Delante de mi puerta
«Gianna, ¿qué es lo que hay delante de la puerta de casa?». La mujer, cogida del brazo de su marido, se para y mira. «Me parece un saco de dormir». Está oscuro bajo el pórtico de su casa en el barrio milanés de Q8. Mientras se acercan, les llega una ráfaga de olor a alcohol. No es un saco de dormir. Sobre el felpudo hay un hombre, encogido, y al lado una silla de ruedas estropeada con algunas bolsas colgadas. «¿Y ahora qué hacemos?». «Duerme. Le pasamos por encima y entramos antes de que se despierte». En casa, Gianna explota: «¡Lo que nos faltaba, un mendigo! ¿Has visto qué pintas tiene? ¿Y si se queda todo el invierno? Puede que sea incluso peligroso. Ahora llamo a la policía».
La mañana después, Gianna espera que todo se haya resuelto. Abre la puerta de casa para controlar, pero el hombre sigue ahí, dormido. Nerviosa, le sacude: «Anda, despiértate. Aquí no puedes quedarte. Avisé a la policía, estarán a punto de llegar». El hombre se mueve lentamente, entreabre los ojos, no habla, la mira. Es un instante. Gianna también le mira y algo dentro de ella cambia. Su voz se ablanda: «¿Cómo te llamas?». «Valentino». «Hace frío, entra en casa». El hombre se agarra al pomo de la puerta para levantarse. Tiene una pierna amputada. Echa un vistazo a su silla de ruedas, pues toda su vida está en esas bolsas, y entra.
En la cocina, delante de una taza de té, Valentino, en un italiano chapurreado cuenta que ha acabado siendo un mendigo, que pide limosna, pero que quiere volver a su casa. Y pregunta: «¿Me dejas dormir delante de tu casa? Por la mañana temprano me iré. No me verás». «Vale». Pero Gianna no se queda tranquila. Ese momento en la entrada de su casa se le ha clavado en el corazón. Los días de después, le busca. Le encuentra delante del pequeño supermercado. «Hola, ¿cómo estás?». Al cabo de unos minutos, se acerca Stefano, responsable de la tienda: «¿Le conoce? Desde hace unos días le veo merodear por aquí. No me parece mala persona. ¿Cree que podríamos hacer algo por él?» Esto no se lo esperaba. Es como si saltara una chispa.
Empieza a hablar de Valentino con los vecinos y todos se movilizan. Gianna está asombrada: personas con las que antes, como mucho, se saludaba quieren echar una mano. La paran por la calle, preguntan. Empieza una cadena de solidaridad, pero también de relaciones en el barrio que, en muchos años, no se habían dado. Hay quien trae ropa, otros llevan de comer, una señora se queda dos horas haciendo compañía a Valentino. Poco a poco descubren que tiene unos treinta años y que hace quince se fue de su casa. Ha tenido una vida desordenada, pero ahora solo quiere volver con su hermana, en Cracovia. Recogen dinero para pagarle el viaje en autobús. Todo parece resuelto, pero el conductor no le deja subir sin un acompañante, porque tiene una pierna amputada. No se descorazonan. Gianna y una vecina suya van al Consulado polaco y al cabo de dos horas tienen en mano el pasaporte y un billete de avión. Llega el día de la salida. Stefano tiene el coche preparado para acompañarle al aeropuerto. Al despedirse, Valentino estrecha fuerte la mano de Gianna: «Aquí he encontrado el Paraíso. Nunca he sido amado así en toda mi vida».
Pasan unos días. Gianna está en la cola del supermercado. Cuando llega su turno de pasar por caja la compra, Stefano le pregunta: «¿Sabes algo de Valentino? Yo hablé con él el otro día». Detrás de ella, una señora añade: «A mí me llamó ayer. Sigue diciendo que vayamos a verle». Gianna se da la vuelta: «¿De verdad? Podríamos ir en primavera». Stefano se para y deja de pasar la compra por el detector. «¡Qué idea más buena, Gianna! Vayamos todos los que lo hemos conocido. ¿Lo organiza usted?». «¡Sí!, pero tendremos que alquilar un autobús…». Se ríen. Ya en la calle, Gianna recuerda aquella mañana, esa mirada, ese momento en el que algo cambió, como si Alguien la hubiera cogido de la mano. Aquel estremecimiento que le hizo vivir intensamente ese instante. Es algo que no quiere olvidar.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón