Las elecciones universitarias, las iniciativas culturales, los cursos. Y la vida, mucha vida. Milán, Bari, Turín, Bolonia… Viaje entre las comunidades universitarias para comprender por qué es conveniente comprometerse a fondo con la realidad
«¿Pero vosotros quiénes sois?». Irene se apuntó en septiembre a la carrera de Bienes Culturales. En Turín, las matriculaciones se hacen en la antigua fábrica de tabacos, un edificio utilizado solo para este fin, testigo de una época industrial ya muy lejana. Allí fue donde conoció a Andrea. Ante el mostrador de la Asociación Uni-verso, un grupo de estudiantes que recibe y orienta a los que se asoman por primera vez a la universidad. Pero, al empezar el curso, ambos se perdieron de vista. Hasta el seminario de Historia Medieval. «Una salida a la ciudad, organizada por el profe», cuenta Andrea, que estudia cuarto de Ciencias humanas: «No me acordaba de ella. Ese día tenía un lío de cosas que hacer y un americano al que acompañar de visita por Turín». Cruzaron dos palabras pero Andrea tenía que marcharse. «Voy contigo. Si quieres, te ayudo con el inglés». Llevaron al americano a un aula de esas que la universidad pone a disposición de las asociaciones estudiantiles. Había mucha gente. Muchos a los que saludar, muchos que entraban y salían. Irene se quedó sorprendida: «¿Pero vosotros quiénes sois? En estas semanas, habré intercambiado más o menos dos palabras con unos pocos, pero vosotros… cómo os tratáis... ¡Qué bueno!». «¿El qué? ¿Que quiénes somos...?», le dice Andrea: «Se llama CL. Somos cristianos. Estos son mis amigos. Somos una comunidad donde se nos educa a mirarlo todo a partir de la fe, a mirar el estudio, las relaciones, lo que sucede, como una ocasión para buscar la respuesta a las preguntas más hondas de nuestro corazón».
En Turín. Andrea habla así del CLU, la experiencia cristiana de CL vivida entre claustros y aulas. Una amistad intensa que dura veinticuatro horas al día, sobre todo para los estudiantes que comparten piso o residencia. «Debes decidir si dar crédito o no a una propuesta: comprobar que, a la luz de la fe, la realidad corresponde a tu deseo. Cuando te adhieres, te das cuenta de que es sumamente conveniente», explica Andrea. Nada de teorías. «Una serie de hechos» lo certifica, dijo Julián Carrón en una reunión con jóvenes de toda Italia, a mediados de junio. Hechos a los que mirar con atención para entenderlos y comprobar lo que se gana realmente al comprometerse con seriedad con lo que uno tiene entre manos. En fin, al vivir, no al ir tirando, en expresión del Papa Francisco, el 22 de junio en Turín.
En Bolonia. Una de las iniciativas más importantes de este curso fue el Campus By Night, en mayo. Un evento de cuatro días organizado por los universitarios de CL en Vía Zamboni, centro de la vida estudiantil de la universidad más antigua de Italia. «Un lugar donde suele reinar la degradación y que esos días se transforma, con veladas festivas, restaurantes, encuentros y exposiciones», cuenta Stefano, de Derecho, que es también representante del Consejo Nacional de Estudiantes en Roma. «¿Lo más sorprendente para mí? La exposición sobre “Integración e inmigración”», apunta Francesco, de cuarto de Filosofía, que ha preparado la muestra. Unas palabras para explicar la génesis: «Los hechos de París y, a partir de ahí, el esfuerzo por comprender mejor, preguntándose, también ante el hecho de la inmigración, quiénes son esos “extranjeros” con los que nos cruzamos todos los días». Un grupo de veinte jóvenes se dedicó a estudiar los datos y a conocer cómo el resto de Europa está afrontando este problema. A partir de ciertas preguntas como «¿Qué es la integración? ¿Qué significa encontrarse con el otro? ¿Cuál es nuestra tarea?», fueron también a conocer a los que se dedican a la acogida de los inmigrantes. ¿Resultado? Una avalancha de hechos. Lyas, un argelino, después de la exposición, escribió en el libro de firmas: «Las diferencias existen, el miedo existe. Me da miedo la indiferencia. Gracias, por fin me he serenado, ya no me siento fuera de lugar». El presidente del comité islámico de la ciudad, Luciano Violante, autoridades, intelectuales, turistas, compañeros de curso... Todos repiten el mismo estribillo: «Deberían verla todos».
En Bari. Aquí la comunidad es más reducida que en Bolonia. Cuenta con unos setenta chicos, frente a los quinientos del CLU en la capital de Emilia-Romaña. Pero no falta nada. Las mesas de acogida, las elecciones, los encuentros. «Una vida plena», señala Salvatore, del último curso de Ingeniería, que está preparando un examen de Instalaciones y Energías Renovables. Ya ha elegido tema para su tesis: La organización en la obra. Una pasión que nació acompañando a su padre, empresario de la construcción, durante el descanso estival del Liceo Clásico. «Meter las manos en la masa. Eso es lo que me gusta». También en lo que va sucediendo. Por ejemplo, la llegada de los nuevos inscritos, tanto al principio del curso como en abril, con las pruebas preliminares para los que todavía no han hecho la selectividad. «Pusimos nuestras mesas de acogida y les acompañamos antes y después de las pruebas. No por solidaridad ni buenismo, sino porque compartimos con ellos la necesidad de ser acompañados en cualquier prueba». Salvatore añade: «La relación con Paola, mi novia. El estudio, las conversaciones con mis compañeros. La vida cambia en la medida en que buscas volver a ver el rostro de Jesús, lo que te da verdadera paz en cualquier circunstancia». Cambia tu relación con el dinero, la gestión del tiempo. «Todo».
En Milán. «Todo se convierte en una ocasión»: una frase que resuena continuamente. También en los labios de Simone, último curso de Filosofía en la Católica de Milán. Desde hace unos meses es responsable de la comunidad milanesa, 726 personas. Muchas. Y por varios motivos no es sencillo. «La compañía me ayuda a ir al fondo de mi deseo, de mi necesidad existencial, ya sea participando en las iniciativas o en las elecciones, la Escuela de comunidad y la caritativa, el fondo común. O sea, a través de la vida cotidiana».
A finales de mayo, se organizó una venta extraordinaria de Tracce (la edición de Huellas en lengua italiana, ndt.) La comunidad de la Católica se adentró entre los pabellones de la Expo. «Los italianos nos rehuían, pero los extranjeros se paraban a escuchar». Había también dos chicas con el velo. «Frena, a ellas no se lo proponemos. No es el caso, encima sobre los cristianos perseguidos...», piensa alguno. Pero Margarita, de Letras, arranca en cuarta: «No. Precisamente a ellas». Sale a su encuentro aunque tratan de prevenirla: «Soy Margarita y soy cristiana», les dice con el poco inglés que le sale en ese momento. Las dos se paran. Ella trata de explicar quién es y qué está haciendo. Les habla de la Vigilia de Pentecostés. ¡Eso es Pentecostés...! Lo que le está sucediendo. Como si hablaran el mismo idioma, aunque su inglés sea un desastre. Las dos chicas se llevan la revista y le piden volver a verse más tarde en el pabellón de Yemen, cuando la hayan leído.
Después del 7 de marzo. «Iniciativas se han hecho siempre, pero después del 7 de marzo ya no es lo mismo», explica Simone: «Centrados en Cristo, brazos, piernas y mente de una Iglesia en salida, nos dijo Francisco. Eso quiere decir buscar sin descanso lo que da paz, gusto, plenitud a la vida. Jesús. Y el deseo de volver a verlo se convierte en el motor de tu vida». Por eso en clase “molestas” a los demás con tus preguntas, porque quieres entender, para que lo que estudias sea más tuyo. Y de la misma manera te implicas en los órganos académicos, para conseguir un espacio en la universidad donde poder comer la comida que traes de casa. «El deseo de Él, de plenitud, cambia la forma de mirarlo todo. Empiezas a darte cuenta de las cosas. Hasta del mendigo que te pide dinero en la puerta del super y que tiene la misma sed que tú».
«Las circunstancias, los encuentros, son la compañía que Dios te hace cada día», había dicho Giovanni, el boloñés, en la asamblea con Carrón. De norte a sur, la avalancha de hechos no habla de otra cosa sino de esto. De una amistad que sostiene la necesidad de que la vida sea plena y gozosa. «Volver a ver a Cristo en todo y en todos», decían muchos. «Es Él quien lo hace», repite Andrea, de Turín, pensando en Irene: «Aquel día yo estaba distraído en el mostrador. Y también cuando volvimos a vernos, estaba lleno de preocupaciones y cosas que hacer. En cambio Él acontece. Y tú no puedes hacer más que seguir, buscarle y salir tras Él».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón