La historia, la doctrina, los sacramentos… Ocho preguntas para orientarse en el vasto y complejo mundo de las Iglesias orientales
¿Por qué, antes del abrazo en La Habana, un Papa no se había encontrado nunca con un Patriarca de Moscú? Para responder a esta pregunta hay que remontarse a la historia anterior. He aquí ocho respuestas para poner en orden las ideas.
¿A qué época se remonta la separación entre Iglesia católica e Iglesia ortodoxa?
La crisis que llevó a la ruptura de 1054, que se conoce como Gran cisma de Oriente, maduró lentamente a medida que disminuían los vínculos políticos y culturales entre el antiguo imperio de Occidente y el imperio de Oriente. Al principio, en el siglo IX, empezó a extenderse la polémica anti latina alimentada sobre todo por Focio, patriarca de Constantinopla, que hizo la lista de los “errores latinos”, sin que ello comportase todavía la división. Al mismo tiempo, crecían las tensiones jurisdiccionales entre la cátedra de Roma y la de Constantinopla, de modo que a comienzos del año 1000 en Constantinopla se dejó de conmemorar al Papa en la liturgia. No obstante, las excomuniones formales que se emitieron en 1054 eran ad personam (contra la persona del Patriarca y del Papa) y no afectaban a toda la comunidad eclesial, hasta el punto de que las relaciones entre griegos y latinos continuaron durante algún tiempo como si nada hubiese sucedido. Después del cisma la Iglesia latina se dio el nombre de católica, es decir, universal, mientras que la de Oriente se dio el nombre de ortodoxa, subrayando de este modo la atención especial a las cuestiones del culto divino, característica que todavía hoy conserva. La verdadera fractura y la enemistad radical explotaron 150 años más tarde, cuando en 1204 los cruzados, en lugar de dirigirse a Jerusalén, conquistaron Constantinopla y la sometieron a saqueo durante 14 días, devastando iglesias y monasterios.
¿Cuáles son las razones de la ruptura?
Entre los puntos teóricos de desacuerdo entre griegos y latinos (el Patriarcado de Moscú en cuanto tal no existía todavía), estaba la cuestión de la autoridad papal, que en Occidente se entendía, según un modelo monárquico, como un verdadero poder jurisdiccional que había que extender también a todas las Iglesias orientales, mientras que estas últimas la entendían como un simple primado de honor en cuanto cátedra de Pedro. En Oriente prevalecía la concepción de la sinodalidad, es decir, del Concilio que congregaba y constituía el vínculo entre Iglesias por lo demás independientes. Sin embargo, con el tiempo esta concepción hizo que se profundizase cada vez más la autonomía de las Iglesias individuales, en detrimento de la sinodalidad, que se volvió cada vez más difícil. No es casual que desde 787 las Iglesias ortodoxas no se hayan reunido en un Sínodo panortodoxo. En junio de este año se celebrará finalmente el tan esperado Concilio.
¿Existe una única Iglesia ortodoxa?
Actualmente la Iglesia ortodoxa representa la comunión de 15 Iglesias locales, llamadas autocéfalas (de las que 8 son Patriarcados). A estas se añaden muchas otras Iglesias autónomas no reconocidas por el Patriarca de Constantinopla, tradicionalmente considerado “Patriarca ecuménico”, es decir, patriarca común, cargo no comparable con el del Papa de Roma.
¿Quién guía la comunidad ortodoxa?
La autoridad suprema en materia de fe está representada por el Concilio de las Iglesias, mientras que el primado (Patriarca) de cada Iglesia individual no tiene un poder equivalente al papal, sino solo un primado de honor, e incluso en la Iglesia individual el verdadero poder de decisión correspondería siempre (al menos como principio) al Concilio local. El ejercicio de la sinodalidad se ha vuelto cada vez más difícil con el paso de los siglos, y cada nueva autocefalia eclesial ha sido casi siempre el resultado de una separación dolorosa de la “Iglesia madre” (como en el caso del nuevo Patriarcado ortodoxo de América, reconocido por Moscú pero no por Constantinopla). Por este motivo las relaciones entre las distintas Iglesias son con frecuencia conflictivas y están condicionadas por equilibrios políticos. La tarea del próximo Concilio panortodoxo es también restaurar la praxis de la comunión eclesial.
¿Qué diferencias existen entre católicos y ortodoxos desde el punto de vista de la fe?
Ambas Iglesias han conservado la sucesión apostólica, los mismos sacramentos y el mismo depósito de la fe establecido en los primeros siete Concilios Ecuménicos. Sin embargo, por parte ortodoxa han sonado con frecuencia acusaciones de “herejía” con relación a los católicos, aunque los motivos de conflicto no afectan sustancialmente a dogmas establecidos antes del cisma. La doctrina católica del Filioque (según la cual el Espíritu Santo procede del Padre «y del Hijo») empezó a circular en Occidente algunos siglos antes del cisma, sin que esto provocase separaciones inmediatas. Mientras que la Inmaculada Concepción y la infalibilidad del Papa fueron reconocidos como dogma por la Iglesia católica en el siglo XIX, por tanto ocho siglos después de la ruptura.
¿Puede un católico acceder a los sacramentos de la Iglesia ortodoxa? ¿Y viceversa?
Aunque los sacramentos de ambas Iglesias son considerados recíprocamente válidos, es necesario añadir que, debido a la ruptura de la comunión eucarística, no es deseable la llamada “intercomunión”, salvo en caso de imposibilidad de acceder a los sacramentos de la propia Iglesia. Por tanto, la prohibición de la “hospitalidad eucarística” tiene un carácter más disciplinar que teológico. El Patriarcado de Moscú había autorizado durante algunos años, de 1969 a 1984, la práctica de la “hospitalidad eucarística” con respecto a la Iglesia católica. Actualmente Moscú ha suspendido unilateralmente esta praxis.
¿Son muy distintos los ritos?
Una de las diferencias más evidentes consiste en la forma de rezar y de celebrar la eucaristía, puesto que la estructura de la liturgia, es decir, las partes de la misa, es la misma. En Oriente se ha consolidado un rito solemne, de procedencia monástica, enteramente cantado y modulado por largas letanías y repeticiones; todo ello induce más fácilmente a la meditación mística. Sin embargo, existe el problema de que en la época moderna la riqueza de los textos litúrgicos ha dejado de hablar al fiel por la distancia lingüística y cultural. Con respecto a esta dificultad, las distintas Iglesias ortodoxas han respondido de forma distinta: algunas han optado por hacer más esencial la liturgia y por traducirla a la lengua moderna, mientras que otras (entre las que se halla la Iglesia rusa), más conservadoras y temerosas de traicionar el espíritu original, no se han decidido nunca a dar este paso.
¿Cuáles son los obstáculos para la reconciliación?
Hoy pesan sobre todo las ofensas recíprocas que a lo largo de los siglos se han infligido mutuamente, la costumbre ya arraigada de vivir de forma autónoma, los prejuicios que se han incrustado, haber cambiado diferencias de acento o de formulación por cuestiones de sustancia. Permanece además, como al principio, el escollo del primado de Pedro, que por parte ortodoxa es imposible de aceptar. Reconociendo precisamente este hecho, el papa Juan Pablo II, y después Benedicto XVI, han puesto sobre la mesa de forma valiente la cuestión del primado, proponiendo reconsiderar juntos las formas en que debe ser ejercido. Con este mismo espíritu, el papa Francisco se presentó al mundo el día de su elección no como “pontífice” sino como “obispo de Roma, que preside en la caridad a todas las Iglesias”.
MIL AÑOS DE LEJANÍA
988 La Rus’ de Kiev, reino medieval, se convierte al cristianismo a través de la Iglesia de Bizancio y entra en su esfera de influencia, formando parte de la Iglesia aún indivisa. Respira los aires anti latinos que soplan desde Constantinopla, pero la distancia geográfica no ofrece motivos de conflicto directo durante al menos cinco siglos.
1054 Cisma de Oriente: Roma y Constantinopla rompen la comunión eclesial; el Papa y el Patriarca se intercambian la excomunión. Los motivos de contraste son principalmente el Filioque, la doctrina del Purgatorio, las Sacras Especies y, sobre todo, el Primado papal.
1204 La Cuarta Cruzada, convocada por Inocencio III, en lugar de dirigirse a Jerusalén conquista y saquea Constantinopla, capital del Imperio Cristiano de Oriente. El saqueo es brutal y no respeta ni iglesias ni monasterios. Dejará una herida sangrante entre las dos iglesias. La Iglesia rusa lo sufre solo indirectamente.
1439 Concilio de Ferrara-Florencia: nuevo intento de reunirse, tras profundas reflexiones teológicas que llevan a la unidad dogmática y a la autonomía litúrgica. Se firma el acuerdo de unión, pero de vuelta a su patria los dos tercios de los delegados bizantinos se retractan, mientras que el delegado ruso es arrestado por el zar.
1453 Caída de Constantinopla, evento que interrumpe la conexión física y política entre el Oriente y el Occidente cristianos.
1589 La sede metropolitana de Moscú es elevada a Patriarcado separándose de Constantinopla. El Patriarcado ruso será abolido por Pedro el Grande en 1721 y sustituido por el Santo Sínodo, un órgano presidido por un laico. El Patriarcado se restaurará tan solo en 1918, al año siguiente de comenzar la revolución bolchevique.
1596-1859 Nacen las “Iglesias unidas”. A causa de las crisis internas en sus Iglesias y a causa de presiones políticas externas, algunos Obispos ortodoxos con sus Diócesis pasan a depender de la jurisdicción de Roma, manteniendo el rito bizantino. La separación provoca una herida que sigue abierta hoy.
1946 bajo la presión de Stalin, en L’vov (Ucrania) se celebra un falso concilio que disuelve la Iglesia greco-católica y la hace confluir en la Iglesia ortodoxa. Siguen fuertes persecuciones de los greco-católicos. La Iglesia de Moscú acepta incautar sus bienes, ahondándose la hostilidad entre las dos Iglesias.
1964-1965 Roma y Constantinopla dan un paso de acercamiento mutuo: Atenágoras y Pablo VI se encuentras por primera vez desde el cisma y revocan sus recíprocas excomuniones. En el decreto Unitatis Redintegratio se introduce el término “Iglesias hermanas”.
1988 Liberalización religiosa en la URSS de Gorbachov, en el aniversario del primer milenio del cristianismo en Rusia. También la Iglesia greco-católica en Ucrania pide la legalización.
1991 En Ucrania los greco-católicos se reapropian de sus iglesias secuestradas en 1946. Juan Pablo II instituye nueve diócesis católicas en Rusia. Todo esto provoca un enfriamiento de las relaciones con los ortodoxos.
2000 En el Jubileo de la Redención, Juan Pablo II utiliza la expresión «coliseos del siglo XX» y recuerda el martirio común de las Iglesias. Por primera vez se habla de «ecumenismo de la sangre».
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