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Huellas N.10, Noviembre 2015

BREVES

La Historia

El cambio de un yo

Custodio se mira las manos mientras las frota suavemente, como si quisiera encontrar la fuerza para iniciar su relato: «Es que a mí, la vida me ha tratado mal. Hace veinte años, mi mujer y yo decidimos emigrar a España. Llegamos y nos pusimos a trabajar. Entonces no era tan difícil. Pero unos años después, empezaron los problemas y nuestro matrimonio se rompió, porque a mí, la vida me ha tratado muy mal».
Nueva pausa, mientras le lanza a Ángel una mirada llena de tristeza, tal vez intensificada por cierta desviación de un ojo. «Luego inicie una relación con otra mujer. Vivíamos juntos, todo parecía ir bien, pero llegó la crisis y perdí el trabajo, porque a mí, la vida me ha tratado mal. Nuestra relación se fue deteriorando y nos separamos».

Custodio se detiene de nuevo. Sigue frotándose las manos y su mirada se mantiene baja, como si le diera vergüenza continuar: «Casi había terminado la prestación por desempleo cuando encontré trabajo a través de una Empresa de trabajo temporal. Todo iba bien, pero un día sufrí un accidente», dice mientras se señala el ojo desviado. «Me saltó una esquirla de metal. Me llevaron al médico y me dieron la baja. Un hombre de la ETT vino a verme a casa. Me dijo que era mejor que pidiera el alta voluntaria y que si hubieran tratado mi problema como enfermedad común, habrían podido operarme. Le creí y firmé el documento que me ofreció. Me dijo que volviera al trabajo al día siguiente y que solicitara cita con el médico de familia para iniciar el nuevo procedimiento. Seguí sus indicaciones, pero tres días después me llaman a las oficinas de la ETT para decirme que me despedían. Es que a mí, la vida me ha tratado mal».
Le cuesta seguir. Ángel le pregunta si necesita algo, pero niega con la cabeza. «Consumí el desempleo que me quedaba, hasta que ya no tuve un solo “peso” en el bolsillo. Ya llevaba un par de semanas comiendo en un comedor social. El pasado lunes, la señora que me alquila la habitación me dijo que no podía esperar más, que ya le debía dos meses y que me tenía que marchar a la calle. Hablé con algunos conocidos, pero nadie podía acogerme. Uno de ellos accedió a que dejara mis cosas en su casa, y me marché a la calle. He dormido en cajeros, en la estación, y anoche dormí en un banco en el parque que hay aquí enfrente».

«¿Cómo has llegado aquí, a la Casa de San Antonio? », le pregunta Ángel. «Esta mañana, una señora, al verme tumbado en el banco, me ha dicho que ustedes ayudan de verdad. Hablé con el cura y me dijo que hablara con usted. Es que a mí, la vida me ha tratado mal».
«Es verdad, Custodio, ¡la vida te ha tratado mal! Tan mal, tan mal, que en un momento en el que no tienes donde “caerte muerto”, aparecen unos tipos que no te conocen de nada y que no tienen ninguna obligación contigo y te ofrecen un sitio digno donde poder vivir y comenzar de nuevo».
Custodio alza la mirada y espeta nervioso: «¡Nooo! ¡Esto es bueno!». «Pues amigo, también esta es tu realidad. Es lo que tienes ahora y a ello tienes que aferrarte para volver a empezar. ¡Bienvenido!». Ángel le tiende la mano, pero él se levanta y le abraza.

En tan solo seis meses, Custodio encuentra trabajo y se marcha de la Casa de acogida, porque puede pagarse una habitación y su puesto debe ser para otra persona que lo necesite. Es un hombre diferente. La sonrisa no se le va de la cara. En menos de seis meses ha conseguido lo que no pudo hacer en los cuatro años anteriores. Ángel no se resiste a preguntarle: «¿Cómo lo has conseguido en tan poco tiempo? ¿Ha cambiado el mercado laboral?».
«He cambiado yo. Ahora estoy acompañado, tengo una familia. Con vosotros he comprendido que no era la vida la que me trataba mal, que era yo el que trataba mal a mi vida, porque no era consciente del valor que tengo. Por eso me dejaba llevar y no luchaba como ahora».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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