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Huellas N.5, Mayo 2015

GS / TRIDUO PASCUAL

El velo, los rescoldos y mi centro

Silvio Guerra

Un profesor de París aterriza en el Triduo pascual de GS con sus estudiantes. Entre ellos se encuentran trece musulmanes. Chicos de una «periferia existencial» que se enfrentan con sus preguntas, con una compañía, la oración, el silencio y la diversidad. Con una vida que se propone a todos porque corresponde profundamente al corazón humano

Llevo unos años proponiendo a mis estudiantes del Instituto Charles de Foucauld de París que participen en el Triduo de Pascua que Gioventù Studentesca propone en Italia. Mis chicos no son bachilleres de CL, aunque algunos de ellos acuden a algún acto de los que organizamos aquí en París.
Este año se apuntaron treinta, invitados también por algunos chicos que habían participado ya el año pasado.
En enero, cuando se presentaron en mi despacho para apuntarse, les pregunté sólo una cosa. No les pregunté por qué querían venir ni si eran creyentes o no, sino: «¿Tenéis bien claro lo que os propongo?». Nadie se echó para atrás. Al contrario, Mariana, musulmana, me preguntó con una gran sonrisa: «¿Puedo llevar el velo durante el viaje?». Sorprendido, le contesté: «¿Por qué lo necesitas?». «Quiero ser yo misma. Me siento más libre cuando llevo el velo en la cabeza». «Vale, pero tenemos que entender los dos por qué es importante. Lo pensamos y volvemos a comentarlo».

El deseo de “estar presentes”. Salimos para Italia dos días antes del comienzo del Triduo y nos acogieron los chicos de GS de Bolonia en sus familias. Bastó su acogida, una velada con una pizza y nuestros cantos en italiano y francés, para que el corazón y la inteligencia de mis estudiantes se despertara y conmoviera dando lugar a mil preguntas: «¿Ellos también estarán con nosotros en Rímini, para el Triduo?».
Mis chicos son una verdadera “periferia existencial”. Sus vidas están marcadas por historias increíbles, violencias y dramas que hundirían a un adulto, con toda clase de problemas. Su “necesidad” te desplaza continuamente y, cuando pretendes, te hace ver que el “centro” son realmente ellos: «Cenizas y rescoldos».
Al comienzo de esos dos primeros días, me habían asaltado un sinfín de dudas y perplejidades acerca de lo que les había propuesto; me preguntaba si era adecuado o no. Pero el jueves por la mañana, rezando el Ángelus con tres jóvenes trabajadores que me acompañaban y que viven su experiencia de fe en otro movimiento de la Diócesis de París, les dije: «No sé qué pasará en estos días, ni si el Señor querrá tocarnos. Pero solo Él puede hacer un milagro». Fue así. Bastó con que se encontraran con alguien que comparte su humanidad y la fe de un modo sincero para avivar un fuego en su corazón y el deseo de “estar presentes”.

Todo comienza por… Fue esta la expresión recurrente en esos tres días en Rímini. El deseo de estar presentes y de comprender: «¿Existen jóvenes ateos en Italia? ¿Es cierto que Jesús resucita este domingo?». Tres días en los que hemos estado en todo: en las charlas de José Medina, en la misa del Jueves Santo, en el Vía Crucis, en la asamblea en el hotel y en el testimonio de Davide Prósperi... «¿Y los trece musulmanes? ¿Por qué están aquí?», era la pregunta que corría entre algunos amigos que nos veían. Y yo: «¿Habéis leído el lema de este Triduo? “Todo comienza con un encuentro”. La caricia de la misericordia ¿está reservado sólo para los cristianos o es para todos?».
El entusiasmo de los chicos musulmanes durante el Triduo no era distinto del de los otros, porque la propuesta se dirigía a la humanidad de todos. Mis estudiantes, aún sin participar en GS o sin vivir la experiencia cristiana, lo miraban todo, el silencio y los cantos, las charlas y las relaciones, y experimentaban una unidad que supera cualquier diferencia.
«Las palabras de ese sacerdote me han ayudado a vivir más a fondo mi religión, el islam: vivir auténticamente es vivir como un mendigo», me dijo Alí, una de ellos: «Y luego, llorar no es de cobardes, como defiende en cambio mi cultura; es un grito que expresa un sentimiento humano. Nadie me lo había dicho antes que ese sacerdote». Y otra chica, Wissal: «Las palabras del padre José me han interpelado personalmente, sobre todo sobre mi depresión. Han sido como una bofetada. Porque me decían que tengo que afrontar la vida sin miedo. Para mí no es fácil, porque sólo veo dificultades y vivo en la oscuridad. Pero, lo que he escuchado me ha despertado».

Miedos vencidos. También participar en el Vía Crucis, dijo Ibrahim, otro musulmán, fue decisivo: «Me hizo reflexionar sobre mí mismo y sobre lo que deseo realmente. Caminar con tantos jóvenes tan distintos de mí, me ayudó a tomar conciencia de la belleza del encuentro que estaba viviendo. Hasta ese momento me había limitado a mirar desde fuera. En cambio, caminando detrás de la cruz, tomé verdaderamente conciencia del sufrimiento que vivió Cristo. ¿Qué hermosura extrema en su gesto para salvarnos!». Y una chica, Séphora: «Durante el Vía Crucis fue bellísimo el silencio en medio de todas estas personas porque eran una sola cosa».
Chicos que hasta un momento antes de “venir y ver” solo pedían: «¿Cuándo nos vamos a hacer shopping? ¿Tendremos tiempo libre en Rímini? ¿La misa es obligatoria? ¿De cuántas estrellas es el hotel? ¿Qué vamos a hacer tres días enteros en Rímini?».
Después del primer día, le pregunté a Mariana: «¿Necesitas todavía llevar velo para sentirte tú misma?». Y ella: «No, ya no lo necesito. Me impresiona ver a seis mil jóvenes tan unidos mientras escuchan, cantan o caminan. Están cansados, como yo. Pero mientras que yo “me rajo” porque no puedo más, ellos van hasta el final. En sus miradas no me siento discriminada. Me siento acogida como una de ellos y es como si nos conociéramos desde siempre. Han “roto” todos mis miedos, por lo cual ya no necesito centrarme en mí misma. Me descubro capaz de abrirme a ellos mucho más de lo que pensaba».
También Nabil, otro musulmán, receloso al comienzo y durante varios momentos, se quedó tocado por lo que ha escuchado: «Se ha hablado de Cristo, de la religión cristiana. Pero la propuesta era abierta, se dirigía a todos, hablaba del fundamento humano de todo ser; planteaba las preguntas que todos tenemos dentro. No lo he percibido ajeno a mi religión, porque me sentía reconocido en mi humanidad».
Por último, Sarah que se declara atea: «Cuando llegué a Rímini, no esperaba nada. Pero desde el primer momento me sorprendió la fe de tantos jóvenes y lo que decían. Me pregunté: ¿cómo puede ser que estos chicos, que son como yo, tengan esta confianza en la religión? ¿Por qué quieren vivir con Jesús? Antes de conocerles, yo consideraba la religión como una etiqueta que uno se pone encima para no tenerle miedo a la vida. Ahora, tengo que plantearme de verdad las preguntas que he escuchado aquí».
Ante todos estos hechos, mis dudas se cayeron definitivamente. Lo que me han testimoniado es lo que Cristo ha obrado en ellos para que yo volviese a verle actuar y le reconociese.

Cantando en el areopuerto. Llegado al aeropuerto de París, no veía la hora de entregárselos de nuevo a sus padres. Estaba agotado y quería ir a la Vigilia de Pascua. Pero en un momento dado, me pararon en medio del aeropuerto: «¡Ahora escuche esta canción que hemos escrito para usted!». Y empiezan a cantar, a grito pelado, sobre la música de Aux Champs Elysées, cambiando la letra para contar con alegría la experiencia de esos días. Me quedé mudo, al igual que los transeúntes: treinta chicos que cantaban felices. Se me saltaban las lágrimas. Ya no sabía ni dónde estaba y qué es lo que estaba pasando. La que era una “periferia existencial” se había convertido en mi centro. Me acercaron un bloc de notas: «Mire, hemos tomado notas en Rímini». Yo había insistido bastante en que lo hicieran. «Además, hemos apuntado nuestras impresiones». En la portada del cuaderno que habían elegido había una frase: «Trabaja todo lo que puedas, y más dulce será tu recompensa».
Decididamente, ¡la fantasía de Dios nos supera! Recibo este ciento por uno cada vez que me dejo descentrar por el asombro que nace de un encuentro.
Les di las gracias porque habían llevado a cabo las palabras del Papa Francisco en la audiencia con CL: «El lugar privilegiado del encuentro es la caricia de la misericordia de Jesucristo». Si este es el ciento por uno, ¿qué será la Vida eterna? Mientras tanto, ellos se han apuntado ya para el año que viene…

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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