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Huellas N.2, Febrero 2015

DON LUIGI GIUSSANI (1922-2005)

«Patrimonio de toda la Iglesia»

Guzmán M. Carriquiry Lecour*

Ha colaborado con cinco Papas. Nos cuenta cómo don Giussani le ha cambiado la vida. Y no solo

Custodio en la memoria y en el corazón, con gratitud conmovida, el encuentro con don Giussani. Las primeras veces, le vi durante el íter del reconocimiento pontificio de Comunión y Liberación, que tuve que seguir por mi trabajo en el Pontificio Consejo para los Laicos. Lo primero que me llamó la atención fue su apasionada implicación interesándose por mi vida, por mi familia, por mi trabajo, con un sorprendente abrazo lleno de humanidad. Luego fueron las lecturas de sus escritos, las amistades con aquellos que le seguían, una cercanía cada vez mayor con la experiencia de CL. Entonces podía pensar, con esa vana suficiencia de “laico adulto”, más aún “subsecretario” de un dicasterio de la Santa Sede, que mi esqueleto como cristiano ya estaba bien armado y consolidado. En cambio tuve la gozosa sorpresa, incluso el entusiasmo, de comprobar cómo estos encuentros me aclaraban la naturaleza del acontecimiento cristiano, lo dotaban de una mayor racionabilidad, lo hacían hermoso y atractivo para mi vida y me educaban en una mirada nueva hacia toda la realidad.

De un modo nuevo. Al seguir de cerca aquella gran etapa de la irrupción de los “movimientos” en la vida de la Iglesia, pude percibir –y esto está ya muy documentado– esas relaciones de profundo afecto personal que se establecieron entre don Giussani y san Juan Pablo II, y luego entre don Giussani y el Papa Benedicto XVI (y con ambos también antes de que llegaran a ser pontífices). Don Giussani educó a los suyos en una atenta e inteligente obediencia al Magisterio de los sucesores de Pedro. Pero hay que examinar hasta qué punto el genial pensamiento teológico y educativo de don Giussani ha contribuido con una influencia efectiva en este Magisterio. De Joseph Ratzinger, monseñor Rino Fisichella se atrevió a decir que se había convertido en el Papa más “giussaniano”, subrayando su profunda concordancia al proponer de un modo nuevo la gran tradición católica a los hombres de nuestro tiempo. ¡Y cómo no recordar que Jorge Mario Bergoglio –tan alejado de todo obsequio formal u homenaje protocolario– dijo que la lectura de don Giussani había sido importante para su vida sacerdotal! En la atención con que don Julián Carrón sigue las palabras y gestos del Papa Francisco no se aprecia solo un deber de obediencia, sino el dejarse interrogar hasta el fondo sobre lo que hoy el Espíritu de Dios reclama al carisma del movimiento, a su historia, al renovarse de su impulso educativo, misionero y caritativo.
Don Giussani –¡lo repetía a menudo!– nunca tuvo la intención de fundar un movimiento, estuvo siempre atento a la persona, alerta contra cualquier reducción a una lógica meramente asociativa, vigilante para que la fuerza arrolladora del carisma no se fosilizara en esquema e institución, reacio a considerar la experiencia como adquirida de una vez por todas, infatigable educador del despliegue de la libertad personal y de la corresponsabilidad en contra de cualquier forma cristalizada, siempre dispuesto a volver a empezar y a captar el acontecimiento como un nuevo inicio. En este sentido, lo recordamos como el menos preocupado por el aspecto organizativo del movimiento, pues su única preocupación fue educar en una experiencia cristiana verdadera. La reflexión sobre su experiencia, junto a las reflexiones del cardenal Ratzinger, fue lo que ayudó a muchos otros movimientos y comunidades, incluso al Magisterio eclesial, a comprender el don y el significado de estas nuevas generaciones de hombres y mujeres que descubren la gratitud y la alegría, la verdad y la belleza de ser cristianos. Y por eso dan testimonio con convicción persuasiva de la fe que han recibido y que ofrecen a todos.

También los más “alejados”. Me llama mucho la atención observar cómo el carisma y el pensamiento de don Giussani superan las fronteras visibles de Comunión y Liberación, se difunden por vías imprevisibles, llegan a iluminar la vida cristiana de muchos, suscitan preguntas, reflexiones y expectativas en personas que podríamos considerar “alejadas”. La edición de sus textos en tantos idiomas ha contribuido en buena medida a esta difusión. Pero me sigo sorprendiendo, especialmente en mi ámbito latinoamericano, ante muchos obispos, sacerdotes, comunidades religiosas, personalidades políticas y académicas, incluso grupos de jóvenes, que te hablan de don Giussani con admiración y gratitud, sin haberlo conocido personalmente, sin haber entrado en contacto con Comunión y Liberación. Recuerdo, entre otras muchas, una cena en casa con dos cardenales latinoamericanos con escasos conocimientos de la experiencia del “movimiento”, cuyos rostros y palabras tengo muy presentes. Uno de ellos, que atravesó no pocas tribulaciones como joven obispo en los convulsos años setenta y que sufrió viendo cómo muchos compañeros militantes reducían su fe a moralismo iracundo, cuando no violento, hasta el punto de perderla, comentaba cómo su planteamiento pastoral y educativo había cambiado al entender mejor, leyendo los textos de don Giussani, que el cristianismo era un “hecho”, no una ideología. Mientras que el otro nos enseñaba entusiasmado la importancia de la “correspondencia” entre la fe y los deseos constitutivos de la persona...

«Para la utilidad común». Son todavía más los que hoy en la Iglesia, respecto a las geniales intuiciones de don Giussani, se comportan como aquel monsieur Jourdain, de Moliere, «que hablaba en prosa sin saberlo». Alguno ha dicho que el mejor fruto de un pensador se da cuando su impostación, sus ideas, se hacen anónimas, al difundirse por todas partes. Más que anónimas, en este caso se hacen patrimonio de toda la Iglesia «para la utilidad común», como diría san Pablo. Lo que, diez años después de su muerte, no es en absoluto anónimo es su testimonio de santidad, que nos sigue acompañando. Al igual que una multitud de rostros que a través de él se han visto atraídos por Cristo, dentro de una corriente de gracia que sigue difundiéndose por las más variadas fronteras geográficas, culturales y existenciales.

*Secretario encargado de Vicepresidencia Comisión Pontificia para América Latina

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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