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Huellas N.6, Junio 2014

MUNDO / Nigeria en el punto de mira

¿De quién tiene miedo Boko Haram?

Michele Farina

Trescientas jóvenes secuestradas y forzadas a convertirse al islam. Bombas, muerte, venganza... El país más grande y rico de África vuelve a encontrarse asediado por los terroristas. Una lucha por el poder y por el petróleo. Rabia y Zainab se juegan la vida porque de mayores quieren ser médicos y sus familias por mandarlas a la escuela. En el punto de mira la educación

Rabia Mura tiene 16 años y los terroristas de Boko Haram que se dedican a secuestrar y matar a los estudiantes no le hicieron cambiar de idea: «Un día seré doctora en un hospital, este país nos necesita si quiere desarrollarse y curarse». Rabia estudia en la escula secundaria Maitama Sule de Kano, la ciudad más grande de Nigeria septentrional (dos millones y medio de habitantes), la segunda del país después de la gigantesca Lagos, con 11 millones de habitantes. Cuatrocientas chicas y 40 chicos, musulmanes y cristianos, estudian codo con codo, pupitre con pupitre, desafiando a Boko Haram y a su prohibición de ir a clase.
Algo que no puede darse por descontado, después del caso de las más de trescientas chicas de Chibok de entre 16 y 18 años secuestradas a mediados de abril la noche previa a los exámenes. Desde entonces, en muchas escuelas del país han aumentado las medidas de seguridad. Pero eso no hace menos heroicos los propósitos de chicas como Rabia y de sus familias, que a pesar de todo siguen llevando a clase a sus hijos todas las mañanas, adonde pueden.
Desde hace un año, con la instauración del estado de emergencia en el noreste de Nigeria, las ciudades de la zona se han militarizado. Pero nadie puede considerarse a salvo. Hasta los grandes centros como Kano siguen atenazados por el miedo: un domingo de mediados de mayo un kamikaze hizo estallar un coche bomba en el barrio cristiano de Sabon Gari, entre los bares y restaurantes de Gold Coast Street.

Cicatrices. Restaurantes, escuelas, lugares de culto: por todas partes encuentras las cicatrices causadas por el grupo de extremistas musulmanes que propugna la creación de un estado islámico regulado por una rígida interpretación de la sharía (que ya es la ley fundamental en 12 estados del norte). «A los 12 años las niñas deben casarse en vez de ir a la escuela», ha sentenciado el líder del grupo, Abubakar Shekau, explicando el secuestro masivo de Chibok. Los padres y profesores de Rabia y de sus compañeros también han sentido cómo se encogía su corazón, igual que los millones de personas en todo el mundo que se han adherido a la campaña “Bring back our girls” (devolvednos a nuestras niñas). Rabia también conoce el terror. En un solo día en Kano, en 2012, los “talibanes nigerianos” causaron 185 muertes. Un recuerdo indeleble. El director de la Maitama Sule Academy, Martin Felix, 46 años, habla de su hija de siete años: «Aún hoy, cuando oye un ruido fuerte, me llama aterrorizada: “Papá, las bombas”».
En Kano también la catedral de Nuestra Señora de Fátima está cercada con alambre y, para entrar, los fieles deben pasar por el detector de metales. Son iglesias asediadas, pero también iglesias que florecen: los católicos en África han crecido un 21% entre 2005 y 2010. Las ordenaciones de sacerdotes han aumentado un 16%. Nigeria, Ghana y la República Democrática del Congo cuentan con el mayor número de fieles. En Nigeria, el país más poblado del continente, los cristianos son más de 70 millones, casi la mitad de la población. La mayoría vive en el sur: en la iglesia católica de Cristo Rey en Lagos, todos los domingos se celebran seis misas con un total de diez mil personas, y los sábados se bautizan hasta cien niños a la vez.
Iglesias que florecen, pero también iglesias que arden: según datos de la Conferencia Episcopal Nigeriana, al menos 700 iglesias han sufrido ataques desde 2007. En el pueblo de Wada Chakawa, en el estado de Adamawa, después del enésimo bombardeo el pasado mes de enero, un superviviente declaraba a los periodistas: «Han matado a mi hermano como se degüella a un cordero. Han quemado nuestras casas, no nos queda otra opción que abandonar el pueblo». Junto a aquel hombre desesperado había una mujer enmudecida, que además de las palabras lo había perdido casi todo en ese atentado en la iglesia: su marido, su hijo. Le quedaba una promesa de vida en su vientre, un hijo al que criar, ¿pero dónde?
De las más de cuatro mil víctimas causadas por Boko Haram desde 2009, casi una cuarta parte son cristianos. Un porcentaje especialmente alto, teniendo en cuenta que en el norte la mayoría es musulmana. En los tres estados más golpeados, Borno, Yobe y Adamawa, los musulmanes constituyen más del 80 por ciento de la población. Pero hay pueblos enteros de mayoría cristiana, y otros muchos “mixtos” (o al menos los había, antes de quedar arrasados por los terroristas). Gran parte de las estudiantes secuestradas en Chibok, en el estado de Borno, han nacido en familias cristianas. En un video, Shekau afirma con desprecio: «Puesto que os preocupáis tanto por su liberación, hemos pensado hacerlo nosotros. ¿Cómo? Convirtiéndolas al islam».
El éxodo de cristianos del infierno de Boko Haram no capta muchos seguidores en Twitter. Si Chibok se ha hecho tristemente famoso en el mundo, pocos han oído hablar alguna vez de la pequeña ciudad de Gashua en la frontera entre Nigeria y Níger. Pocas letras de diferencia, pero un abismo en realidad. En los tres últimos años, casi toda la minoría católica se ha marchado. Unos porque han muerto, otros porque han huido. De aquellas tres mil almas han quedado menos de 200. El padre John Bakeni, 38 años, ha relatado al periódico británico Daily Telegraph su dura experiencia en la parroquia de San José. «No pasaba una noche sin que alguien tirara desde el otro lado del muro la cabeza de un animal muerto como signo de advertencia. A veces venían a llamar a la puerta: “Infieles, marchaos u os mataremos a todos”».

El éxodo. Puede parecer un mal menor en comparación con las atrocidades cometidas por Boko Haram, pero el relato del padre Bakeni refleja una situación durísima, un terreno de cultivo para la violencia. Los autores de estas amenazas son los chavales de los almajiri, las madrazas (escuelas coránicas) locales, a los que se les obliga a mendigar durante dos años por las calles. El propósito de este vagabundeo forzoso consistiría en fortificar sus almas y hacer entender a los pequeños qué significa ser pobres. Una prueba inútil en una tierra donde el 80 por ciento de las personas viven con menos de un dólar al día, y que termina por convertir a estos niños mendigos en una presa fácil para los reclutadores de Boko Haram. En cualquier caso, el padre Bakeni tiene mucho cuidado de no señalar con el dedo al islam en cuanto tal: «Es cierto que los cristianos están en el punto de mira, pero los musulmanes también son víctimas del extremismo».
Y no sólo eso. Nigeria está entre los países más corruptos del mundo. Las regiones del norte no gozan de los frutos del boom petrolífero que ha inundado el sur, provocando grandes desigualdades y atrasos: la primera economía del continente produce menos energía eléctrica que la deshabitada Dakota del Norte o, con igual población, Bangladesh (país musulmán en crecimiento que, mira tú por dónde, ha apostado por la educación femenina más que el devastado Pakistán, del que se separó hace más de medio siglo).

Prioridad. A propósito de escuela: la educación no es ciertamente una de las prioridades del gobierno del presidente Goodluck Jonathan. Las niñas en edad escolar que no reciben la educación adecuada en Nigeria son cerca de 4,5 millones. Y Boko Haram no es el responsable principal, aunque hace todo lo posible para serlo. En Maiduguri, capital del Borno y cuna de este movimiento nacido en 2002, la Future Prowess Islamic Foundation ofrece educación y desayuno gratuito a 110 huérfanos que han perdido a uno o a sus dos padres a manos de los extremistas. Como los hijos de Habiba, 26 años, y Abdullahi, que trabajaba como mecánico. O los de Aisha y Mohammed, que era policía. En Maiduguri, después de lo sucedido en Chibok, en el Government Girls College la directora Hauwa Musa Gwoma reunió a las más de dos mil alumnas y les explicó que las medidas de seguridad iban a aumentar (10 guardas en las puertas sirven por lo menos para que no se sientan abandonadas). Zainab Abdu-jiibr, 18 años, le contaba a Christina Lamb del Sunday Times: «Quiero ser cirujana. Tenemos miedo, pero estamos decididas. Sabemos que educar a un hombre quiere decir educar a una persona, y educar a una mujer quiere decir educar a una nación».
El secreto está a veces en las frases hechas. El obispo Charles Hammawa, al teléfono desde Jalingo, explica con voz tranquila que «los cristianos de Nigeria no abandonan el camino de la esperanza». Y añade: «Hay que hacer todo lo posible para que los chicos y chicas puedan seguir yendo a clase. La colaboración entre cristianos y musulmanes sobre este tema es crucial. El caso de las estudiantes de Chibok puede suponer un freno, el gobierno debe garantizar a las familias que las escuelas son un lugar seguro».
El problema no es solo Boko Haram. Como recuerda la poetisa y profesora Lola Shoneyin, hay estados como Zamfara donde sólo el 5% de las niñas de 5 a 16 años sabe leer y escribir. Zamfara ha sido el primero de los estados del norte en introducir la sharía. Durante ocho años ha estado dirigido por un gobernador, Ahmed Yerima, que una vez convertido en senador reemplazó a su cuarta esposa (que ya era una adolescente) por una egipcia de trece años. La ceremonia se celebró en la mezquita central de Abuya, con muchos senadores entre los invitados y ninguna protesta internacional. Bring back that girl...

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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