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Huellas N.11, Diciembre 2015

GAUDÍ Y LA MISERICORDIA

La prueba creativa del amor

Chiara Curti

Un estudio sobre una obra del recinto hospitalario revela la mano del maestro Gaudí. Y la misericordia que coloreó sus espacios y las relaciones entre el doctor Pujadas y los enfermos, el padre Menni, los Hermanos de San Juan de Dios, las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús y el rostro de la Madre

A finales del siglo XIX la sociedad europea se caracteriza por un fuerte deseo de justicia social que da lugar a la creación de numerosas obras. Una de ellas se encuentra a las afueras de Barcelona. Se trata de un gran centro para enfermos mentales, fundado en 1854 con el objetivo de modernizar los tratamientos psiquiátricos, aprovechando los avances científicos en el campo de la medicina que, sobre todo en Francia, se venían aplicando desde finales del siglo XVIII.
Uno de los pioneros en este campo fue el doctor Antoni Pujadas i Mayans, que fundó el Hospital de san Baudilio en el antiguo edificio de un convento de religiosos capuchinos que se remontaba al 1580. El doctor Pujadas lo rehabilitó y lo adecuó para las nuevas necesidades asistenciales. En pocos años la obra fue creciendo, de modo que se hizo necesario adquirir algunos terrenos adyacentes al hospital, con el fin de crear una colonia agrícola en la que los pacientes pudieran trabajar.
Además, el espacio se utilizaba para terapias que incluían paseos, juegos, conciertos y oficios artesanales. Se trataba de una institución de carácter privado que en poco tiempo adquirió dimensiones considerables. El bien que supuso para la sociedad de la época abrió la posibilidad de acoger no solo a enfermos que gozaban de la asistencia privada, sino también a los pobres e indigentes.

Justicia y misericordia. Mediante acuerdos con distintas instituciones, se fueron introduciendo en el centro hospitalario pacientes en régimen de beneficencia. El número se incrementó y para darles cabida se llevaron a cabo ingentes obras de reestructuración. A este respecto, cabe destacar que la misericordia no suele proceder de una manera unilateral, solo desde los que hacen el bien hacia los que lo reciben. Por su propia naturaleza la misericordia avanza en una dirección recíproca.
Lamentablemente, la iniciativa, sin duda encomiable, provocó una caída ingente de enfermos privados, con la consecuente mengua de ingresos. Además, una epidemia de cólera y el incremento de los gastos llevaron al centro a la quiebra en 1895.
Ese mismo año, san Benito Menni, un fraile milanés al que Pío IX encomendó la compleja misión de restaurar en España la extinguida Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, compra el hospital en quiebra para su orden. Allí envía a una comunidad de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, una nueva orden por él fundada.
No se cambió la estructura del hospital, puesto que se trataba de uno de los centros terapéuticos más avanzados de Europa, ni se renunció a recibir a enfermos sin recursos. Muy al contrario, se introdujeron nuevas instalaciones para terapias como la hidroterapia, la electroterapia y la medicalización. También se emplazaron pequeñas casas para los familiares de los enfermos y algunos pabellones de rehabilitación para que los pacientes pudieran ocuparse en actividades que facilitaran su reinserción social. Para realizar todo esto se compraron nuevos terrenos y se mandó construir un edificio para los frailes dedicados a la vida contemplativa.

Elemento clave de la regla. En 1897, el padre Menni aprueba una nueva regla para su comunidad, que sustituye a los reglamentos anteriores. El elemento clave de esta regla es la misericordia, propuesta como principio y móvil de toda acción de los Hermanos Hospitalarios.
Juan Pablo II en la encíclica Dives in Misericordia se refiere a la misericordia como al amor que sabe extraer un principio de bien de cualquier forma de mal existente, dando prueba de la fuerza creativa del amor que no se deja vencer por el mal, antes bien lo vence con el bien.
Siguiendo esta regla, el hospital psiquiátrico de San Baudilio pasa de ser simplemente un hospital donde se practica la “justicia” a ser un hospital “misericordioso”. Con la presencia del padre Benito Menni, la justicia, que se entendía como un deber del personal sanitario y de los religiosos para con los enfermos, culmina en la misericordia, en un amor a cada ser humano sea cual sea la condición en la que se encuentre.
La experiencia de la misericordia –dar el propio corazón a los míseros– establece una relación entre iguales, entre quienes hacen el bien y quienes lo reciben, uniendo a las personas.
El número de enfermos psíquicos ingresados alcanzó la cifra de 1.974 personas. Pero la “prueba creativa del amor” no se limita a esto.

Una belleza insospechada. Las fotografías de la época documentan ampliamente una belleza insospechada en un manicomio de finales de siglo XX. Los amplios espacios exteriores del centro hospitalario contaban con jardines exuberantes, grandes plazas con bancos de piedra revestidos de esmaltes coloreados y reproducciones de la montaña de Montserrat que se reflejaban en lagos artificiales. Todas las fotografías reproducen estos artefactos revestidos de mosaicos coloreados, pródigos en formas evocativas.
Poco distante, a dos kilómetros de distancia, Antoni Gaudí estaba construyendo la cripta de la Colonia Güell, una especie de prueba general para su Templo expiatorio de la Sagrada Familia.
Gaudí visitaba las obras de la colonia Güell, bordeando con su carruaje los muros del manicomio a lo largo de la carretera que une la ciudad de Barcelona a la colonia Güell. Probablemente, tuvo la oportunidad de ver el interior del recinto.
A causa de una infección del agua que se produjo en el manicomio, los enfermos habían tenido que ser transportados a la colonia Güell. ¿Los vio Gaudí?
Sea como fuere, el manicomio empezó a llenarse de formas fantásticas, obras de los enfermos que, en vista de su rehabilitación, ejercían de aprendices albañiles. No disponemos de ningún documento que hable de ello, ni que atestigüe quién fue el encargado de dirigir estas obras. Pues, como corresponde a la misericordia, quién lo hizo no aparece, ni se atribuye mérito. Solo un documento menciona un invierno particularmente frío en el que se tuvieron que interrumpir los trabajos. Se trata de obras muy hermosas y las fotografías las reproducen con los enfermos y los hermanos hospitalarios en el trasfondo, documentando así una larga historia de misericordia.

Dragón, lago y templete. Pocos años después, las mismas formas, las mismas técnicas utilizadas y los mismos colores aparecen documentados en las obras de Gaudí. De modo particular, en el Parque Güell y en el Templo expiatorio de la Sagrada Familia.
Con el paso de los años, mientras la actividad del manicomio continúa, estos ejercicios de albañilería se deterioran, algunos se destruyen, otros se olvidan. Nadie se pregunta quién ha guiado el trabajo en estas obras. Mientras tanto, a pocos kilómetros de distancia, estas mismas formas se materializan a escala notablemente superior en el Templo expiatorio.
Una imagen nos muestra una gruta con un gazebo colocado arriba, a cierta altura. En los años 80 los enfermos se escondían allí, y esto suponía un problema. Algunos recuerdan que en esos años este espacio fue utilizado como un zoo y que había un hipopótamo.
Se trata, en efecto, de dos construcciones que se asoman a un pequeño lago artificial. Una observación atenta revela que el lago tiene una forma que recuerda la del Mediterráneo. La construcción más alta se apoya sobre siete hiperboloides, la figura geométrica que Gaudí prefería para su arquitectura sacra. La otra construcción, la gruta, parece un dragón con la boca abierta. Si como entonces corriera el agua, parecería salir de su boca. Luego hay un puente que une las dos orillas.
De ser el Mediterráneo, la montaña que forman los siete hiperboloides y que lleva encima un templete, podría representar Jerusalén, remitiendo a las siete iglesias. La forma hiperboloide les otorga una apariencia de trompetas. La gruta se situaría a la altura de Roma, el puente a la altura de Patmos.

Manuscritos del Apocalipsis. A raíz de esta investigación, descubrimos que el relato apocalíptico constituye el hilo conductor de esta construcción. Las medidas indican que se trata de una construcción para niños. Las fotografías de la época nos descubren un jardín paradisiaco, exuberante de vegetación de toda especie, la gruta completamente recubierta de musgo porque, en efecto, desde aquella boca de dragón, salía el agua. En su interior, se ve una estatua blanquísima de la Virgen de Lourdes coronada de estrellas. Delante de la gruta, está la pequeña Bernadette Soubirous arrodillada, ella también blanquísima. El templete sobre la montaña aparece como la descripción apocalíptica de Sion.
Muchos de los trabajos juveniles de Gaudí se realizaron en el norte de la península ibérica donde a finales del siglo VII se multiplican los códices manuscritos que comentan el libro del Apocalipsis como el del Beato de Liébana.
Se trata de obras de arte que viajan por toda España y que en los años que nos ocupan se expusieron en Girona, ciudad en donde Gaudí tomó inspiración para muchos aspectos de su creación. En las miniaturas del Beato de Liébana se sintetiza la simbología apocalíptica con imágenes cargadas de significados.
Delante del pequeño lago con la gruta de la Virgen se encuentra una plaza con unos bancos revestidos de mosaicos utilizando la técnica del trencadis, que Gaudí luego emplea en el Parque Güell, reproduciendo símbolos y formas de las miniaturas. Cada tesela parece en sí misma reproducir un símbolo, como si hubiera sido tallada escuchando la lectura del Apocalipsis o guiada por una mano experta a la luz de una catequesis.
Cuando el sol amanece, descubrimos que el primer rayo de luz entra directamente en la gruta, orientada al este, como para subrayar que se trata de un templo cristiano. El Apocalipsis nos presenta la palma de la victoria de los vírgenes y de los mártires. En este lugar, al que hoy podríamos referirnos como una periferia existencial y geográfica, surge como por encanto un paraíso que celebra esta multitud victoriosa. La etimología hebrea de la palabra misericordia remite a las entrañas –por la entrañable misericordia de nuestro Dios, rezamos en el Benedictus–, incidiendo en el componente secreto y misterioso que luego dará a luz una nueva creación.
El 8 de diciembre, el Papa Francisco ha dado comienzo al Año de la Misericordia y esta obra, una suerte de Apocalipsis en piedra para niños enfermos, será restaurada. La misericordia que se encarna en un amor paciente y bondadoso que elimina la distancia entre quien da y quien recibe, volverá a asumir el rostro de la Virgen. Ese rostro de la Madre de la Misericordia que nos otorga la certeza de que el poder de Dios sabe extraer un bien incluso de nuestro mal.

(La investigación sobre el monumento insertado en el Centro Hospitalario de San Baudilio se debe al arquitecto David Agulló.)

*Artículo original publicado en la revista italiana ArteFede de Enero-Agosto 2015.


«La auténtica misericordia es la fuente más profunda de la justicia. La misericordia es también, en cierto sentido, la más perfecta encarnación de la “igualdad” entre los hombres. La igualdad mediante el amor “paciente y benigno” no borra las diferencias: el que da se hace más generoso, cuando se siente contemporáneamente gratificado por el que recibe su don; viceversa, el que sabe recibir el don con la conciencia de que también él, acogiéndolo, hace el bien, sirve por su parte a la gran causa de la dignidad de la persona y esto contribuye a unir a los hombres entre sí de manera más profunda»
Juan Pablo II

«Justicia y misericordia son dos realidades diferentes sólo para nosotros los hombres, que distinguimos atentamente un acto justo de un acto de amor. Justo, para nosotros, es “lo que se debe al otro”, mientras que misericordioso es lo que se dona por bondad. Y una cosa parece excluir a la otra. Pero para Dios no es así: en Él, justicia y caridad coinciden»
Benedicto XVI

«Justicia y misericordia no son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad, que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor. Si Dios se detuviera en la justicia dejaría de ser Dios, sería como todos los hombres que invocan respeto por la ley. Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón»
Francisco

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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