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Huellas N.8, Septiembre 2014

VIDA DE CL / La biografía

Nuevos compañeros de camino

Davide Perillo

Un año de presentaciones, encuentros, historias bonitas, sorpresas… Alberto Savorana cuenta su gira por Italia. Y explica por qué personas de lo más distinto hablan de Giussani en presente y «quieren recorrer un tramo de camino juntos»

Un centenar de presentaciones realizadas. Otras cincuentas en la agenda. Echando cuentas, Alberto Savorana se ha encontrado con casi doscientas personas distintas, contando solo con los ponentes: obispos y periodistas, empresarios y profesores universitarios, políticos y humanidad variada. Todos se han medido con el libro que él ha recopilado: Vida de don Giussani.
El libro salió hace un año. La gira empezó casi enseguida y se llenó de episodios y encuentros que para Alberto suponen una sorpresa continua. «Empezando por algo previo, por lo que estoy muy agradecido a Carrón. Cuando, en julio de 2013, le entregué las pruebas finales, le dije que a esas alturas mi trabajo había acabado y quería desaparecer, para que quedara en primer plano simplemente la vida de don Giussani. No había acabado la frase cuando me llegaba la enésima corrección: “¡Que te lo has creído! No puedes sustraerte tan fácilmente. Sin ti este libro no existiría”. Y quizás leyendo en mi cara alguna señal de orgullo, añadió: “Mira que esta no es una valoración moral, sino un hecho. Por lo tanto, lo siento, no puedes evitar ir a contar qué ha significado para ti volver a encontrarte con Giussani a través del trabajo que has realizado para narrar su vida”».

¿Qué ha pasado en estos meses?
Mucho más de lo que imaginaba. Algo me imaginaba, visto el efecto que en mí había tenido el libro, pero no tanto.

¿En qué sentido?
No he encontrado ningún ponente que de alguna manera se haya distanciado. Al contrario, me impresiona el parangón tan serio que han llevado a cabo. En primer lugar, lo han leído. No se puede dar por descontado hablando de un libro de 1.350 páginas. Todos llevaban el libro repleto de post-it, marcapáginas, notas y apuntes. He visto a mucha gente que se ha sentido acompañada durante algunas semanas por Giussani. Luego, me sorprende que todos hablen de él en presente, utilizando esta forma verbal. Señal de que no están conmemorando a un difunto, sino encontrando a alguien que sigue vivo. Tercero: todos, cada cual a su manera, encuentran algún dato de la vida de Giussani, alguna preocupación, alguna expresión significativa, que tiene algo que ver con su vida de hoy. Se trata de empresarios, magistrados, sacerdotes… Casi sin quererlo, mientras leen, empiezan a tomar apuntes, porque don Giussani te interroga y te obliga a pensar en algo de ti mismo. No te deja impasible.

¿Algún ejemplo?
Giovanbattista Tona, magistrado antimafia, dijo: «Para hacer justicia me vuelve a la cabeza una afirmación de don Giussani: Cristo no vino para resolver los problemas de la justicia, sino para poner en el corazón del hombre esa condición sin la cual la justicia podría tener la misma raíz que la injusticia». Paolo Zaccarelli, responsable de recursos humanos de una gran Cooperativa de la Lega (ndt.: unión de las cooperativas de izquierdas), se detuvo admirado en «don Giussani [que] apuesta todo por la persona. Yo que, por trabajo, me ocupo de personas, formación, educación». O bien Luciano Violante, que fue Presidente de la Comisión Antimafia, que en Padua dijo que la frase que más se le ha quedado es esta: «La solución de los problemas que la vida plantea cada día “no llega afrontando directamente los problemas, sino profundizando en la naturaleza del sujeto que los afronta”. En otros términos, “el particular se resuelve profundizando en lo esencial”…». Y lo dice en cuanto antiguo comunista que apostó todo por la solución de los “problemas particulares”.

¿De dónde nace esta disponibilidad para ponerse en juego, no simplemente para debatir sobre un “tema cultural”?
De dos cosas. En primer lugar, son todas personas que tienen un sentido muy vivo de su humanidad, una percepción dramática de la condición humana. De allí, el interés, la curiosidad para interceptar cualquier sugerencia que tenga valor, una contribución positiva. Llama la atención que la encuentren en Giussani, después de años en que CL ha sido objeto, sobre todo en los medios, de campañas que ciertamente no eran a su favor.
En segundo lugar, esta disponibilidad se debe al giro que Carrón ha marcado con el artículo del 1 de mayo de 2012 publicado en La República, cuando ha retomado la naturaleza del carisma, sin obviar el juicio histórico sobre los posibles errores, traiciones o reducciones de estos años. De ahí ha surgido una apertura generalizada que, a pesar de las críticas dirigidas al movimiento con motivo de la implicación en los negocios y la política, no impide a nadie experimentar un impulso de curiosidad.

¿Lo dices porque alguien te lo ha dicho explícitamente?
Muchos. Desde Gianni Riotta, judío, periodista italiano, que relaciona la llegada de Carrón con «la necesidad de una reflexión sobre el origen del movimiento», al mismo Ezio Mauro, director de La República, que presentó el libro en Florencia. Tras recordar una serie de críticas que él y su periódico nos han hecho durante años, en un momento dado, se paró y dijo: «Pero hay que reconocer que hace dos años en mi periódico, Julián Carrón marcó un giro…». No es algo implícito.

Entablar un diálogo con tantos personajes distintos, ¿puede también ayudarnos a entender mejor qué significa ser una «presencia»?
Mira, para responder es preciso introducir otro dato: la manera en que muchas comunidades se han tomado en serio lo que dijo Carrón hace un año: «No estamos haciendo propaganda a nuestro fundador. Estamos dando a conocer un hecho presente». Es una ocasión para uno mismo. Esto se ve en el cuidado con que se organizan los actos, en el modo de elegir a los ponentes… que no son, en primer lugar, personas complacientes, sino figuras significativas de la propia ciudad, normalmente laicas, a veces ajenas a la misma experiencia cristiana. Casi nunca el planteamiento es «venga a presentar...», sino: «le dejo el libro, procure leerlo, luego me dice». Esto ha dado lugar a una serie de encuentros también con personas que parecían muy lejanas, incluso hostiles.

También aquí, ¿un ejemplo?
Piero Colaprico, columnista de La República, entre los más críticos con algunos casos políticos que se han relacionado con el movimiento. Acabó llevando a sus hijos a un colegio promovido por personas de CL. Ellos vuelven a casa muy contentos y a él le empiezan a entrar algunas dudas sobre el movimiento, que siempre se había imaginado como un centro de poder y de tráfico de influencias. Luego lee el libro, y dice: «Debo cambiar la imagen que tenía de don Giussani. No solo no busca el poder, sino que es el anti-poder. Está en contra de cualquier reducción de la experiencia cristiana». Y, ante la sorpresa general, cuenta “su” encuentro con Giussani. Sorprendente. Él también se ha comparado con lealtad con un texto, dejando que le cambiara en algo. Lo mismo hizo Antonio Ramenghi, director del diario Il Mattino di Padova, que empezó diciendo: «Quiero aclarar de antemano de qué parte estoy, soy de estricta observancia dossettiana (ndt.: Giuseppe Dossetti, 1913-1996, pasó desde la Acción Catolica al compromiso político en la Democracia Cristiana). Pero ahora os digo por qué sigo leyendo el libro; porque he descubierto que Giussani es un santo».

La elección de los ponentes indica una voluntad de jugar en campo abierto, preguntándose «cómo se puede vivir» en lugar de «quién tiene razón». Y quizás también una conciencia mayor de la experiencia que se vive...
Una presentación pública nos ha obligado de alguna manera a lo que el Papa nos reclama insistentemente, a ir a lo esencial. Para invitar a un “adversario” político o ideológico, debes estar seguro de que le estás proponiendo algo esencial para ti. No es una simple presentación de un libro, sino la propuesta de una experiencia que quieres compartir con ellos. Por este motivo quien viene a presentar el libro llega en cierto sentido desarmado. Sin tener el problema de mostrar sus críticas u observaciones polémicas para aclarar “de qué parte está”. Es un descubrimiento que le afecta a uno en primera persona. Por ello, alguien como Virginio Mérola, alcalde de Bolonia, delante de dos mil personas reunidas en la Plaza Mayor, se ha conmovido: «También para quien como yo no logra tener más certezas que la duda, es decisivo el modo de razonar de Giussani a partir de la experiencia concreta. Tenemos que custodiarlo en el corazón, para no rechazar la esperanza de que una vida feliz es posible. Seguimos buscándolo juntos, si me lo permitís». Algo estremecedor.

¿Y tú? Ante todos estos hechos, ¿qué te viene a la cabeza?
En Bolonia, por ejemplo, me conmoví mucho pensando en Giussani que, estando en Recanati para hablar de su amigo Leopardi, dijo que nunca habría imaginado que algo así pudiera suceder y que se sentía indigno de ello. Bueno, para mí ha sido lo mismo. No llego nunca a una presentación con un discurso hecho de antemano; procuro responder ante lo que sucede. Porque entiendo que algo está aconteciendo en ese momento. Ellos me ayudan a captar aspectos que se me habían escapado a pesar de haber escrito el libro, me hacen caer en la cuenta de ciertos episodios. Me permiten comprender mejor su valor. Pero, para dejarse sorprender por estas contribuciones, hay que aprender la misma apertura que vivía don Giussani. Porque también puede pasar que alguien se acerque al final del encuentro y te diga: «Vale, ha sido bonito. Pero tú no sabes quién es el que ha hablado, de dónde viene…».

¿Y tú qué le contestas?
Que no lo sé y no me interesa, porque yo me quedo con lo que allí he escuchado. Y allí esta persona me ha dado testimonio de la verdad. Igual que don Giussani, que cuenta: «Había chavales de catorce años que te hacían ciertas observaciones que te dejaban con la boca abierta. En ese momento yo era discípulo suyo y tomaba notas. Esa era mi autoridad». Si él aprendía de un chavalín de catorce años, ¿por qué yo no puedo aprender de un magistrado, de un alcalde o de un político? No necesito que haga autocrítica para dejarme tocar por lo que dice de verdadero.

¿Cuál es el episodio de la biografía de Giussani que impacta de manera más sorprendente a quien la lee?
Una cosa que veo que toca el corazón de muchísimos es el relato de ese punto de inflexión en su vida, de ese «hermoso día» en el que su profesor, Gaetano Corti, comenta el Prólogo de san Juan y él entiende que la profecía, que de alguna manera se había expresado en Leopardi, ya se había cumplido en Cristo mil ochocientos años antes. Llama mucho la atención el hecho de que para Giussani este fuera el inicio de una concepción dramática de la vida: en lugar de apagar sus preguntas, las avivó. La imagen que normalmente se tiene es que uno primero busca, luego encuentra la fe y en ese momento se acaba su búsqueda. Cuando cuento que desde entonces para él «el instante dejó de ser banal», que su búsqueda se avivó, esto sorprende mucho.

¿Quién manifestó esta sorpresa?
Joseph Weiler, por ejemplo. Al delinear «la filosofía educativa de don Giussani» hizo notar que para él la pregunta es más importante que la respuesta: Giussani conoce la respuesta, pero sabe de sobra que no basta repetir la palabra «Cristo». Debe ser respuesta a una pregunta real. A una urgencia. Solo cuando se siente la falta de algo vital puede uno advertir que la pretensión cristiana responde a esta falta. Dicho por un judío –que luego, obviamente, toma las distancias de la pretensión cristiana– es muy significativo. También el alcalde de Milán, Giuliano Pisapía, antiguo alumno del Berchet, cuenta que «le debo a Giussani haber descubierto el sentido de la solidaridad: lo aprendí yendo algunas veces a la caritativa, porque entendí que él nos invitaba a ir a la Bassa no solo para ayudar a los demás sino para crecer nosotros».

¿Cuál es el impacto del libro entre los jóvenes que nunca han conocido personalmente a don Giussani?
Pongo un ejemplo: un grupo de estudiantes de GS de Módena, durante el curso escolar se encuentran antes de empezar las clases para rezar el Angelus. Con ellos hay un adulto que, en un momento dado, propone: «¿Qué os parece si leemos todos los días una página de la Vida de don Giussani?». Empiezan, y siguen, siguen... Llegan las vacaciones y los chicos les dicen a sus profesores: «Queremos contar a todos lo que hemos descubierto». Deciden hacerlo en la plaza del pueblo de Canazei donde se celebran las vacaciones de GS. La verdad es que los chicos que van conociendo a don Giussani se sienten desafiados hasta el fondo de su humanidad e introducidos en una experiencia humana incomparable.

¿A qué se debe esta capacidad de Giussani de generar hoy?
A la guía de Julián Carrón. Me parece el dato más relevante. La experiencia que nos está proponiendo, en particular su manera de revivir la experiencia de don Giussani, de identificarse con sus preocupaciones, correcciones e insistencias, es la primera manera en que Carrón me ha quitado, a mí y a quienes organizan las presentaciones, cualquier tentación de una mirada nostálgica hacia el pasado. Porque es evidente que no basta con leer el libro para decir: «Vivo la misma experiencia». Esto puede suceder solo dentro de un hecho que acontece hoy. Sin esto, el libro se quedaría en una simple conmemoración.

¿Qué estás descubriendo tú, gracias a estas presentaciones?
Descubro que la experiencia de Giussani habla a todos y que está al alcance de cualquiera. No necesita de ninguna particular condición previa. Basta con tener un mínimo de humanidad para que algo de Giussani haga brecha en la razón y el corazón de quien lo lee. Es una de las demostraciones más claras de la famosa frase que Joseph Ratzinger pronunció en su funeral: «Giussani no vinculaba a la gente a sí mismo, sino a Cristo». Al vincular a Cristo, sigue generando hijos. Porque hace brotar el deseo de «revivir su misma experiencia».

¿La gente en la sala, el público? Cuéntame un hecho que te ha llamado la atención al final de un encuentro. Una reacción, un comentario...
Pasó en una ciudad del sur de Italia. Mientras hablaba, en mitad de la sala, a la izquierda, había una señora atentísima. En un momento dado, se conmovió claramente. Tenía los ojos húmedos. Me impactó. Al final vino a darme las gracias, y le dije: «Vi que estaba atentísima». Y ella: «Sí, sí, absolutamente. Fíjese que yo soy atea y jamás hubiera pensado venir aquí hoy. Pero mi hijo tiene un compañero de clase que frecuenta vuestro grupo y le invitó. Esta mañana, me dijo: “Mamá, hoy no puedo ir. ¿Por qué no vas tú en mi lugar?”. No sé por qué lo hice, pero vine. No sospechaba que encontraría algo así. Todo esto no puede ser una simple casualidad. Por eso quería darle las gracias». Por la noche, paseando por las callejuelas de la ciudad, nos volvimos a cruzar casualmente. Entonces le dije yo: «Esto tampoco es una casualidad».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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