Después del voto y de los resultados, el reto sigue siendo lo mismo: la desafección hacia la política. ¿Es todavía posible comprometerse en vista de un ideal? ¿Puede el compromiso personal incidir en la política? ¿Cómo? GIORGIO VITTADINI explica las provocaciones del documento de CL
El documento de CL con motivo de las elecciones regionales y locales en Italia está allí, en la mesita de su casa. Conozco a Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación para la Subsidiariedad y catedrático de Estadística en la Universidad Bicocca en Milán, desde hace una vida y la conversación arranca en seguida.
El documento da la idea de que nos encontramos en un punto de inflexión. Cuatro páginas para una cita que afecta tan solo a siete regiones italianas y a un puñado de ayuntamientos…
La desafección hacia la política es extrema, basta con pensar en la caída del porcentaje de votantes en el Trentino, cosa que por otra parte ya se había manifestado en otras ocasiones. «La política es cosa sucia, es necesaria la anti política», se dice. En realidad, ni siquiera reina la protesta sino el pasar de todo. Entonces resulta interesante este momento porque se ve si existe alguien que se mueve por un ideal o no. Porque un espíritu que persigue un ideal, dice el documento, no tiene como objetivo el poder, sino el bien común que el poder debe servir. Y remite al ejemplo de don Luigi Sturzo, fundador del Partido Popular italiano, que en 1955, en una época de non expedit (se trata de una disposición de la Santa Sede con la cual, por primera vez en 1868 se desaconsejó a los católicos italianos que participaran en las elecciones políticas del país, ndt.), con ocasión de las elecciones administrativas, desde un pequeño pueblo del sur de Italia, Caltagirone, puso en marcha una realidad decisiva para los católicos y para todos los italianos. Su punto de partida era claramente ideal y se apoyaba en un juicio histórico que reconocía la necesidad de una presencia católica también en el ámbito político, para el bien de todos. Es un ejemplo para entender que las cosas vuelven a nacer desde abajo.
¿Qué entiendes por “volver a nacer desde abajo”?
En la historia de los católicos italianos, pero también en la de CL, no son siempre hechos llamativos los que han vuelto a poner en marcha el compromiso político. Pienso en las elecciones universitarias de 1974 y en las elecciones de la enseñanza media en 1975: para el poder de entonces se trataba de unas citas irrelevantes y en cambio marcaron un cambio de tendencia. Muchos jóvenes optaron por participar en la gestión de “la cosa pública” en lugar de sumarse a una contestación destructiva. Fue una decisión movida por un ideal y podríamos poner muchos más ejemplos.
Un compromiso «sin intereses personales», se dice en un momento dado en el documento…
Pensar que sin alcanzar el poder no se puede hacer nada es profundamente erróneo. Graziano Grazzini, un consejero de la provincia de Florencia, en la oposición durante quince años, dio un testimonio tal de amor desinteresado al bien común que dejó una huella profunda en muchos de sus compañeros, incluso en Renzi, entonces presidente de esa provincia. Esta actitud personal en la raíz también de una cierta visión política está en el origen de la democracia, en el origen de una política participativa. Recordemos el grupo de La Rosa Blanca (el movimiento de origen cristiano anti nazi de Sophie Scholl, nacido en la universidad de Múnich y sofocado por la violencia hitleriana, ndr.): un grupo de chicos que no tienen ningún viso de incidir a corto plazo, pero que ante la injusticia entregan su vida para difundir la verdad en contra del nazismo. Pensemos también en el chico fotografiado en la plaza de Tienanmen, en China, que se planta delante del tanque. Son momentos iniciales que marcan una historia porque expresan un punto de partida ideal potentísimo. «Yo estoy aquí», no estoy en contra de todos sino junto con todos los demás. A menudo juzgamos la bondad de estos comienzos dependiendo de si alcanzan el poder o no. En cambio el punto de partida que cambia la historia es cuando una persona dice: «Yo estoy aquí para construir». Es justo participar en estas elecciones, afirma nuestro documento. Es justo plantear esta cuestión ideal.
Preciosa la cita del Papa Francisco que sale en el documento, al hilo del testimonio y del martirio…
Lo esencial es si todas las iniciativas, las opciones y las acciones que expresan un proyecto político nacen y se guían a partir de este deseo de dar testimonio. Si el proyecto político de un cristiano no conserva esta tensión a dar testimonio acaba secándose.
Me han pedido que presente en la Universidad católica de Milán un documental sobre la historia del primer partisano de Italia, cuyo nombre de batalla fue Bisagno. Impacta ese testimonio cristiano hasta el sacrificio final. En otro momento de mi vida, hubiera pensado que fue un perdedor… Hoy lo veo de manera distinta.
La clave es la educación del yo, la maduración de la conciencia de uno mismo, de las relaciones y de las cosas, el trabarse de una personalidad. Este es el horizonte en el que se mueve quien trabaja por el bien de los hombres. En algunos momentos de la historia esto se hace patente, en otros discurre por otros vericuetos. Antes, aludías a la Resistencia italiana durante la Segunda Guerra mundial, que fue una lucha contra el opresor. La lucha nacía de personas que tenían conciencia del bien que es la libertad, del valor que tiene para uno mismo y para los demás y que no se sometieron a la violencia del poder. Semejante postura no es nunca definitivamente derrotada, aun cuando parece perdedora en el curso de la historia.
Por el contrario, cuando habiendo alcanzado el poder uno deja de educarse en esta tensión hacia el ideal, está abocado al decaimiento, antes o después. Lo recuerda el comienzo del documento. En una hermosa película de los hermanos Taviani, Allosanfán, se narra la historia de un aristócrata que, cediendo a una vida burguesa, traiciona los ideales revolucionarios por los que había sufrido… Es la parábola existencial más difundida. En el curso de la gestión del poder, sucede con frecuencia que el ideal que nos había movido al comienzo vaya decayendo. Entonces decae la tensión moral e ideal y permanecer en el poder termina por convertirse en el objetivo. En cambio, la gestión del poder sigue siendo un servicio si lo que vale, lo que cuenta para la persona, es algo distinto del poder mismo. Desde Cincinnati a De Gasperi, lo que vale es que tú estás sirviendo a tu pueblo.
«Servir al pueblo». Un viejo y hermosísimo eslogan. Estamos en un momento histórico que refleja las dificultades por las que pasan nuestras democracias. En este clima, volver a partir desde la persona parece establecer un contraste enorme. Parecería más fácil secundar las derivas autoritarias, las ganas de encontrar atajos… Se advierte cierta inclinación en pro del autoritarismo.
Cesare Romiti, de 90 años, insigne exponente de la historia empresarial italiana, nos hizo un discurso parecido cuando le invitamos a un encuentro en la Fundación para la Subsidiariedad. Decía algo así: bueno, lo veis, China va fenomenal económicamente y no parece necesitar la democracia… Es una paradoja: la democracia considerada como un factor que obstaculiza el desarrollo y, además, a nivel global. Pero, ¿de qué nos sirve tener riquezas si nos perdemos a nosotros mismos? Para no perdernos a nosotros mismos debemos tener en cuenta el bien de los demás.
¿Cuál es, entonces, el verdadero origen de la democracia?
Pensemos en nuestros mayores, en nuestros padres. ¡Qué conciencia tenían del valor de su voto! El mismo don Giussani le atribuía un valor de responsabilidad personal de primer orden. Lo demostró incluso poco antes de morir. Le costaba mucho moverse pero quiso a toda costa votar. La democracia, incluso en el simple ejercicio del derecho al voto, tiene un valor en sí. No voy a votar solo para que venza el partido que apoyo, sino porque con este gesto expreso mi valoración y mi participación. El ejercicio del voto democrático, así como el trabajo, en primer lugar es un gusto para mí, una expresión de lo que soy yo que no depende de una instancia superior.
Un economista católico como Leonardo Becchetti, que viene de una educación ignaciana cercana a la tradición de la que proviene también el Papa Francisco, predica un ejercicio activo de la democracia, no solo a través del voto. Dice: votad con la cartera…
Siempre hemos insistido en que la democracia no se limita al voto. Implica subsidiariedad, creación de obras, de relaciones y de tejido social, expresión de lo que pide el pueblo… Paradójicamente en el ocaso de la Primera Republica en Italia se dio una enfatización del voto que dejó de lado todo lo demás. Se produjo una especie de abdicación personal en favor de las burocracias de los partidos. En esa polémica nosotros pusimos en el centro del debate público las instancias de los cuerpos sociales intermedios con el eslogan “Más sociedad, menos Estado”. Hoy, paradójicamente, esto vale más aún. Por ejemplo, una multinacional no puede permitirse prescindir de lo que opina la gente sobre la contaminación o la explotación de los niños o de los otros trabajadores. En resumen, la democracia no se ciñe solo al voto, sino que abarca la vida de los cuerpos sociales intermedios, de las personas que se asocian para poder responder a ciertas necesidades personales y colectivas, desde un jardín de infancia a un colegio, un ambulatorio o un servicio social…
Al frecuentar, por mi oficio, ciertos ámbitos de poder, me llama la atención que entre los sujetos “políticos” que han surgido en el marco del movimiento, los que obtienen una consideración mayor por parte de los así llamados “grandes de Italia” son obras como Cometa, en Como, la Plaza de los Oficios, en Turín, el Banco de Alimentos, en Milán, la Cooperativa Giotto, en Padua…
Pienso también en otros ejemplos, como la Fundación Don Gnocchi, las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, Portofranco, que ayuda a los chicos que tienen dificultad para estudiar, innumerables cooperativas sociales, comunidades que se dedican a recuperar a drogodependientes, como el Imprevisto, en Pésaro, la Fundación Moscati que cuida a los ancianos en Milán… A todo el mundo le llaman la atención estos lugares donde predomina la solidaridad. En un tiempo tan recio, aparecen como oasis, como lugares de libertad y la gente se siente implicada en este testimonio de democracia sustancial, que nosotros llamaríamos subsidiaria y que pone las premisas para afrontar las cuestiones políticas de manera distinta. Si uno despilfarra y roba debe ser sancionado. Pero quienes dan principio a un círculo virtuoso merecen ser premiados (por este motivo es importante la subsidiaridad fiscal). Hay que desenmascarar la igualdad ficticia que el Estado pretende garantizar pero que, de hecho, homologando las diferentes realidades, acaba favoreciendo a quienes ya disponen de recursos y beneficios. Los ciudadanos deben poder elegir los servicios que prefieren, tanto los estatales como los de iniciativa social. Desde que las valoraciones de los estudiantes son públicas, la universidad italiana está cambiando. Los profesores se sienten examinados y esto les impulsa a mejorar. También países tan distintos del nuestro, como es el caso de Suecia, se están moviendo hacia un sistema escolar mixto, estatal y privado, que en ambos casos ofrece un servicio público mediante la erogación del llamado cheque escolar. En síntesis, el documento dice: tu responsabilidad es valiosa, no es verdad que no puedas hacer nada. En este momento histórico la acción, la opinión, el juico de la persona genera lugares que son distintos.
¿Por qué en el documento no se abordan otros temas calientes como, por ejemplo, la inmigración?
Porque nos centramos en temas de competencia de las administraciones locales, como el estado de bienestar, la educación, la sanidad y la subsidiariedad fiscal.
«Una comunidad cristiana auténtica vive en constante relación con el resto de los hombres, cuyas necesidades y problemas comparte totalmente.Por la profunda experiencia fraternal que se desarrolla en ella, la comunidad cristiana tiende necesariamente a tener sus propias ideas y su propio método para afrontar los problemas comunes, tanto teóricos como prácticos, que puede ofrecer como específica colaboración al resto de la sociedad en la que vive»
(Don Giussani)
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