La presencia de los misioneros en la diócesis acaba de celebrar los 150 años. Los nombres y los hechos de una historia que está marcando el país, tanto que en la última Pascua, en la iglesia…
El pasado 11 de abril la diócesis de Hong Kong celebró los 150 años de misión del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) en esa tierra. El momento más solemne fue la misa presidida por el cardenal Joseph Zen, con la participación de 1200 personas, junto a 100 sacerdotes y otros tres obispos: el auxiliar de Hong Kong y los de Macao y de Teramo. La misa se celebró en la Catedral de la Inmaculada, que conmemora este año los 120 años desde su consagración. La catedral se construyó a instancias de primer obispo de Hong Kong, el padre Timoleone Raimondi.
El desembarco
El primer misionero del PIME que desembarcó en la isla de Hong Kong, convertida en colonia británica hacía poco (1942), fue el padre Paolo Reina. Procedía de la misión de Papua Nueva Guinea –la primera del Instituto– que hubo de cerrarse tras un gran fracaso que acabó con el martirio de unos misioneros, otros muertos por causa de las fiebres o huidos. El padre Paolo y otros compañeros suyos comenzaron su trabajo como capellanes católicos de las tropas irlandesas al servicio de Su Majestad británica, pero pronto comenzaron a interesarse por la población local. Salían del territorio controlado por los ingleses –que era el más seguro– y visitaban pueblos de pescadores y de piratas, en los territorios de Cantón, sometidos al imperio Chino, fundando las primeras comunidades de católicos locales.
El método que utilizaron era el propio de la época: anunciar, predicar y también atender a las necesidades de la gente: hambre, salud y sobre todo educación. Esta tradición educativa brilla todavía hoy en la diócesis de Hong Kong, que sigue gestionando 300 escuelas católicas, desde la Educación Infantil hasta Bachillerato y escuelas profesionales que se consideran las mejores de la zona. El propio monseñor Raimondi sostuvo una encarnizada batalla con el gobernador inglés de Hong Kong para conseguir que reconociera la condición legal de las escuelas católicas para recibir ayudas del Gobierno. Incluso hoy, el cardenal Zen se enfrenta al gobierno de Hong Kong que intenta “nacionalizar” las escuelas, creando estructuras de control político que se desmarcan de la propuesta educativa.
Otro periodo heroico de la misión PIME de Hong Kong fue el de la llegada del comunismo a China. Una parte de la diócesis –Hoy Fung, Po On y Wai Yeung– estaba en territorio chino y los padres sufrieron la primera violencia del comunismo con la prisión, la tortura y los procesos populares, para ser luego expulsados hacia la colonia inglesa. Algunos murieron a manos de rebeldes comunistas que penetraban desde fuera de las fronteras del territorio. Hasta los años 70, Hong Kong se convirtió en patria de asilo para centenares de miles de prófugos que escapaban de la represión y de la persecución. En ese periodo nació Caritas, encargada de acoger, curar, alimentar, alojar e integrar a gente desesperada, consiguiendo llegar a ser uno de los pilares del desarrollo económico que caracterizaría la colonia.
Toda China estuvo siempre en el corazón de los misioneros de PIME de Hong Kong. Entre los primeros, merece la pena recordar a monseñor Simeone Volontieri (1831-1904): tras algunos años en la zona, en 1870 fue a la misión de Henan (en el sudeste de China), donde llegó a ser vicario apostólico. Con su empeño –y gracias a las técnicas agrícolas que introdujo– consiguió salvar de la carestía a la población de aquella zona, por lo que se le concedió el reconocimiento imperial. Y frente a todo lo que se dice (sobre todo en China) de los misioneros “al servicio del imperialismo”, Volontieri condenó varias veces el tráfico de opio que los ingles llevaban a cabo y la intervención de las potencias extranjeras.
Reanudar vínculos
Con la muerte de Mao y la reapertura de China al mundo exterior, algunos misioneros del PIME de Hong Kong comenzaron a restablecer relaciones con sus antiguas misiones, y con todos los cristianos chinos, supervivientes del huracán de la Revolución cultural, reanudando las relaciones con la Iglesia universal y con el Papa.
Ente la herencia menos conocida, aunque importante, de los misioneros del PIME, vale la pena recordar dos datos. En primer lugar, el nacimiento de la arqueología con las primeras excavaciones neolíticas en Hong Kong, obra del padre Raffaele Maglioni, cuyos hallazgos se encuentran en el Museo de historia de la ciudad; en segundo lugar, el compromiso social por los derechos humanos y la democracia. Muchos de los actuales líderes del movimiento democrático están agradecidos a la educación y el apoyo que les prestaron los misioneros del PIME.
Desde los años 70 la diócesis de Hong Kong tiene obispos y jerarquía local y los misioneros del PIME, tras haber fundado y hecho crecer la Iglesia, ya no detentan cargos importantes. De la misma manera todas las escuelas, hospitales, iglesias y alberques construidas por ellos son propiedad de la diócesis. Actualmente permanecen en Hong Kong 40 miembros del PIME, comprometidos en la evangelización y en comunicar el espíritu misionero a los católicos locales; con buenos frutos: este año, en Pascua, la diócesis de Hong Kong ha bautizado a 4.000 nuevos cristianos adultos. La Iglesia, que hace 150 años la constituían unas pocas decenas de extranjeros o de chinos de Macao, cuenta hoy con 350.000 católicos chinos –sin contar los 100.000 filipinos y filipinas que trabajan en la zona– y es una de las más vivas de Asia.
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