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Huellas N.2, Febrero 2016

DON GIUSSANI

Historia de una vida

Alessandra Stoppa

Cuatro años de trabajo entre fuentes inéditas y nuevas reconstrucciones. MARTA BUSANI, doctora en Historia contemporánea, ha estudiado el fenómeno que supuso Gioventù Studentesca y su originalidad

«Un fenómeno, en particular, tiende el arco vibrante de la vida humana, constituye el alma común de cualquier interés y el resorte para afrontar cualquier problema: es el fenómeno del deseo. El deseo nos empuja a solucionar los problemas, en el deseo se expresa nuestra vida como seres humanos. Y el deseo, en última instancia, es la atracción profunda con la que Dios nos llama hacia él».
En estos términos hablaba don Giussani del deseo en los primeros años de la historia del movimiento. Era 1955. El lugar central que ocupa lo que más tarde llamaría el sentido religioso es uno de los aspectos más singulares del fundador de Comunión y Liberación, que aflora en las páginas del libro Gioventù Studentesca. Storia di un movimento cattolico dalla ricostruzione alla contestazione (Ed. Studium). «Se trata de un intento de profundizar en la historia de GS en el contexto eclesial y social de esos años, cuyo conocimiento considero imprescindible para comprender sus rasgos fundamentales», explica la autora, Marta Busani, doctora en Historia contemporánea en la Universidad Católica de Milán.
El libro es fruto de cuatro años de trabajo, necesario para ordenar una cantidad ingente de documentación de archivo, en su mayoría inédita, y de fuentes tomadas de la prensa impresa de la época. No se trata de un estudio sobre el pensamiento de Giussani, sino de una investigación que capta en acción al sacerdote y a los chicos de GS.

¿Qué es lo que emerge de los documentos sobre el origen de GS?
Cuando se habla de Gioventù Studentesca, se tiene a menudo la idea de una realidad que desde el comienzo se concibió como un movimiento eclesial. En cambio, no parece que esto formara parte del horizonte de la acción de don Giussani en el momento en que GS daba sus primeros pasos. Eventualmente, en sus modelos de referencia se pueden reconocer los movimientos de ambiente de Acción Católica en Bélgica y en Francia. En sustancia, sin querer poner en discusión el modelo parroquial de la Acción Católica Italiana, don Giussani manifiesta su deseo de salir al encuentro de los hombres en los ambientes donde viven. Se da cuenta que, de hecho, al margen de una élite católica muy formada, existe todo un mundo juvenil ajeno a la vida de la Iglesia.

¿Cómo se desarrolló la experiencia de GS?
El primer dato fundamental es precisamente este: que se desarrolla con el tiempo. GS evoluciona. Mi impresión es que don Giussani no ha tenido una mirada programática sobre su movimiento. A diferencia de algunos otros intentos llevados a cabo por otros, anteriormente, no proyecta teóricamente un nuevo movimiento católico. Ciertamente pretende animar una presencia cristiana en la escuela, pero las formas y los modos en que lo hace se van fraguando en el diálogo entre él y los estudiantes. Teniendo siempre como horizonte el contexto social y cultural de la época, en rápida evolución.

¿Qué más caracteriza su intento?
Creo que una cierta discontinuidad respecto del planteamiento prevalente en el catolicismo italiano de los años cincuenta, caracterizado por la insistencia en el asociacionismo católico en su dimensión organizativa, programática y numérica. La propuesta de Giussani, en cambio, se centra en la persona, en el sujeto. Cosa que, por otra parte, está en el origen de las críticas que le dirigirán, tanto curas como laicos, alertando del peligro de proponer una fe viciada de cierto “existencialismo”.

¿Puede ponernos un ejemplo?
Pensemos en el tema del deseo, por citar un caso significativo. Para Giussani el deseo es el motor que mueve al sujeto y que lo acomuna a todos los hombres. Habla de ello, por primera vez, en 1955, cuando redacta Respuestas cristianas a los problemas de los jóvenes, un texto de referencia para los directivos de Acción Católica. En su opinión, el deseo es lo que fundamenta la posibilidad del diálogo entre cristianismo y modernidad. Esta temática que, en la Iglesia de aquellos años, se asociaba a menudo con el modernismo condenado por Pío X en la encíclica Pascendi (1907), es uno de los rasgos del pensamiento de don Giussani que más modela la vida de GS y lo convierte en un movimiento que no rechaza la modernidad, sino que se confronta con ella en el terreno de las exigencias humanas más profundas. Aunque don Giussani haya sido precipitadamente asociado con los sectores más tradicionalistas del mundo católico, se sitúa, a mi parecer, en el cauce de los fermentos de renovación más significativos de la Iglesia en los años anteriores al Concilio.

¿Cómo se traduce esto en la vida de GS?
En un primer intento de aclarar qué es GS, Giussani dice que los pilares del movimiento son la «caridad» y el «diálogo». El pensamiento laicista sostiene que el diálogo es una dialéctica, mientras él otorga una acepción nueva a este término. En una lección a los responsables de los raggi (ndr., así se llamaban entonces los encuentros semanales de GS), dice: «El diálogo es una vida. No una dialéctica, un choque más o menos lúcido entre ideas o medidas mentales. Es una comunicación recíproca de lo que somos. El acento no está puesto en las ideas, sino en la persona como tal, en su libertad. Es una vida, de la que forman parte también las ideas».

¿De qué manera influye en el mundo de la escuela esta idea de diálogo?
Yo he partido de una imagen que me llegaba de un sector de la historiografía italiana: GS como un movimiento caracterizado por la búsqueda de la hegemonía. De los documentos que he podido consultar, emerge un cuadro muy diferente. Giussani ha alertado siempre a sus chicos ante la tentación de la hegemonía. No es casual que una de las críticas que le dirige la Juventud femenina de Acción Católica de Milán se refiere al rechazo del sacerdote a la hora de enviar en masa a los estudiantes de GS a las asociaciones de representación estudiantil en los institutos, cosa que habría permitido a los católicos gobernarlas.

¿De dónde nace esta decisión?
Giussani sostiene que en un instituto no debe existir una sola asociación estudiantil de carácter formativo y recreativo que pretenda representar a todos los estudiantes y organizar su tiempo libre. Considera más constructivo que en la escuela puedan convivir y expresarse todas las distintas asociaciones estudiantiles y los movimientos juveniles. Defiende un espacio de libertad y de expresión para todos. Es una batalla para el pluralismo que, muy pocos, incluso entre los católicos, parecían entender.

Decía que el tema del diálogo retorna en los años sesenta, años decisivos para GS.
Es cierto, y esto sucede sobre todo por efecto del Concilio. GS se encuentra en contraste con las posiciones de la FUCI (Federación Universitaria Católica Italiana) que, en nombre de la colaboración con otras fuerzas universitarias, a juicio de los de GS propugna una idea de diálogo que anula las diferencias. En los mismos años, en el seno de GS la insistencia en el diálogo se traduce en la apertura de perspectivas misioneras y en la implicación en iniciativas ecuménicas. No faltan todavía aspectos críticos que Giussani señala en repetidas ocasiones.

¿Cuáles?
A partir de 1962, Giussani comienza a denunciar la “crisis de novedad” que afecta a muchos responsables laicos de GS que, en su opinión, viven el movimiento tan solo como la repetición mecánica de un método. En su conjunto, los responsables de GS, en virtud de la apertura a la que han sido educados, empiezan a asumir como propias distintas instancias compartidas en el mundo juvenil católico: el deseo de contribuir al desarrollo del mundo y a la mejora social, y la urgencia de asumir un cierto protagonismo insertándose en el debate cultural del momento. Por esto, algunos de ellos llegan a proponer en 1965 una transformación de GS, partiendo de la constatación de que el movimiento ha asumido proporciones tales que hacen necesaria la elaboración de un discurso cultural propio y de una consiguiente plataforma de acción. Giussani rechaza esta idea que, a su juicio, socava las raíces mismas de donde ha nacido GS y su objetivo: la personalización de la fe. Rebate que GS es una comunidad cristiana y no un movimiento de ideas.

En su libro, reproduce un pasaje en el que Giussani señala las dos condiciones imprescindibles para poder transformar la sociedad: «la religiosidad» y «aceptar la ley de la evolución», en el sentido de que la vida del hombre comporta un desarrollo que se produce lentamente a lo largo de la historia.
Este pasaje está tomado de una lección de 1965. Cuando don Giussani ve a muchos chicos orientarse hacia el activismo social, comienza a hablar de manera más insistente y sistemática de la persona y de su autoconciencia. Estamos en el umbral del ’68. Las instancias revolucionarias se están difundiendo como la pólvora incluso entre los católicos. El juicio de Giussani al respecto es particularmente neto. Reconoce que la violencia y el rechazo de la ley propia de cualquier desarrollo humano, que se despliega gradualmente, están detrás de cualquier hipótesis revolucionaria. Al mismo tiempo, don Giussani reinventa la idea misma de revolución. La Iglesia considera a la persona como un valor inalienable. Solo esto puede transformar el mundo. En esa misma lección añade: «La verdadera revolución, la verdadera resistencia a lo largo de la historia, es la conversión, la revolución de uno mismo. Porque la persona es un valor absoluto. (…) No existe “la humanidad”, “la colectividad”, “el progreso”; existes tú, existe el hombre concreto, el hombre que eres tú, la persona».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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