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Huellas N.11, Diciembre 2014

IGLESIA / Los viajes del Papa

Europa a la inversa

Alessandro Banfi

Retrato de un continente que ha dejado de ocupar el centro del mundo. La tarea de los cristianos. Y dos imágenes: el árbol de Rébora que tiende hacia lo alto, solo por la profundidad de sus raíces, y el fresco de Rafael que señala la tierra y el cielo. En Estrasburgo, el Santo Padre nos ha recordado que la apuesta por la Unión es una apuesta por el «hombre europeo». Y en calidad de hombres se ha dirigido a los líderes. Invirtiendo la perspectiva

Un fresco y una poesía. En sendos discursos, al Parlamento europeo y al Consejo de Europa, el Papa Francisco ha tomado su punto de partida de la belleza. La belleza de la Escuela de Atenas, el célebre fresco de Rafael Sanzio en el Vaticano, y la de los versos de un insigne poeta, demasiado poco conocido, Clemente Rébora. Empezó por ahí, abriendo ante sus interlocutores una perspectiva que no fuera solo técnica y económica, sino también política.
Francisco ha hablado a los representantes democráticamente elegidos, a los líderes europeos, pero se ha dirigido a ellos como a hombres a los que indica una perspectiva distinta –yo diría inversa–, que asume como punto de vista el origen, la raíz. El cielo que el dedo de Platón indica en el fresco de las estancias vaticanas, y la tierra a la que alude el brazo de Aristóteles tendido hacia adelante.
El cielo y la tierra. ¿Qué es lo que ha tejido la historia europea? La «apertura a lo trascendente» y la tierra, es decir, «la capacidad práctica y concreta de afrontar las situaciones y resolver los problemas». Al principio, parece decir el Papa reclamando a los ideales de los “Padres fundadores de la Unión Europea”, estaba claro para todos que el reto de construir un continente también político implicaba una apuesta por el hombre europeo, «el hombre como persona dotada de una dignidad trascendente».
Su “histórica” visita a Estrasburgo sigue la estela de sus predecesores, Juan Pablo II, en 1988, y Benedicto XVI, que en 2008 pronunció su célebre discurso sobre Europa en el Colegio de los Bernardinos en París. Ahora, la de Francisco ha tenido dos connotaciones importantes: Bergoglio es el primer Papa no europeo, tal vez elegido por el Espíritu y los cardenales también por eso; la segunda connotación, en cierto modo ligada a la primera, se refiere al espíritu de los tiempos. Al menos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Europa nunca había atravesado un momento tan difícil desde el punto de vista económico, social, financiero y político.
¿Dónde se sitúa hoy Europa? ¿Qué lugar ocupa ahora que ha dejado su primacía a nivel mundial? Aquí Bergoglio avanza en su perspectiva a la inversa. Es verdad, Europa es «una abuela», anciana y cansada, «que ya no es fértil y no goza de su antigua lozanía»; «sus grandes ideales» parecen haber perdido «fuerza de atracción» y quedan sepultados bajo «los tecnicismos burocráticos de sus instituciones». En su lugar, la naturaleza del poder económico y financiero se ha ido imponiendo y «el ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado». Es lo que el Papa llama «el consumismo exasperado» que genera «la cultura del descarte».
¿Cómo devolver la esperanza a Europa? Mediante la centralidad del hombre, la libertad religiosa, la no violencia, porque, como dijo Ratzinger, «es precisamente el olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la violencia». Ese principio, tan sano y fecundo, tan querido para los padres fundadores, de la unidad en la diversidad.

Democracia sustancial. Pero hay un punto clave que Bergoglio recomienda a los representantes políticos europeos: la defensa de la democracia. Una democracia sustancial, que el Papa ve hoy amenazada en Europa. Lo dice con una frase tajante: «Este es un reto que la historia nos ofrece hoy». ¿Pero qué peligro corre hoy la democracia en el Viejo Continente? El concepto central se hace eco de los juicios proféticos de Pier Paolo Pasolini y Augusto Del Noce, en los años setenta: «Una concepción uniformadora de la globalidad» destruye el verdadero debate, la «fuerza política expresiva de los pueblos», en favor de «sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos».
Lo que desafía a la democracia de los pueblos es el nuevo poder uniformador gobernado por los mercados financieros, por los tecnócratas, que permea las conciencias mediante lo que bien describe la Evangelii gaudium en el número 231: «los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría». Sería reductivo hablar de un Papa “no europeo”, pero sin duda pocos líderes políticos mundiales han trazado tan bien y en tan pocas palabras los dramas de un continente en crisis política y social. Bergoglio no ha obviado el tema de la inmigración, del Mediterráneo convertido en un «gran cementerio». Ni el drama del desempleo, sobre todo juvenil, síntoma de esa “esterilidad” actual de Europa, tantas veces retratada en sus discursos.
Europa guarda en su historia y en su identidad motivos para renacer, recursos para volver a ser fecunda y crecer, como invocan los economistas. Pero necesita «redescubrir su rostro para crecer, en la paz y en la concordia, porque ella misma no está todavía libre de conflictos». Aquí llega, en su segundo discurso, en el Consejo de Europa, la cita poética del árbol de Clemente Rébora. Al día siguiente, el Osservatore Romano contextualizó las palabras del Papa y publicó la poesía El álamo, que forma parte del ciclo de sus Cantos de la enfermedad, escritos durante una larga convalecencia. El poeta ve el árbol, como explicaGian Mario Veneziano, «desde su habitación, estando en su cama» y lo ve vibrar «en el viento con todas sus hojas». He aquí el verso central citado por Bergoglio: «y el tronco se enraíza donde hay más verdad». La comparación del Papa es muy sugerente: el álamo de Rébora es como Europa, solo sabe tender hacia lo alto «por la solidez del tronco y la profundidad de las raíces que lo alimentan», y las «raíces se nutren de la verdad, que es el alimento, la linfa vital de toda sociedad que quiera ser auténticamente libre, humana y solidaria». También aquí vuelve a ser la belleza la que ofrece el arranque inmediato para una reflexión profunda. Nosotros, pueblos europeos, como el poeta, enfermos, viejos y cansados, miramos con trepidación y esperanza a ese árbol y su raíz «donde hay más verdad»...

Nueva ágora. Ante el Consejo de Europa el Papa quiso desarrollar aún más el juicio central que había proclamado con fuerza ante el Parlamento: frente al deterioro de la democracia, a causa de los “sistemas uniformadores”, hay otros dos desafíos, en cierto modo positivos, que abordar. El de la multipolaridad y el de la transversalidad. Europa ya no es el centro del mundo, pero debe afrontar «de modo original» esta situación de multipolaridad. Es el reto de «una armonía constructiva, libre de hegemonías», que no acepte la homologación que trata de destruir la originalidad cultural y religiosa de los pueblos. Hay además, dice el Papa, una «transversalidad», también intergeneracional, que afecta a todos los ámbitos y que debería ser una gran ocasión de diálogo. Bergoglio sueña con «una Europa dialogante, que sabe poner la transversalidad de opiniones y reflexiones al servicio de pueblos armónicamente unidos».
Así culmina su viaje europeo: con la invitación a una “nueva ágora”, a una nueva convivencia «en la que toda instancia civil y religiosa pueda confrontarse libremente con las otras, si bien en la distinción de ámbitos y en la diversidad de posiciones, animada exclusivamente por el deseo de la verdad y del bien común». Los cristianos tienen una tarea fundamental en la historia, también en la europea. No solo servir a la paz, la democracia y la verdad, sino ser la conciencia y la memoria histórica de la vieja Europa.


«El tronco se enraíza donde hay más verdad. Las raíces se nutren de la verdad, que es el alimento, la linfa vital de toda sociedad que quiera ser auténticamente libre, humana y solidaria. Además, la verdad apela a la conciencia, que es irreductible a los condicionamientos, y por tanto capaz de conocer su propia dignidad y estar abierta a lo absoluto, convirtiéndose en fuente de opciones fundamentales guiadas por la búsqueda del bien para los demás y para sí mismo, y la sede de una libertad responsable»
del discurso al Consejo de Europa

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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