Un africano que recoge y libera a los enfermos de Costa de Marfil, un profesor universitario que ha acampado durante semanas en la plaza de Maidán, un joven estudiante parisino que organiza veladas de lectura y canto, un profesor, un cocinero, un senador, un periodista, un cardenal... EncuentroMadrid 2014 ha tocado, de nuevo, los corazones de todos los que se han dejado conmover por lo que allí ha sucedido
«Hablamos de buscar razones para la comunión, para hacer posible una vida en común. Hablamos de superación, de una humanidad en juego, de crisis, de problemas y dificultades. Pero, en medio de la vida diaria, en medio de este EncuentroMadrid, detengámonos un momento a disfrutar de la belleza». Marcelo Cesena no tenía a su cargo un gran discurso, no era el elegido para explicar el lema de este año ni para liderar la clausura. Pero, quizá sin saberlo, el concierto de piano que ofreció el sábado por la noche, titulado “La nota dominante. El corazón y el destino”, centró la atención sobre lo verdaderamente importante. «Nada más pertinente que hacer experiencia de nuestro auténtico yo para construir la ciudad de todos», reza precisamente el comunicado que pone el broche a la XI edición de EncuentroMadrid. Y esa noche, los cientos de asistentes que acudieron al Teatro Auditorio de la Casa de Campo hicieron experiencia del “yo”, de ese corazón que, como en el preludio de Chopin que interpretó el pianista brasileño, late desde el primer al último día, convirtiéndose «en la obra más maravillosa creada por Dios», en palabras de Cesena, poeta con las manos y con la palabra.
Este año, EncuentroMadrid trataba de dar respuesta a un interrogante que, ante los convulsos tiempos que se viven en todo el mundo, se volvía más interesante que nunca: ¿es posible la vida en común? ¿Qué razones tenemos para ello? El cardenal arzobispo de Milán, Angelo Scola, era el encargado de abrir el camino para dar una respuesta: «Nosotros, como todos los hombres posmodernos, estamos ante una encrucijada. El hombre posmoderno es un boxeador noqueado: se tambalea pero se mantiene en pie. ¿Queremos ser nuestro propio experimento o vivir en relación con el otro?». Scola ahondaba en el problema del individualismo actual y en la necesidad de su superación a través del testimonio, «un conocimiento adecuado de la realidad que, como decía Santo Tomás, se traduce en comunicación de la verdad». La mejor muestra de este testimonio, de ese «narrarse uno y dejarse narrar», lo mostraba el propio cardenal al conmoverse recordando sus visitas pastorales cuando era patriarca de Venecia. «La narración es la consecuencia de la fuerza del testimonio; la fuerza de la narración está en el “nosotros”, en el yo-en-relación. Este “nosotros” es, claramente, un bien común. Pero ya no podemos vivir juntos de una forma mecánica, sino que esta vida en común ha de ser elegida como un bien político y ser sostenida por la realidad social», reseñaba, indicando como protagonista de esta nueva forma de vivir a la sociedad civil. A Scola no le gusta hablar de crisis en ningún sentido, sino de «los dolores de un parto en vistas a un nuevo nacimiento», cuyo fin será una nueva forma de vida comunitaria más afín a la naturaleza del hombre. Frente a las ideologías y frente al desencanto político, «es necesario construir juntos, como expresa la iniciativa cultural EncuentroMadrid. No basta el buen ejemplo en la vida política. Es necesario poner en juego la vitalidad de la cual puede nacer una nueva forma de hacer política. Es necesario pensar de un modo equilibrado la vida social y la vida de los partidos, permitiendo que la primera dé una nueva dirección a la segunda».
Vivir juntos. La elección del lema “Buenas razones para la vida en común” tuvo como punto de partida un artículo de Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, en el que aparecía una afirmación provocativa en el contexto social y cultural de Europa y, sobre todo, de España: «El otro es un bien». Esto implica afirmar la necesidad de una convivencia por encima de las diferencias, afirmar el bien que supone vivir junto con otros y la necesidad para todos de esa categoría. Pero la mejor explicación posible del lema, de qué es EncuentroMadrid, es hacer verdadera experiencia de esa vida juntos, de esa “vida en común”. Y así ha sucedido en estas cuatro jornadas. Estos días hemos podido constatar cómo el diálogo rompe los esquemas, vence las diferencias y abre la razón. Hemos escuchado a políticos, intelectuales, periodistas, protagonistas de la escena internacional, jóvenes que hasta hace muy poco consideraban perdida su vida, músicos, cocineros famosos… Y todos ellos han testimoniado – con ese «testimonio integral» del que hablaba Scola – que, cuando uno parte de las exigencias irreductibles del corazón, el otro se dilata y expande, «y uno mismo comprende la apasionante promesa y fecundidad, a menudo descuidada, que tiene dentro», en palabras de Rafael Gerez, presidente de EncuentroMadrid.
Algo en lo que coincidía Franco Nembrini, director del colegio italiano La Traccia y autor del libro El arte de educar (Ed. Encuentro): «Dios sigue creando nuestros corazones, el de nuestros hijos, sigue poniendo el universo ante nosotros y nos permite buscar y perseguir el bien y la belleza». Junto a José María Alvira, secretario general de Escuelas Católicas, Nembrini participó en el encuentro “Tiempo de educar”, donde ambos trataron de poner de relieve que la crisis que hoy vivimos es también una crisis educativa. «La juventud ha sido creada igual que las generaciones anteriores, con el mismo corazón y el mismo anhelo de certeza», destacó Nembrini. Pero que los alumnos perciban esto ha de ser un acto libre: «El hecho de que un joven sepa que el adulto que le educa siempre va a estar ahí le garantiza la posibilidad de retornar siempre, y libremente. Porque la libertad es esencial al hombre, ante su libertad hasta Dios se para». Una compañía que destacó también Alvira, quien describió al educador como «un adulto que está y que acompaña, que no sustituye al alumno, o al hijo, que le deja libre, pero sabiendo que siempre le tendrá ahí. Es fundamental querer a los chicos, pero no intentar conquistarles; en todo caso, estar disponible para dejarse conquistar. Y también es esencial amar con pasión lo que uno hace, la materia que se enseña, porque sólo así lo que tienen que estudiar los chicos podrá tener un sentido real para ellos».
El amor y la pasión por la tarea de cada uno se hicieron presentes en numerosas personas que han puesto un rostro concreto a este deseo. En el acto inaugural, “Europa: razones para la unidad”, eran el diputado español Eugenio Nasarre y el senador italiano Mario Mauro quienes rescataban la pasión por el proyecto común europeo, pues «un pueblo sin memoria no puede ser libre», tal y como señaló Mauro. En un momento decisivo, de cara a las elecciones europeas del próximo 25 de mayo, «en el que se juega el destino de Europa», la partida se libra «entre los que apuestan por el proyecto de construcción europeo y los que lo ponen en peligro, empezando por los nacionalismos exacerbados», señaló Nasarre, pero también por parte de «los que defienden una Unión Europea reducida», indicó Mauro.
La búsqueda de razones para la vida en común se desarrolla también a nivel político, pero «la política tiene que renacer de una nueva vida social», según señalaba el cardenal Scola. Cuando se vive una situación de conflicto más o menos soterrado, como la que se está viviendo en Ucrania, uno reconoce el bien que ha supuesto para todos los países que se han ido adhiriendo a esta experiencia singular de unidad europea. Y precisamente para entender qué está sucediendo en Ucrania, EncuentroMadrid contó con la presencia de Constantin Sigov, investigador, filósofo y profesor de Filosofía y Estudios Religiosos en la Universidad Nacional de Kiev y uno de los fundadores del Fórum Europeo, que hacía vibrar a los asistentes con la novedad que ha introducido Maidán: «Lo que ha disparado la revolución ha sido una decisión política alejada del pueblo ucraniano. Yanukovich decidió mostrar su posición de títere en manos de Putin cuando rechazó el acuerdo de Ucrania con la Unión Europea, que desde hacía tiempo se esperaba», decía Sigov. Esto provocó que de todo el país se acercaran a la plaza como forma de protesta. Sigov destacó la dolorosa sorpresa de esta decisión, que alejaba a Ucrania de Europa y la dejaba a merced de Putin. «Sin embargo, abundaban los rostros luminosos por la alegría de defender algo justo. Había conferencias, debates, universidades abiertas despertando el diálogo, encuentros con médicos, teólogos, filósofos…». Pero más sorprendente incluso que esta comunión socio-cultural, era el movimiento de gratuidad. De alimentos y medicinas, ropa y madera, tiempo y energía. «Ha sido la mano de Putin la que, queriendo limitar las libertades de los ucranianos, ha hecho saltar el resorte de la unidad y humanidad del pueblo ucraniano. Pero no son sólo ellos los interpelados», nos recordaba Sigov. Sino que puede convertirse en el catalizador de una nueva solidaridad en Europa. Puede ser el purificador de ésta. Las decisiones que ha tomado Putin pueden convertirse en la unidad de Europa. Es esto lo que provoca una experiencia de humanidad. El ser testigos de un diálogo en el que las dimensiones de lo humano salen a la luz, es lo que se nos ofrece como mano tendida a participar de este ser más humano.
Este diálogo también se retomó con respecto a la sociedad española, sobre todo tras el reciente fallecimiento de Adolfo Suárez, el hombre que encarnó el espíritu de la Transición. Sobre ello reflexionaron Pedro Gª Cuartango, subdirector de El Mundo; César Nombela, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo; el periodista Jon Juaristi y el consejero delegado del grupo Prisa, Fernando Abril. El coloquio trató en buena medida sobre el espíritu de la Transición democrática como un intento de acoger la pluralidad de un proyecto común en un momento en el que, como dijo Juaristi, «la sociedad ya estaba un poco harta de sectarismo». Abril destacó la necesidad de «revertebrar la sociedad» en un contexto histórico en que «los españoles nos hemos vuelto egoístamente conservadores de lo nuestro, y los partidos políticos han acabado siendo exclusivamente autorreferenciales».
Otra forma de testimoniar esta novedad de vida, esta humanidad cambiada, la trajeron Les Veilleurs, el movimiento cultural francés que representa una respuesta a la privación de libertad que tiene como origen las polémicas sociales y políticas de los últimos tiempos, entre las que se encuentra la ley que regula el matrimonio homosexual, por ejemplo. Desde entonces, esta iniciativa no ha dejado de crecer y sus actividades culturales se han extendido a lo largo y ancho del país. A través de la música, de las lecturas de textos literarios, antropológicos, sociológicos o de testimonios personales – en definitiva, de su propia cultura e historia – buscan despertar la conciencia de la gente. «Gracias a estas veladas hemos tomado conciencia de que somos un pueblo y de que estamos unidos. La cultura dominante favorece el individualismo; por eso nuestras propuestas son novedosas y han suscitado tanto interés, porque son la expresión de un pueblo», contaba Alex Rokvam, estudiante de Ciencias Políticas en París y uno de los impulsores de estos encuentros. «Han surgido como un gesto gratuito y libre. No hay que tener miedo a expresar lo que somos, incluso cuando el ambiente hace difícil el diálogo. Nosotros queremos crear las condiciones para que se dé un verdadero diálogo. Después cada uno puede aceptarlo o renunciar a él».
El testimonio de la gratuidad. «Si el hombre no encuentra lo que responde a esta aspiración, a esta exigencia de verdad que todos tenemos, todo se vuelve relativo, opinable, y nada será capaz de atraer todo su yo, como documenta el misterioso letargo y el aburrimiento invencible de nuestro tiempo», dice Julián Carrón. Los asistentes al EncuentroMadrid buscaban una respuesta, y la buscaban juntos. «Lo que a mí me hace estar aquí hoy es esta compañía, el saber que la verdad se halla en el misterio oculto detrás de cada cosa y que sólo acompañado puedo descubrirla», decía uno de los más de 500 voluntarios que, como cada año, hacen posible EncuentroMadrid. Clara, otra de los cientos de jóvenes que dan su disponibilidad para construir algo más grande, triplicaba turno y exclamaba, conmovida: «No quiero perderme nada de lo que aquí está sucediendo». Y es que antes de que comiencen las mesas redondas, las presentaciones y conferencias, personas de toda condición se afanan en las tareas de montaje. «Es otra forma de vivir el encuentro, pero puedo garantizar que es la mejor forma de hacerlo», afirma Juan, que lleva ocho años entregando su tiempo como voluntario. «¿Cómo es posible que, no pudiendo asistir a los encuentros que más me interesaban, yo pueda decir que he vivido el EncuentroMadrid de la forma más intensa?». Carla, responsable de Comunicación, vibraba con su trabajo. Pero entre trabajo y encuentros también había tiempo para la diversión, que se resiste a ese «tedio existencial» del que habla Carrón. Un concierto con canciones de The Beatles o las exposiciones “Hermana Madre Tierra” y “El bien de todos” constituían oportunidades de encuentro que se sumaban a la alegría de una comida entre amigos o al interés que suscitaban los diferentes stands que poblaban el recinto ferial de la Casa de Campo.
«Rezad por mí, porque humanamente esto no es posible», rogaba Grégoire Ahongbonon sujetando las cadenas de las que había librado a tantos enfermos mentales en África. Acudió a EncuentroMadrid a pedir ayuda, pues él cuida a «los olvidados de los olvidados», aquellos enfermos abandonados por todos y de los que ya nadie se acuerda. Igual que su obra, la Asociación San Camilo de Lelis, no sería posible sin el encuentro con Cristo, EncuentroMadrid no sería viable sin esta novedad, que acontece en el tiempo presente y que, como hemos comprobado, hace florecer lo humano y convierte el corazón del hombre.
“Un inicio para todos”
Una docena de chavales irrumpe en el escenario con música de Antony and the Johnsons de fondo. El público se pone en pie y comienza a aplaudir. En la cara de estos jóvenes, en su mayoría inmigrantes y en su totalidad con un duro pasado a la espalda, se aprecia que les ha cambiado la vida. Ellos fueron los protagonistas del encuentro “Un inicio para todos. Showcooking con David Muñoz”, en el que el afamado chef de DiverXo enseñó sus habilidades culinarias a estos jóvenes en riesgo de exclusión social que, gracias al Centro de Integración e Inmigración Hispano-Dominicano (CEPI), gestionado por la ONG Cesal, han reorientado sus esfuerzos a la cocina. Es la asociación “Un inicio para todos” la que ofrece cursos de formación laboral y salidas profesionales para estos chicos, que prepararon unas deliciosas tapas junto a quienes han sido sus maestros en los cursos de cocina: David Muñoz, tres estrellas Michelín, el chef Chema de Isidro y Quim Casellas, una estrella Michelín. El presentador del “showcooking”, Eduard Roselló, uno de los fundadores de “Un inicio para todos”, resumió con cinco palabras lo que está implicando esta aventura: «encuentro, descubrimiento, libertad, radicalidad y servicio».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón