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Huellas N.2, Febrero 2014

ACTUALIDAD / Egipto

¿A quién le corresponde ayudarles?

Luca Fiore

El referéndum sobre la Constitución. La expulsión (y las protestas) de los Hermanos Musulmanes. El papel del ejército. Tres años después de Plaza Tahrir, el país vuelve a sumergirse en el caos. «Y sin embargo se han dado algunos pasos», explica el padre JEAN-JACQUES PÉRENNÈS, que conoce bien el terreno: «Pero si Occidente no muestra su cercanía…»

Demasiado simple decir que todo ha vuelto a estar como en tiempos de Mubarak. Aunque los números del referéndum constitucional, aprobado con el 98 por ciento, recuerdan mucho a las cifras de los tiempos del Rais. También la expulsión de los Hermanos Musulmanes, la prohibición de las manifestaciones, el arresto de opositores. No falta el olor a dictadura militar.
También es verdad que antes de la revolución no explotaban bombas en el centro de El Cairo, y las manifestaciones no acababan en baños de sangre, como ha sucedido en el tercer aniversario del derrocamiento de Mubarak. Treinta muertos y setecientos cincuenta detenidos en dos días es el parte de guerra.
Egipto es distinto, han sucedido muchas cosas. Ahora, más allá de todo esto, existe una Constitución mejor que la redactada por los Hermanos Musulmanes en 2012. Pero continúan los peligros y las esperanzas de un cambio real corren el riesgo de quemarse en el horno de la política.
La mejor forma de que las cosas vayan mal es actuar pensando que están yendo mal. Es el riesgo sobre todo de los países occidentales, que miran lo que sucede aquí. De ello está convencido el padre Jean-Jacques Pérennès, antiguo responsable de los dominicos en el mundo árabe, estudioso de las relaciones entre cristianismo e islam, que vive en El Cairo desde 1998.

¿Qué país es Egipto después del referéndum para aprobar la nueva Constitución?
Es un país cansado. Desde hace tres años busca, sin encontrarlo, un equilibrio político y económico. El turismo y las inversiones extranjeras han caído drásticamente, lo que se ha traducido en un aumento brutal del desempleo. A esto se añade la falta de seguridad. En tiempos de Mubarak la gente estaba acostumbrada a una seguridad total, pero hoy no es así. El país está cansado, y hace falta buscar una solución. La gente espera una especie de milagro. Espera al “hombre de la providencia”, a alguien que venga a salvar el país.

Hoy en día es también un país dividido.
Sí, existe una división grave después de la expulsión del presidente Morsi. Creo que los Hermanos Musulmanes tienen una grave responsabilidad al haber pedido a sus seguidores que resistan hasta el martirio. Quieren llegar “hasta el final” sin negociar. Y, por otro lado, nos hallamos de nuevo dentro de la tradición que sitúa, desde tiempos de Nasser, a los militares en el poder. Nasser, Sadat y Mubarak eran todos generales. Esto tampoco es sano: impide una negociación política normal.

¿En qué sentido?
No existe un debate político real. El gobierno ha declarado a los Hermanos Musulmanes como “organización terrorista”. Algunos serán terroristas, como se ve en la violencia que se ha generado. Pero no todos lo son. Su exclusión no favorece una suavización de sus posiciones. Se da también el hecho de que en los días inmediatamente anteriores al referéndum era prácticamente imposible hacer propaganda en favor del “no”.

Las elecciones democráticas han situado en el poder a una fuerza que no era democrática. Esta ha sido depuesta en nombre de la democracia, pero ha sido sustituida por otro régimen no democrático. Es verdaderamente paradójico.
Sí, la gente ha reaccionado ante el peligro de que bajo el mandato de Morsi se constituyese un régimen islamista decidido a no entregar el poder. Los Hermanos Musulmanes han sido expulsados por voluntad de la gran mayoría de los egipcios. Esto es difícil de entender fuera de Egipto. En Occidente la gente se escandaliza por el golpe militar. Es verdad que han sido los militarles quienes han depuesto a Morsi, pero era el pueblo el que ya no lo quería.

¿Cómo es el texto de la nueva Constitución? ¿Qué diferencias hay con respecto a la de 2012?
Es un texto bastante bueno. La Constitución anterior, escrita por Morsi, tenía una impronta islamista muy fuerte. El texto estaba trufado de religión. No sólo el artículo 2 sobre el papel de la ley islámica, sino también el artículo 219, que dejaba a los jueces la posibilidad de interpretar la Constitución, con el riesgo de una lectura islamista de la ley. Todo esto ha desaparecido en la actual. En Occidente se dice que con la nueva Constitución aumenta el poder de los militares. Es verdad, pero al mismo tiempo hay menos religión en la visión política. Dependerá mucho de cómo se realicen estos principios en la práctica. Pero es un paso importante que un país de mayoría musulmana diga que no quiere una Constitución islamista. Esto es interesante, se empieza a hacer presente algún aspecto de la modernidad.

Incluso los salafistas, que sobre el papel son más fundamentalistas que los Hermanos Musulmanes, aprueban el nuevo texto. ¿Por qué?
Por oportunismo. Cuando los Hermanos Musulmanes decidieron boicotear el juego político a cualquier nivel, se abrió para los salafistas un espacio de maniobra. Estoy convencido de que los egipcios tienen una visión religiosa de la política, y creen que merece la pena llegar a pactos con el partido de los militares. Confían en que el pueblo les seguirá. Ya veremos. En la comisión de los Cincuenta que ha redactado el texto, ha habido momentos de impasse por el conflicto entre visión liberal y visión islamista. Pero incluso los salafistas han hecho campaña en favor del “sí”.

¿Existe alguna posibilidad de que los Hermanos Musulmanes vuelvan a implicarse con el proceso democrático?
No lo sé. Su rabia es comprensible: han esperado ochenta años para llegar al poder y después de un año han sido expulsados a la clandestinidad. Sus dirigentes habían estado en la cárcel, habían sido perseguidos… Pero también ellos deben hacer autocrítica, deben comprender por qué les han rechazado los egipcios. En mi opinión, dos han sido sus errores: el sectarismo y la incompetencia. Han buscado el monopolio del poder y no han aportado respuestas adecuadas a las exigencias de los egipcios. Han hablado de religión e ideología cuando la gente quería escuelas, hospitales y trabajo. Los Hermanos Musulmanes deben reflexionar sobre esto, porque forman parte del panorama político y es justo que participen activamente en la vida de este país.

¿Existe un camino democrático para la pacificación del país?
Para llegar a una democracia como la concebimos en Occidente hará falta mucho tiempo. Hay quien pensaba que dos o tres años serían suficientes para salir de un sistema que ha funcionado durante cuarenta años. Harán falta veinte o veinticinco años. Pero se han dado pasos en adelante: la gente, por ejemplo, ha empezado a ir a votar. El resultado de participación es bueno, se habla del 38 por ciento. Si se tiene en cuenta que los Hermanos Musulmanes no han ido a votar, significa que potencialmente el 55-60 por ciento de la población está implicada en el proceso político. En el pasado, nadie iba a votar porque era inútil, y la participación se reducía al 10-12 por ciento. Esto me parece interesante: la gente se interesa por la política. Ha empezado a hacer huelgas y manifestaciones. Es un signo de libertad. Creo que es necesario realizar paulatinamente una educación en la política.

Los jóvenes de la Plaza Tahrir y los partidos liberales habían llegado casi sin preparación a las elecciones que encumbraron a Morsi. ¿Se ven progresos en cuanto a su organización y al contacto con el terreno?
No, su voz no se escucha. Es terrible. No existe una iniciativa real por su parte. Y esto no ayuda nada. Todos dicen que el próximo presidente será el general Al Sisi, pero me temo que, si no muestra un giro real en los primeros meses, los Hermanos Musulmanes aprovecharán para decir: «¿Lo veis? La alternativa a nosotros no funciona». Es peligroso, podría volverse al caos.

¿Será la economía el tema clave?
Sí, y creo que la solidaridad internacional será muy importante. En los últimos meses Europa y América han criticado la destitución de Morsi con la ayuda de los militares, cuestionando las ayudas económicas. Pero esto es una equivocación. Occidente debe seguir ayudando a Egipto, porque no me gustaría que sólo quedaran las ayudas de los países del Golfo, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Kuwait. Los egipcios están dispuestos a escuchar nuestros consejos, pero si ven que existe una amistad, si ven que estamos con ellos. Durante estos últimos meses, Occidente parecía una maestrilla que pegaba a un alumno travieso. Y esto no funciona con los egipcios.

¿Y los cristianos? ¿Cuál es la situación, las garantías para ellos y su implicación?
Los cristianos han apoyado la destitución de Morsi. Pero han pagado por ello un alto precio: los ataques a las iglesias del pasado mes de agosto. Para ellos ha sido un golpe muy fuerte. Sin embargo, existen señales positivas. Este año, por ejemplo, el presidente de la República, por primera vez en la historia, ha felicitado al papa copto Tawadros. Todos han percibido lo positivo de este gesto. Esperemos. Los ocho millones de cristianos son un componente importante del país. La situación no es dramática en todo Egipto. Hay situaciones muy difíciles, como por ejemplo en Miniah, en el Medio Egipto. Sin embargo, aquí en El Cairo vivimos casi con normalidad. Pero es urgente promover el diálogo político: es la única alternativa a la violencia.


LOS NÚMEROS
98% electores que han votado “sí” al nuevo texto de la Constitución.
38% participación en el referéndum del 14-15 junio.
247 los artículos de la nueva Constitución: el texto limita el papel del islam en la vida pública, pero aumenta los poderes de los militares.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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