero ¿no nos encontramos aquí con una de esas cuestiones absolutamente importantes desde el punto de vista de la doctrina y del dogma que no pueden ser diluidas a nivel pastoral?
«Después del renacimiento», observa el teólogo Louis Bouyer, «el descubrimiento de multitudes de pueblos no alcanzados por la evangelización y en época más reciente la masiva descristianización de poblaciones que precedentemente eran (o parecían) cristianas, ha llevado a muchos pensadores cristianos a replantear en términos nuevos el problema de la salvación de los infieles». Al mismo tiempo es necesario tener presente un cierto proceso de clarificación. Si ha cambiado el énfasis entre la enseñanza formalizada en el Catecismo Romano del Concilio de Trento sobre «la sentencia de los justos y buenos y de los impíos y malos» y la fórmula mucho más contenida del Catecismo de la Iglesia Católica (véanse los números 633 y 1037), es sin duda porque se ha caído en la cuenta primordialmente de la estrechez de miras de una teología “agustiniana” de la elección, reformada y jansenista, y de la imagen veterotestamentaria que conlleva, la de un Señor que predestina o rechaza. Sin embargo, el Papa emérito piensa sobre todo en la provocación de la modernidad para la cual «ya no es el hombre el que cree que necesita la justificación ante Dios, sino que sería Dios el que estaría obligado a justificarse ante el hombre por todos los horrores que existen en el mundo».

¿No es esto un cambio radical del modo tradicional de pensar? Y ¿no hay una sobrevaloración del papel de la misericordia?
Incluso sin seguir esta línea de pensamiento, que invierte totalmente la perspectiva, hoy el creyente se siente casi obligado a confrontarse con el problema de la miseria humana y de la responsabilidad de Dios hacia el hombre. Mientras se reflexionaba desde dentro de una “civilización católica”, se podía tener el sueño de que todo el género humano se haría cristiano. Pero desde el momento en el que se entendió que el pueblo de los creyentes en Jesús constituye, y podría constituir cada vez más, una minoría sobre la tierra, la cuestión de la salvación de los no cristianos se impuso y, con ella, el tema de la misericordia de Dios hacia la humanidad sufriente. La idea de la Bondad divina se convierte así en el eje en torno al cual gira nuestra fe o, más bien, nuestra esperanza: «Es la misericordia lo que nos mueve hacia Dios, mientras que la justicia [el problema de ser justo ante Él] nos espanta», sostiene Ratzinger, recordando a Juan Pablo II y las visiones de sor Faustina que tanto lo marcaron.

Con Francisco nos hemos acostumbrado a esta insistencia en la misericordia, pero es posible que alguien se sorprenda viendo algo análogo por parte del Papa emérito…
Preguntémonos sobre todo qué es el dogma y por qué podemos hablar –en plural– de dogmas. El dogma al que se dirige la adhesión de los fieles es el centro hacia donde todo converge y desde donde todo se ilumina: Jesucristo, el Dios hecho hombre, es decir, Su cruz y Su resurrección como hecho culminante y cumplimiento de la venida de Dios al mundo. Esto –reafirma Hans Urs von Balthasar con la Tradición más genuina de la Iglesia, de la que Ratzinger es un autorizado intérprete– es la Palabra definitiva de Dios que se ofrece, de modo excedente, a la búsqueda secular del hombre. En esa Palabra definitiva Dios se manifiesta a sí mismo por excelencia, como un Ser-para-nosotros. Este evento, con el que, después de una larga preparación, se ha dirigido de una vez para siempre a la humanidad, es el libre –no obligado– don de su amor que atiende, pero también sobrepasa absolutamente, siempre de nuevo, todo lo que pueden ser nuestro deseos y expectativas.

La tan reiterada discontinuidad entre Benedicto XVI y Francisco –diferencias de temperamento y de estilo entre el Papa alemán y el Papa argentino aparte– parece ser una invención de los medios…
En realidad, nos damos cuenta fácilmente de cómo en este punto central los dos últimos Papas convergen perfectamente. La entrevista refleja el fuerte vínculo que les une, más allá del estilo tan distinto. El Papa jesuita no cesa de proclamar a la Iglesia y al mundo el Cristo crucificado y resucitado, cuya “carne” invita a contemplar en los pobres y en los marginados. En la escuela de san Ignacio, concibe la Encarnación como un proceso que continúa marcando la historia como la inserción del único Espíritu vivo, absoluto, de Dios en la fragilidad y multiplicidad de los avatares contingentes del hombre. Ve en la Cruz y Resurrección el centro de una historia que se desarrolla entre la libertad de Dios y la libertad del hombre, y al mismo tiempo, en la que se entrecruzan dos dimensiones y realidades opuestas: en el evento finito la plenitud infinita, en el tiempo la eternidad, la misericordia de Dios que resplandece ante la miseria y la culpa humanas y las envuelve. También las “aperturas” de Francisco sobre la familia están en continuidad con el gran Pontificado que lo ha precedido. La primera justificación, reafirman ambos Pontífices, es el perdón que Dios obra en la Cruz de su Hijo. Él está dispuesto a perdonar antes de que los hombres se arrepientan. De este modo, Cristo –con sus verdaderos discípulos detrás de él– precede con Su misericordia el arrepentimiento de los culpables.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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