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Huellas N.4, Abril 2015

VIDEO SOBRE DON GIUSSANI / La Cascinazza

Una vida que crece

Paola Bergamini

¿Qué quiere decir vivir «arraigados en la experiencia de que solo Cristo basta»? Se lo preguntamos a los monjes del Monasterio benedictino de San Pedro y San Pablo. Llamado familiarmente la Cascinazza, el monasterio nació también gracias a la amistad con don Giussani. Estuvimos con ellos viendo juntos el vídeo que salió con el Corriere della Sera. He aquí lo qué pasó

«Delante de mi ventana tengo plantas que están todavía heladas por el frío del invierno. Observándolas, pensaba que todas las cosas, que todas nuestras cosas, terminarían del mismo modo si no existiera la potencia creadora que reaviva otras plantas delante de mí con hojas verdes y nuevas. Esta fuerza misteriosa ha querido hacerse ver, haciéndose familiar a nuestro camino de hombres».
Estas plantas, esta tierra que empieza a despertarse y de la que habla don Giussani al principio del vídeo que salió con el Corriere della Sera el 22 de febrero, con ocasión del décimo aniversario de la muerte del sacerdote milanés, son las mismas que rodean la Cascinazza, el monasterio benedictino de San Pedro y San Pablo, situado en las afueras de Milán. «Cuando oí esas palabras pensé: tenía delante la misma realidad que yo veo todos los días. Pero, vaya, a mí no se me ocurren esos pensamientos». Los monjes ríen por la espontaneidad de su hermano. Michelangelo continua: «Pero si fue posible para él, lo es también para mí, hoy. Yo deseo esa humanidad, la misma familiaridad con Cristo a lo largo de mi camino humano, aquí donde Él me ha llamado».
En el refectorio, entre los diecisiete monjes y los tres postulantes, hay alguno que no ha conocido personalmente a don Giussani, otros recuerdan como si fuera hoy el diálogo con él antes de aceptar la vocación, y después los repetidos momentos de convivencia juntos con él en el monasterio. Recuerdan las palabras, los gestos, los encuentros, las primeras visitas cuando se estrenaba el monasterio. Su amistad fiel y discreta fue una pieza fundamental de este mosaico que es hoy la vida de la comunidad. Pero para todos los monjes ver el video supone una provocación para la propia vida. Ningún recuerdo nostálgico. Mucha conmoción. Una presencia que desafía, enternece, pone en movimiento, como la del Papa en la audiencia del 7 de marzo. Sus palabras reflejan una vida desbordante, una inteligencia movida por el “atractivo de Jesucristo” y un corazón agradecido por el día a día, por una humanidad que crece.

Fabrizio. Este vídeo no te deja tranquilo, te impide pensar “ya me lo sé”. Porque don Giussani era así, imprevisible; su humanidad te sorprendía. Volver a escuchar su lectura del «sí» de Pedro es como escuchar de nuevo: sí, somos pecadores; pero la misericordia de Dios se conoce allí, cuando te abraza. Son las mismas palabras de Francisco, del sábado 7 de marzo. Es la gracia de no tener que censurar nada de mi humanidad, la posibilidad de volver a empezar siempre.

Quique. Al mirar el vídeo percibes de nuevo el deseo infinito que llevas dentro. Hubo un momento en mi vida en que intenté reducir este deseo. Quería defenderme de la realidad y por eso decidía de antemano: esto está bien y esto no; esto lo tomo y esto lo dejo. Así, reducía las cosas a mi medida. Desde hace un año, todo ha cambiado. Le dije al Señor: «Quiero dejarme amar, sé que tú me amas a través de todo lo que me das para vivir. No me dejes». Así mi vida vuelve a florecer. No hay selección, puedo realmente gozar con todo. Mi pecado puede volverse el lugar privilegiado del encuentro con Cristo. Así el moralismo está derrotado, se caen todas nuestras medidas. Vence Cristo. Ver a un hombre como don Giussani, con todo su temperamento, realizado hasta el último día de su vida, me llena de esperanza.

Pippo. Este vídeo me llena de asombro y gratitud por estar aquí. Me doy cuenta de la paradoja del origen de mi historia. Cuando Giussani cuenta que se entregó a la educación de los jóvenes para devolverles unas certezas y una afectividad de las que de otro modo hubieran sido incapaces, me veo totalmente descrito. Habla de mí. Yo no habría sido capaz de una afectividad como la experimento ahora. Y todo nació de la relación con él. Hay otro punto importante de juicio, que es un desafío: «Se me ha dado la fe para que yo la comunique a otros». Es mi tarea en la vida. Cada uno de mis actos puede dar gloria a Cristo o no. Se me ha dado la vida para conocer la misericordia de Dios y encontrar en ella esa energía, que es la sencillez de corazón, para dejarme mirar como Giussani siempre me miraba. Durante algún tiempo me encargaron la tarea de preparar cada mañana el desayuno para los monjes. Muchas veces me levantaba y pensaba: ¿de qué sirve?, nadie se da cuenta de lo que hago… Pero una mañana pensé: cumplo con esta tarea porque es un bien para mí, porque Tú me estás esperando y yo voy a tu encuentro. Todas las mañanas busco las huellas de Su presencia que me hace arder el corazón. Se me impuso con evidencia. Como la primavera. Te das cuenta de algo que está ya y lo reconoces.

Giovanni. Fabrizio tiene razón. El vídeo no te deja en paz. Mientras lo veíamos, volví la cabeza y vi a Matteo y a Monfe conmovidos. La misma humanidad que cautivó a los apóstoles y después a don Giussani, a través de los amigos, llegó también a mí. A mí, que nunca conocí a don Giussani y que llevo aquí pocos meses, me alcanza la misma experiencia de Juan y Andrés. Y yo la vivo ahora.

Marco. Giussani dice que nuestra vocación monástica, nuestro estar aquí tiene como raíz la experiencia de que solo Cristo basta. Nuestro testimonio dice al mundo que Cristo basta para hacer feliz a un hombre. Él lo es todo.

Pietro. «El don de la fe para el mundo», como decía Pippo. Pienso que nuestra experiencia cotidiana es lo que le anuncia presente. Pongo un ejemplo. Se me pidió que me encargara de planchar las camisas. Podía empezar a hacerlo con un solo objetivo: quitarme de encima el trabajo lo antes posible; algo muy distinto fue tomar la plancha en mis manos deseando que lo que me ha sucedido, la experiencia de Cristo, alcance a todos. Entonces, trabajar es una oración.

Matteo. Una vez estaba en la cocina pelando zanahorias y me descubrí contento. No quería estar en ninguna otra parte: coincidía con el gesto que estaba haciendo. Normalmente, sobre todo cuando algo nos cuesta, decimos: lo hago por Cristo. Son palabras santas, no equivocadas. Pero Cristo ya está allí, contigo. Esto me ha cambiado. Como dice el Papa Francisco: Él me primerea. A menudo pensamos que para aguantar lo que nos toca tenemos que pensar en algo devoto. En cambio estás ahí pelando zanahorias y estás contento. La leticia no puedes dártela tú, te la puede dar solamente Otro. Cuando miras a Giussani en el vídeo te das cuenta: coincide con lo que dice. ¿Qué puede haber más deseable que esto? Yo no he visto nunca a Giussani; aquí hay muchas personas que le han conocido y mientras les oigo hablar pienso: Dios pensó en este carisma, pensó en este hombre, también para mí. Antes incluso que para el mundo, para la historia, antes que para la Iglesia, para mí, para que yo conociese a Cristo.

Claudio. Ver el vídeo es como estar expuesto al fuego que hace cincuenta años ardía en don Giussani. Aquel fuego que prendió en mi vida y que se ha avivado tantas veces después, a pesar de todos mis intentos por meterlo bajo las cenizas. Vuelvo a la afirmación de Pippo –se nos ha dado el don de la fe para que lo comuniquemos– porque me ha provocado también a mí. Giussani una vez nos dijo: tenéis que rezar, trabajar y vivir como si hubiera gente mirándoos. Y aunque no hubiera nadie allí, están los ángeles que después hacen fluir en el pueblo lo que ven. Como se lee en el cuaderno “Una morada para el hombre”, que recoge algunas de las charlas de don Giussani dirigidas a nuestra comunidad a lo largo de los años. La misión, la tarea de comunicar no es algo distinto, añadido, respecto a la intensidad de la conciencia con la que estoy llamado a vivir y a dejar que de mil maneras “su fuego” avive mi fe. El Papa, Giussani, Carrón, los más jóvenes entre nosotros y quien guía, las circunstancias excepcionales y las cotidianas… mediante todo esto el Señor me rescata y aviva el fuego. Se nos pide una sola cosa: pedir con sinceridad. Después el Señor concede tantos signos gratuitos de la fecundidad que todo esto comporta. Hay una misericordia más grande que mis cenizas que tratarían de enterrarlo todo.

Sergio. El vídeo muestra una vida, despierta el deseo de que la vida tenga un sentido. Conocer a Giussani fue la respuesta a la necesidad que me urgía dentro. Me encontré ante algo tan excepcional y correspondiente que comprendes sin mediar palabras que solo puede ser Jesucristo. ¿Nuestra responsabilidad frente al mundo? Una obediencia al misterio de Cristo que me ha resucitado y que fija la forma de vida que cumple mi persona. Yo podía imaginarme una vida feliz, casado y con hijos; en cambio, aceptando la vocación, no dejo de descubrirme feliz y sorprendido de que mi cumplimiento pase a través de esta forma tan particular. Giussani, en un momento dado del video, dice: «Juan y Andrés son una sola cosa, porque están llenos de lo mismo», de la misma Presencia. De aquí nace una moralidad nueva: empezar a mirarse, a aferrar con la mano una herramienta, afirmando a Aquel que nos constituye. Esta es la vida monástica, mejor dicho, es la vida cristiana. Cuando comprendes que con Cristo no te falta nada, puedes limpiar el baño con el corazón contento. El testimonio de Giussani para mí supone un retomar siempre la belleza de esta vida. Su testimonio y el de todos los que viven su fe. Porque la clave es esta: la vida se despierta con una vida, no con discursos, ideas o intenciones. En Giussani tenemos la gracia y la misericordia extrema de poder tocar el misterio de Cristo de manera humana.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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