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Huellas N.7, Julio/Agosto 2014

PRIMER PLANO / Rímini

Donde están esperando

a cargo de P. Bergamini, L. Fiore y S. Premat

«La Iglesia debe salir hacia las periferias existenciales». Esta sigue siendo la invitación del Papa Francisco. ¿Pero qué podemos descubrir yendo a estos “lugares” que no tienen fronteras ni geográficas ni otra naturaleza? ¿Y qué significa que el Destino se hace compañero del hombre? De esto se ocupará la nueva edición del evento de Rímini

Será el Meeting de las periferias. No solo las físicas, donde la pobreza endémica, las guerras y las continuas crisis que sacuden el mundo hacen que miles de personas vivan en una perenne precariedad. También las existenciales, igualmente queridas –desde siempre– por el Papa Francisco y más implícitas, más difíciles de indagar. Porque se encuentran allí donde el corazón del hombre se aleja de lo que anhela por naturaleza. Puede ser periferia un campus universitario en el corazón de EEUU, tanto como una favela argentina o una escuela en la estepa siberiana, como veréis en las siguientes páginas.
En Rímini, del 24 al 30 de agosto, se hablará de esto. ¿Qué permite al hombre vivir en cualquier parte, y buscar su camino hacia la felicidad y la plenitud en cualquier condición? ¿Qué es lo que le sostiene? ¿Por qué la primera gran ayuda puede ser la realidad paradójicamente dentro de las circunstancias tal como se dan? ¿Qué sucede cuando en las periferias sucede el cristianismo, este hecho imprevisible en el que el Destino se hace compañía?
Lo veremos en el Meeting. Podemos verlo en estas historias de periferia. Algunas también se narrarán en Rímini, otras no. Pero todas ayudan a entender por qué, como recordaba don Giussani, «el destino no ha dejado solo al hombre».


EEUU
«¿PERO TÚ QUÉ GANAS?»

Luca Fiore

Universidad de Maryland. A pocos kilómetros de Washington DC, no precisamente en el fin del mundo. Aunque aquí llega gente desde todos los rincones de la tierra. Por un extraño dinamismo, algunos la llaman melting pot, las periferias se unen en el centro, como los extremos de un pañuelo. Está el asiático, el latinoamericano, el africano, el árabe. Si sumamos este fenómeno a la secularización tan extendida, para los que siguen siendo cristianos la missio ad gentesno es algo que se da al otro lado de la Tierra sino aquí, en el campus.
Veamos a Camil, por ejemplo. Desde 2012 está haciendo un doctorado en Economía. Nació en Puerto Rico y trabaja con Ernest, un investigador de Costa de Marfil. Un día él le pregunta si está casada. «No, no estoy casada. Soy una Memor Domini». Ernest le pregunta qué significa eso y Camil le explica que ha decidido entregar su vida a Cristo. Él, que lleva sobre sus espaldas toda una vida dedicada a estudiar Economía, responde como un economista: «No es posible que tú hagas eso». «¿Por qué?». «Tienes que ganar algo, de otro modo no tendría sentido». «Gano que soy feliz». «Pero no puedes ser feliz. Sin una familia, sin marido e hijos. Yo soy africano y allí todos tienen hijos, incluso algunos curas…». Camil se da cuenta de que el diálogo se está enredando, así que le da la vuelta al discurso: «Perdóname, ¿pero te parece que yo no soy feliz?». «No, tú eres feliz, pero lo que dices es insostenible».

Durante una cena. Como Camil había previsto, la “noticia” se difunde rápidamente entre sus compañeros. Así que, durante una cena, el discurso sobre su opción de vida sale a relucir. Junto a Ernest están Adviye, una amiga turca, e Isaac, un indio con el que Camil no había hablado nunca. «¿Es cierto? ¿Qué son los Memores? ¿Por qué lo hacéis?», le preguntan. Camil se lo vuelve a explicar pero Ernest, que es musulmán, la interrumpe: «¿Pero tú sabes que vas en contra de la voluntad de Dios? Dios dijo “creced y multiplicaos”… Tú vas contra Dios y dices que lo haces en Su nombre». «Sí, pero eso es el Antiguo Testamento: luego vino Jesús». El costamarfileño da un puñetazo en la mesa: «¿Para esto ha servido que viniera? ¿Es Jesús quien empezó todo esto?». Los otros dos, oyendo estos discursos, están algo confusos. No tienen ni idea de lo que se está hablando. ¿Antiguo Testamento? ¿Nuevo Testamento? «¿De verdad la Biblia dice eso?». Isaac le pregunta entonces a Ernest: «¿Por qué crees que no se puede amar a Dios tanto como para entregarle la vida entera?». La pregunta queda abierta. Acaba la cena y los cuatro se despiden.
«Que el Destino no haya dejado solo al hombre significa para mí que Él está con nosotros y nos espera», explica Camil: «Él nos sale al encuentro allí donde estemos y hagamos lo que hagamos. Estos amigos míos pueden no saber dar nombre a lo que están buscando, pero Cristo se humilla y viene a buscarles a través de personas que Él elige. A través de mi carne, que ha puesto al lado de ellos. Dios busca el corazón del hombre. Ellos buscan una amistad y yo, en la relación con ellos, comprendo mejor qué es la Misericordia, porque me ayudan a ver la belleza que se le concede a mi vida».
Dos meses después, Isaac vuelve a buscar a Camil. Le confiesa que lleva años deseando crear un centro para ayudar a los pobres a ir a la escuela. «Lo único que sabía de mí era que había decidido entregar mi vida a Cristo. Probablemente ni siquiera había entendido lo que quiere decir. Porque cuando digo que soy católica, muchos no saben qué significa. Yo no sabía si era cristiano o no pero, entre todas las personas que conocía, vino a pedirme ayuda a mí».
Isaac se pone muy contento al conocer a los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, que ofrecen un servicio de ayuda al estudio en su parroquia de Washington. Camil y él empiezan a dar matemáticas a los chavales. «Nos hemos hecho amigos, y solo nos conocíamos de vista. Tuve que renunciar a ciertos compromisos para hacer este gesto con él. Estaba muy conmovida, pensaba: “Está casado, tiene hijos, pero desea una paternidad que vaya más allá de sus propios hijos biológicos…”». Pero lo que más impresiona a Camil es el encuentro de Isaac con uno de los sacerdotes de la parroquia.

«¿Es un obstáculo?». «Esta es una iglesia católica y los padres de los chicos piden que les eduquemos en la fe, no solo que les ayudemos con las matemáticas», le explica el sacerdote: «Por lo tanto, el momento de estudio comenzará con una oración. ¿Esto supone un problema para ti? ¿Es un obstáculo para que nos ayudes?». La respuesta les deja helados, tanto al sacerdote como a Camil: «Los chicos pertenecen a esta comunidad y yo no estoy en condiciones de ayudarles a crecer en vuestra fe. No, no me molesta, pero necesito que vosotros estéis preparados para hacer lo que yo no puedo».


SIBERIA
«SOLO LLEVO MI PROPIA VIDA»

Paola Bergamini

Al principio parecía una petición impensable: Memores Domini dispuestos a dar clase en la nueva escuela ortodoxa de Kemerovo, en Siberia, donde setenta años de comunismo han provocado la disgregación de la persona, como consecuencia del intento de eliminar el sentimiento religioso. Pero Dios nunca deja solo al hombre. Y esta es una historia de amistad y de estima donde Dios actúa más allá de cualquier proyecto humano. La misma dinámica que veremos en los encuentros del Meeting de Rímini. Sencillamente el testimonio de una compañía fiel que nunca nos abandona.

Nada “más adecuado”. En 2009 el metropolita Aristarch encargó a su colaborador, el padre Sergei, la tarea de dar vida a una escuela ortodoxa: para regenerar a la sociedad, hay que partir de la educación. El padre Sergei no sabía por dónde empezar. Pidió ayuda a sus dos amigos católicos, Ubaldo y Giampiero, sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos. Desde que se conocieron en Novosibirsk, la relación con ellos se había convertido para él en una amistad fundamental. Le dijeron: vete a ver La Traccia, la escuela gestionada por algunos amigos del movimiento en Bérgamo. No se lo pensó dos veces y embarcó hacia Italia. La experiencia educativa que vio le llamó mucho la atención. Eso era lo que buscaba. Comenzó así una relación de afecto y colaboración con Franco Nembrini, director de La Traccia, que empezó a visitar asiduamente Kemerovo (v. Huellas, octubre 2013), donde la escuela abrió sus puertas en septiembre de 2009. Pero no era suficiente. Hacía falta una presencia estable para sostener la obra educativa. El padre Sergei habló entonces con el Metropolita, que se fió de su propuesta y escribió a Carrón. Así empezó todo.
María Rosa, después de dieciséis años dando clase en la universidad de Novosibirsk, volvió a Italia en 2007. A sus 53 años pensaba que su etapa rusa había terminado. En el retiro de los Memores Domini de 2011 llegó la propuesta. Aceptó. Con ella está Beatrice, que hasta mayo de ese año había dado clase de italiano en la Universidad Pedagógica de Novosibirsk. En septiembre se ven catapultadas al limbo siberiano para enseñar italiano a chavales de 6 a 17 años, la mayoría con situaciones familiares devastadoras. Cuenta Beatrice: «Para mí, una cosa está clara: estoy ahí para servir a ese lugar. Siendo católica en un ambiente ortodoxo, solo llevo mi propia vida, la mirada con la que yo he sido mirada. No algo “más adecuado” que enseñar. Colaboro en esta obra con mi experiencia, con mi historia». Continúa María Rosa: «Al principio, tener que dar clase a chavales de enseñanzas medias con un número reducido de alumnos no era fácil, he tenido que despojarme de muchas cosas para llegar a lo esencial. Servir mediante nuestro trabajo a un designio más grande que nosotras».
Durante dos años iban y venían de Novosibirsk, alojándose cinco días a la semana en un apartamento facilitado por la Curia ortodoxa. En 2012 el padre Sergei hizo otra petición: un profesor de inglés. La solicitud llegó hasta Milán, a Francesca, que se acababa de graduar en Idiomas en la Católica. Y aceptó. Lo recuerda así: «Era una oportunidad interesante. Una bonita apuesta». Se instaló con una compañera francesa en un apartamento no muy lejos de la casa de las Memores, que acababa de abrirse. El primer año no fue fácil para ella. «Nadie me había pedido que viniera y yo me preguntaba: ¿qué hago aquí? ¿Cómo puedo ayudar yo a esta escuela a comprender su vocación educativa? Preguntas inútiles». Este año, en la fiesta de inicio de curso, el arzobispo les entregó a ella, a Beatrice y a María Rosa un pergamino. Dice así: «Yo Metropolita doy este reconocimiento a Francesca por sus esfuerzos sinceros al servicio de la Santa Iglesia». Desde aquel momento todo cambió: «Fue como si Jesús me hubiera dicho: “Me alegro de que estés ahí y estás ahí porque Yo te he puesto, aunque a ti te parezca que no haces nada”. Fue un gran regalo. Estoy aquí para profundizar en mi relación con Cristo, y eso ayuda a la escuela».

Después de un viaje. En 2013 se suma al grupo Ekaterina, de la casa de Moscú. «Después de acompañar a Nembrini durante un viaje a Kemerovo, di mi disponibilidad. Pero la mía era una situación un tanto anómala: ortodoxa y perteneciente a los Memores Domini. No quería crear escándalo. Escribí al metropolita Aristarch pidiéndole su parecer. La respuesta fue clara: ningún problema. De hecho estaba muy contento».
La vida se juega por entero entre las paredes de esta escuela, donde los padres envían a sus hijos, en algunos casos, porque les atrae una educación cristiana aunque ellos no sean practicantes y, en la mayoría de los casos, porque «es pequeña, por tanto les siguen de cerca, hay un buen nivel de conocimientos». Nada más. Pero los chicos perciben un acento distinto, y preguntan. Durante tres semanas, una alumna de Ekaterina le preguntaba: «¿Pero tú eres feliz?». María Rosa leyó, traduciéndolo con sus alumnos, el poema Antes del viaje de Montale. Se detuvieron en el verso que dice: «Un imprevisto es la única esperanza». «Profe, ¿dónde está la esperanza cuando en la vida se han cometido muchos errores?». Un acento que captan en la relación entre el padre Sergei y esas cuatro profesoras. «Lo que educa a los chicos es ver la unidad que hay entre nosotros. Eso les ayuda a crecer», insiste el sacerdote ortodoxo. «Por eso», explica Ekaterina, «aunque no estemos siempre en la escuela, cuando hay alguna cuestión importante con los chavales, les pido que estén conmigo en clase». Es una amistad que afecta a los 360 grados de la vida. Por Pascua le sugirieron que invitara a los padres de la escuela a la liturgia de su parroquia. Aceptó y después algunos se quedaron a tomar el té. «No deja pasar ninguna provocación». La partida siempre está abierta.


ARGENTINA
PADRE CHARLY: «SOY YO QUIEN LES NECESITA»

Silvina Premat

Viven en los bordes de la ciudad. A orillas de un riachuelo putrefacto y nocivo, a peligrosísimos centímetros de las vías ferroviarias, encima de un basural o de un pantano convertido en una villa miseria. En espacios de la ciudad de Buenos Aires que nadie aprecia o apreciaba hasta que algunas familias sin techo se instalaron allí. Eligieron vivir donde otros se quedan porque no tienen adonde ir. Ninguno de ellos nació ni creció allí donde están contentos de estar. Por las callejuelas y pasillos de la villa se distinguen de los demás vecinos sólo por el clergyman en el cuello de su camisa y porque por donde pasan los saludan a todos llamándolos simplemente “padre”.
Son los “curas villeros” del equipo a los que el ex arzobispo porteño, Jorge Bergoglio, apoyó y acompañó como a ninguna otra realidad pastoral de la arquidiócesis de Buenos Aires. Uno de ellos, Carlos Olivero, participará en el Meeting 2014 y contará cómo experimenta que el destino no ha dejado sólo al hombre, tampoco en medio de la miseria material y existencial extrema.

Desproporción. «Tanto el obrar como el pensamiento y espiritualidad del equipo de sacerdotes para las villas de la Ciudad de Buenos Aires está atravesado por el reconocimiento de la presencia de Dios en medio del pueblo, entre los más pobres, en los sectores no centrales, periféricos», dijo a Huellas el padre Charly, como lo conocen todos. Tiene 38 años de edad y más de una década viviendo entre los más de 50.000 vecinos de la Villa 21-24, en el barrio de Barracas; la misma villa en la que el padre José María “Pepe” Di Paola desplegó una gran obra religiosa y social y de la que se tuvo que ir por las presiones de los narcotraficantes.
Desde sus comienzos en la Villa 21-24 el padre Pepe contó con la ayuda de Charly, que por entonces era un inquieto seminarista. «Estando en el seminario en 2001, sentía una cierta inadecuación entre la vocación a la totalidad y la realidad eclesial del seminario como algo muy chico y cerrado. Quería irme a vivir a la parroquia de Pepe. Creía que no podía seguir en el seminario y justo Bergoglio llegó con la idea de hacer planes especiales. Me autorizó a vivir en la Villa y asistir a las clases del Seminario. Fuí, y una vez que vas a la villa, no te podés ir», cuenta.

El punto de partida. Charly vio crecer a muchos de los adolescentes que hoy se drogan escondidos o a la vista de todos. A algunos los tuvo de alumnos en el catecismo. Sufre el dolor de un padre biológico cuando uno de esos “hijos” suyos cede a la oferta de dinero fácil que promete la actividad delictiva; y más todavía cuando alguno decide quitarse la vida al percibirse en un camino sin salida ni sentido. Ve con tristeza cómo una abuela decide vender droga para poder mantener a sus nietos, abandonados por sus padres…Pero también goza cuando un padre de familia lo llama para contarle que una hija encontró trabajo o celebra el casamiento de dos jóvenes recuperados de la adicción a las drogas o cuando un joven integrante de la murga de la parroquia pide tomar la primera comunión.
Frente al título del Meeting de este año se siente cómodo. «Desde el poder se plantea un mundo individualista, de soledad, distinto al que se vive en los sectores populares. La vivencia de la fe en los sectores populares pone de manifiesto valores, como la hospitalidad, el sentido de fiesta u otros que son valores cristianos, mucho más humanos que la comodidad que plantea la sociedad moderna. Pensar que el destino no dejó solo al hombre, sobre todo a los que están mas postergados, es creer en que los más pobres son el deposito de una revelación particular de Dios y que la respuesta es el tejido comunitario».
El reconocimiento de la presencia de Dios en los pobres es, según Olivero, el «punto de partida de todo» Por eso repite, como el Papa, que «el pobre no es alguien a quien solo hay que ayudar sino también alguien de quien aprender y con quien entrar en comunión. Este es el fundamento de la confianza entre nosotros». Charly admite que aprendió esto “con sangre” cuando en 2009 abrieron la primera granja en la que adictos al Paco (pasta base de cocaína) pasaban unos meses de desintoxicación y trabajo sobre sí mismos.

La piedra angular. Por distintas circunstancias se encontró solo con seis adictos. «Ahí me di cuenta que el control era una ilusión. Yo no podía controlar a esos pibes; fácilmente podrían engañarme si querían hacerlo. No podía apostar a mi capacidad de control y aposté a la elección que esos chicos habían hecho al aceptar ir a la granja. Ese fue el primer aprendizaje: elegir entre el control y la confianza. El control genera desconfianza en quien se siente controlado; la confianza es un camino más lento, pero los pasos que van dando los chicos son elegidos y abrazados. Comprendí eso en el tiempo y a fuerza de estar sin pretender imponer mi mirada. Es muy lindo aprender un amor que no pretende atrapar al otro sino que durante mucho tiempo es un amor crucificado, paciente, que permanece y da unos frutos lindísimos».
Entre esos frutos se cuenta el éxito en la recuperación de adictos del programa creado a instancias de Di Paola con el nombre de la obra del santo chileno Alberto Hurtado, “Hogar de Cristo”. Hoy ese programa tiene centros de día en cuatro villas miseria y tres granjas en la provincia de Buenos Aires y está siendo replicado en otras diócesis argentinas y en organismos estatales. Plantea la figura del centro barrial en el que toda la comunidad está involucrada. También son protagonistas de la recuperación de otros los que acaban de dejar el consumo de drogas.
Como en las demás realidades pastorales de la parroquia se propone a los jóvenes ser protagonistas de su propio cambio y del de sus vecinos. «La cuestión está ahí: la piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular», afirma Charly quien considera que «lo más rico» que ellos ofrecen es la posibilidad de «hacer comunidad» con los más frágiles mediante relaciones horizontales diferentes a las jerárquicas que se dan en instituciones como un hospital o lugares donde hay alguien que tiene la cura y el otro la enfermedad, uno el problema y otro la solución. «Yo no ayudo a nadie. En todo caso yo necesito a estos pibes porque son mi familia y porque también soy vulnerable. La fragilidad de ellos y la mía nos hace hermanos».
(ha colaborado Víctor Primc)


MEETING RÍMINI 2014
24-30 agosto
Hacia las periferias del mundo y de la existencia. El destino no ha dejado solo al hombre

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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