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Huellas N.4, Abril 2014

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

VACACIONES EN CAVIAHUE
EL ESPECTÁCULO DE LA UNIDAD
Las vacaciones son «el momento más noble del año». Con esta sugerente frase comenzó Julián de la Morena las vacaciones de CL, que compartimos argentinos y chilenos en Caviahue. Un tiempo privilegiado para descubrir el valor del tiempo libre, según la educación que nos propone don Giussani. Caviahue es una localidad inserta en el cordón montañoso más bajo de los Andes, al inicio de la Patagonia argentina, un lugar desconocido para los que nos movemos en el centro de Chile. Fui a las vacaciones provocado por algunos amigos. Sinceramente, de no haber visto ese entusiasmo en sus ojos, jamás me hubiese siquiera imaginado llegar ahí. La compañía, junto con el deseo y la curiosidad de ver qué encontraría en este lugar, me llevaron a emprender esta nueva aventura. Al divisar el pueblito desde la distancia, me surgieron de inmediato algunas preguntas: ¿Qué hago acá? ¿Por qué estoy aquí? La respuesta empezó con el primer encuentro entre alrededor de 190 chilenos, más de 200 argentinos, una decena de brasileños y unos tantos uruguayos. Me impresionó el hecho de que se confundieran en un mismo abrazo, no metafóricamente hablando, un abrazo literal. El espectáculo de este abrazo es de otro mundo y supera cualquier diferencia de culturas. Todos somos uno en Cristo Jesús. Es la evidencia de un solo pueblo, un pueblo nuevo que surge y se une con la misma esperanza y el mismo fin. Una noche, en uno de los tantos hoteles destinados a albergar a la gente que prácticamente se había “tomado” el pueblo, muchos de nacionalidades distintas empezamos a cantar, haciendo una suerte de “competencia” entre las canciones originarias de cada pueblo. ¡Fue un momento bellísimo lleno de atractivo y de diversidad! Basta con afinar la mirada y darse cuenta que el otro tiene el mismo destino que el tuyo para asistir a un verdadero espectáculo, no sólo por la belleza de los cantos, sino por la unidad que se vuelve evidente. El común denominador de cada gesto realizado en estas vacaciones – desde los juegos hasta la muestra sobre Albert Camus – fue el deseo de entender un poco más esa búsqueda, que puede permanecer ensombrecida bajo el aburrimiento, pero que aunque esté todo oscuro renace siempre porque «nuestro corazón no deja nunca de sentir la urgencia de un significado» (Julián Carrón). Este significado es el encuentro con el amor del alma. Como le sucedió a María Magdalena junto al sepulcro vacío, donde ya no estaba Jesús; Él estaba a su lado para decirle: «¡Mujer, ¿por qué lloras?». Un pedazo de esto es lo que hemos vivido en estas vacaciones. En una velada, a través de cantos y poesía se fue rescatando la cultura latinoamericana. Fue un gesto sencillo, pero hecho con un cuidado y dedicación, que hasta el más duro de corazón no pudo evitar conmoverse con la belleza que se expresaba. He aquí la respuesta a las preguntas que me hacía llegando a Caviahue: ¿Por qué estoy aquí? ¡Estoy buscando al amor de mi vida! No resulta difícil decirlo cuando se vuelve evidente en los rostros de las personas que te lo hacen saber. ¡Qué razón tenía don Giussani! «Las vacaciones son el momento más noble del año». Estoy seguro que un pedazo de paraíso debe ser así.
Eduardo

OTRO NOS DA LA VIDA
La dependencia de Otro se me hace presente todos los días a través de mi hijo. Llevo desde los 19 años oyendo a los médicos decirme que iba a ser muy difícil que me quedara embarazada, y que si eso sucedía era probable que perdiera a mi hijo antes de los tres meses. En septiembre de 2012, mi entonces novio y yo nos casamos y en diciembre nos enteramos que íbamos a ser padres. En ese momento, sólo podía tener en mente que Otro estaba permitiendo que mi hijo creciese en mí. Yo no sentía al niño; durante el embarazo sólo lo sentí dos veces moverse (una de ellas cuando un amigo tocaba el piano). En cada ecografía era consciente de que podían darme buenas o malas noticias. El ginecólogo me hacía revisiones cada 15 días para estar preparado por si ocurría algo. Pero los meses pasaron, el niño crecía y llegó el momento del parto. Como todo en mi embarazo, tampoco su nacimiento estaba en mis manos. A pesar de romper aguas no me ponía de parto ni con la medicación. Me hicieron una cesárea. Todo el equipo médico estaba pendiente de mí. La cabeza empezó a darme vueltas y yo no quería decir nada por no distraer al personal. El médico se dio cuenta y me dijo: «No tienes que hacerte la fuerte; este momento es especial, has llegado hasta aquí por algo». En ese momento recordé a mi amiga Lourdes, que había estado en el hospital todo el verano. Su marido nos informaba de su estado y ella comparaba su estancia en el quirófano con la cruz de Cristo. Eso me ayudó. Cuando me quise dar cuenta, me estaban enseñando la carita maravillosa de mi hijo. Sólo podía ofrecer aquella alegría por las personas que estaban sufriendo, al igual que hizo Lourdes. Hoy mi hijo es quien me recuerda cada día que Otro me da la vida, a él y a mí.
Esther, Fuenlabrada / Madrid (España)

EL DESORDEN DEL HOMBRE
Una prima mía me invitó a apuntarme a un curso que ella tomó con motivo de la pérdida de su marido y de su dolor ante su nueva realidad. Me hablaba de su experiencia en ese maravilloso curso que le devolvió la paz y la alegría. Yo le hablé de Cristo y de nuestra dependencia con Él, que es quien todo lo puede. Me contestó que no pensara que había dejado de creer en Cristo, pero que en la Iglesia no había encontrado esa ayuda que ella necesitaba. Que lejos de ser una iglesia alegre, éramos una iglesia triste. Al final, por $4,500.00 pesos de inversión en el curso, yo podría ser tan dichosa como ella. Me dijo que ella ya había pasado por distintos niveles y que ahora es una especie de “coach certificada”. Me negué a tomarlo. La felicité por estar serena y defendí a Cristo como salvador de cualquier causa y sanador de cualquier herida en la medida en que nos adherimos a Él. Ella seguía insistiendo. Un día vino con mi sobrina a comunicarme que alguien me había regalado el famoso curso. Me enojé de inmediato. Respondí que ni regalado el curso me interesaba. Comenzaron a increpar mi decisión argumentando toda clase de bondades de las que me estaría perdiendo. Al ver que insistían cual vendedor de TV Ofertas, les pedí respeto por mi libertad y mi decisión. Al leer la Escuela de comunidad sobre la “desobediencia del hombre”, entendí que el hombre obnubilado en su conciencia, abandona la dependencia de Dios si aparece algo que de inmediato le quite el dolor de alma y cuerpo y toda clase de sufrimientos. Soy de acción retardada. Estas palabras debieron ser dichas a mi prima. Porque la pobre ha corrido tras un curso “que te soluciona la vida”. Ahora proliferan consultorios de gente que se hace llamar coach ó terapeuta. Y basta con que se enteren de alguien vulnerable, que ha pasado por una situación dolorosa en su vida para que ellos ocupen abusivamente el lugar de Dios y corran a ofrecer sus servicios de paz, alegría y prosperidad, pagados y con múltiples ganancias. Algunos cursos ayudan sí, pero hay que saber elegir quién y qué te meterán a la cabeza. Porque el hombre no se salva por sí mismo, nunca. Necesita de Otro, con mayúsculas. Los cursos de estos iluminados que te enseñan el camino de la sanidad interior, cuando te das cuenta, te ves alejado de Cristo, desobedeciendo sus mandatos y adorando toretes cubiertos de oro. Me apena que mi prima no me haya entendido. O quizá sí entendió, pero no le convino. Porque con su libertad prefiere adherirse a su conveniencia monetaria y moral, que depender libremente de Aquel que no nos ofrece la prosperidad, ni nos quita los sufrimientos, pero que nos da vida y vida en abundancia.
Alma Rosa, Coatzacoalcos / Veracruz (México)

RECONOCERLE VIVO POR PRIMERA VEZ
Desde la semana pasada, no he parado de hacer cuentas con la realidad, frente a lo que he vivido en el entierro de Belén, porque el asombro fue tan grande que me cambió. Tan grande como el día que yo reconocía a mi Señor vivo por primera vez en mi vida, o como en el día en que una querida amiga me llamó para decirme que ingresaba en los Memores Domini. Me quedé una hora sentada sin reaccionar y toda la noche sin dormir. Ante un hecho como esta muerte, ¡prevalece la esperanza! Volvía tan impactada que le decía a mi marido: «Es que yo no he vuelto de una boda o de unos Ejercicios. No, ¡no! Vine de un entierro con una paz y una certeza tan sumamente grandes, que te diré que fue la primera vez en mi vida que en conciencia empecé a entender qué es el cristianismo». En medio del dolor de mis amigos, en medio de mi mismo dolor por el amor que me une a ellos y, por supuesto, por la amistad que fue naciendo a lo largo del tiempo con Belén, en medio del drama que supone mirar a sus dos niñas y a su marido, prevalecía la alegría, la esperanza, la certeza de la victoria de Cristo. Esa certeza, de pronto empezaba a cambiarme, sin más. Aparte del creciente amor que yo percibía hacia mi marido y a mis hijos, mi mirada hacia mi jefe cambió radicalmente, naciendo ternura. Lo mismo sucede con mi vecina con quien he tenido algunas discusiones. En realidad, me está pasando con cualquiera con quien me cruzo por la calle, porque desde entonces camino con una sonrisa abierta ¡que yo sé que no es mía! En Madrid, después de despedirme de mis amigos, me “crucé” con una taxista que me empezó a contar que su vida era una porquería; yo venía tan impactada de lo que acababa de vivir, que le dije que justo salía de un entierro y que le podía garantizar que la vida es muy buena y lo mejor en la suya está aún por llegar. Ella, que debería percibir en mí una certeza, volvió a recogerme para llevarme al aeropuerto, y me acribilló a preguntas. Percibí cómo esa mujer empezaba a respirar y nos despedimos como si fuéramos amigas de toda la vida. Fui a Madrid con el deseo de acompañar, pero he sido yo la que he vuelto acompañada por el mismo Señor.
Inácia, Tenerife (España)

TODO ES PARA MÍ
Belén escribió estas líneas hace unos años, durante su enfermedad que culminaría con el regreso a la casa del Padre. Hoy resulta un testimonio luminoso del cumplimiento de su vocación.

Me llamo Belén, estoy casada y tengo cuatro hijos de 21, 19, 17 y 15 años. Soy bióloga y aunque he tenido diversos trabajos, el último, hasta que apareció la enfermedad fue traducir libros para una editorial. Cuando apareció el cáncer, hace ya cinco años, mi vida dio un vuelco completo. Pero lo inmediato, lo que primero surgió en mí nada más recibir la noticia, antes que cualquier otra consideración, fue la pregunta: ¿por qué? Y, sobre todo, ¿para qué? ¿Qué quieres Tú, Señor, con esta enfermedad? Y, a continuación, la conciencia de que mi vida estaba en sus manos, la conciencia de pertenecerle a Él (conciencia que ya nunca me ha abandonado) y, por lo tanto, el “Sí”, que se haga Tu voluntad. Y ese abandono, misteriosamente, produjo en mí no sólo una paz inmediata, sino también una alegría enorme, desbordante. A partir de ahí, junto con las pruebas y los tratamientos, se despiertan todos tus sentidos y todo lo que ves, todo lo que oyes, todo lo que lees, todo lo que hablas, quieres que sea para tratar de entender y para vivir mejor la circunstancia. Y esto sucedió al principio y me sigue sucediendo ahora. Mucha gente me dice que yo estoy bien porque soy fuerte. No es verdad, no es verdad en absoluto. Si estar bien dependiera de mí, de no sé qué extraña energía interna, hace mucho tiempo que habría tirado la toalla. Porque la incertidumbre sobre el futuro, el más inmediato y el más lejano, produce un vértigo tremendo. Y de ese vértigo sólo se sale si miras al lugar adecuado, que evidentemente no eres tú, sino Cristo, que es quien me hace en cada instante. Para mí, el verdadero milagro no es que yo me cure (cosa que sería estupenda), sino que yo pueda estar viviendo esta circunstancia, que no es fácil, como bien podéis imaginar, no solo contenta (que ya es) sino también agradecida, porque percibo la enfermedad como la circunstancia que Dios ha escogido para educarme, como el camino que tengo que recorrer para aprender quién soy y para qué estoy en el mundo. Y sé que voy dando pasos aunque sea muy, muy despacito. ¿Quién me ayuda a recorrer este camino? Dios me cuida y me acompaña a través de muchos rostros. En primerísimo lugar, a través de Pepe, mi marido, que está siempre a mi lado, sosteniéndome y a la vez corrigiéndome, con infinita paciencia y con infinito afecto. Nuestra relación, en estos cinco años, ha cambiado mucho y ha cambiado para bien. Se ha hecho mucho más profunda, más verdadera, más “esencial”. Y creo que los dos podemos decir que, al aceptar esta circunstancia que Otro permite como una ocasión para reconocer a Cristo y, por lo tanto, como un bien para nosotros, experimentamos que el matrimonio se cumple, el ciento por uno. También me ayudan mis hijos, cada uno a su manera, porque mi enfermedad no les deja indiferentes y tienen que hacer cuentas con ella, tienen que preguntar y buscar respuestas (por ejemplo, mi hijo menor preguntaba cómo puedo estar cada vez más contenta después de tanto tiempo y tantos tratamientos). Ellos están obligados a tomar postura ante este hecho, y verles a ellos me ayuda a mí. Y me conmuevo siempre cuando veo sus gestos de afecto. Es Otro el que actúa en ellos y a través de ellos. Y luego están mis amigos. Dios ha escogido a algunos de ellos para que sean una presencia constante a mi lado. Les estoy infinitamente agradecida porque son los que siempre me ayudan a ir al fondo de las cosas, los que recolocan mi mirada, los que me rescatan. Y además tengo a mi familia y a otros muchos amigos, que rezan cada día por mí (lo sé positivamente pero siempre me conmuevo al oírlo) y que están dispuestos a darme su tiempo e incluso su dinero si hiciera falta, como ya lo hicieron para el tratamiento de tomoterapia. Con todo esto, ¿cómo no disfrutar de la vida? Todo es para mí, esa es la conciencia que me acompaña cada día y que me permite disfrutar instante tras instante.
Belén Maribona

Comprender
¿DOMINIO O ABANDONO?
Doy gracias a Dios por pasar una etapa dolorosa en la que, a pesar de mis agotadores esfuerzos de análisis mental, soy incapaz de comprender el porqué de lo que me está ocurriendo. He atravesado pruebas que, por estar su significado a mi alcance, me han resultado relativamente fáciles de aceptar. Pero no al revés. En circunstancias de prueba, mi necesidad de comprender a toda costa es la expresión de mi incapacidad para abandonarme. De todos los autoengaños que he sido capaz de crearme, uno de los más dolorosos, tal vez sea, sin duda, la fantasía de pretender dominar el mundo con el pensamiento. Es decir, de creer que pensando algo suficientemente, me va a ser posible asegurarme el control de cualquier empresa que emprenda. Me doy cuenta de que tengo un deseo de comprender legítimo: el que expresa la sed de conocer la verdad. Pero que también llevo dentro un deseo de comprender que da cuerpo a mi voluntad de poder. Porque, para mí, comprender es dominar, agarrar, aprehender, ser dueña de la situación. Puro deseo de dominar mi vida, pensando que, una vez comprendida la situación, estaré en condiciones de controlarla. Cuando, agotada, caigo en la cuenta de que no es en la capacidad de controlar los acontecimientos mediante la inteligencia, ni en la de preverlos mediante la agudeza de reflejos, sino en la certeza de que Dios es fiel donde encuentro algo del sosiego que busco. «Bueno es esperar callando el socorro de Yahvé» dice la Escritura.
Almudena, Madrid (España)

ALFREDO, MIGUEL, AYOUB Y YO
Carta de una profesora que trabaja en un centro de Educación Especial en Madrid.

Me ha provocado mucho el título del manifiesto de CL con ocasión de la ley para proteger al no nacido y a la mujer embarazada. Nada más leer el título, “Es bueno que tú existas” la primera vez que lo tomé entre manos, inmediatamente le puse nombres concretos, los nombres de varios alumnos de mi cole: es bueno que tú existas Alfredo, un chaval de 17 años que lleva 15 días muy alterado a nivel conductual; es bueno que tú existas Miguel, mi alumno agresivo que esta semana ha vuelto a sacar la mano de paseo; es bueno que tú existas Ayoub, un niño precioso de 3 años en silla de ruedas, enchufado a una bombona de oxígeno y soltando mocos casi constantemente, que lo único que puede hacer por sí mismo es sonreír; es bueno que tú existas Lucía, una niña autista que pasa las 3/4 partes del día gritando, retorciéndose en el suelo y auto agrediéndose. Y no es nada fácil ni evidente ponerse delante de estos niños y afirmar es bueno que tú existas. Sólo viendo a algunos de mis compañeros tratar con ellos para facilitarles, a ellos mismos y a los demás, que estén a gusto, contentos y se sientan queridos, esta frase se hace concreta y verdadera, y evita que se quede en una frase bonita, pero difícil de afirmar en algunos momentos. Verificar poco a poco en qué sentido es verdad esta frase se ha convertido en un trabajo inesperado y apasionante.
Sara

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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