Va al contenido

Huellas N.2, Febrero 2014

CULTURA / El cumpleaños de Facebook

Los nudos de la red

Mattia Ferraresi

Según Barak Obama, ya no es tan cool. Pero diez años después de su nacimiento, la criatura de Mark Zuckerberg sigue incidiendo en la vida de mil doscientos millones de personas. Y en nuestro modo de pensar en la amistad, en las relaciones, en nosotros mismos… Abriendo preguntas que no nos podemos saltar

La analogía perfecta para explicar qué es Facebook, diez años después de su fundación, la ha trazado, inevitablemente, Mark Zuckerberg: «Facebook es como la electricidad». Es condición estructural del funcionamiento de todo, presupuesto tan obvio que ya nadie se para a reflexionar sobre el alcance revolucionario de la red eléctrica y sobre sus infinitas aplicaciones. Un dato de hecho, en definitiva. Lo mismo que sucede con Facebook, dentro del ámbito de las redes sociales.
El fundador de la empresa de Menlo Park, California, ha utilizado esta comparación para responder al presidente de EEUU, Barak Obama, que, en una conversación informal escuchada por un periodista, dijo que Facebook «ya no es tan cool, ya no está tan de moda». «Probablemente la electricidad era cool cuando llegó a las casas por primera vez», ha comentado Zuckerberg, «pero poco después la gente dejó de hablar de ella porque ya no era una novedad. La verdadera pregunta es: ¿existen personas que hayan dejado de encender las luces porque la electricidad haya dejado de ser cool?».

El marco de fondo. Facebook habrá dejado incluso de ser el tema dominante de la conversación en el ámbito de la tecnología y de las redes sociales, pero no ha dejado de ser un instrumento fundamental. Tres directivos de Facebook preguntados por Huellas (y que han querido permanecer en el anonimato por «razones empresariales»: misterio de un coloso que vive de nuestra exposición en el muro virtual) para descifrar un fenómeno que ha cambiado radicalmente la forma de comunicación, hablan de Facebook como «infraestructura» o «andamio» de la red: dicen que es una estructura, y su finalidad es «ofrecer un marco de fondo en el que los usuarios puedan moverse usando lenguajes e instrumentos distintos».
Es errado pensar en Facebook como un ámbito social particular transferido al ámbito digital: su fuerza consiste en cambio en ser «un presupuesto, un ámbito que está dentro de todos los ámbitos».
Que después de diez años se hable cada vez menos, o que las estadísticas hablen incluso de adolescentes que abandonan la plataforma – datos que Facebook rebate –, son hechos a los que los dirigentes dan una interpretación positiva: significa que la estructura es ya parte integrante de la vida digital de al menos mil millones de usuarios. En diez años hemos pasado del frenesí de la revolución de las redes sociales a la vida digital como costumbre inconsciente. Es justamente esta capacidad invasiva lo que suscita, diez años después de su fundación, distintas reflexiones.
En su mensaje con ocasión de la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa Francisco habla de internet como «don de Dios», pero al mismo tiempo ofrece una reflexión crítica sobre los «aspectos problemáticos» de la que, después de diez años, ya no es la revolución de las redes sociales, sino una estructura consolidada: «La velocidad con la que se suceden las informaciones supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo», escribe el Papa. Y añade: «Necesitamos ser pacientes si queremos entender a quien es distinto de nosotros: la persona se expresa con plenitud no cuando se ve simplemente tolerada, sino cuando percibe que es verdaderamente acogida». Francisco subraya también la diferencia crucial entre conexión y encuentro, categorías que nunca se pueden superponer: «No basta pasar por las “calles” digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos ternura».

Solos y juntos. Velocidad, expresión comedida y correcta de uno mismo, paciencia, acogida, conexión, encuentro, necesidad de amar y de ser amados: la red social, con su fuerza conectora y su riesgo de reducción de la relación a mero contacto, desafía el significado mismo de estas categorías. Basta con pensar, por ejemplo, en la evolución de palabras como “amigos” o “compartir”, pilares de esa estructura relacional que es el hombre. “Compartir” corre el riesgo de decaer en un incesante y vertiginoso proceso hecho de puestas al día sobre el estado de ánimo, comentarios, lecturas rápidas, feed, tag, selfie. La socióloga del MIT (Massachusetts Institute of Technology) Sherry Turkle, que ha publicado un libro sobre el aislamiento como consecuencia de las redes sociales titulado Alone Together, ha escrito recientemente que «hemos sacrificado la conversación en nombre de la simple conexión», una relación degradada en la que el otro se convierte – retomando la terminología de Francisco – en un «hilo» de la red, no una persona. Esta dinámica la documenta un joven experto de marketing de Facebook, uno de los tres que ha aceptado hablar sobre el tema: «La verdad es que ni siquiera conozco a algunos miembros de mi equipo. Nos comunicamos todos los días, nos intercambiamos informaciones continuamente, pero lo que conozco de ellos es únicamente su perfil de Facebook, que usamos también como red de trabajo interna. A ellos no los conozco».
Junto al tema de la disminución de las relaciones está también el de la selección de los contenidos en el gran mar de la red. Facebook ofrece criterios con los que seleccionar nuevos amigos, propone contenidos en base a nuestras preferencias, sugiere itinerarios, guía la experiencia de miles de “yoes” digitales que de otro modo estarían perdidos. Hay quien sostiene que todo este calculadísimo dirigir a los usuarios hacia contactos y actividades placenteras – es decir, compatibles con el propio perfil – tiende a crear un espacio digital en donde se excluye todo lo que es desagradable o no inmediatamente satisfactorio.
Her, la última película de Spike Jonze, es la representación del carácter “selectivo” de una máquina llevado a sus últimas consecuencias. El protagonista se enamora de una voz, producto de una inteligencia artificial programada para ser perfectamente – y de forma dinámica – compatible con los deseos de su interlocutor. Es quizá la primera vez que el cine propone la idea de una utopía (o mejor, de una distopía) completamente personalizada. No hay un Gran Hermano que todo lo escruta y domina desde lo alto de su poder, sino un sinuoso software que recibe los input de un interlocutor único e irrepetible y se reprograma en consecuencia. Cada usuario puede acceder con un clic a su personalísima utopía relacional.
Un tercer aspecto de la reflexión tiene que ver con el compromiso que toda relación implica. ¿Cómo ha cambiado Facebook el nivel de “compromiso” implícito en una relación? Escribir un chiste en el muro de un amigo o comentar una foto son gestos menos comprometidos que una conversación, pero también que una llamada de teléfono o incluso un SMS y sus derivados, que conservan en cualquier caso un carácter personal. Uno de nuestros interlocutores en Facebook explica: «Creo que las relaciones han cambiado radicalmente, pero ha sucedido también con el teléfono o la televisión. El riesgo de que las relaciones se vuelvan más superficiales y vacías existe, al igual que el riesgo de reducir el conocimiento a cotilleo, ¿pero acaso no sucede esto también en la vida real? Seguramente la fuerza de Facebook es crear una red de contactos con personas que se conocen o que forman parte de una fase anterior de la vida, por ejemplo los compañeros de colegio. Pero nada nos podrá quitar la posibilidad de tener relaciones verdaderas».
Es inevitable terminar con la eterna pregunta acerca de la neutralidad del medio de comunicación, en donde la neutralidad es la dirección en la que se están desarrollando las redes sociales, para llegar a ser cada vez más un marco que llenar al gusto de cada uno, un espacio vacío sobre el que trazar la propia vida digital. El Papa también es claro en este tema: «La neutralidad de los medios de comunicación es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo puede representar un punto de referencia. El compromiso personal es la raíz misma de la fiabilidad de un comunicador. Precisamente por eso el testimonio cristiano, gracias a la red, puede alcanzar las periferias existenciales». En resumen, la persona es la presencia que llena la infraestructura con una identidad, llevando a cabo el paso, en absoluto automático, entre “conexión” y “encuentro personal”. Y al final, este es el aspecto que marca la verdadera diferencia.

Nuevas preguntas. Hace diez años, en un ya famoso dormitorio de Harvard, un joven creaba la plataforma que ha suscitado estas y otras muchas preguntas, creando nuevas plataformas con la extensión ilimitada de la estructura de las redes sociales. En la actualidad, Facebook es un coloso que cotiza en Wall Street, que tiene mil doscientos millones de usuarios en todo el mundo, y que vale ciento treinta mil millones de dólares, riqueza procedente de la venta de los datos que los usuarios ceden gratuitamente. De modo igualmente gratuito, ofrece la posibilidad de permanecer conectados con todos sin descanso, hasta tal punto que corremos el riesgo de no darnos cuenta del alcance de las preguntas que esta vida digital suscita. De igual modo que ya no nos damos cuenta de lo revolucionaria que es la electricidad, ahora que ya ha dejado de ser cool.


LOS NÚMEROS
1.200 millones de usuarios registrados
699 millones de usuarios activos
350 millones de fotos subidas cada día
4.600 empleados en la empresa
130.000 millones de dólares: el valor de la empresa en Wall Street

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página