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Huellas N.5, Mayo 2014

MEETING 2014 / Espectáculos

En lo alto, sobre la cuerda floja

Maurizio Vitali

La cita de Rímini se abrirá con una suite musical dedicada a La strada, una de las películas preferidas del Papa Francisco, de la que se cumplen sesenta años. En esta entrevista, la sobrina de FEDERICO FELLINI nos habla de su tío a través de los ojos de niña de Gelsomina y el amor del Loco. En la periferia humana de los vagabundos y saltimbanquis, la felicidad está en que «hemos sido creados, nosotros, las flores, las piedras, todo»

Un homenaje a Federico Fellini abrirá el Meeting 2014. Será el espectáculo inaugural de la trigésimo quinta edición de esta cita en Rímini: una suite musical de Nino Rota tomada de la banda sonora de La strada, obra maestra rodada hace justo sesenta años (en 1954), que recibió el Oscar en 1957 y que gozó de gran cantidad de prestigiosos reconocimientos. A lo largo del camino se entrelazan las historias de los tres protagonistas: Gelsomina (Giulietta Masina), la apertura original del niño hacia la realidad; Zampanó (Anthony Quinn), un saltimbanqui gitano, la cruda brutalidad del animal; y “El Loco” (Richard Basehart), el acróbata, el sentido de la vida que pende de una cuerda floja y que parece locura.
La trama merecería ser tratada con más detalle, pero aquí solo veremos que Gelsomina ha sido vendida a Zampanó por su madre, viuda y pobre, y que le sigue aunque él la trata como un perro; luego el encuentro con el Loco, cuando ya, sintiéndose nada, querría morir, que le hace entender que hasta un guijarro tiene sentido, y por tanto su vida también; la muerte accidental del Loco en manos de Zampanó la hace enloquecer de dolor y Zampanó la abandona, dejándole la trompeta con la que tocará el tema central del film. Años más tarde, Zampanó tendrá noticias de la muerte de Gelsomina y entonces llorará desconsoladamente, postrado en tierra a la orilla del mar, con sus manos desesperadas por aferrar la arena.
Entrevistamos a Francesca Fabbri Fellini vía skype. El icono que aparece en su perfil es el de un tigre, no duda en definirse como una luchadora: se entiende que por la buena causa de su tío Chicco. Ella es «la única heredera por ADN», hija de la hermana del cineasta, Maria Maddalena, con un código genético que posee el 75% del ADN de la estirpe del Maestro. «Lo que me hace sentir aún más honrada y responsable».

¿Por qué siente la necesidad de luchar?
Para impedir el uso equivocado que se intenta hacer de Fellini. Y sobre todo para darlo a conocer a los jóvenes. El mío es un camino (por algo hablamos de La strada) lleno de encuentros preciosos y enriquecedores, por ejemplo los que acabo de tener en Roma, donde bailarines muy jóvenes procedentes de todas partes de Italia han ido para narrar a Fellini con sus coreografías y danzas. Criaturas de hasta 7-8 años se habían documentado con la guía de sus maestros y habían visto La strada como si fuera una hermosa fábula.

¿Cómo es posible un encuentro tan inmediato y sencillo entre Fellini y chavales tan jóvenes?
La strada es un film que habla solo con las imágenes, los primeros planos, los gestos y las miradas de los tres personajes principales. Los chavales captan esta comunicación a su nivel. Además, como dice un viejo adagio, la danza empieza donde la palabra se detiene.

¿A qué edad la vio usted por primera vez?
A los ocho años.

Igual que estos chavales de los que nos habla…
Sí. La vi en televisión, en casa, con mis padres. Luego, después de que mi madre me llevara a la cama y me diera el beso de las buenas noches, me eché a llorar con la cabeza escondida debajo de la almohada. Estaba muy afligida por la muerte del Loco, que me había fascinado por su poesía. El Loco es un Soñador, como yo. Un loco que no sabe tratar con la violencia de Zampanó, se burla de él desmesuradamente y termina dejándose la vida.

¿Quién era para usted el tío Federico en aquella época?
El primer “encuentro” fue en mi Bautismo, él era mi padrino y la tía Giulietta mi madrina. Mis primeros recuerdos de él son como un compañero de juegos. Nací después de 12 años de matrimonio y era pelirroja: me llamaba bamboccia y me decía que tenía moho por haber tardado tanto en nacer. Cuando venía a Rímini solía llevarme a una antigua tienda de juguetes: pistas para coches, muñecos acróbatas, globos… Nos divertíamos juntos y él tenía mucha imaginación. También me dibujaba. Tengo mucho cariño a un dibujo donde me representó con la trenza roja, la nariz chata, una capa azul que me había regalado él, y con paso militar.

¿Y cuando usted se hizo mayor?
A los 19 años me mudé a Roma, donde viví 23 años, trabajando como periodista. Fue el tío Federico quien me desaconsejó la carrera de actriz: «Súbete a la mesa y recita, canta», me decía. «¿No? Entonces no tienes que hacerlo. Tú tienes curiosidad, estás abierta a encontrarte con todos: te aconsejo que seas periodista. Estudia idiomas y aprende a usar el ordenador». También en esto era un adelantado.

¿Qué es lo que más aprendió de la relación con él?
La humildad. Con cinco Oscar, era el cineasta más premiado y famoso del mundo; pero trataba a todos, incluso a la persona más modesta, como si fuera la más importante para él.

Volviendo a La strada, allí hasta una cosa aparentemente insignificante como un guijarro de piedra para el Loco tiene su valor.
Esa es una escena decisiva de la película, donde el Loco le explica a Gelsomina que si esa piedra está ahí, en su sitio, tiene un sentido y por tanto, ¡vaya si tiene un significado estar en el mundo! Aquí emerge el sentimiento religioso de Federico, la clave que da sentido a toda la película. El Loco sabía que podía enamorarse de Gelsomina, y que ella se estaba enamorando de él, pero le dice: mira que ese, Zampanó, sin ti no puede existir, te necesita. Es decir, le indica un objetivo, un sentido para su vida. El Loco tiene los pies sobre la tierra porque tiene esta conciencia; al mismo tiempo tiene los pies en el aire porque su vida pende de una cuerda floja tendida a muchos metros de altura. Vive intensamente cada día, arriesgando.

El Loco… y el clown. Gelsomina, sus ojos abiertos de par en par, como los de un niño que contempla encantado todas las cosas que ve y que siente como un don deseable, sus ganas de bailar, su embeleso ante el sonido de la trompeta… Parece que todo eso forma parte de su papel de clown.
A Federico le fascinaba el clown blanco, el que no se pinta la nariz de rojo, el que llora. Gelsomina lleva dentro una profunda tristeza, en el fondo su madre la vendió a un vagabundo energúmeno. Pero del fondo de esa tristeza emerge otra cosa: ella vive y razona, cuida las cosas y aprende. Las monjas de un convento, al ver a esta criatura tan frágil, le ofrecen hospitalidad, pero ella la rechaza: «Yo soy la que hace la comida a Zampanó, la que hace los espectáculos…». Gelsomina descubre poco a poco su importancia dentro del motocarro de Zampanó: por eso dice no a las monjas y a esa brizna de paz posible.

¿Y Zampanó? Parece que no le queda nada de humanidad, pero al final…
El final es una de las escenas más fuertes del film. Cuando Zampanó oye a la mujer que canta la melodía de Gelsomina y comprende así que ella ha muerto, entonces se da cuenta de todo el mal que ha causado a esa dulce criatura. No hay palabras, solo imágenes de una potencia extraordinaria que lo dicen todo: la patada al bidón, el llanto, las manos que se hunden en la arena…

El Papa Bergoglio ha dicho que La strada es la película de su vida, y que nos remite a san Francisco.
Yo pienso en san Francisco como alguien que recorrió un largo camino, caminó y encontró, dejando una profunda huella. A diferencia de otros que eran mucho más… ¿cómo decir?

¿Sedentarios?
Eso es, «sedentarios». Francisco no. Se despojó de todo lo que tenía, se hizo caminante, ciudadano de la vida, del camino, y lo recorrió manteniendo un diálogo con el sol, con la luna, con los animales, con las flores… Como el guijarro de piedra de nuestra película. Su viaje nos lo recuerdan Gelsomina, Zampanó, el Loco: no tienen nada, no tienen casa ni riquezas, solo unos trapos y su espectáculo.

La strada como camino de la vida, y los tres protagonistas como las dimensiones de lo humano, o podríamos decir «periferias de lo humano», como dice el lema del Meeting.
Cierto. El dinero, el tener, no te lleva muy lejos. No está allí la felicidad, el significado no está determinado por la riqueza o la posesión, sino por el hecho de que hemos sido creados, nosotros, las flores, las piedras, todo. Zampanó y Gelsomina viajan, ¿y dónde paran? En una modesta fiesta de boda en el campo. O donde las monjas, en un convento perdido. En un pueblo a desmano. Todas periferias. El circo, la carpa, es una periferia.

¿Ha estado más veces en el Meeting?
Sí, como espectadora. Siempre me ha gustado la posibilidad de elegir los encuentros y escuchar a personalidades muy interesantes.

¿Qué espera de la edición de este año?
Espero que el mayor número posible de jóvenes se enamoren, gracias a este espectáculo, de las grandes obras maestras y de la belleza que contienen, que les den ganas de ver algo hermoso y rico en mensaje. A los chicos les hace bien conocer estas cosas. No para decir que el pasado fue mejor que el presente, sino para que aprendan a ser diferentes respecto a la homologación con lo que está de moda, a salir del rebaño, de la uniformidad general. En Ginger y Fred, en la escena del ensayo del baile, Giulietta le dice a Mastroianni: «Esta noche tendremos cientos de espectadores, el teatro lleno…». «¿Y sabes qué les voy a decir?», responde Marcello: «¡Bo-rre-ga-zos!».


ARENA PARA EL MUNDO ENTERO

El gran escenario del Auditorio del Meeting acogerá la noche del 26 de agosto a la Orquesta filarmónica armenia (fundada en 1925, con más de 40 CD a sus espaldas), dirigida por el maestro Eduard Topchjan. Gracias a la violinista Anush Nikoghosyan, presentará un repertorio de obras tradicionales de compositores tanto armenios como internacionales.
El viernes 29 será el turno de la música folk y celta del grupo De Danann. La mejor versión de todos los tiempos será el título de la velada, que anuncia una gran fiesta final gracias al violín de Franke Gavin, uno de los fundadores de la banda, famoso por su virtuosismo y su rapidez de ejecución, la voz de Michelle Lally, el acordeón de Bary Brady, de los Co.Roscommon, y el bajo de Paul O’Drisceoil.
Este año dentro del recinto ferial, en el pabellón D7, se instalará un espacio íntegramente dedicado a espectáculos. Se trata de un imponente Arena donde ofrecerán su contribución artística invitados procedentes de África, el Lejano Oriente, Europa del Este y las periferias italianas. Un nuevo espacio para una implicación directa entre el público y los artistas. Precisamente este International Arena acogerá el lunes 25 y el martes 26 de agosto a los Naftsi Africa Acrobats, un grupo de acróbatas keniatas que mediante pirámides humanas, saltos y acrobacias narrarán la vida de una pequeña tribu africana que construye una escalera hacia el cielo para descubrir qué hay al otro lado de las nubes.
La Opera Fratel Ettore vuelve este año al Meeting con una nueva propuesta titulada Sabatino, donde, a través de materiales sencillos como el papel maché, mostrarán sus habilidades las personas a las que acogen (International Arena, miércoles 27 y jueves 28).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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