El manifiesto de CL a propósito de las recientes elecciones nacionales terminaba con una frase del Papa Francisco: «No tengáis miedo de emprender el éxodo necesario en todo diálogo auténtico». Los que emprendieron ese éxodo tienen muy claros sus frutos
«Soy un consumidor nato de las tertulias política de televisión. Pero estaba hasta las narices de tanto espectáculo y de tanta ideología. Ayer vi a personas sorprendidas y provocadas. Por fin, algo humano. Se ha despertado de nuevo mí interés por la política». Así le contaba un joven padre de familia a un amigo la impresión que le había quedado después de haber participado en un extraño acto que tuvo lugar en Barcelona durante la campaña de las elecciones generales celebradas en España. Extraño porque duró dos horas, porque participaron siete políticos (casi todo el espectro político catalán) y porque la conversación no transcurrió por los derroteros habituales.
La primera pregunta era el colmo de “lo extraño”. «Según vuestra experiencia, ¿puede la acción política tener en cuenta los verdaderos anhelos del hombre? ¿Es posible percibir al otro, incluido el rival político, como un bien?». No está mal cómo comienzo.
En Barcelona. La apuesta era realmente arriesgada. El propósito era que los invitados tomaran postura sobre las afirmaciones esenciales del manifiesto que CL ha hecho público con motivo de los comicios, con el título La persona, en el centro de la política. Y hubo conversación. Se habló sobre la relación entre el sentido de la vida y la calidad de nuestra convivencia y sobre la posibilidad de que el otro sea un bien también en política. Un hecho sorprendente en un país en el que ya hay muchas cosas de las que no se habla. Pep Martorell, representante del partido que está abanderando el movimiento independentista catalán, apuntaba: «Normalmente me preparo los mítines en el taxi. Con este encuentro no he podido hacerlo así. Ayer por la noche tuve que trabajar vuestro manifiesto con atención». Silvia Carrasco, ecologista de izquierdas (integrada en una de las franquicias de Podemos), agradecía en varias ocasiones trabajar un documento lejano a sus ideas. Mainel Silva, representante de Unió, partido que se ha quedado sin representación parlamentaria, también se mostraba agradecido: «La fraternidad que se apreciaba nos ha hecho mejores a todos los que estábamos en la mesa». Era un sentimiento compartido. Los de fuera tienen en algunas ocasiones más sensibilidad para identificar lo nuevo que los que están todo el día en casa.
Ferrán, moderador del acto y uno de sus promotores, reencuentra, al utilizar el manifiesto para dialogar con otros, una vieja pasión que ahora retorna llena de paz. «Vimos puntos en común y puntos de diferencia…para mí ha sido un gran bien», asegura refiriéndose a la mesa redonda. «Antes de conocer a Cristo estuve metido en discursos ideológicos de izquierda, luego me aparté de la política. Cuando conocí a Giussani hace ocho años, se despertó en mi de nuevo el interés y, recuperando viejos vicios, entré varias veces, como elefante en cacharrería…ahora ha sido diferente, no había vivido con tanta pasión y la vez serenidad mi participación política en la sociedad cómo hasta ahora».
En Granada. No es el único. El manifiesto se ha repartido en toda España. En Granada, Eduardo, que trabaja en un hospital se lo manda a sus compañeros. No le llegan respuestas: «Cuando me resignaba a comentarlo solo con los amigos de la Escuela de comunidad, el director del hospital se para en el pasillo y me dice: “Oye, eso que me has mandado, aparte de vuestras típicas cuñas del Papa, está muy bien, es un buen punto de encuentro para poder hablar del tema, sobre todo por eso de que la persona está en el centro”». El propio Eduardo se siente algo incómodo porque un senador socialista quiera asistir a la Escuela en la que se va a trabajar el texto: «Inicialmente la idea me incomodó, pero luego pensé en qué podía suponer para él y para mí. Nuestra asamblea fue sencilla. Al acabar tomamos unas cervezas. Y después de un rato agradable, como amigos, nuestro invitado me preguntó si podía venir a la Escuela de comunidad con su mujer algún día».
En Madrid. El senador socialista no es el único político que respira con el manifiesto. Arturo, implicado desde hace años en el PP, se lo entrega a un concejal del Ayuntamiento de Madrid. El edil, sorprendido por el texto, le dice a Arturo que sus afirmaciones tienen que llegar a la gente. Y, en una comparecencia en una televisión, lo utiliza. Otro concejal, este de Parla, una de las ciudades-satélites de Madrid, participa en la Escuela de comunidad, y después de escuchar varios testimonios, relata que viene de la empresa privada y que ha decidido entrar en el Gobierno por gratuidad. Relee su experiencia gracias al texto.
Fabián ha hecho política municipal, ahora vive en Argelia. Ya no es cristiano. El manifiesto le llega a través de un amigo arquitecto. Le parece esencial «el primer punto sobre la necesidad de una aproximación existencial por parte de nuestros políticos, una aproximación que consist en volver a poner el ser humano así como sus anhelos interiores en el centro de toda acción política».
En una de las Escuelas de comunidad, Rafael, un profesional de mediana edad, asegura: «Estoy agradecido a este manifiesto porque me ha servido para decirles a mis amigos quién soy. Habitualmente hablo con ellos de política, de la marcha del país, el manifiesto me ha servido para contarles qué siento, qué pienso».
El manifiesto terminaba con una frase de Francisco: «No tengáis miedo de emprender el éxodo necesario en todo diálogo auténtico». Los que emprendieron ese éxodo tienen muy claros sus frutos.
Universitat Pompeu Fabra
SE FUERON EN SILENCIO, COMO JUAN Y ANDRÉS
Solo haciendo, se aprende. Así crece la conciencia de la propia experiencia de fe
Violeta, Natalia y yo, fuimos al Campus de Ciudadela a repartir el manifiesto de CL para las elecciones generales titulado “La persona, en el centro de la política”. Teniendo en cuenta lo que había sucedido en el reparto del martes con algunos universitarios, estaba más tranquila, aunque al principio tuviera miedo. Al fin y al cabo, yo sé poco de política y no me resultaba tan fácil entender lo que dice el manifiesto. Me acompañó durante toda la mañana lo que Xavi nos dijo al rezar el martes, antes de repartir, que nosotros no vamos a dar lecciones de política ni a convencer a nadie, sino a mostrar a todos que existe una forma nueva de estar, de cuidar las cosas, de vivir. Algunos nos preguntaban quiénes éramos, qué postura teníamos, si éramos de derechas o de izquierdas, otros nos preguntaban si éramos independentistas... Las reacciones era múltiples: algunos lo leían, otros nos rompían los manifiestos. No me dejaba de sorprender la curiosidad que tenían en leerlo o en saber quiénes éramos, porque descubría que los chicos de nuestra edad tienen un interés hacia la política. Veía que cuando leían el título “La persona en el centro de la política” todo el mundo se paraba y empezaban a leer. En media hora repartimos los manifiestos que teníamos y nos sentamos en la cafetería a tomar un café. Dos chicos de un grupo numeroso se dirigieron hacia nosotras y nos preguntaron si se podían sentar a hablar porque habían estado leyendo el manifiesto. Nos presentamos (dejaron bien claro que eran marxistas) y empezaron a preguntarnos muchas cosas. La conversación con ellos fue preciosa. ¡Estuvimos dos horas hablando! En un momento dado, uno de ellos nos dice que, antes acercarse, había entrado en la página web del movimiento (después de ver el link en el manifiesto) y al ver una foto del Papa Francisco pensó que tenía que conocernos. Tenían muchas preguntas y de todas las clases. Durante la conversación, uno de ellos decía que lo que afirmamos en el manifiesto (o al contarles del encuentro que habíamos tenido en Barcelona con siete representantes de partidos políticos distintos sobre el manifiesto) sobre que “el otro es un bien” era imposible. Era imposible que se diera un diálogo entre personas que tuvieran ideologías diferentes porque siempre haría falta poner un parche o censurar una parte, por pequeña que sea, de lo que pensamos. Fue precioso porque les hicimos mirar lo que en ese momento se estaba dando: un diálogo, y ninguno de los cinco estaba renunciado a nada de lo que pensaba. Para mí fue toda una sorpresa. A medida que íbamos hablando, entendía más lo que pone el manifiesto. Nos dijeron que no entendían «cómo la fe y la razón pueden ir juntas» y fue precioso como cada una de nosotras tres ponía ejemplos en los que esto se entendía. Constantemente les retamos a que se midieran con lo que les estábamos contando y no con sus ideas previas. Pero esto no es todo. En un momento dado, nos preguntaron: «Pero entonces, para vosotras, ¿qué es la fe?». Esto nos lo preguntaban, literalmente, porque veían «que no eran unas normas a cumplir»,tal y como ellos lo concebían. Natalia les contó todo lo que había sucedido a raíz de la muerte de su hermano Marcos, en febrero. Así, puso encima de la mesa todas las preguntas que ella siempre había tenido, sobre todo, que veía que no había nada que fuera para siempre, que las relaciones afectivas se acaban (ellos dijeron que veían lo mismo en sus vidas, en sus relaciones), y, en última instancia, que la muerte es el fin último, donde todo se acaba, algo que constató cuando murió su hermano (igual que uno de los chicos, que puso el ejemplo de la muerte de su abuela). Explicaba que vivió esos días con angustia pero que se sorprendía al ver cómo vivía su otro hermano, Nico, que estaba profundamente tranquilo, cierto. Él decía que era la circunstancia más dolorosa que había vivido, pero ella no podía entender que estuviera tranquilo delante de un hecho así, no entendía por qué. Así que, tomada por la curiosidad, decidió preguntarle. Nico le contestó que «esto es la fe», queriendo indicar que esa era la certeza que provenía de la fe. Y fue tan radical para ella que «o era verdad lo que le decía o su hermano estaba loco». Natalia les decía que el único lugar donde ella ha visto esto es en la Iglesia, ya que, en otros lugares, como con sus amigos del colegio o con los de la universidad, intentan siempre distraerla o cambiar de tema cuando se habla de estas cosas. Estábamos todos en silencio... ¡Tenían una cara los dos chicos! Tendríais que haberles visto. Al acabar, simplemente se despidieron y se fueron. No continuaron haciendo preguntas sobre el manifiesto o poniendo “peros”. Nada de lo que habíamos hablado era tan verdadero y correspondía tanto al corazón como esto. Yo, que siempre me he preguntado ante hechos como las elecciones o lo sucedido en París, qué incidencia puede tener lo que vivo en el mundo, comprendía que delante de nuestros ojos teníamos la respuesta. Este es el método de Dios aunque parezca tan frágil. Lo veía en lo que nos contaba Natalia, en ver que la postura que teníamos nosotras (cómo nos cuidábamos o cómo tratábamos a cada chico al que repartíamos el manifiesto, cómo estábamos delante de ellos dos...) no era ni medio normal, era diferente. Para mí ha sido un descubrimiento ver que ellos tienen el mismo corazón y las mismas preguntas que yo, y ahora entiendo más cuando el manifiesto afirma «esta experiencia se dilata cuando encontramos personas que nos entienden porque participan de nuestras mismas preguntas e inquietudes. Y percibimos que el otro es un bien. Esta es la base de una verdadera convivencia, que llega a abrazar a la persona porque tiene nuestra misma exigencia de felicidad». Realmente lo que nos hemos encontrado es para el mundo. Me llena de silencio sorprender en estos días que el cristianismo sucede en nosotros como acontecimiento, y que, gracias a esto, puedo descubrir más cuál es mi verdadera identidad: «yo soy Tú que me haces».
Cristina
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