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Huellas N.2, Febrero 2014

ENCUENTROMADRID / 4-6 abril 2014

La alegría del evangelio construye «amistad cívica»

José Luis Restán*

Recibirá el capelo cardenalicio a sus 84 años en el Consistorio convocado por el Papa Francisco el 22 de febrero. Con esta decisión el Papa reconoce una larga vida de servicio a la Iglesia en la que han destacado su rigor teológico, inteligencia histórica, capacidad de diálogo y entusiasmo para la misión

Don Fernando sabe que a la Iglesia le espera en España un tiempo de siembra paciente, de superación de viejas fórmulas, de redescubrir lo esencial y abrirse a una nueva misión, tan lejos del triunfalismo como del complejo de inferioridad. Durante su intervención en el EncuentroMadrid de 2008 nos comunicó su deseo de que siguiéramos llevando esta vida «a tanta gente, gente herida, gente necesitada». Ahora, con motivo de su nombramiento cardenalicio y de la próxima edición de EncuentroMadrid, que se celebrará a comienzos de abril con el lema “Buenas razones para la vida en común”, Huellas ha querido conversar con él para compartir su mirada sobre el momento que vive la Iglesia.

Estamos en un momento apasionante, lleno de expectativas pero también de dificultades para la Iglesia. Ahora que se va a cumplir el primer año de pontificado de Francisco, ¿qué le parece más destacable de su guía?
La verdad es que los empeños del Papa Francisco encajan y coinciden perfectamente con los empeños de los Papas anteriores, cada uno con su estilo personal y en relación estrecha con las circunstancias de cada momento. La vida de la Iglesia no es alternativa sino acumulativa, integradora. Cada Papa continúa y enriquece las aportaciones del anterior. El Papa Francisco ha conectado profundamente con el compromiso evangelizador que se está abriendo camino en la Iglesia desde el Vaticano II y que han ido impulsando con matices algo diferentes Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Este Papa lo inculca de una manera muy concreta e incisiva, más en la dimensión práctica que en la teórica, tanto para los de dentro (renovación evangélica de la vida cristiana y de las instituciones eclesiásticas) como para los de fuera (Iglesia abierta, Iglesia al encuentro, Iglesia misionera). Sin que sea lo más importante, lo más llamativo de este Papa me parece el sello personal que pone en todas sus cosas, su sencillez, su normalidad, su cercanía y su ternura humana ante todos los sufrimientos.

El Papa habla de una “Iglesia en salida”, de aceptar el riesgo de accidentarnos… Sin embargo la tentación de “defendernos”, de hacer de la Iglesia una ciudadela asediada, es grande…  
Sin duda. Nos encontramos poco preparados, no tenemos experiencia del cuerpo a cuerpo con el laicismo, no estamos acostumbrados a un diálogo cercano, convincente y evangelizador con los no creyentes, ni los sacerdotes ni los seglares; porque todos tenemos que ser protagonistas en esta actividad misionera de la Iglesia. Tenemos que vivir más intensamente la grandeza del evangelio, la importancia y la necesidad de los dones de Dios. Y tenemos que perder el miedo a la confrontación, al diálogo sincero y claro, al anuncio confiado y explícito del evangelio de la salvación. Porque la realidad es así; porque éste es el único camino de la verdadera humanidad; porque no podemos dejar la vida de nuestros hermanos, de nuestra sociedad, en manos del laicismo, que es falso, que es destructor, que es contrario a los designios de Dios y al bien de la humanidad.

Este año en el EncuentroMadrid reflexionamos sobre las razones que hacen posible y deseable la vida en común en nuestra sociedad, y el cardenal Scola, uno de nuestros invitados, ha pedido recuperar lo que ha llamado la «amistad cívica». A la vista de lo que acontece en nuestro país ¿piensa que es posible? ¿Cómo podemos impulsarla los católicos?
Sí, claro, pienso que es posible; aún más, pienso que es necesaria, indispensable. En los últimos años han crecido en España los enfrentamientos y las exclusiones. Parece que la política se ha convertido en el arte de destruir al adversario como sea, más que en servir al bien común. Si toda política tiene que servir al bien común, a la misma sociedad, ello implica una actitud de convergencia y de colaboración ente todos los políticos. Para lo cual hace falta aceptación mutua, confianza, deseo sincero de colaboración. Los españoles vemos cómo nuestros políticos se destrozan y se descalifican continuamente unos a otros. Eso divide a la sociedad, crea desconfianzas entre unos ciudadanos y otros, consume las energías del país. Necesitamos subrayar los elementos e intereses comunes que fundamentan y hacen posible nuestra convivencia. Y necesitamos intensificar una confianza generalizada que consolide la convivencia y, por decirlo así, excluya los exclusivismos. Es decir, necesitamos desarrollar esa “amistad cívica” que es el alma de la unidad y de la salud de una sociedad. Necesitamos aumentar y fortalecer la unidad y la confianza cívica entre todos los españoles, volver a poner lo común por delante de lo particular. Esto es posible, por supuesto. Lo hemos tenido en otras épocas. Y lo tienen mejor que nosotros otras naciones. En España tiene mucho que ver con esto la reconciliación con nuestra historia, el aprecio de los frutos culturales y sociales de la fe católica, el reconocimiento de la fe cristiana como un elemento positivo de humanidad y de progreso integral. Los católicos tenemos que estar presentes y activos en el diálogo social, tenemos que ser capaces de recuperar la estima cultural y social de la fe como un elemento positivo, enriquecedor, que ha fecundado y universalizado nuestra historia y nuestra identidad nacional; sin arrogancias, sin exclusivismos, con apertura y acogimiento, pero también sin timideces absurdas. Los católicos tenemos mucho que aportar a la vida social española; nuestra sociedad adolece de esta carencia y necesita con urgencia el testimonio y las aportaciones de una conciencia social católica activa y moderna.

En la carta que usted ha recibido, como todos los que han sido nombrados cardenales, el Papa dice que el cardenalato no significa una promoción ni una condecoración, sino un servicio que exige ampliar la mirada y ensanchar el corazón, siguiendo la vía del abajamiento y de la humildad. ¿Qué ha sentido a sus 84 años al escuchar este reclamo del Sucesor de Pedro?
He sentido una llamada del Señor a seguir en la primera línea del servicio a su Iglesia, a la difusión del evangelio de la salvación, al anuncio incansable y entusiasta de la gracia de Dios como garantía y fuente de vida para todos mis hermanos. Es la llamada del Papa, que es llamada de Dios, a salir un poco de la tranquilidad de la jubilación y seguir en la brecha del ministerio y del apostolado en la medida de mis fuerzas y hasta que Dios quiera. Con alegría y gratitud.
*Director editorial de la Cadena Cope

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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