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Huellas N.4, Abril 2014

LOS DOS PAPAS / La canonización

Navarro-Valls: «Movió el mundo con dos líneas del Génesis»

Alessandro Banfi

El histórico portavoz de Papa Wojtyla reflexiona sobre cómo y por qué su fe cambió la historia

Joaquín Navarro-Valls fue uno de los más estrechos colaboradores de Juan Pablo II, siendo durante 22 años director de la sala de prensa vaticana. En sus ojos y en su mente está la vida excepcional de un sucesor de Pedro que devolvió a Jesucristo al centro del mensaje de la Iglesia universal. Con él Huellas reflexiona sobre el significado histórico de aquel Pontificado.

Una de las líneas de interpretación del pontificado de Juan Pablo II hace referencia a las consecuencias políticas y estratégicas de su gran misión pastoral. Está claro que elegir a un cardenal polaco significaba elegir a un representante de la Iglesia católica al otro lado del telón de acero. Pero no se puede decir que Wojtyla tuviese un proyecto político…
No, no tenía un proyecto político. Tenía algo más importante: un proyecto humano. Esto es lo que más falta hoy. Si falta una antropología sólida, ¿cómo se puede legislar?, ¿cómo organizar la vida social y política de la sociedad y de los pueblos, que están formados por hombres que no se sabe “quién” son? Dicha opacidad antropológica representa el drama número uno de nuestra cultura.

Su mensaje se centró en devolver al centro a Jesucristo, pienso en su primer discurso en la Plaza de San Pedro: «Abrid las puertas a Cristo».
Esas primeras palabras contenían ya, in nuce, toda la concepción de su misión. Recordemos las coordenadas culturales de esos momentos: por un lado el estructuralismo, por otra el marxismo. No tanto el marxismo real de Europa del Este – que se había convertido en una mera técnica de poder –, sino el marxismo académico, por ejemplo el de la escuela de Frankfurt. Se trataba de visiones del hombre cerradas, sin ninguna apertura, en las que la idea misma de persona resultaba problemática. En el extremo opuesto estaba el pensamiento de Karol Wojtyla desarrollado en Persona y acción. La raíz de su pontificado está en preservar la apertura trascendente de la persona humana amenazada con ser tratada como una cosa.

También su primera encíclica, Redemptoris hominis, se centra en «Cristo, centro del cosmos y de la historia». ¿En qué sentido también su misión “política” parte de allí?
Él empezaba siempre por el principio, por el origen de la persona, por esas dos líneas del Génesis que constituyen la primera biografía del ser humano: «Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza». La historia es la consecuencia argumentativa de ese acto creador. Pero Dios no sólo ha creado al hombre, sino que lo acompaña a lo largo de su existencia y de la historia. Por ello pudo decir en la Plaza de la Victoria, en Varsovia, en su primer viaje a Polonia en 1979: «Apartar a Cristo de la historia del hombre es un pecado en contra del hombre». Ser consciente de esto significa ser consciente de la mentira del comunismo de entonces. Y puede ser, como lo fue entonces, la roca que sostiene un gran movimiento a favor de un cambio social y político. Esto, de por sí, no es “hacer política”, sino poner un principio de identidad personal que tiene que construir un ecosistema adecuado al ser humano.

En síntesis, ¿qué impresión conserva de su actuación más “política”?
Respondo con las palabras de Mijail Gorbachov en una entrevista de hace unos años: «Diría que su pensamiento político brotaba de una espiritualidad y se alimentaba de su pensamiento espiritual». No está nada mal para un hombre que se decía agnóstico.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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