PASCUA Y PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA
De Rímini a Jerusalén
Una gracia inesperada
Giulia está en quinto de Liceo Científico. Ha participado en los Tres días de Pascua que GS organiza en Rímini. Marta es una compañera de clase. Durante las vacaciones de Pascua, participó en una peregrinación a Tierra Santa. A la vuelta, surgió un diálogo entre ellas.
Marta: Mira Giulia, este viaje ha sido una gracia inesperada para mí. En primer lugar, le he dado gracias a Dios por ser católica. Conocer a otras religiones te hace caer en la cuenta de cosas que normalmente das por supuesto. Tenemos la suerte de poder conocer a Cristo a través de su Iglesia. En el Santo Sepulcro, un lugar que comparten seis distintas confesiones, estuve en la procesión de los Franciscanos: una multitud de personas, razas, etnias y lenguas distintas, y, sin embargo, juntas, reunidas por una Presencia que se manifiesta en la unidad.
Giulia: Sabes, es lo mismo que me pasó a mí en los Tres días de Pascua en Rímini. También para mí fue una gracia inesperada. Don Giorgio arrancó con una pregunta: «¿Qué buscáis? Si habéis acudido aquí es porque algo buscáis. En el hombre late siempre una búsqueda, la tensión hacia algo que debe existir». ¡Y Dios respondió a nuestra búsqueda enviando a Su hijo, Jesucristo! Esto es realmente extraordinario y lo conocemos a través de lo que vivimos. Lo excepcional no es lo emotivo que pronto te deja vacío, sino lo te hace decir: «¡Jamás he visto algo parecido!».
Marta: Es verdad. Fuimos a Emaus en los territorios ocupados, el Lunes de Pascua. Caía el ocaso y estaba yo en el mismo lugar de los dos discípulos. Dos franciscanos nos abrieron la iglesia, Uno era canadiense y el otro polaco. Completamente distintos uno del otro y, sin embargo, juntos. La misma admiración me provocó conocer a Samar, una mujer palestina, católica, que lleva una casa para chicas abandonadas o huérfanas. ¡Tendrías que ver qué espectáculo! En esa tierra todo está repartido entre multitud de confesiones religiosas, pero ahí ves el milagro de la unidad.
Cuando recorrimos el Via Crucis siguiendo la vía del Calvario, pasamos por el mercado. En medio del barullo pensé que Cristo también pasó por ahí, sufrió por nosotros y resucitó.
Giulia: Es impresionante. Fue lo mismo en Rímini. Al empezar el Via Crucis, don Giorgio nos habló de la Virgen: ella aceptó el Acontecimiento en su vida al igual que Jesús aceptó la cruz. El Evangelio dice que María estuvo al pie de la cruz. Ante el dolor y el sacrificio, así como ante la alegría, día a día tenemos que reconocer a Cristo. Hay que dejarse querer incluso cuando esto rompe todas nuestras medidas. En clase me pasa a menudo: o me quedo apegada a lo que yo quiero o me dejo vencer por cómo Dios quiere que yo le reconozca en ese instante.
(Giulia y Marta, Milán)
CARTA
Las caras de los amigos
Aunque mi conocimiento de este movimiento es todavía limitado, puedo decir con todo mi corazón que formo parte de él. Si hay una cosa que he aprendido en esta maravillosa aventura es que el Señor sabe cómo cambiarte la vida. Conmigo lo ha hecho a través de mis amigos de la Escuela de comunidad de bachilleres (GS) de Miami: Sara, Agnese, Paolo, los dos Micheles, Pietro y Simone. Ahora soy otro. Antes que estos amigos entraran en mi vida, jamás había probado lo que es ser tratado con delicadeza por alguien que no te conoce. Ahora se que Dios existe, porque estos amigos, que han llegados desde Italia, se interesaron por mí antes de que yo me diera cuenta. Así empezamos a conocernos. En aquel momento tenía pocos amigos con los que podía contar de verdad. Pero Cristo ha salido a mi encuentro a través de Pepe y de estos nuevos amigos que me han traído seriedad, atención y tantas risas en una circunstancia en que ciertamente las necesitaba. He descubierto con ellos que la finalidad de la vida es ser plenamente feliz. La primera vez que intuí esto fue a través de mi amigo Simone, que estando en casa de Sara y Agnese, dijo: «Yo he optado por CL como un camino para alcanzar mi felicidad». Me fui pensando: «¿Por qué me siento tan feliz estando con gente que apenas conozco, que ni siquiera son de mi país y que tienen dificultades para hablar mi idioma?». En ese momento me quedé sorprendido. Podría hablar por horas y horas sobre lo que estas personas significan para mi y sobre como han reconstruido mi vida. Quiero darle gracias a Dios por CL y por estos amigos italianos que me han traido tanta felicidad.
(Javi del Riego, Miami)
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