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Huellas N.10, Noviembre 2015

DERECHO

El individuo sin individualidad

Ana Llano Torres

Primer paso en la edición en español de las principales obras de GIUSEPPE Capograssi, con la convicción de contribuir al conocimiento de uno de los pensadores contemporáneos más originales y lúcidos del siglo XX en Europa

El libro de Giuseppe Capograssi, recientemente publicado por Ediciones Encuentro, El individuo sin individualidad está haciendo pensar a quienes se han topado con él este otoño. Hasta la fecha, sólo se había traducido al español otro de sus ensayos de los años cincuenta, La ambigüedad del derecho contemporáneo, y su prólogo a La certeza del derecho de López de Oñate. A romper tal ley del silencio se dirige este primer paso en la edición en español de las principales obras del maestro italiano. Paso dado con la convicción de contribuir al conocimiento de uno de los pensadores contemporáneos más originales y lúcidos que ha tenido el siglo XX en Europa.
Mi relación con Capograssi comenzó con una intuición. Fue al final de mi carrera, participando en un seminario dirigido por Jose María de la Cuesta Rute, quien aludía con frecuencia «al gran Capograssi». La escasa confianza que entonces tenía en mí misma bastó para que aquella intuición se esfumase. Hubo que esperar a finales del 2005, a que Massimo Borghesi, profesor de Filosofia en la Universidad de Perugia y buen amigo mío, me preguntara: «¿Has pensado alguna vez en estudiar a Capograssi?». Esta vez me lancé sin dudarlo.

Evidenciando la humanidad. Capograssi evidencia la humanidad del Derecho al abordar la naturaleza del proceso o un caso de linchamiento, el vínculo con la tierra o el matrimonio, la crisis de la autoridad o el valor de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Su comprensión de la experiencia jurídica como una etapa de la batalla humana contra el mal me ha ido reconciliando con el Derecho. No deja de sorprenderme su mirada bondadosa hacia ese mundo construido gracias al esfuerzo y no pocas veces la sangre de individuos y pueblos, su profundo realismo y, por encima de todo, su afecto hacia la vida cotidiana de ese individuo común que se debate entre la futilidad y la nostalgia del infinito. «Mis opiniones –escribe en un artículo sobre política agraria– son las de alguien que cree que las pequeñas enseñanzas de la realidad vivida son superiores a las ideologías». Él siempre tuvo predilección por «esas pobres existencias prosaicas... encerradas en la opacidad de la vida cotidiana» que Cervantes recoge magistralmente en el Quijote. Don Quijote, «verdadero héroe del espíritu» para Capograssi, encarna, a su juicio, «la locura o la necedad de estar persuadidos de que cada uno de nosotros puede y por tanto debe transformar el mundo... La vieja Europa, en esa parte donquijotesca de ella, que constituye verdaderamente su grandeza, no ha sido sino esta locura... Mantengámonos fieles a esta locura bendita», escribe, que es «la creencia en el ideal» que representa Don Quijote como mito eterno del alma humana.
Al comienzo de esta labor de traducción y edición, en la que el apoyo del Presidente de la Fondazione Capograssi, Francesco Mercadante, ha sido decisivo y la compañía del profesor Armando Zerolo un regalo del cielo, me alegra pensar que en los jóvenes españoles y latinos se puede cumplir la “única ambición” que albergó Capograssi: «La de ser descubierto con alegría por los jóvenes, quizás a través del hallazgo de alguna de sus obras… entre los libros olvidados y fuera de moda».

Alumnos y maestros. Es lo que está sucediendo en algunos de los alumnos y ex alumnos de Armando y míos, con los que nos reunimos los jueves a trabajar El individuo sin individualidad, acompañados por un maestro.
Rogelio Rovira nos ayudó, como filósofo, a hacernos cargo del problema del principio de individuación y de cómo experimenta el individuo concreto su individualidad como una fuerza íntima y profunda que le impulsa a ser lo que ya es en plenitud, según el imperativo de Píndaro.
Juan de Haro y Jose Mª de la Cuesta nos permitieron comprender qué implica una época de abolición del yo desde el punto de vista psicológico y jurídico. ¡Qué gran analogía existe entre los padres que se empeñan en ahorrar a sus hijos el sufrimiento y el choque con la realidad y, adelantándose a sus necesidades y deseos, impiden que pongan en juego su energía, y ese Estado benefactor que, proporcionándonos de todo, nos inhabilita paulatinamente para hacer uso de nuestra libertad!
Dalmacio Negro Pavón nos ayudará a entender mejor los regímenes de propaganda y de masas (no sólo los totalitarios, sino también los democráticos actuales) y la vía del mal (de un Raskolnikov o de un Dorian Grey) como intentos del individuo contemporáneo a la caza desesperada de su individualidad perdida. «¡Ya echaba de menos esto de pensar y escuchar preguntas que no me dejan tranquila!», me dice una alumna del curso pasado. «¡Qué gran iniciativa, profe! ¡Habéis conseguido que más de treinta estudiantes disfrutáramos hora y media reflexionando sobre las cuestiones importantes de la vida!», me confiesa uno de primero.

A partir de la común condición humana. Y es lo que sucedió en los actos de presentación del libro, los días 8 y 9 de octubre, en una Sala de Juntas de la Universidad Complutense repleta de gente, gracias a las espléndidas intervenciones de Juan José García Norro, Catedrático de Metafísica y Teoría del Conocimiento, Prado Esteban, Educadora infantil y escritora comprometida con la importancia de lo femenino, David Blázquez, Director de Programas de Aspen Institute en España, Fernando Gil Cantero, Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación y Profesor de Teoría e Historia de la Educación, y Ángel López Barahona, Doctor en Filosofía y Director del Departamento de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria.
Asistimos a un verdadero encuentro entre personas muy distintas pero todas ellas seriamente comprometidas con la vida, que se prestaron a un diálogo sereno y profundo en el que cada uno, desde su identidad, asumió el riesgo de narrar su experiencia y de abrirse a los demás como aliados con quienes comparte su común condición humana y una misma morada, la tierra.
«¿Por qué preocuparnos por haber perdido la individualidad?», se preguntó David Blázquez. «Porque, como dice muy claramente Capograssi, “no estamos contentos con nosotros mismos”. Porque perdemos el gusto por vivir y la vida se convierte en un peso. El tedio del que habla Capograssi es, en cambio, el primer peldaño en la recuperación de la individualidad. Cuando nos distraemos y entretenemos, tratamos de evitar el tedio, la incomodidad de la soledad».
«Hoy predomina la adolescencia como edad indefinida», señaló Juanjo García Norro. En cambio, «los contemporáneos anhelamos lo que no es yo, el no-ego, que no encontramos. En la edad de internet, todo parece una excrecencia del yo y ¡nos falta una alteridad que nos golpee!». La misma idea resaltó Fernando Gil al día siguiente: «Asistimos a una suerte de paradoja. Se nos distrae de la realidad, haciendo que nos centremos totalmente en nosotros mismos y, así, perdemos la individualidad a fuer de ser egocéntricos». Es una ley infalible: «Yo me encuentro saliendo de mí mismo, dándome. Me entiendo mejor viviendo, relacionándome, saliendo a entender más el mundo en el que vivo. ¡Hay una realidad que no soy yo y es lo que más me interesa conocer! Así se forma mi individualidad».
Prado Esteban habla de feminicidio y denuncia un cierto discurso sobre la mujer que «nos está reclamando a liberarnos de nuestro ser propio, a autodestruirnos». Por ejemplo, niega el dato de que «vivimos dentro de un cuerpo sexuado» y lleva a cabo una «separación brutal entre el yo y el cuerpo» o, también, «enfrenta lo femenino a lo masculino, cuando la realidad es que ¡necesitamos la alteridad para ser nosotros mismos, para regenerarnos como personas!». No duda en señalar que «necesitamos pararnos, permitir que las cosas sucedan, silencio… Vivimos alienados, fuera de nosotros mismos, hiperconectados, pero sin vínculo con la realidad. La individualidad se disuelve y la homogeneidad es cada vez mayor: ¡no soportamos la diferencia!».

Depende de nosotros. ¿Cómo recuperar la individualidad? Tras aludir al diseño de ciudades inteligentes sobre cuyo peligro alerta Richard Sennett en The Guardian, David Blázquez afirmó sintéticamente: «Primero, depende de nosotros el dejar a la vida entrar y, segundo, necesitamos encontrar alguien con quien nuestro yo, nuestra vida renace». Coincidió con él Prado Esteban: «Vivimos en un mundo de lenguaje, discursos y doctrina, mientras que lo más valioso está en la vida vivida. Yo lo vi y lo recibí de mi madre, de mis tías y de mi abuela. Para encontrarme a mí misma, no he necesitado explicaciones o teorías, sino verlas vivir. Los hijos sólo necesitan ver a sus padres vivir delante de ellos». También Ángel Barahona subrayó la relevancia de la comunidad: «Cuando el individuo solitario se enfrenta al Estado, tiene todas las de perder. Solo si pertenece a una comunidad tiene fuerza… El individuo necesita pertenecer a una comunión, compartir el ser con el otro, no quedarse en su indigencia… Yo, solo, soy pura carencia. Necesito un tú para ser yo».
¿En qué consiste ese momento pascaliano de la vida del individuo, tan crucial a juicio de Capograssi? Juanjo García Norro nos invitó a saborear esta jugosa afirmación del mismo Pascal: «Todos los males de la humanidad derivan de que no hemos enseñado a nuestros jóvenes a estar sentados en silencio en una silla». 
Fernando Gil resaltó, con Capograssi, que el tiempo que nos ha tocado vivir nos exige un esfuerzo educativo sin precedentes: «Haría falta que todo el que sienta el peligro pensase en reeducarse a sí mismo, su conciencia moral, el sentido de la ley moral, el sentido del deber para con la vida y el sentido de la extrema seriedad de la vida, según el significado más sencillo y elemental de la palabra. Que comenzase a pensar seriamente en sí mismo, a redescubrir su corazón, a poner en práctica la gran exhortación del libro antiquísimo: «Omni custodia serva cor tuum, quia ex ipso vita procedit» (Pr 4, 23)».
Uno se mueve por algo que le interesa y se lanza a una pequeña iniciativa y, luego, ve con estupor que de ese pequeño “sí” nacen múltiples relaciones, nuevas iniciativas y un sinfín de preguntas. En definitiva, ¡muchísimo trabajo por delante! Pero trabajo del que, frente al automatismo alienante y frustrante que denuncia Capograssi en el modo contemporáneo de trabajar, nace del gusto por lo que haces y del amor al otro. ¡Vivir la universidad así merece la pena!


QUIÉN ES

Giuseppe Capograssi nació en 1889. Estudió Derecho en La Sapienza de Roma y ejerció un tiempo de abogado. Gracias a eso, conoció a Giulia Ravaglia, con la que se casó en 1924. En 1933, obtuvo la Cátedra de Filosofía del Derecho y, a partir de entonces, se entregó a la vida universitaria. En reconocimiento a su creciente auctoritas, el Presidente de la República Italiana le llamó a formar parte de la Corte Costituzionale, cargo que no pudo ejercer debido a su pronta e inesperada muerte en abril de 1956.


EL LIBRO

Giuseppe Capograssi
El individuo sin individualidad
Ediciones Encuentro
pp. 96 - 10,00 €


TESTIMONIOS

Fernando Gil. «Asistimos a una suerte de paradoja. Se nos distrae de la realidad, haciendo que nos centremos totalmente en nosotros mismos y, así, perdemos la individualidad a fuer de ser egocéntricos. Yo me encuentro saliendo de mí mismo, dándome. Me entiendo mejor relacionándome, saliendo a entender más el mundo en el que vivo. Así se forma mi individualidad»

Juanjo García Norro. «Todos los males de la humanidad derivan de que no hemos enseñado a nuestros jóvenes a estar sentados en silencio en una silla» (Pascal citado por Juanjo García Norro)

Prado Esteban. «Hoy se lleva a cabo una separación brutal entre el yo y el cuerpo. Se enfrenta lo femenino a lo masculino, cuando la realidad es que ¡necesitamos la alteridad para ser nosotros mismos»

Ángel Barahona. «Cuando el individuo solitario se enfrenta al Estado, tiene todas las de perder. Solo si pertenece a una comunidad tiene fuerza. Yo, solo, soy pura carencia. Necesito un tú para ser yo»

 
 

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