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Huellas N.1, Enero 2015

EGIPTO / Primavera árabe

¿Es el país que soñábamos?

Luca Fiore

Los jóvenes de la Plaza Tahir siguen presionando. Los temores de una guerra civil. Las tensiones entre los poderes. El pueblo que ha depuesto a dos jefes de Estado en tres años, se ve guiado hoy por un general y protesta por la absolución del Rais. Cuando se cumple el cuarto aniversario de la revolución, el politólogo TEWFIK ACLIMANDOS reflexiona sobre la situación actual de su país

¿Qué queda de la revolución de la Plaza de Tahir? Y El Cairo, la capital cultural del mundo árabe, ¿sigue siendo el laboratorio político donde se busca el camino hacia la democracia para los países de mayoría musulmana? Han pasado cuatro años desde aquellas ardientes jornadas que marcaron el fin de treinta años de régimen de Hosni Mubarak. Igual de ardiente fue el mes de agosto de 2013 cuando, de nuevo en la plaza central de El Cairo, millones de personas pidieron y consiguieron la caída del primer presidente islamista de la historia egipcia, Mohamed Morsi. ¿Y ahora? ¿Qué hace un general dirigiendo Egipto? ¿Qué intenciones tiene Abdel Fattah Al-Sisi, elegido con cifras sospechosamente abrumadoras hace apenas seis meses? Después de su elección, según los medios internacionales, el país cayó en el silencio. Entretanto, los tribunales egipcios han absuelto a Mubarak de la acusación de haber disparado contra la multitud (hubo más de ochocientas víctimas en la revolución) y han condenado a muerte a cientos de miembros de los Hermanos Musulmanes. ¿Este es el Egipto con que soñaban los jóvenes de la plaza de Tahrir? La pregunta es sencilla, pero la respuesta puede ser complicada. Lo es para Tewfik Aclimandos, investigador del Centro de Estudios y Documentación Económica, Jurídica y Social de El Cairo, y del Collège de France en París, que ve a su país como un intrincado enjambre de contradicciones.

¿Qué país es hoy Egipto?
En el poder hay un régimen autoritario que goza de gran apoyo popular. Al Sisi debe hacer frente a dos grandes retos: el de la economía y el de la seguridad interna. Pero lo que dificulta la solución de ambos problemas son las complejas relaciones entre la clase política y los líderes económicos. Hasta ahora el régimen ha demostrado competencia en el ámbito de la política económica y fiscal, pero muchos, incluso apoyando las decisiones concretas, ven con preocupación el modo en que han sido tomadas.

¿En qué sentido?
Se dice que el general Al Sisi, antes de tomar las decisiones, consulta a todas las partes. En realidad se sabe que los que deciden son cuatro o cinco que pertenecen al ámbito del ejército.

¿Cómo explica el masivo apoyo popular?
La gente sabe que no existe una alternativa real. Y eso da un amplio margen de maniobra al presidente. Estarían los Hermanos Musulmanes, pero la gente no quiere saber nada de ellos. Los egipcios ven lo que está sucediendo en Libia, Palestina, Siria, Iraq, Sudán, Bahrein. Todos temen una guerra civil y los militares representan una garantía para un estado fuerte, capaz de mantener la paz interna. Pero no sabemos si este consenso está destinado a durar.

¿Cómo interpreta el veredicto de absolución para Mubarak?
Los jueces no tenían los elementos necesarios para condenarlo. No lo estoy defendiendo, pero es la magistratura la que no ha hecho bien su trabajo, también porque no ha recibido ayuda por parte de los servicios de seguridad ni de la policía. Estoy convencido de que Al Sisi no está conforme con la absolución, porque si Mubarak es inocente, entonces el régimen actual es ilegítimo. El veredicto de este proceso no hay que leerlo en la perspectiva de la relación entre viejo y nuevo régimen, sino en el contexto de las relaciones en el seno del mundo árabe. Son los países del Golfo los que no querían ver cómo el Rais terminaba sus días en la cárcel. Mubarak les apoyó muchas veces en el pasado, por ejemplo apoyando la guerra para liberar a Kuwait de la invasión de Sadam. Y hoy las ayudas económicas que llegan del Golfo son muy importantes para Egipto.

Otra cosa poco comprensible en Occidente son las condenas a muerte de cientos de miembros de los Hermanos Musulmanes.
Hay que tener presentes dos cosas: el sistema judicial egipcio y la influencia que ha tenido en él Al Sisi. Para empezar, en Egipto una persona juzgada en contumancia, si es culpable, recibe automáticamente la pena máxima. Y no solo eso: en el caso de que la persona condenada se presente, la sentencia de muerte no se ejecuta y el condenado tiene derecho a otro juicio. Dicho esto, la pena de muerte es una condena injusta en sí misma, pero eso no significa que los imputados fueran inocentes. Muchos miembros de los Hermanos Musulmanes han cometido delitos graves y es justo que respondan por ellos.

¿No hubo presiones por parte del presidente?
La verdad es que Al Sisi no controla la magistratura. Lo que ha sucedido con ocasión de la condena a muerte de quinientos Hermanos Musulmanes es que se emitió cuando el presidente y el ministro de Exteriores se encontraban en unas negociaciones en Washington. Si Al Sisi hubiese tenido alguna influencia sobre los jueces, lo habría hecho de tal modo que la sentencia se emitiera en su presencia. La cuestión es que la magistratura está en una situación caótica. Me gustaría decirlo de una forma menos drástica, pero yo creo que los jueces se han vengando de los Hermanos Musulmanes. Porque el gobierno de Morsi intentó deshacerse de los jueces, a veces llevándoles a juicio. Hubo incluso casos de violencia física. Las milicias ligadas a los Hermanos Musulmanes amenazaron con armas a los jueces del Tribunal Constitucional. Hoy la justicia egipcia no es neutral con respecto a los Hermanos Musulmanes. Ahora bien, con esto no quiero decir que los acusados fueran inocentes.

¿Es posible un regreso de los Hermanos Musulmanes a la escena política?
No con el liderazgo actual, que tiene responsabilidades muy graves por lo que hizo el gobierno de Morsi. Egipto está atravesando un periodo muy difícil y los líderes de los Hermanos Musulmanes no tienen intención de negociar. ¿Por qué? El pueblo dio luz verde al ejército para deponer a Morsi y perseguir a los líderes de la Hermandad. Hubo un momento en que Al Sisi pidió explícitamente al pueblo que le diera su apoyo en la lucha contra los «terroristas». Por eso los Hermanos la tomaron no solo con el gobierno sino también con la opinión pública. Sin embargo, sería muy interesante que participaran en las elecciones.

¿Por qué?
Se podría medir el apoyo efectivo que han conseguido entre la población. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2012, el Partido Libertad y Justicia obtuvo el 24% de los votos. Era un buen resultado, pero no era ni la mitad ni un tercio de la población. ¿Cuánto tendría ahora? Yo creo que mucho menos. La cuestión es que la condición para volver es que pongan fin a los actos de violencia y que sus líderes sean juzgados. Pero eso no sucederá.

¿Los ideales de la revolución de la Plaza de Tahir han sido traicionados?
Lo que sucedió en 2011 no se olvidará. Los egipcios depusieron a dos jefes de estado en tres años y saben que podrían hacerlo de nuevo. Hoy existe una cultura política que antes no había. La gente mira con atención lo que está sucediendo.

¿Qué le hace pensar eso?
La gente fue a votar la nueva Constitución, Al Sisi fue elegido por más de 25 millones de egipcios, cifras impensables en tiempos de Mubarak. Hoy hay un gran consenso sobre la duplicación del Canal de Suez. Por otra parte, los jóvenes que ocuparon la plaza de Tahir en 2011 y 2013 siguen aquí y presionan al presidente. Las verdaderas amenazas al régimen de Al Sisi son la vieja élite vinculada a Mubarak y estos jóvenes revolucionarios. Con la primera se puede negociar, pero no hay una necesidad real de hacerlo. Mientras que con los segundos habría que llegar a acuerdos, pero para los revolucionarios Al Sisi simplemente tendría que irse. Son los jóvenes licenciados de la clase media de El Cairo y Alejandría. Los pobres, incluso los licenciados, apoyan al presidente, porque les preocupa más encontrar un trabajo.

¿Por qué los revolucionarios son una amenaza?
A nivel electoral no importan mucho. Tampoco tienen un programa político claro. Pero han demostrado tener la fuerza necesaria para llenar las calles. Podrían volverlo a hacer.

¿Cómo se está moviendo el presidente en política exterior?
Busca alianzas regionales con Arabia Saudí, los países del Golfo y Argelia. Con estos países comparte el punto de vista sobre casi todos los temas, excepto sobre Siria. Al Sisi tiene buenas relaciones con EEUU, pero desea tener más opciones. En parte porque los presidentes estadounidenses, desde Bill Clinton en adelante, han demostrado ser incapaces de entender los problemas de esta región. Por eso El Cairo empieza a mirar también hacia Moscú y Pekín.

¿Cuál es la situación de los cristianos egipcios actualmente?
Ha mejorado mucho respecto al periodo de gobierno de Morsi. Los conflictos confesionales han disminuido y las agresiones a los cristianos se han reducido al mínimo. Pero las discriminaciones sigue existiendo y los conflictos podrían volver a estallar.

¿Cuáles son los principales problemas?
Por una parte está el problema de la autorización para la construcción de nuevas iglesias. Los permisos se conceden con mucha lentitud y los cristianos no están dispuestos a esperar tanto. Eso suscita la reacción, a menudo violenta, de los musulmanes. La otra cuestión son las relaciones y matrimonios entre musulmanes y cristianos. Pero sobre esto hay poco que hacer, es difícil impedir que los jóvenes se enamoren... Por lo demás, el nuevo Patriarca copto ortodoxo Tawadros está demostrando ser una figura positiva. Todos le reconocen como una persona abierta. Y eso está contribuyendo a que haya buenas relaciones entre las comunidades.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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