Una amistad sorprendente. La necesidad de recobrar el significado de algunas palabras. El “diálogo” con don?Giussani. He aquí cómo ha nacido la exposición sobre Antoni de Surož
Para explicar por qué el Meeting de Rímini propondrá una exposición sobre la figura del metropolita Antoni de Surož, nombre de pila Andrei Blum, habría que decir que nació en Lausana en 1914, hijo de exiliados rusos, creció en París, fundó la diócesis del patriarcado de Moscú en Inglaterra y que, al morir en 2003, era el autor ortodoxo más leído tanto en ruso como en inglés. Eso sería suficiente. En teoría.
En realidad, la existencia de esta exposición no se puede explicar sin hablar de una amistad que ha nacido estos últimos años entre un grupo de italianos católicos y varios ortodoxos repartidos por Rusia, Bielorrusia y Ucrania. La característica común de los italianos es que son de CL, la de los ortodoxos es que tienen en el metropolita Antoni un punto de referencia. Esta amistad ha dado vida a una Escuela de comunidad sui generis, que se celebra cada dos semanas vía Skype con una conexión entre Moscú, Kiev, Járkov, Minsk, Vilna y París. Durante los encuentros, se trabajan textos tanto de don Giussani como del Metropolita porque, para sorpresa de todos, los puntos de unión entre ambos son muy numerosos. De aquí la idea de profundizar en dichas afinidades y el deseo de compartir con todos lo que se va descubriendo.
Pero ser amigos a distancia, sobre todo viviendo hoy en países como Rusia y Ucrania, es muy complicado. Mirarse a la cara, comer y cenar juntos, puede simplificar las cosas. Así surgió la idea de poner en marcha un seminario de cuatro días en Varigotti, en la costa de Liguria. Participaron 9 rusos, 10 bielorrusos, 23 ucranianos y 28 italianos. Al final, el 7 de marzo, un autobús los llevaría a todos, ortodoxos y católicos, a la audiencia del Papa Francisco con CL.
«El cristianismo se conoce gracias al testimonio que dan las personas», explica Alexander Filónenko, alma de la comunidad de CL en Ucrania, al abrir el seminario: «Y en nuestro caso estos testigos se llaman don Giussani y Antoni de Surož. Hoy sentimos la necesidad de indagar en la naturaleza de esta compañía tan particular».
«Una amistad entre católicos y ortodoxos corre el riesgo de un malentendido de fondo», dice Caterina, estudiante en Moscú: «Se pueden usar las mismas palabras con significados distintos, pensando que nos estamos entendiendo. Giussani y Antoni nos ayudan a evitar este riesgo. Leer a ambos nos ayuda a entender lo que estamos viviendo y es posible hacerlo a partir de la tradición de cada uno».
Son días de trabajo intenso en el salón de la Residencia San Francisco, lugar simbólico de la historia de CL, donde don Giussani pasó sus años de enfermedad, recién ordenado. Se escuchan testimonios de amigos de Giussani y Antoni: por una parte Stefano Alberto, Alberto Savorana y Adriano Rusconi; por otro, Constantin Sigov, de Kiev, Dimitri Strotsev, de Minsk y el padre Peter Scorer, de Exeter (UK).
Se leen páginas maravillosas del Metropolita, como esta, que habla del encuentro de Cristo con los primeros dos apóstoles: «Allí lo encontraron. Y lo primero que hicieron fue llamar a sus amigos y familiares. Andrés llama a su hermano Pedro, Juan llama a su hermano Santiago, juntos llaman a su amigo Felipe. Felipe llama a su amigo Natanael. Así se forma toda una cadena de relaciones y de este primer encuentro florece todo un árbol de lazos recíprocos, todos nacidos de un encuentro». Parece un eco fiel de Reconocer a Cristo, de Giussani.
Mientras tanto, siguen las presentaciones de los grupos de trabajo para la exposición, que llegan a Varigotti después de haber estudiado algunos de los temas comunes en ambos autores. La vida también entra a pleno derecho en la discusión. Alguien habla de Anastasia, 28 años, que vive encerrada en su casa en la periferia de Moscú porque es inválida (no ha podido ir a Varigotti), y que le dijo a sus amigos: «Quiero hacer esta exposición para los italianos porque el metropolita Antoni me ha cambiado la vida. Además, necesito que otros entren en mi vida». O bien otra Anastasia, invitada porque colabora con la asociación “Amigos de la Fundación metropolita Antoni Surož”. De CL y de Giussani sabe poco o nada, pero al final reconoce: «Hemos vivido algo grande juntos. Y esto es solo el principio».
«Es como si Giussani y el Metropolita pudieran dialogar a través de nosotros», explica Caterina: «Y así ambos pueden dar esos pasos que no pudieron dar en vida». Se refiere a un tema no secundario: el de la relación entre ortodoxia y catolicismo. Lo plantea Dimitri Strotsev, sin rodeos: «El Metropolita vivió cierta desconfianza hacia el catolicismo a lo largo de toda su vida, aunque con distintos matices. Pero cuando el verano pasado participé en una reunión de responsables de CL, oí decir a Julián Carrón que no se puede hacer proselitismo, que el camino es una amistad. Y que hay que acoger al otro con todo el valor de su experiencia. El Metropolita nunca encontró un católico que hablara con esta libertad. Nosotros sí».
De aquí nace la exposición que se podrá ver en el Meeting de Rímini, así como en Rusia y en Ucrania. La historia de esta amistad dura ya varios años, pero hay que decir con Anastasia: «Es solo el principio».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón