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Huellas N.7, Julio/Agosto 2015

BREVES

La Historia

En la cola para los impuestos

La sala de espera del sindicato está repleta. Culmina la fecha para la declaración de la renta. Francesco mira por enésima vez los documentos: gastos médicos, 730… «Creo que no me he olvidado nada. Esperemos que sean puntuales, así me da tiempo a…». No acaba de formular este pensamiento y aparece en la puerta una empleada: «Lo siento. Se han bloqueado los ordenadores. No sé cuánto tardarán en reactivarlos, no depende de nosotros». Huye mientras se levanta el coro de las lamentaciones. «¡He pedido dos horas de permiso!». «¿Y a mí quién me paga por más tiempo la baby sitter?». «¡Este país va fatal!».
En primera fila, un señor de unos sesenta años levanta la voz: «¡Aquellos tiempos! Cuando trabajaba en la fábrica, salíamos a la calle a destrozar los coches para defender los derechos de los obreros… pero no sirvió de nada». Otro señor, más calmado, añade: «Hemos delegado en los poderosos la política. Cada cual debería asumir su responsabilidad, la que está a su alcance». Francesco los mira a los dos: ¡qué amargura en sus palabras!

Al cabo de dos horas, vuelve la empleada: «Ya están arreglados los ordenadores». Luego, mira a Francesco: «Si no me equivoco, usted tiene una cuestión urgente. Pase». Los demás clavan su mirada en él: «¡Qué suerte!». «¿Qué tendrá tan urgente?». Francesco se dirige al extracomunitario que está sentado a su lado: «¿Desde qué hora está aquí?». «Desde las ocho y media». «Llegó antes que yo, pase usted». «Gracias». Silencio. Francesco, mirando al segundo orador, el más calmado, dice: «Hago lo que decía usted. Es a través de pequeños gestos que empieza a cambiar lo que tenemos alrededor».

El hombre se levanta y se acerca a él: «Es verdad, pero nos han acostumbrado a delegar en los demás. ¿Qué hace usted en la vida?». «Soy profesor. Estoy seguro que desde mi pequeña aula puedo hacer mucho por el mundo». El hombre le mira con interés. «Le pongo un ejemplo. Fuimos de excursión a Verona. Delante de un bajorrelieve de Nicholaus, mis alumnos, incluso los más rebeldes y distraídos, se olvidaron de los móviles. Se quedaron prendados de la belleza. ¡Y había que oír las preguntas que hacían!». El rostro del hombre se ilumina: «Vosotros los profesores sois unos héroes. Y todos os tratan fatal». «¿Pero, qué héroes? Vivir así es mucho mejor. Quejarse no sirve de nada y nos agota». «Tiene razón. Mire, trabajé 42 años en una empresa farmacéutica. Me gustaba y estuve siempre en primera fila en las luchas sindicales. Ahora que estoy jubilado, con la misma pasión soy concejal en el ayuntamiento». Siguen hablando. En un momento dado, vuelve la empleada y llama a Francesco. El hombre se le acerca: «Quería decirle: siga así. No lo deje, porque esta es la verdadera lucha». «Gracias por haber compartido su historia conmigo».
Francesco se da cuenta de que este hombre lo ha hecho solo por haberle visto hacer un pequeño gesto de humanidad. Un gesto que, como explica a sus amigos, «nació del amor del que me sentí colmado durante la Eucaristía de la mañana. Sin esto, me habría faltado el aire en ese despacho…».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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