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Huellas N.5, Mayo 2016

AMORIS LAETITIA

El amor sabe hallar el camino

card. Christoph Schönborn

La novedad en el discurso eclesial, la confianza en la nostalgia que alberga en el corazón de los hombres y el concepto clave del «discernimiento». ¿Cómo se forma la conciencia? Fragmentos de la presentación del arzobispo de Viena, que el Papa ha sugerido que tengamos presente al leer la Exhortación

Antes de entrar en el texto me gustaría decir, a título muy personal, por qué lo he leído con alegría, con gratitud y siempre con gran emoción. En el discurso eclesial sobre el matrimonio y la familia suele haber una tendencia, tal vez inconsciente, a llevar en binarios paralelos el discurso sobre estas dos realidades de la vida. Por una parte están los matrimonios y las familias que están “en orden”, que se corresponden con la regla, donde todo “va bien”, es “normal”, y luego están las situaciones “irregulares”, que constituyen un problema. El propio término “irregular” ya sugiere que se puede efectuar esta distinción con gran claridad.
Por tanto, quien se encuentra en el bando de los “irregulares” debe convivir con el hecho de que los “regulares” se encuentran al otro lado. Esto también es difícil para los que provienen, ellos mismos, de una familia patchwork (familia donde al menos uno de los miembros tiene uno o varios hijos de uniones anteriores, ndt), como sé bien por mi propia experiencia, debido a la situación de mi familia. Aquí el discurso de la Iglesia puede herir, puede dar la sensación de dejarnos excluidos.
El Papa Francisco sitúa su Exhortación bajo una frase guía: «Se trata de integrar a todos» (AL 297), porque se trata de una comprensión fundamental del Evangelio: ¡todos nosotros necesitamos misericordia! «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra» (Jn 8,7). Todos nosotros, independientemente del matrimonio y de la situación familiar en que nos encontremos, estamos en camino. También un matrimonio donde todo “va bien” está en camino. Debe crecer, aprender, superar nuevas etapas. Conoce el pecado y el fracaso, necesita reconciliación y un nuevo inicio, y así hasta avanzada edad (cfr. AL 297).
El Papa Francisco ha podido hablar de todas las situaciones sin catalogar, sin categorizar, con esa mirada de benevolencia fundamental que tiene algo que ver con el corazón de Dios, con los ojos de Jesús que no excluyen a nadie (cfr. AL 297), que acoge a todos y a todos concede la «alegría del Evangelio». (…) En este clima de acogida, el discurso de la visión cristiana de matrimonio y familia se convierte en invitación, ánimo, alegría del amor en el que podemos creer y que no excluye a nadie, verdadera y sinceramente a nadie. Para mí, Amoris laetitia es por ello sobre todo, y en primer lugar, un “acontecimiento lingüístico”, igual que ya lo fue la Evangelii gaudium. Algo ha cambiado en el discurso eclesial. Este cambio de lenguaje ya era perceptible durante el camino sinodal. Entre las dos asambleas sinodales de octubre de 2014 y octubre de 2015, se puede reconocer claramente cómo el tono se ha llenado más de estima, como si se hubieran acogido sencillamente las diversas situaciones de vida, sin juzgarlas o condenarlas de antemano. En Amoris laetitia esto se ha convertido en el tono lingüístico continuo. Obviamente, detrás de esto no hay solo una opción lingüística, sino un profundo respeto delante de cada hombre, que nunca es en primer lugar un “caso problemático” dentro de una “categoría”, sino una persona inconfundible, con su historia y su camino con y hacia Dios. (…)

Este principio continuo de “inclusión” obviamente preocupa a algunos. ¿No se habla aquí en favor del relativismo? ¿No llega a ser permisividad la tan evocada misericordia? (…)
Para aclararlo, el Papa Francisco no deja ninguna duda sobre sus intenciones y sobre nuestra tarea:
«Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar. (…) Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece» (AL 35).
El Papa Francisco está convencido de que la visión cristiana del matrimonio y de la familia tiene también hoy una inalterada fuerza de atracción. Pero exige «una saludable reacción de autocrítica»: «Tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos» (AL 36).
(…) El Papa Francisco habla desde una profunda confianza en los corazones y en la nostalgia de los hombres. Lo expresan muy bien sus exposiciones sobre la educación. Aquí se percibe la gran tradición jesuita de la educación en la responsabilidad personal. Él habla de dos peligros contrarios: el “dejar hacer” y la obsesión por querer controlarlo y dominarlo todo. Por una parte, es cierto que «la familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía (…). Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano» (AL 260).
Pero la vigilancia también puede llegar a ser exagerada: «Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía» (AL 261). Me resulta muy iluminador poner en conexión este pensamiento sobre la educación con los que se refieren a la praxis pastoral de la Iglesia. De hecho, precisamente en este sentido el Papa Francisco vuelve a hablar varias veces de la confianza en la conciencia de los fieles: «Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas» (AL 37). La gran pregunta obviamente es esta: ¿cómo se forma la conciencia? ¿Cómo llegar a lo que es el concepto clave de todo este gran documento, la clave para comprender correctamente las intenciones del Papa Francisco: “el discernimiento personal”, sobre todo en situaciones difíciles, complejas? (…) Es el “discernimiento” lo que hace de la persona una personalidad madura, y el camino cristiano quiere ser una ayuda para alcanzar esta madurez personal: no para formar autómatas condicionados por el exterior, teledirigidos, sino personas maduras en su amistad con Cristo. Solo allí donde ha madurado este «discernimiento» personal, también es posible llegar a un «discernimiento pastoral», que es importante sobre todo «ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone» (AL 6). De este «discernimiento pastoral» habla el capítulo octavo, un capítulo probablemente de gran interés para la opinión pública eclesial, pero también para los medios.
Sin embargo, debo recordar que el Papa Francisco ha definido como centrales los capítulos 4 y 5 (…) por su contenido: «No podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar» (AL 89). Probablemente muchos se salten estos dos capítulos para llegar cuanto antes a las llamadas “patatas calientes”, a los puntos críticos. (…) Por eso no sorprende que sea sobre todo el capítulo octavo el que atrae la atención y el interés. De hecho, la cuestión de cómo la Iglesia trata estas heridas, de cómo trata el fracaso del amor, se ha convertido para muchos en una cuestión clave para entender si la Iglesia es verdaderamente el lugar donde se puede experimentar la Misericordia de Dios.

Este capítulo debe mucho al intenso trabajo de los dos sínodos, a las grandes discusiones en la opinión pública y eclesial. Aquí se manifiesta la fecundidad del modo de proceder del Papa Francisco. Él deseaba expresamente un debate abierto sobre el acompañamiento pastoral de situaciones complejas y ha podido apoyarse ampliamente en los textos que ambos sínodos le presentaron para mostrar cómo se puede «acompañar, discernir e integrar la fragilidad» (AL 291).
El Papa Francisco hace suyas explícitamente las declaraciones que ambos sínodos presentaron: «Los Padres sinodales alcanzaron un consenso general, que sostengo» (AL 297). Por lo que se refiere a los divorciados vueltos a casar civilmente, él sostiene: «Acojo las consideraciones de muchos Padres sinodales, quienes quisieron expresar que (…) la lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral... Ellos no solo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre (…)» (AL 299).
¿Pero qué significa esto concretamente? Muchos se plantean, con razón, esta pregunta. Las respuestas decisivas se encuentran en Amoris laetitia n. 300. Estas todavía ofrecen ciertamente materia para ulteriores discusiones. Pero también son una aclaración importante y una indicación del camino a seguir: «Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas (…) puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos». Muchos esperaban una norma así. Quedarán decepcionados. ¿Qué se puede hacer? El Papa lo dice con total claridad: «Solo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares (…)».
Se plantea naturalmente la pregunta: ¿y qué dice el Papa a propósito del acceso a los sacramentos para personas que viven en situaciones “irregulares”? El Papa Benedicto ya dijo que no existen «recetas sencillas» (AL 298, nota 333). Y el Papa Francisco vuelve a recordar la necesidad de discernir bien las situaciones, en la línea de la Familiaris consortio (84) de san Juan Pablo II (AL 298). «El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios» (AL 305). El Papa Francisco nos recuerda una frase importante que escribió en la Evangelii gaudium n.44: «Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades» (AL 305).
(…) ¿No es un desafío excesivo para los pastores, para los directores espirituales, para las comunidades, si el “discernimiento de las situaciones” no se regula de un modo más preciso? El Papa Francisco conoce esta preocupación: «Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna» (AL 308). A lo que objeta diciendo: «Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio» (AL 311).
El Papa Francisco confía en la “alegría del amor”. El amor sabe hallar el camino. Es la brújula que nos indica el sendero. Él es la meta y el camino mismo, porque Dios es el amor y porque el amor es de Dios. Nada es tan exigente como el amor. No permite hacer rebajas. Por eso nadie debe temer que el Papa Francisco nos invite, con Amoris laetitia, a un camino demasiado fácil. El camino no es fácil, ¡pero está lleno de alegría!

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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