PASANDO, VIO A UN HOMBRE…
Antes de ir a comer a casa, tuve que ir a presentar un escrito. El Juzgado tiene varias puertas de acceso; yo suelo entrar por la principal y salir por la trasera, porque es la que está frente a la estación de autobuses. Cuando me disponía a entrar, me fijé en un hombre que estaba bebiendo una lata de cerveza y que, cuando acabó, en lugar de tirarla a la papelera, la lanzó al aire y fue a parar a una palmera que estaba detrás de él. En ese momento pensé: «Qué tío más cafre, ya le vale». Justo en ese momento, él me miró y decididamente se dirigió hacia mí con cara de pocos amigos. Se me plantó en frente y me dijo gritando: «Todo es culpa vuestra, de los abogados, la justicia no es justa». Yo le dije que no era abogado, pero se me puso delante y no me dejaba subir las escaleras. Sin apartarse, siguió: «Ah, entonces es peor, ¿eres juez?». Le dije que no otra vez. Ya cansado, me espetó: «¿Entonces tú qué eres?». «Pues una simple administrativa». Entonces reiteró que la justicia es injusta y que, si el hombre al que estaban juzgando allí arriba salía libre, lo mataría. Yo le miré y, como se apartó, continúe por mi camino. Presenté el escrito y, cuando iba a salir por la puerta de atrás, me di cuenta de que no podía, no me quedaba tranquila. Por una parte pensaba: «¡Pero yo, qué porras voy a hacer!»; por otra, de alguna manera necesitaba verle de nuevo. A regañadientes y diciéndole al Señor: «Tú verás», me fui a buscarle: «¿Pero qué te pasa?». Sin pensárselo dos veces, me empezó a contar su vida. Estuvo en la cárcel cinco años por robo con agresión y en ese tiempo su mujer se echó un novio; cuando salió de la cárcel, su mujer volvió con él y el novio le dio una paliza que casi la mata; ese era el tipo al que estaban juzgando. Me volvió a repetir que, si salía libre, lo mataba de una puñalada, aunque tuviera que volver a la cárcel. Le miré a los ojos y le dije que yo iba a pedirle a la Virgen que eso no sucediera, que rezaría por él, pero que él también debería rezarle algo. Lo que hizo me sorprendió: ¡se santiguó! Le sonreí, dándole un apretón en el brazo, y le dije: «¡Que Dios te bendiga!». Entonces me agarró de los dos brazos y me abrazó. Le dije que confiara, como yo lo hacía, pasara lo que pasara, porque no podía volver a la cárcel, porque su mujer y su hija se quedarían otra vez solas. Ahí se paró. Se dio con el puño en el pecho y me dijo: «Por todos mis muertos, en especial por mi abuela que me crió y fue como una madre para mí, que te voy a hacer caso. Gracias por pararte a hablar conmigo». Nos despedimos. Yo seguí mi camino, pidiendo por él insistentemente. Caí en la cuenta de que sin la experiencia de sentirme amada, nunca me hubiera parado. La preferencia de Dios conmigo me hizo salir al encuentro de ese hombre. Se me hizo patente que Su preferencia me impulsa hacia fuera, a compartir con todos lo que recibo gratuitamente.
Chiqui, Tenerife (España)
NO DEJÓ DE BUSCARME
Tengo ahora 52 años, de los cuáles más de 30 he vivido fuera de la fe y de toda creencia religiosa. Desde mi adolescencia fui atea por decisión –proviniendo de una familia cristiana tradicional– y convicción. Milité en organizaciones marxistas, porque no estaba conforme con las injusticias sociales, y creía en un paraíso comunista en la tierra, donde hombres y mujeres podríamos vivir en armonía y felicidad. A los 44 años, de pronto, mi vida se rompe sin saber muy bien por qué. Nada de lo que tengo me satisface ni encuentro un sentido a la existencia. Me siento seducida por el budismo, que me aporta un poco de paz espiritual. A mi lado, desde el primer momento, una amiga que me acompaña sin juzgar, me acoge y abraza, sin pedir nada. Ella forma parte de vuestro movimiento. Después de unos años, de forma aparentemente casual –ya pasada, aparentemente, mi crisis personal– y por mediación de esta misma amiga, entro en contacto con la Iglesia. Mis prejuicios pueden menos que mi deseo de un amor infinito, que encuentro en la celebración eucarística. Y aquí estoy, dando gracias, con los problemas que a cada cual la vida nos trae, pero con una mirada diferente. Sabiendo que Él me acompaña y me ama, a pesar de mis continuas caídas. Y que durante tantos años no vi sus huellas, porque me llevó en sus brazos.
Mary, Pamplona (España)
SIENDO FIEL A MI EXPERIENCIA
Cada mañana, cuando abro los ojos y me pongo en pie, miro por la ventana, respiro y doy gracias a Dios por la vida que me regala un día más. Sé que es un don, un regalo, y así mi corazón dilata el deseo tan grande que tengo de vivir. Ni siquiera el deseo es mío, pues bien sé que es mi corazón, hecho a semejanza de Él, el que tira de mí. Hace dos meses y medio falleció mi marido en un accidente de tráfico. El impacto de lo que ocurrió me dejó totalmente destrozada física y anímicamente. Creo que la mejor forma de expresar cómo me sentí es «tirada en medio del camino, como si me hubieran dado una bofetada». Creo que no he sido más vulnerable en mi vida, como una niña pequeña que necesita hasta que le den de comer. Y estaba tirada sí, pero en medio del camino. El mismo camino que llevo recorriendo desde hace unos años, y con la misma compañía de siempre. Puedo decir con certeza que en ese camino ni estuve, ni estoy, ni estaré sola. Cuando pude levantar un poco la mirada, con los ojos llenos de tierra, pero con un corazón que seguía latiendo, anhelando la vida, retomé la Escuela de comunidad, como cada día. Es un pilar de mi existencia, que me ayuda a comprender todo lo que me sucede. Las preguntas se sucedían y se suceden en mi mente y en mi corazón. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Ahora hacia dónde camino? Cristo da respuestas a mi vida, pues es Él quien me alcanza en el carisma y cura mis heridas, y me acompaña, y me hace descubrir una vez y un millón de veces, lo bellísimo que es vivir. Cristo, nuestro Señor, que se hace carne en vuestra presencia, aquí y ahora. Se hace carne en mi familia, en mis padres, con los que he tenido un reencuentro impresionante, descubriendo como algo nuevo, el amor tan grande e incondicional con el que me aman; en mis hermanos, que tiran conmigo de mi casa, de mis hijos, haciéndome ver que mi sufrimiento es también algo suyo; y en vosotros que no me habéis abandonado, siendo para mí bálsamo en todos los momentos. Ser fiel a mi experiencia, es lo que me ha vuelto a poner en pie. Sé que mi vida no depende de las circunstancias pues, si fuera así, ¿dónde estaría ahora? Mi vida depende de Dios y, si yo respiro, es porque Él quiere que yo exista. Sé que soy profundamente amada por Él y, también, que no debo darlo por hecho o por sabido. Descubro de nuevo que Él es el amor que mueve mi vida cuando miro a mis hijos a los ojos, recibo un mensaje de algún buen amigo, mis hermanos me llaman o mi madre hace comida de más para traérnosla a casa; cuando salgo por las mañanas y camino hacia el trabajo y pienso ¡tengo trabajo! Cuando tomo un café y puedo saborearlo. Cuando el domingo tengo frente a mí al grupo de niños de doce años que el Señor me encomienda en catequesis. En esos breves instantes destellantes, siento esa “ilógica alegría” que insufla oxígeno continuamente en mis pulmones. Cuando reconozco la presencia amorosa de Dios en mi vida, entonces puedo mirar al que tengo enfrente con una mirada más amplia, puedo perdonar, puedo empatizar, puedo comprender el sufrimiento. Sin Él, las circunstancias se apoderan de mí y vivo con miedo, con resentimiento. La Escuela de comunidad me enseña a hacer un juicio sobre lo que me sucede y me ayuda a descubrir qué es esencial para vivir. Sé que eso nunca faltará, porque Dios es fiel a su criatura.
Rosa, Cuenca (España)
Vídeo 60 años CL
EN LAS MEJORES CONDICIONES
Acabo de ver el documental Un camino hermoso. No lo había podido ver hasta ahora. Entre el retiro de Adviento y este vídeo he tenido un día intenso. Al terminar de verlo me he echado a llorar, pero no de tristeza, sino conmovida porque me he sentido parte de esa historia. No porque haya pensado que he hecho algo importante, sino exactamente porque me he preguntado: ¿qué hubiera sido de mí si no hubiera conocido el movimiento? Quizás sería mejor decir: ¿qué hubiera sido de mí si no me hubiera agarrado de esta mano que me tendió y me sigue tendiendo el Señor? Supongo que el hecho de haber decidido ir al retiro, confesar y comulgar no es en vano, y una de sus consecuencias es que me ha dejado en mejores condiciones para aprovechar este vídeo.
Mª Fe, Madrid (España)
LA LLAMADA EN UN FRAGMENTO
«Basta que la realidad, cualquier fragmento de realidad, casi algo insignificante, entre en el horizonte de nuestro “yo” a través de una circunstancia cualquiera, para despertar nuestra persona y hacer posible la experiencia de un bien». Estas palabras de Julián en la jornada de Apertura de Curso, cuyo texto estamos trabajando en la EdC, han significado el punto de partida para poder identificar como una provocación de la realidad «que te toca, te provoca y te llama», a la petición de nuestro párroco para colaborar, mi mujer y yo, en las catequesis prebautismales de la parroquia. Una circunstancia, que llevó a algunos a preguntar: «¿Vosotros sabéis donde os habéis metido?», para nosotros ha sido el punto de partida para identificar un bien, un camino que recorrer juntos y que (cuando desviamos nuestra mirada de Aquel que hace posible que sintamos de nuevo el deseo de volar) nos deja al descubierto con nuestra pobre pretensión. Porque es humanamente imposible no pretender que un grupo de personas que, en su mayoría, se acercan a la parroquia, algunos por primera vez en muchos años, con la única intención de bautizar a sus hijos (por estas tierras se utiliza la expresión “echarle el agua”) cumpliendo con un rito, sin atender a los verdaderos fundamentos del sacramento, al menos salgan de la catequesis con la hipótesis positiva de que lo que desean para sus hijos es un bien real. En un principio esto nos provocaba una extraña tristeza y desánimo pero, gracias al trabajo de EdC, se ha convertido en una ocasión. En primer lugar, para verificar nuestra fe. Esto es un bien para los dos, porque nos sentimos elegidos al pertenecer a un lugar donde el Señor nos enseña a mirar las cosas de modo verdadero. Al mismo tiempo, es la ocasión para dar testimonio. Aceptar la invitación a dar la catequesis, es aceptar la provocación que nos dirige el Señor ahora que ya rebasamos los 55 años. Su presencia se nos hace carne en el instante más sencillo del día: en la catequesis, cada mañana al rezar juntos los laudes y al comprobar cómo se ensancha nuestro corazón, al afrontar el día a día en mi trabajo, atendiendo a aquellos que padecen el desempleo, una de las mayores lacras actuales. Por eso uno no puede guardarse para sí, porque estaría traicionándome a mí mismo y al mismo tiempo sería una muestra de ingratitud a la compañía en la que, a pesar de mis errores y mi escepticismo en algunas ocasiones, uno reconoce aquel lugar donde siempre es rescatado, donde experimentamos que el Señor no nos abandona.
Pepe y Pura, Alcalá de los Gazules / Cádiz (España)
Querido Julián: Solo ahora hemos podido pagar el Fondo común. Ambos, mi mujer y yo, hemos tenido que reducir la cuota mensual a un décimo de lo que llevábamos ingresando desde que nos apuntamos en la Fraternidad. Llevo un año en paro, tengo 55 años y no es tan fácil reincorporarse al mundo del trabajo, sobre todo en estos momentos de crisis generalizada. Además, tengo que solucionar algunos problemas económicos heredados de mi antiguo trabajo. Antes de tomar esta sufrida decisión, hemos reducido o eliminado todos los gastos superfluos y, viendo menguar nuestros ahorros sin saber si las cosas cambiarán, nos hemos visto obligados a tomar esta decisión. Pero no queremos dejar de ingresar una cuota, aunque sea simbólica, porque no queremos perdernos la oportunidad de recordar que es lo más querido para nosotros.
Carta firmada
«MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?»
Desde el 2 de noviembre hasta el 13 fui de peregrinación a Tierra Santa con la comunidad de San Martín de la Vega. También fuimos unos días a Jordania para visitar el lugar donde Juan bautizó a Jesús. Pero la peregrinación empezó, por así decir, por el final de la vida de Cristo: por los lugares de su muerte y resurrección, para luego ir al principio, el lugar de su nacimiento. La razón de este orden es muy clara: me interesa este hombre porque ha resucitado, venciendo así la muerte y el límite. Por eso me importa conocer quién era, su historia, donde nació, y quiénes eran sus amigos. Lo más interesante de la peregrinación no es tanto la riqueza arqueológica, histórica o arquitectónica, sino lo que he podido ver y palpar: que el Evangelio está vivo hoy, en 2014, y yo hago la misma experiencia que los apóstoles. Al encontrar a un hombre que te habla como nadie hablaba, que te mira como nadie miraba, experimentar una correspondencia extraordinaria, la misma de la que tantas veces nos habló don Giussani y ahora Carrón, te salen las mismas palabras de Pedro: «Si me voy de aquí, ¿a dónde voy? Tú solo tienes palabras de vida eterna». Estoy agradecida por la ternura que el Misterio ha tenido conmigo y que ha renovado mi amor a su Iglesia. En Cafarnaúm fue todo más evidente. Hay restos arqueológicos de un pueblo, con casas, calles y la casa de Pedro. Podía perfectamente imaginar a Jesús recorrer estas calles, para entrar en las casas, saludar por el camino a la gente, jugar con los niños. Es impresionante: tenía una casa donde dormir, descansar, cenar y comer con sus amigos. ¡Igual que yo! Cualquier persona, andando por estas calles, podía preguntar: «¿Dónde está el Maestro? Quiero verle, saludarle, escucharle»; y otra contestar: «Allí vive, en esa casa». Jesús Úbeda, nuestro párroco, en Cafarnaúm nos planteó una pregunta: «En tu experiencia, ¿tienes una puerta a la que llamar para encontrarle?». Todas las mañanas me lo pregunto y puedo contestar que sí tengo esa puerta a la que puedo llamar. ¡El Evangelio está vivo!
Tiziana, Móstoles / Madrid (España)
Cartel de Navidad
LA LUZ DEL NIÑO JESÚS
A finales de la primera década del siglo XVII, un grupo de artistas de Utrecht, en Holanda, llegaron a Roma atraídos por los comitentes y quedaron prendados de la novedad del estilo de Caravaggio. Entre ellos, Gerhard von Honthorst (Gerrit van Honthorst) que pasaría a la historia con el sobrenombre italianizado de Gherardo delle Notti. No hace falta explicar por qué: la Adoración de los Pastores, que se conserva en la Galería de los Uffizi, es emblemática de un estilo que se apoya en los “efectos especiales” de los nocturnos. Esta tela de grandes dimensiones tiene una historia interesante: fue realizada en 1620 en Florencia por encargo del noble Piero Guicciardini, para la capilla mayor de Santa Felicita (la iglesia donde se custodia el célebre Descendimiento de Pontormo). En 1836, debido a la oscuridad de su colocación, el entonces director de los Uffizi convenció los herederos Guicciardini de que lo cedieran a la Galería, para permitir una mejor visibilidad. El 21 de mayo de 1993 se encontraba colgado en la pared de una escalera que da a la calle de los Georgofili, cuando le alcanzó de pleno el impacto de una bomba de un atentado ocurrido allí ese día. Lo que queda hoy de la tela, como dice el título de un hermoso libro dedicado a su restauración, es solo «un jirón lírico». Por tanto, la imagen nos habla de un cuadro del que hoy conservamos solo un fragmento (a pesar de que existe una réplica idéntica en el Wallraff Museum de Colonia).
Se reconoce el trabajo de un caravaggista que ha optado por un uso de la luz muy distinto al del artista que dio lugar a esa escuela pictórica. Aquí la fuente luminosa es el Niño mismo, según una solución felicísima que Correggio introdujo ya un siglo antes. La belleza de la composición, la delicadeza de los gestos (en particular el de la Virgen, que retira la sábana para mostrar a su Hijo a los pastores) y de las miradas, hacen de este cuadro una imagen que ha gozado de una gran popularidad. El mismo Roberto Longhi, el inolvidable historiador del arte, verdadero descubridor de Caravaggio, tenía en su colección una versión más pequeña e íntima de la misma obra.
Giuseppe Frangi
¿DÓNDE ME QUIERES?
Al volver este verano de las vacaciones en Masella, yo no era el mismo. Cristo había salido de nuevo a mi encuentro a través de unas amistades. Volví a mi tierra sin ganas de empezar el curso, preguntándome: «Señor, ¿qué quieres de mí en Tenerife, habiéndote encontrado lejos de allí?». La respuesta llegó unas semanas después. Supe que uno de mis amigos, que había sido un compañero de camino para mí durante todo el curso, había dejado la Escuela de comunidad. Ante este dolor, volví a invitarle y él accedió resignadamente. Una noche, después de Escuela, fuimos a una fiesta. Al día siguiente, le pregunté: «¿De dónde has salido más contento de la Escuela o de la fiesta?». Él se quedó pensativo. Más tarde, me dijo que claramente de la Escuela, porque se había dado cuenta de lo que realmente importa en esta vida y que, a través de eso, podía disfrutar también de la fiesta de otro modo. La respuesta a mi pregunta volvió a aparecer en la conversación con una amiga. Sus padres se habían separado, al igual que los míos. Entonces, le pregunté: «¿Le has encontrado un sentido a la separación de tus padres?». Ella: «No. ¿Y tú?». «Yo sí, es más, puedo decir que ha sido una Gracia. Porque, si no me hubiera ocurrido este hecho, yo no sería quien soy hoy, no me hubiera encontrado con Cristo, seguiría “sobreviviendo”. A través de este dolor he empezado a vivir de otro modo». Ella se emocionó y me dijo: «Antes me parecía imposible encontrarle un sentido a la separación de mis padres, pero ahora sé que es posible, viendo como tú lo vives». Después de un fin de semana maravilloso en Madrid, de nuevo surgía la pregunta: «¿Por qué tengo que volver a Tenerife?». Y ante mi urgencia, de nuevo Dios se hacía presente. Un chico de clase ateo bastante cercano a mí, me preguntó: «¿Para qué vivimos?». Fue como si despertara algo del que en ese momento no era consciente, así que le dije: «Toda mi vida he tenido sed; después de mi encuentro con Dios he encontrado el agua que calma esa sed. Después de esto tuve que hacer memoria de mi experiencia y de lo que he caminado estos años». «Gracias amigo, contándome esto, tengo paz y percibo a Dios de una manera más cercana a través de ti». En estos meses, la respuesta que buscaba se ha hecho carne a través de todas estas circunstancias en las que he testimoniado que, incluso dentro del dolor, la vida tiene un sentido bueno. Ahora soy consciente de que Dios me necesita en Tenerife y vivo expectante ante lo que me depara la realidad.
Javier, Tenerife (España)
EL PUNTO ROJO
No sabéis cuánto me está ayudando vivir a campo abierto para comprender. Ha llegado a mi academia una chica española. Su perfil a priori es: vasca, feminista, hippy y anticatólica militante. Desde el minuto uno nos hicimos amigas (la identidad y la tradición no son poca cosa...) y empezamos a salir una vez a la semana con la gente de la academia. Está muy bien porque nos obligamos a hablar inglés, conocemos gente, hacemos planes... Uno de estos días fuimos con todos a la bolera y por la noche volvimos juntas a casa. La vuelta fue tremenda para mí. Salí del metro llorando. Entre unas cosas y otras me dijo que quería acostarse con mi profesor, que el fin de semana pasado se había acostado con otro y que tenía una especie de “relación” con otro chaval en su tierra. A raíz de esto, empecé a preguntarle si ella no tenía un deseo enorme de ser querida para siempre, de ser preferida, un deseo de libertad, de eternidad, de fidelidad, de unidad. No quise hablarle de cuentos, así que empecé a hablarle de Pablo, de mis padres. Nunca en la vida había visto tanta frialdad al decirme: «yo no quiero eso». Había escuchado «es imposible», «ojalá», «sólo en las pelis»... Pero ella, casi con veneno me dijo: «¿Quién puede desear algo así?». Salí con lágrimas en los ojos. Me parecía imposible encontrar un punto de unidad con ella («el punto rojo» del que habla Carbajosa). Y no encontrarlo implica aceptar que nosotros vivimos una fantasía, que somos de otra pasta, que la salvación no es para todos los hombres o que es imposible una unidad y un encuentro con los que no viven lo mismo que nosotros. ¡Qué dolor! Todo ha seguido así hasta que este jueves vi un cambio. El miércoles, me llegó por correo un ramo de lirios blancos precioso. Pablo me lo había mandado. Nada más llegué a clase se lo conté. Se le iluminó la cara y no paraba de decir: «Pero, ¿de verdad? ¿Es posible? ¿Cómo puedes quejarte de que estás cansada habiendo recibido un regalo así?». Entonces entendí. Si que existe el deseo en ella, está hecha para la misma preferencia y ternura que yo. Pero nadie ha tenido la paciencia y el afecto para educar y despertar su deseo. Nunca ha visto que este deseo pueda cumplirse, al menos una pequeña hipótesis (de hecho una vez me dijo que el consejo que su madre le había repetido siempre era que no se casase nunca. Sus padres hoy en día siguen casados, imaginad cómo debe ser eso...). El deseo del hombre está tapado por la desconfianza, la soledad y la sospecha. Por la nada.
Lucía, Londres (Inglaterra)
Una historia que continúa desde hace 2000 años. Domingo 12 de octubre, en San Vincenzo al Volturno, fue un día especial por el evento “Memoria Litúrgica de los Santos Mártires Volturnenses”, en recuerdo de los monjes benedictinos que vertieron su sangre durante la matanza del 10 de octubre del año 881. La gratitud por la posibilidad que Dios nos ha brindado de adherirnos a una historia que continúa desde hace dos mil años ha suscitado en nuestro corazón el deseo de establecer un nexo entre los que, de distintas formas, han dado su vida por Cristo. Surgió así la idea de depositar un cipo marmóreo en memoria de don Giussani en los lugares del martirio. La importancia del gesto quedó reflejada en la participación del administrador apostólico, el segundo teniente de alcalde, la priora del monasterio de San Vicente, el vicepresidente de la Región de Molise y quinientas personas de las más distintas realidades locales.
Marzia
Un pueblo junto a su pastor
CIMENTADOS EN CRISTO
Poco después de las 11 de la mañana del 9 de agosto de 1945, cincuenta metros sobre el suelo de Nagasaki explota Fat Man, sembrando la muerte y una destrucción sin precedentes. La bomba estalla muy cerca de la catedral de la ciudad, la catedral de Santa María de los míticos cristianos Urakami, comunidad heredera de san Pablo Miki. El templo queda prácticamente destrozado pero horas después, cuando los supervivientes caminan sin rumbo, abismados por la devastación y la muerte, arde súbitamente, iluminando como una antorcha la ciudad, una luz en medio de la más absoluta oscuridad que algunos viven como un destello de esperanza. En Granada estalló un presunto escándalo de abusos a menores, esta vez dentro de la propia Iglesia. El epicentro es la parroquia de al lado de casa, San Juan María Vianney, precisamente el santo cura de Ars. La onda expansiva mediática golpea sin piedad a la Iglesia local, comenzando por nuestro arzobispo, hombre curtido en mil batallas, porque no es de los que se ponen de perfil, por lo que ha tenido que encajar golpes durísimos, aunque quizá ninguno como este. Las insinuaciones sobre la actuación de nuestro arzobispo no tardan en aparecer, como siempre, sólo creíbles para aquellos que no le conocen, porque don Javier es un padre bueno y diligente. Ante estos hechos, ante una condena sin juicio, sin presunción de inocencia, ¿qué hay de la circunstancia? ¿Se puede hacer experiencia de la presencia del Señor en este momento? ¿Nos ha abandonado el Señor tras esta bomba atómica? En Nagasaki, el testimonio de los cristianos Urakami, del doctor Takashi Nagai en la fantástica obra de Paul Glynn Requiem por Nagasaki me ilumina. En las ruinas de la catedral de Nagasaki, estrechamente vinculada a san Maximilano Kolbe, que fue misionero en aquellas tierras, los cristianos supervivientes se reunieron pocos días después del holocausto, muchos de ellos fatalmente enfermos por la radiactividad, para ofrecer una misa de Requiem por las decenas de miles de muertos. En San Juan María Vianney, donde a veces he asistido a misa el Señor hizo que la flor de la Eucaristía brillase siempre, Cristo sacramentado se elevó para iluminar y cuidar de su rebaño. La estatua impasible del santo cura de Ars señalaba al origen del que jamás podemos separarnos, ni siquiera en esta circunstancia. No voy a negar las previsibles consecuencias de lo sucedido, el daño irreparable hecho especialmente a las víctimas, si se confirman los hechos, pero también a los fieles, a los sacerdotes y a nuestro amigo y arzobispo don Javier. No pude evitar un terrible pesar cuando observé las pintadas aludiendo a lo sucedido en los muros de esa parroquia, la sentencia ya dictada antes de ningún juicio y la profanación de la casa del Señor. Pero en su compañía estamos seguros, incluso en este lugar, y como los cristianos de Nagasaki se reunieron, para dar sentido a su presente y cimentar su futuro, nuestro pequeño grupo se reunió en la Escuela de comunidad, en la que pudimos palpar la presencia del Señor, que genera una certeza inquebrantable, haciendo siempre posible un nuevo inicio. «...ridiculizados, azotados, castigados por nuestros crímenes, sudorosos y ensangrentados, pero podemos volver los ojos de nuestra mente hacia Jesús cargado con la Cruz en la colina del Calvario…», decía el doctor Nagai en las ruinas de la catedral, destrozado moral y físicamente por la bomba atómica, pero en pie, con una fuerza que no era suya.
Tras el embate vivido y lo que vendrá, me conmueve la certeza de que Cristo nos precede con su Gracia, de que es Él el cimiento de la Iglesia de Granada, Él que está entre los fieles silenciosos, santos anónimos, en nuestros sacerdotes y en nuestro arzobispo, cuyas palabras estos días, en nuestra catedral abarrotada de fieles, nos han iluminado como el fuego de la otra catedral aquella noche en Nagasaki. Y en este bello camino, mientras el viento sopla con fuerza y se oscurece el día, Su presencia se impone llenando el corazón de nuestra comunidad con la esperanza de que es posible un nuevo inicio, porque el Señor no nos ha abandonado y nos repite: ¡No tengáis miedo!
Eduardo, Granada (España)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón