LA MISMA FIDELIDAD, SU FIDELIDAD
Por gracia de Dios, hicimos un viaje a Italia por nuestros 25 años de casados. Por supuesto estaba en nuestros deseos poder ir a ver al Papa y quizás, con un poco de suerte, estar en algún lugar de la Plaza San Pedro, cerca de donde él pasara. En cambio, fue mucho más. Coincidentemente, en esos días también estaba en el Vaticano una amiga nuestra, periodista, cubriendo notas por la Navidad y se dio entonces a través de ella, la posibilidad de poder participar en la misa de Epifanía, ¡en primera fila! en San Pedro. Estar ahí, tan cerca cuando miles de personas estaban afuera, fue para nosotros más que un regalo, fue una caricia del Señor que no imaginamos. Ya con esto, para nosotros, el viaje estaba cumplido, y sin embargo, había más. Nuestra amiga nos habló de la primera Audiencia Papal del año que tendría lugar el miércoles 8 de enero, en la plaza, donde tendríamos posibilidad de estar con un grupo de argentinos muy cerca del Papa. Por supuesto nos quedamos. Hicimos todo lo que nos dijo de hacer y allí estuvimos puntualmente, esperándolo, otra vez para nuestra sorpresa, a unos metros del altar. Él se demoró 45 minutos saludando a la gente de la plaza, dando vueltas con el papamóvil. ¡Increíble! Comenzó su catequesis sobre los sacramentos: primero, el bautismo. Claro, profundo pero simple, nos invitó a todos a tomar en serio el hecho de haber sido llamados, elegidos, en nuestro bautismo. Mientras lo escuchábamos, inevitablemente, como una película, pasaba ante nuestros ojos toda nuestra historia. Nos conocimos en la experiencia del Movimiento, después de una rica búsqueda vocacional. Hemos crecido y madurado junto a nuestros compañeros de camino. Nuestros cuatro hijos, por gracia de Dios, siguen la misma experiencia dentro de la Iglesia, junto a los hijos de nuestros amigos y de otros que se han sumado. Y estábamos ahí, llevando a todos ellos con nosotros, cerca, muy cerca del Papa. Al finalizar, comenzó a saludar, uno por uno a los que estábamos ahí arriba con él. Nosotros estábamos totalmente desbordados de alegría. Se acercaba; era nuestro arzobispo hasta hace poco; era él, pero era otro. Era Bergoglio, pero era el Papa. Era la primera vez que estábamos tan cerca de un Papa. ¡Qué conmoción! Él también desbordaba de alegría, se le veía cansado, pero feliz, con mucha paz. Llegó hasta nosotros, saludó a una pareja de recién casados. Omar le dijo, tomándole la mano: «Y nosotros cumplimos 25 años de casados». Entonces, el Papa, señalándonos, les dijo a la pareja joven: «¡Pregúnteles a ellos cómo se hace para llegar a los 25 años de casados!». Omar entonces, dijo: «Es siguiendo lo mismo que sigue Usted, es la misma fidelidad, es Su fidelidad». Y el Papa Francisco les volvió a decir: «Pregúnteles a ellos cómo se hace». Nos pidió, como siempre, que recemos por él. Nosotros le pedimos que rece por la Argentina. Nos costaba soltarle la mano, pero la situación se imponía. El momento tan esperado terminaba, pero se abría un desafío más grande aún: seguirlo.
PS. Después de la audiencia, ese mismo día, se acercó esa pareja de recién casados y quiso dejar sus teléfonos y dirección de correo, porque teníamos que obedecer a lo que el Papa nos dijo; hace unas semanas, estuvieron en nuestra casa cenando con un grupo de amigos nuestros; fue el inicio de una nueva amistad.
Mónica y Omar Contreras, Buenos Aires (Argentina)
EL ACENTO DE LA VERDAD
Hace poco menos de un año conocí a Portu en una asamblea de universitarios que hubo en Caracas. Por esos días estaba prendido el problema del paro universitario así que en la asamblea le contamos lo terrible de esa situación: no había clases, había incertidumbre y estábamos perdiendo mucho tiempo, esto sin mencionar el inminente deterioro del sistema universitario. Cuando terminamos de hablar Portu nos miró conmovido y dijo: «Pero qué afortunados sois todos ustedes. Yo quisiera que a mis hijos les toque vivir algo así». En ese momento todos nos quedamos muy desconcertados. Le estábamos diciendo que el país se estaba cayendo a pedazos y aun así este hombre nos decía que éramos afortunados, y no lo decía como una frase linda, era evidente el acento de verdad en sus palabras. Realmente fue algo muy impactante para mí, pero aun así no entendía lo que quería decir Portu. Sin embargo, con todo lo que hemos vivido estos días creo que empiezo a entenderlo. Yo no soy afortunado (como dice él) por la situación que me toca vivir, eso no me define completamente; soy afortunado porque he encontrado y reconocido la presencia de Cristo y esto me permite vivir cualquier situación de una manera distinta. Lo que estamos viviendo en estos días nos interpela y al principio puede parecer una desgracia, pero al mismo tiempo es una inmensa provocación a voltear la mirada hacia Aquel que nos hace y nos permite vivir. Esta es una provocación a estar más pendiente de mis amigos y a estrechar mi relación con ellos, una provocación a acercarnos a las necesidades de los demás e incluso reconocer el valor de todos los que nos rodean. Esta es mi fortuna: he encontrado a Cristo en una compañía cercana, lo cual me permite crecer y madurar incluso en las situaciones más complicadas y difíciles. De verdad no tengo idea de lo que va a ocurrir en los próximos días en mi país, pero en mi corazón tengo la certeza de que si sigo volteando la mirada a Cristo y a todo lo que Él me propone seguiré sintiéndome afortunado de vivir cualquier situación.
Ernesto, Caracas (Venezuela)
PARA MI VIDA Y PARA LOS DEMÁS
La violencia en México ha llegado al punto de dificultar profundamente la gobernabilidad de varios municipios. Las historias que se escuchan cada vez con más frecuencia son aterradoras. Ya han surgido en algunos lugares los grupos de “autodefensa” que buscan justicia y protección por propia mano. Frente a este panorama, las posturas que percibo con mayor frecuencia son tres. Anestesiar la conciencia para alejarse de la situación, viviendo como si nada estuviera pasando. O bien, discutir interminablemente llegando a la pavorosa conclusión de «qué dura está la situación, que cada quien se cuide como pueda». Por último, aceptar impotente el drama dejando la herida abierta. Aunado a esta situación de violencia e inseguridad pública me he topado con dos hechos más. Comencé a dar clases en una universidad de “primer nivel” y me encontré con muchos alumnos excepcionalmente arrogantes y maleducados. Y por otro lado, constato con amargura mi propio mal, que se manifiesta cotidianamente sobre todo en el trato hacia mi hijo adolescente y con algunos compañeros de trabajo.
A lo largo de mi vida he podido constatar continuamente que lo que mi humanidad necesita es pertenecer a un grupo de personas con las que camino y que se convierten así en un lugar de vida, donde se me ayuda a ir al fondo de la experiencia en cada ámbito de mi vida, donde puedo pedir perdón y ser perdonado, donde soy aceptado por lo que soy y no por mis aciertos o errores. Esto ha sido para mí la pertenencia a Comunión y Liberación, es decir, mi pertenencia a la Iglesia. Pienso en las palabras de san Pedro: «¿A dónde iré Señor? Sólo Tú tienes palabras que explican la vida». Caer en la cuenta y dolerme de mi mal, de mi mal concreto, no es obvio, pero es absolutamente necesario para que pueda retomar el camino, pues de otro modo permanezco arrogante y pretencioso. La Escuela de comunidad dice que «toda amistad humana es reflejo de la estructura original del ser, y si lo niega peligra su verdad». Esto me ha permitido comprender que el deseo de bien y la dependencia de Otro son constitutivos de todos los hombres. Me constituye a mí y también a los violentos, los arrogantes y los maleducados. En este sentido, lo que es válido para mí también lo puede ser para ellos. Por eso pido al Señor, que me conceda el don de reconocerme necesitado siempre y que sostenga mi camino, junto a todos los demás.
Pablo, Querétaro (México)
UNA MÚSICA EN MEDIO DEL CAOS
El miércoles 12 de febrero me encontraba en mi nueva residencia, ubicada en Parque Carabobo, a escasas dos cuadras de la plaza donde se llevaba a cabo la concentración opositora al gobierno. En esta residencia no contaba con acceso a internet y mis ventanas daban en dirección contraria a la plaza; no tenía idea de qué pasaba a dos cuadras arriba, porque solo tenía la televisión que lamentablemente no informa sobre los sucesos diarios, pero constantemente me escribían mensajes de texto alertándome de no salir porque la situación era delicada. ¿Qué puedo hacer yo?, me pregunté. Hablé con una amiga comentando que “las fuerzas que cambian la historia son las mismas fuerzas que cambian al corazón del hombre”, ya que es un momento donde estamos llamados a ser protagonistas. Pero ¿cómo? He recibido la gracia de entender, en mayor o menor medida, que tengo un corazón con un deseo de infinito que no se define por ninguna circunstancia buena o mala. Entonces supe que podía y debía hacer algo diferente a bajar y lanzar piedras, quemar o destruir. Llegó la noche, y mi alumno de guitarra, un señor de sesenta y tantos años, comenzó a insistirme para que no suspendiéramos la clase. Aunque ya parecía más calmado el panorama, yo seguía muy dudoso. Al final fui a darle clase y mi alumno me consiguió guitarra para que yo no llevara la mía. Salió el tema de lo que había pasado el día anterior, y él me dijo que por eso él quería aprender música y había insistido para que yo fuese a darle clase, porque para él la música tiene la capacidad de centrarlo en el momento presente, en lo que él es y en lo que pasa a su alrededor. Este señor ha querido toda su vida acercarse a la música y apenas ahora tiene el tiempo y la disposición de hacerlo. Luego de decirme esto y mostrarme el valor que para él tiene cada clase, me agradeció por mi trabajo y yo me fui pensado: «Este soy yo, este si es Francisco en acción». Al día siguiente tenía tres alumnos en una institución, a partir de las 2:30 de la tarde, la hora en la que estos últimos días hay que empezar la retirada anticipando los disturbios en la calle; por lo tanto, asumí que no iría ninguno, aunque igualmente fui por cumplir mi compromiso con la institución. Cuando llegué, alrededor de las 2:20, ya el primer alumno estaba sentado en el salón practicando, esto me desarmó inmediatamente. Le di clase con la mayor disposición, pero seguía pensando que no vendrían los demás. El alumno siguiente venía desde una zona donde ese día había problemas. No pudo llegar a tiempo, pero su madre llamó apenada porque no podían llegar. Esto me impactó muchísimo porque asumía que jamás se les iba a ocurrir intentar salir, ni que me avisaran que no iban. Finalmente, tenía clase con una chica que viene de una zona a las afueras de Caracas, por lo que pensé que obviamente no iba a viajar por una clase de guitarra. Llegó su hora y no aparecía, pero llamó diciendo que estaba en camino y si podía esperarla. Ya totalmente desarmado le dije que por supuesto y le di su clase completa. Fue imposible no preguntarme: ¿qué mueve a estos chicos a venir a clase? ¡Cuántos se habrán enfrentado a los padres para que los llevaran o los dejaran ir a la escuela en esta situación de violencia e incertidumbre! ¿En medio del caos vale la pena salir para dar a otro lo que sé y lo que soy? Claro que sí, porque estoy cierto de quién soy y a quién pertenezco.
José Francisco, Caracas (Venezuela)
TIEMPO DE CONVERSIÓN
Todas las noches, antes de cenar, rezamos en familia. Pedimos por nosotros, por nuestra salud, trabajo y conversión. Mientras la vida sigue, Dios no deja que caminemos sin rumbo y suceden “imprevistos” que nos hacen preguntar dónde estamos parados y a quién estamos siguiendo. Primero surgió un problema de salud nuestro hijo menor. Al principio los médicos diagnosticaron un probable tumor. Consultamos con varios especialistas y se decidió realizar una cirugía menor, con mejor pronóstico. Comprendí el dolor de la Virgen al verme a mí misma pidiendo a gritos al Señor que nos ayudara, al reconocer, carnalmente, que todo depende de Él. Después, mi jefe me comunicó que dejaría de trabajar a partir de abril. Entonces me quedé pensando que el Señor me está llamado a la conversión. Todo esto que ocurre tiene que ser por algo más porque, como dijo el Papa: «Cuando te sientas triste porque no sucedió lo que tu corazón quería, mantente firme y feliz porque Dios está pensando algo mejor para ti».
Vanesa, Buenos Aires (Argentina)
UN CAMINO ENTRE NUBES Y CERTEZAS
Cuando llevo a los niños al colegio, paso por una carretera panorámica con un vista espectacular sobre las montañas. Cada día es distinta porque depende de la luz y del tiempo. Un día son rosadas, otro azuladas o negras, otro blancas e inmaculadas por la nieve, otro día se esconden detrás de las nubes. A veces se ve incluso la luna. Pensando en el trabajo de la Escuela de comunidad, caí en la cuenta de que salgo de casa por la mañana expectante, curiosa por ver cómo serán hoy las montañas, tanto que no quiero delegar esta tarea en mi marido. Salgo de casa sin la menor duda de que ellas están allí, casi de que “me esperan”, pero nunca sé de antemano qué forma tendrán. Esto me ha hecho descubrir algo mejor cómo Dios se da a conocer: está presente siempre pero cada día se nos muestra de una manera diferente. Me veo necesitada, deseosa y dependiente de Él y le busco. Si hoy parece que no está porque se esconde detrás de las nubes, yo parto de la experiencia de que ayer le vi y entiendo que hoy está presente en el mismo deseo que tengo de volver a verle. Cuando una aparente ausencia suscita un deseo, significa que de algún modo lo que se desea está ya presente. La realidad desborda de significado cuando me dejo sorprender así.
Chiara, Transacqua / Trento (Italia)
Buscando trabajo
«EN MEDIO DE LAS DIFICULTADES HAY UNO QUE ME QUIERE»
Me despidieron dos veces y en ambos casos mi despido y el de mis colaboradores no fue motivado por una crisis de la empresa, sino por razones financieras ajenas a nuestra actividad laboral. Después de dos largas temporadas en paro, llevo un mes trabajando con un contrato a tiempo determinado. Durante el paro y ahora en una situación “inestable” he aprendido a reconocerme más claramente como hijo, a afrontar cualquier circunstancia de mi vida seguro de que está hecha para mí y que me reserva algo bueno. Crece la certeza de estar acompañado día a día por Alguien que no desea nada más que mi bien. La trama de relaciones que me rodea no es otra cosa que el signo, discreto y muy concreto, de esta ternura de la que me siento objeto ahora como nunca.
Andrés, Milán (Italia)
JUNTOS EN LA FARMACIA
Soy un estudiante de Farmacia. Al igual que otros años me apunté a la Jornada de recogida de medicamentos que organiza el Banco Farmacéutico. Este año lo propusimos en la facultad. Un mes antes de la iniciativa, tuvimos allí un encuentro público para pedir colaboración. La sorpresa vino al comprobar que 73 estudiantes se apuntaban a los turnos de recogida, además en período de exámenes. Nos organizamos de manera que cada uno de ellos estuviese junto con alguien del Banco Farmacéutico. Por la noche, quedamos todos a cenar. Sus rostros mostraban claramente que un gesto de caridad como éste corresponde profundamente al corazón de cualquier hombre. Una chica comentó que durante esa mañana, durante la recogida, había descubierto qué es lo que nos llena el corazón y muchos estudiantes nos pidieron que repitiéramos la iniciativa el próximo año. Lo que más me ha llamado la atención de todo esto es que simplemente siendo yo mismo con mis compañeros he podido experimentar la caridad y testimoniarla ante todos.
Mattía, Turín (Italia)
Quince años de lucha
MI RESPUESTA A LA PREGUNTA: ¿QUIÉN ES JESÚS?
Querido Julián: «La primera vez que me he muerto» fue en 1998, cuando le diagnosticaron a mi hija, poco antes de nacer, una malformación de la espina dorsal, presionándome mucho para que mi mujer abortara. Ahora mi hija tiene quince años. En estos años «me he muerto» más veces. La última fue el pasado 24 de enero, cuando mi hija entró por enésima vez en el hospital para ser operada otra vez, y tardaba mucho, demasiado, en salir del quirófano. Al final, la cosa fue bien, aunque le han quedado algunas pequeñas secuelas. En el tiempo en que estuvo ingresada me han pasado dos cosas. La primera es que pude ver el gran testimonio de los chicos de GS, antes y después de la intervención. La frescura de su encuentro con Cristo sin ningún prejuicio se ha expresado en un montón de mensajes y de encuentros con mi hija. Como botón de muestra, te escribo este: «No te preocupes. Nosotros rezamos por ti y puedes estar segura de que Jesús estará a tu lado y sabrá cuidarte y sanarte». La segunda es que, por mi parte, me ha costado horrores afrontar esta circunstancia, no sólo por ver otra vez sufrir a mi hija, sino por algo que iba más allá y penetraba en mi corazón. Tanto es así que, por primera vez de manera explícita, les pedí a mis amigos que rezaran por mi hija y también por mí. ¿Por qué mi hija tiene que pasar por seis operaciones? ¡No ha ofrecido voluntariamente a Jesús su vida! No ha dicho como algún gran santo: «Jesús, permíteme participar en tus sufrimientos para salvar al mundo». Sin embargo Dios la ha preferido y la prefiere hoy. Bueno, yo esta «preferencia de Dios» no la entiendo y probablemente jamás la entenderé. No me siento capaz de darle gracias a Dios por lo que le está pasando a mi hija (no sería humano), pero siento la necesidad de darle gracias por esas dos cosas que te he contado. De allí, mi respuesta a la pregunta «¿Quién es Jesús?»: es una Persona que en estos primeros meses del año me ha mostrado Su rostro sufriente en la mirada de mi hija al despertar de la anestesia, pero que también me desvelará el rostro bueno del Misterio. Esta es la petición que sigue viva en mí.
Adelino, Verona (Italia)
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