Va al contenido

Huellas N.5, Mayo 2014

PRIMER PLANO / Europeas 2014

¿Quién puede reconstruir Europa?

a cargo de Luca Fiore y Alessandra Stoppa

El 25 de mayo votamos al Parlamento Europeo. ¿Es un esfuerzo inútil, como piensan muchos, o vale la pena implicarse? Se lo hemos preguntado a algunas personalidades europeas, que se han confrontado con el documento de CL. Aquí están sus respuestas

Veintiocho países, 500 millones de habitantes, más de 300 millones de electores. Las elecciones de finales de este mes (entre el 22 y el 25 de mayo, dependiendo de los países) son las más grandes del mundo, a excepción de la India. Pero son sobre todo una ocasión para reflexionar sobre muchos aspectos del contexto en que vivimos. Sin quedar atascados en simplificaciones o, peor aún, sin enrolarnos en las filas de uno u otro bando, euroescépticos contra europeístas.

La Unión Europea, tal y como es, funciona poco. Ha perdido por el camino muchos de los ideales que la hicieron nacer. Ha dejado que se secara el terreno en el que hundían sus raíces aquellos ideales, el primero de todos el cristianismo. Ha reducido su horizonte al equilibrio presupuestario y a la ampliación. Y en esta reducción se está mostrando incapaz de afrontar muchos desafíos: económicos, políticos, culturales... Una dificultad que está haciendo que pasen a segundo plano los motivos por los cuales nació y los objetivos que ha alcanzado, porque no hay que dar por descontado que haya paz y bienestar desde hace setenta años en un continente históricamente desgarrado por las guerras. Ni que se pueda viajar, estudiar, vivir en lugares donde se abren oportunidades cerradas en otras partes. No hay que darlo por supuesto, y no es una adquisición para siempre. Corremos el riesgo de perder estas cosas si no levantamos de nuevo la mirada.

Las elecciones sirven para esto. Para volver a levantar la mirada. CL ha ofrecido su contribución con un documento (“¿Es posible un nuevo inicio?”) publicado en marzo y difundido en toda Europa, sobre el cual se están organizando encuentros en varias ciudades. Del primero de ellos, que tuvo lugar en Milán, hemos extraído la intervención de Julián Carrón que publicamos como “Página Uno”. Pero hemos pedido una valoración sobre este documento a distintas y variadas personalidades. A algunas de ellas las encontraréis en las páginas siguientes. Otras se irán añadiendo en nuestra página web. Son instrumentos para comprender. Y para decidir.


Rowan Williams.
UNA VISIÓN MÁS AMPLIA DE LO HUMANO
Teólogo, poeta, fue durante diez años arzobispo de Canterbury. Rowan Williams es considerado una de las mentes más brillantes del mundo anglosajón.

¿Cuál es, en su opinión, el aspecto más importante de este documento?
Es importante considerar a Europa no sólo como una asociación jurídica, sino también cultural. Escribís que cuando se piensa en la Unión Europea solamente en términos de burocracia, de un sistema legislativo centralizado cada vez más complejo, se pierde su dimensión central, moral y cultural. Es el punto de vista de la mayoría de los ciudadanos británicos, pero creo que sería muy importante ir más allá de esta visión reducida.

¿En qué se basa la desconfianza de los ingleses en las instituciones europeas?
Durante casi un siglo y medio fuimos el centro de un imperio mundial, lo cual nos permitió no tener la necesidad de pensar en el resto de Europa. El aspecto positivo de este fenómeno es que nos sentimos no sólo europeos, dado que la Commonwealth sigue siendo hoy una realidad importante. El aspecto negativo es que esto hace que sintamos que somos una excepción.

¿Qué significa para usted que el otro es un bien y no un obstáculo para la plenitud de nuestro “yo”?
Cada sujeto humano es llevado al ser por Dios para estar en comunión con Él y por tanto en comunión con cada persona. Porque todos nosotros somos, podríamos decir, una mitad del diálogo con Dios. Lo cual significa que todos estamos incompletos en todas las relaciones.

¿Qué significa para usted que la solución a los problemas más radicales de la existencia «no llega afrontando directamente los problemas, sino profundizando en la naturaleza del sujeto que los afronta»?
Profundizar en la naturaleza del sujeto es indagar en el hecho de que el individuo es incompleto. En la Europa actual es muy fácil, debido a ciertos aspectos de nuestra tradición política, considerar al individuo como una realidad autosuficiente. Necesitamos ir más allá y decir que el individuo es siempre incompleto. Al recibir continuamente la vida, en este sentido siempre somos interdependientes.

El Papa Francisco dice que la verdad es una relación. ¿Está de acuerdo?
Si es verdad que hemos sido creados a imagen de Dios, y este Dios es trinitario, entonces nuestra individualidad no puede ser la última palabra sobre nosotros. Por consiguiente, el conocimiento en sí mismo no es una posesión individual del mundo exterior. En la teología y en la metafísica clásica cristiana el conocimiento es compartir en la vida aquello que sabemos. Por tanto, ser verdaderos significa estar en una relación verdadera, significa compartir de manera verdadera aquello que nos ha sido comunicado. Ya sea en términos de relación con los demás sujetos cognoscitivos, ya sea en términos de la naturaleza de la relación con aquello que conocemos.

Jürgen Habermas hablaba de «proceso de argumentación sensible a la verdad». En la política actual, ¿es todavía posible hablar en términos de verdad?
Se trata claramente de un desafío. Pero pienso que aún es posible decir que hay políticas, posturas respecto a la sociedad y a los individuos, que son dañinos para la verdad de la persona humana. Una cosa que la Iglesia puede y debe hacer, en el debate público, es identificar este tipo de daños. Políticas que, a la larga, socavan la confianza y la solidaridad entre las personas, que dan por descontado la creciente diferencia entre ricos y pobres, que minimizan la importancia de una vida familiar fiel y comprometida. Independientemente de las convicciones de cada uno, políticas de este tipo reducen la posibilidad de una vida verdaderamente humana, porque se alejan de la verdad.

¿Cuáles son para usted los lugares que vuelven a despertar el “yo” de cada uno?
La Iglesia debería hablar de los santos modernos. Es necesario destacar la vida de quienes muestran la riqueza de la comunión y de la responsabilidad cristianas. Creo que la Iglesia debería contar la historia de los santos y de los mártires y sus razones. Ellos son el lugar donde podemos ver cosas significativas respecto a la humanidad. La segunda cosa es que la Iglesia debería celebrar plenamente la riqueza de la “vida imaginativa”. A través del teatro, la música, la narrativa, en donde podemos aprender a ver un “yo” despierto.

¿Qué puede aportar el cristianismo a la Europa actual?
Sostener la visión de lo humano en términos de “imagen de Dios”. Lo cual significa que por una parte estamos hechos para la comunión y por otra estamos hechos para un papel creativo de segundo nivel. Creo que sólo esta idea de lo humano como “imagen de Dios” nos permite por un lado comprender plenamente la profundidad de la tragedia humana, comprender por qué la tragedia es trágica, y por el otro nos muestra también la profundidad de la esperanza. Me parece que lo que el Evangelio nos da es la visión más amplia posible de lo que es humano.

¿Es posible un nuevo inicio? ¿Y qué puede producirlo?
Creo que es posible. Pero para ir en la dirección de esta posibilidad, alguien debe pensar de nuevo, de manera suficientemente radical, muchas de las actuales estructuras europeas, corrigiendo las derivas burocráticas y centralistas. Y sería necesario crear más formas de intercambio cultural profundo. Las escuelas cristianas, por ejemplo, podrían proponer intercambios entre estudiantes europeos para programas culturales que planteen las cuestiones que acabamos de comentar.


Laurent Lafforgue.
LA VERDAD ES QUE SIN CRISTO ESTAMOS PERDIDOS
Condecorado en 2002 con la Fields Medal, el Premio Nobel de las matemáticas, Laurent Lafforge no es un intelectual de aulas y fórmulas matemáticas. Nacido en 1966, en los últimos años ha sido uno de los protagonistas del debate sobre la escuela pública en su país. Y hoy mira con gran perplejidad lo que sucede en Europa y en las sedes de la Unión Europea.

¿Qué le ha supuesto leer este documento?
Me ha hecho pensar que, en general, no existen instituciones que vayan en una buena dirección de manera automática. Aunque originariamente se crearan con buenas intenciones. No existe un modo de crear instituciones que puedan sustituir la libertad humana para dirigirse hacia el bien. En el caso de que lo pensáramos, acabaríamos creando máquinas perversas. Lo vemos en el proyecto europeo, que está llevando a cabo aberraciones cada vez mayores, contrarias al espíritu de los padres fundadores.

El documento retoma la expresión de Habermas citada por Benedicto XVI respecto a la necesidad de una forma razonable de resolver las divergencias políticas, un “proceso de argumentación sensible a la verdad”. ¿Qué significa esto para usted?
En el mundo moderno hemos perdido en gran parte el “sentido de la verdad” porque la buscamos con el criterio de la objetividad perfecta. Querríamos una máquina que encuentre, en nuestro lugar, la verdad de manera automática. Pero no existe un mecanismo que lo pueda hacer: las instituciones, un régimen político, una constitución... Hoy en día vemos las consecuencias de esta pérdida de sensibilidad respecto a la verdad, y al mismo tiempo no tenemos recetas para recuperar dicha sensibilidad. Nosotros, en cuanto cristianos, intentamos ser humildes sobre este tema.

¿En qué sentido?
El cristianismo dice que frente a la verdad somos muy frágiles. No sólo está herido nuestro sentido moral, somos pecadores. También nuestra inteligencia está herida. Y por tanto estamos expuestos al error en todo momento. Para protegernos del error, para tener la esperanza de caminar por el camino de la verdad, no tenemos mejor recurso que la oración. Nuestra inteligencia es tan débil como nuestra voluntad. Necesitamos dirigirnos a Dios y pedirle que nos ilumine. Y esto no nos dispensa de usar la razón con rigor, no nos dispensa de ser inteligentes.

¿Qué aporta el cristianismo a Europa?
No hablaré de lo que aporta el cristianismo, sino Cristo. En el fondo, a los cristianos no nos interesa el cristianismo. Hay personas a las que les interesa, quizá personas que no son cristianas y que quieren ver los efectos de la fe cristiana en la historia, lo que los cristianos han hecho bien y lo que han hecho mal. Los frutos de la Iglesia. Pero para nosotros ser cristianos no es hacer algo del cristianismo, sino dirigirse a Cristo. Lo cual no significa que nos desinteresemos por la historia porque, en parte, a Cristo lo hemos conocido mediante la tradición. Estamos ligados al Cristo histórico a través de una cadena histórica. Hoy el sentimiento que predomina en mí es que sin Cristo estamos perdidos. ¿Recuerda aquel pasaje del Evangelio en el que Jesús ve a la multitud y se conmueve, porque eran «como ovejas sin pastor»?

¿Ser cristianos ante el mundo es decir esto, que Cristo es la respuesta a la necesidad del hombre?
Me impresiona una frase de san Pedro: «Señor, no comprendemos todo lo que dices, pero ¿dónde iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna». Me sorprende, intento hacerla mía y veo que no soy el único que se siente así. Pero veo también que la mayor parte de la gente está desesperada y piensa que esto no tiene remedio.

Usted ha participado en el debate sobre la escuela en Francia. ¿Qué le ha movido a hacerlo y cuánto ha influido en ello el hecho de ser cristiano?
La fe cristiana te hace estar más atento a las personas y te da las razones para transmitir la vida. Lo cual significa traer hijos al mundo, es cierto, pero también transmitir la vida intelectual. Hoy en día el fondo del problema de la escuela es que ya no sabemos muy bien por qué se debe transmitir el saber. Para los cristianos es Cristo quien nos lo hace ver. Es el vínculo con Él lo que da razones del valor de la vida. No a nivel intelectual, no es una teoría que justifica la vida. Si ponemos nuestra mirada en Cristo, el valor de la vida se hace una evidencia sensible, visible. Es el valor de la vida en toda su plenitud. Cristo es el modelo de hombre y también el modelo de maestro.

Si tuviera que decir sintéticamente si es posible un nuevo inicio, ¿qué diría?
Sólo el Espíritu Santo puede generar un nuevo inicio. Con las solas fuerzas humanas es imposible. En Francia el año pasado vimos cómo el Gobierno proponía una ley para desnaturalizar el matrimonio. Pero para sorpresa general, se produjo una oposición muy fuerte. Millones de personas salieron a la calle a manifestarse contra aquella ley. Y de esas manifestaciones nació el movimiento de los Veilleurs. Es algo imprevisto y nadie sabe los frutos que traerá.

¿Qué le sorprende de estos Veilleurs?
Son jóvenes que se sientan en el suelo en silencio y escuchan lecturas de textos literarios o filosóficos. Su objetivo es recuperar los fundamentos filosóficos de la sociedad. Es impresionante. Son una verdadera sorpresa.

¿Son una esperanza para Europa?
Es inimaginable que los políticos se conviertan de golpe. Tampoco las instituciones les convertirán. Es al nivel de las personas donde puede suceder algo.


Gian Arturo Ferrari.
VÍCTIMAS DE LA PRETENSIÓN UNIVERSALISTA
Como director general de la división de libros Mondadori, durante varios años ha sido el hombre más poderoso del mundo editorial italiano. Firma del Corriere della Sera, Gian Arturo Ferrari es un hombre culto, amante del arte, formado en esa fragua de la elite intelectual que fue el liceo Berchet de don Giussani, de quien fue alumno. Es un europeísta convencido, que vislumbra en el horizonte un ineluctable declive de la cultura europea.
 
¿Qué impresión le ha causado el manifiesto?
Es un documento bien hecho, pero me parece que no capta el verdadero núcleo cultural de la cuestión. Europa ha elaborado su propia visión del mundo, cuyo axioma fundamental es el de ser una cultura universal, válida para toda la humanidad. Pero hoy nos encontramos con culturas que no pretenden ser universales. Dicen: la pretensión universal de los europeos es hegemónica, herencia del colonialismo. Nosotros decimos: «Todos somos iguales», y ellos dicen: «No, para nada».
 
La renuncia a la universalidad, el relativismo, ¿no es un producto europeo?
No, eso no explica lo que está sucediendo. El problema es la pretensión universalista. La cultura europea dice: todos tienen derecho de ciudadanía, porque se comparte un nivel común, que es el nivel humano. Pero la objeción es: lo que vosotros pretendéis que sea una cultura común a todos, en realidad es solo vuestra cultura. Y si es solo vuestra, a nosotros no nos vale. De ahí nace la crisis.  

¿Esta confusión también la encuentra en sí mismo?
¿En el ámbito personal? No, yo soy discípulo de Aristóteles, que era un hombre curioso por todo, y siendo curioso por todo me interesa casi cualquier cosa. La verdad es que yo creo que nosotros los europeos deberíamos tener una posición más asertiva: sí, nuestra cultura es la mejor. Porque lo es. Si nos fijamos, nosotros somos más tolerantes, somos más civilizados, tenemos un mayor respeto hacia la persona humana.
 
¿Es posible un nuevo inicio?
Claro que es posible, basta que uno lo ponga en marcha. ¿Quién hace el nuevo inicio? Si alguien tiene la fuerza necesaria para proponerlo…
 
¿Desde el punto de vista político?
No atribuyo a la política propiedades salvíficas.
 
Entonces, ¿cómo imagina ese nuevo inicio?
Alguien que empiece a afrontar estos problemas, a admitir que existen, a pensar qué hacer. La alternativa es el declive, la insignificancia. Por otra parte, también en la Iglesia, el cambio de Pontificado puede leerse desde esta óptica.
 
¿Por qué?
La cultura del Papa Francisco es completamente distinta de la de Ratzinger o Wojtyla. Habla de otras coas. Sigue siendo el Papa de la Iglesia católica, pero el sello es inconfundiblemente distinto. Y no es europeo.
 
¿Cuáles son las razones de este declive?
Europa tiene una fuerza increíble, es la parte del mundo que mejor vive, la más culta. Pero en Estados Unidos hay más vitalidad. Las grandes corrientes culturales europeas se han apagado. ¿Dónde está la cultura francesa de los años sesenta y setenta? ¿O el existencialismo? ¿El estructuralismo? Desaparecidos. ¿Qué hay hoy? Entre europeos hemos dejado de matarnos unos a otros, y eso es muy positivo, pero nos hemos entontecido.
 
¿Es preferible la violencia?
Claro que no. Pero la historia del siglo pasado está partida por la mitad, como a hoja de cuchillo. En los primeros cincuenta años sucedieron cosas extraordinarias desde el punto de vista cultural, artístico, científico.
 
¿Es la tentación de pensar que lo que queda más lejos es mejor que lo que tenemos más cerca?
Puede ser, en parte sí, pero allí estaban Proust, Kafka, Joyce… Dígame qué hubo en la segunda mitad del siglo XX. Nada. Es verdad que era un mundo dominado por la brutalidad, por la violencia. Pero los hombres estaban más…
 
¿Más?
Alerta. Hoy somos gente preocupada por nimiedades, por miserias. Usted que es un católico de CL será consciente de que la descristianización es impresionante. Yo no soy practicante, pero miro estas cosas con interés y me impresiona. Hay también una concepción del mundo religioso, que de religioso no tiene nada. Pienso en ciertas representaciones religiosas en las que he participado recientemente. El modelo es el televisivo.
 
¿Hay algo que pueda ayudar a hacer emerger esa humanidad que nos hace valorar a Proust, a Eliot, a Picasso…?
Estamos inmersos en una partida de cartas que nosotros no hemos repartido y donde debemos defendernos. Yo no me atrevo a decir si hay o no una vía de salida, pero sí me alarma mucho la situación en que nos encontramos. Aunque en las personas que me rodean, intelectuales y hombres de la cultura, no percibo la misma urgencia.
 
¿A quién siente cerca en esta dramática percepción?
A decir verdad, a nadie. No tengo un lugar del que pueda decir: aquí efectivamente comprenden lo que está sucediendo. Me parece que todo el debate cultural es un gran diálogo de sordos.


Padre Mauro Lepori.
EL NUEVO INICIO ESTÁ NACIENDO AHORA
«Estamos inmersos en la búsqueda de soluciones globales y adecuadas a la medida del problema – ¡una medida que definimos nosotros! – y ya no vemos que la solución Dios la está haciendo nacer». Hablar de nuevo inicio, persona, libertad parece poético e inútil ante los inmensos problemas de Europa. Mientras, para el padre Mauro Lepori, abad general de la Orden Cisterciense, «la crisis consiste en que creemos tan poco en la novedad que puede hacer resurgir la situación que no la vemos».

¿Qué le ha llamado la atención del manifiesto?
Vuelve a proponer la posibilidad de salir de la negatividad a partir de la libertad personal. La frase: «Los factores que cambian la historia son los mismos que pasan a través del corazón humano» me lleva al problema de mi vida, a algo que me pregunto todos los días, incluso en relación a mi ministerio. Debemos volver siempre a tomar conciencia de qué es lo que permite el cambio, de otro modo nos hundiremos en la desolación. Este manifiesto ha despertado en mí la única conciencia que me vuelve a poner en marcha. Es más, la única que me da esperanza, es decir, una positividad que da sus razones ahora, de las que yo puedo hacer experiencia ahora.

¿En qué consiste ese «nuevo inicio» posible?
Cuando uno solo tiene el sentimiento de las cosas que van mal, trata de aferrar lo que está por venir. Pero es una carrera que va tan deprisa como la violencia, al no encontrar una positividad presente que la frene, y por tanto que la permita reconciliarse y volver a empezar. Por eso, entender que hay una fuente presente, que el hombre y las cosas que suceden tienen un origen que las hace emerger ahora, pone fin a ese falso dinamismo de búsqueda de soluciones futuras, o irreales, que hay que conseguir por fuerza. Se trata de reconocer que existe algo que hace resurgir la situación, que me interpela para poder renovar lo que estoy viviendo, mi corazón.

¿Dónde está esa fuente, cómo la reconoce?
Está en lo que sucede, en los otros, en los encuentros que tengo: en la presencia de Cristo que toco ahora. Pero hay que aceptar el acto de detenerse para ir más allá de uno mismo: una fuente de vida, la Resurrección de Cristo. Algo que te alcanza cuando crees que todo ha terminado, como los discípulos de Emaús. Justo hasta allí llega, no sabes de dónde, una compañía que hace arder el corazón, que te dice una palabra distinta, que transforma tus sentimientos, tus ideas. No debemos preocuparnos por crear nosotros esta fuente, sino por tener la humildad y la sencillez de verla brotar. Los discípulos de Emaús no suscitaron aquella presencia. Fue una sorpresa.

¿Qué significa esto respecto a la situación actual?
A nivel político, social y cultural, es importante que no perdamos la esperanza de que siempre suceda y vuelva a suceder esta Resurrección. Basta pensar en el Papa Francisco: de repente hay algo que surge y que nadie preveía. Como a veces sucede, como un pequeño ejemplo, en ciertas películas que me sorprenden. En una jungla de falsedades y vanidades, salta a la luz un film de una profundidad y verdad humanas que todos pueden reconocer. El Espíritu Santo sopla donde quiere y continuamente. Creo que esta es la clave: no perder la fe en la novedad siempre posible del acontecimiento de Dios en el mundo. La verdadera crisis es creer en ella tan poco que no la vemos. No se nos ha pedido que lo resolvamos todo sino que aceptemos personalmente esta novedad. Si la acojo yo, pueden acogerla todos, y todo puede cambiar.

Es un cambio de mentalidad. Acostumbrados a pensar en la historia como un «progreso gradual», nos resulta ingenuo apostar por la persona concreta.
No es una cuestión de fuerza, sino de libertad. Una cantidad numérica, aunque mayoritaria, no es más libre que un solo hombre que acepta algo que le es dado: la novedad de Cristo. Nuestro defecto es el mismo que David, cuando Dios le castigó al hacer el censo. Nosotros decimos “sí” a Dios y luego empezamos a hacer cuentas, a calcular el efecto de la gracia, con la pretensión de que se corresponda con nuestros criterios. Nos preocupamos por el impacto. María, después del “sí”, no contó cuánta gente había. Ni siquiera a los apóstoles. Uno dice “sí” a Cristo y sabe que la fecundidad de ese gesto es infinita, aunque no vea nada. Nosotros no creemos y por eso hacemos cálculos numéricos, de fuerza política y de incidencia social. Esta es la clave de la conversión.

San Bernardo, el protagonista del florecimiento de vuestra orden en el siglo XII, fue también un gran protagonista político. Goffredo d’Auxerre escribe: «Se hizo siervo de todos, casi nació para el mundo entero. Sin embargo, custodiaba su alma libre de todo y de todos, como si no se dedicase más que a la custodia del propio corazón».
San Bernardo es un gran ejemplo de lo que estamos diciendo. Un hombre que todo lo pone en juego con Cristo y que por ello se convierte en siervo del pueblo. San Benito, igual: nunca pensó en dar forma a Europa, solo se preocupó de no preferir nada antes que a Cristo. Es como Jesús cuando encuentra a Pedro y le pregunta: «¿Tú me amas?». Concentrarse en este que nos ama y que nos pide amor permite servir a una obra global. San Bernardo es la persona que dominó su siglo, hizo muchísima política, hasta el punto de ser reprendido por ello. Pero eso quiere decir que es posible servir al mundo entero: la condición es “solo” el compromiso de amar a Cristo; y la revolución, la inmensa obra de renovación de la sociedad y de la cultura, del modo de afrontar los grandes problemas, se hace posible. San Bernardo nos testimonia que el corazón de la experiencia cristiana tiene una incidencia universal. Cuando nos preocupamos porque la sociedad no va bien o por lo que debemos hacer, en vez de alimentar lo que hacemos con la presencia de Cristo en el mundo, con lo que Él hace, entonces nos hacemos estériles.


Constantin Sigov.
SOMOS EL PULMÓN HERIDO, RESPIRAD CON NOSOTROS
Constantin Sigov nació y vive en Kiev. Su lengua materna es el ruso. Es un ortodoxo del Patriarcado de Moscú. Filósofo formado en París y director de la casa editorial Duch i Litera, ha sido uno de los intelectuales protagonistas de la revuelta en la plaza del Maidán. En estos meses se está dedicando a explicar las razones profundas de lo que está sucediendo en Ucrania.

¿Cuál es el aspecto que le parece más interesante del documento?
La doble cuestión del valor de la persona y su relación con el otro. Y la idea de libertad como se expresa en el documento. El hombre está ligado a lo que la realidad crea, es decir, está vinculado con el Creador, y eso le hace libre del poder. Es un concepto muy importante para todas las generaciones. La comprensión del otro, del que es distinto, es la clave.

Hoy Ucrania parece el país más europeísta de Europa, ¿por qué?
La gente ha captado y ha visto eso de lo que hablaba Václav Havel en El poder de los sin poder. El hombre supera la mentira de la ideología en la vida personal y social solo cuando descubre al otro, cuando descubre la confianza y la compasión. Esa extraordinaria mezcla de apertura, tolerancia, interés por el otro que se ha hecho evidente este invierno en Kiev y en otras ciudades de Ucrania, es una experiencia histórica increíble que ciertamente debemos compartir con toda Europa.

¿Qué significa para Ucrania, teniendo en cuenta lo que sucede al Este del país, que «el otro es siempre un bien»?
Lo hemos visto, por ejemplo, cuando han tratado de instrumentalizar la cuestión de la lengua por el juego político, una cuestión que por sí misma no debería dividir a Ucrania de ninguna manera. Para nosotros no es fundamental, pero en cambio parece serlo para la propaganda rusa. Justo después del anuncio de la ley sobre la lengua (que en un primer momento parecía que iba a penalizar a los rusófonos; ndr), la ciudad de Leópolis hizo público que quería hablar en ruso, y durante un día hablaron en ruso. Un editor propuso imprimir libros en ruso e hicieron una lectura de poesías en ruso. Donetsk hizo lo mismo con el ucraniano. Estos gestos construyen nuestra vida diaria tanto a nivel de la vida en la ciudad como en las regiones y en las personas particulares. La gente siempre está dispuesta a subrayar que lo importante es la realidad.

¿Qué contribución puede dar el cristianismo a Europa? En este sentido, ¿qué puede enseñarnos la experiencia del Maidán?
Observando los muchos eventos que suceden, vemos que los que hablan con más claridad de esperanza, a pesar de las grandes dificultades que hemos pasado este invierno y esta primavera, son las personas que entienden que no todo depende de la voluntad humana, que no todo lo deciden los políticos y los generales. Hay una esperanza que supera la imaginación del hombre, y es precisamente esto lo que los cristianos ucranianos y europeos comparten. No cabe duda de que la Europa contemporánea necesita también esta novedad. La idea de la esperanza no es un concepto ingenuo ni un optimismo infantil.

Juan Pablo II hablaba de un continente con dos pulmones, uno al Este y otro al Oeste. ¿Sigue interesando que los dos pulmones respiren juntos?
La pluma que el Papa Francisco regaló a nuestro primer ministro, para la futura firma del tratado de paz, habla precisamente de que, a pesar de las dificultades, Europa necesita que respiren ambos pulmones. Tengamos presente que las personas que han muerto en el Maidán son un testimonio de cómo sufre el pulmón oriental, de lo herido que está, y por tanto, para que pueda volver a respirar y llegue a ser realmente independiente de la presión política, hace falta un camino de curación y recuperación, como después de una enfermedad grave. El síntoma de que un pulmón no puede respirar libremente es la dificultad para articular palabras. Muchos obispos callan o no son capaces de dar a la comunidad la profundad que esperan. Para que la palabra pueda por fin volver a expresarse hay que recuperar la capacidad de respirar. Cuando uno de los dos pulmones está dañado, un hombre puede vivir y recuperar las fuerzas gracias al hecho de que el otro pulmón funciona bien.


EXTRACTOS DEL DOCUMENTO DE CL “EUROPA 2014. ¿ES POSIBLE UN NUEVO INICIO
«¿Qué permitió a los padres de Europa encontrar la disponibilidad para hablarse, para construir algo juntos, incluso después de la Segunda Guerra Mundial? La conciencia de la imposibilidad de eliminar al adversario les hizo ser menos presuntuosos, menos impermeables al diálogo, conscientes como eran de su propia necesidad. Se empezó a dar espacio a la posibilidad de reconocer al otro, en su diferencia, como un recurso, como un bien»

«Un elemento hace que el camino sea hoy todavía más arduo: ya no tenemos la misma conciencia de la profundidad de la necesidad humana que tenían los padres fundadores, ha decaído el impulso ideal y domina ahora una lógica de puros intereses. Ir a la raíz de la crisis tratando de comprender todos los factores en juego es el único camino para reencontrar la nueva conciencia que necesita la Europa de hoy»

«Falta una auténtica vida política europea porque falta una dimensión ideal; al haber apostado todo a la economía y al haber sido esta última incapaz de despegar, la gente se pregunta: “¿Qué pinta Europa?”. Contemporáneamente, crece una idea de Europa como un espacio cultural y político relativista, cuyas estructuras tratan de hacer lícita e incluso fuente de derecho cualquier aspiración individual desligada del problema de qué es la persona humana»

«La aportación del cristianismo es ante todo una educación que permita mirar la realidad en todos sus factores, y por tanto recuperar ese ímpetu ideal originario que se ha oscurecido con el tiempo. Esta es la verdadera emergencia actual. Si no es sorda a tal reclamo, Europa podrá renacer y de este modo volver a ser el “nuevo mundo”»


CÓMO Y QUIÉN VOTA
Entre el 22 y el 25 de mayo, los 28 estados de la UE (500 millones de habitantes, casi 350 millones de electores) eligen a los 751 miembros del Parlamento. Por primera vez los miembros de la Unión deberán tener en cuenta los resultados para elegir al futuro presidente de la Comisión europea.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página