EL CRISTIANISMO ACONTECE
Querido Julián: Si hace quince días tenía una necesidad imperiosa de darte las gracias por el camino que nos estas proponiendo, ahora aún más. Cada día veo cómo es posible vivir y cuál es mi tarea en el mundo. No existe en mí otro modo de vivir que no sea sorprendiendo en la experiencia si el cristianismo sucede en mi persona como acontecimiento. Y entendiendo más que nunca que mi tarea en el mundo es descubrir mi propia identidad, que coincide con una certeza absoluta: «yo soy Tú que me haces». El día 13 de noviembre operaron a Roberto de corazón a vida o muerte. Una amiga enfermera estuvo en la operación y salía cada hora a informarme. El cirujano le preguntaba insistentemente cómo estaba yo. Ella le decía: «Está bien, tranquila. He dejado a su familia y a sus amigos rezando el Rosario en la habitación». Entonces el cirujano soltó: «Ah, ¡es que tienen fe! Claro, ahora entiendo por qué éste (refiriéndose a Roberto) estaba tan tranquilo. ¡Qué envidia me dan! Porque realmente sólo con fe se puede estar tranquilo en la vida». Es verdad, Julián, la fe es plenamente pertinente a la vida. Durante seis días ha estado en la UCI entubado y sedado, y yo sin saber qué ocurriría un instante después. Cada vez que me dejaban entrar y le veía vivo, rezaba el Rosario a los pies de su cama conmovida por el hecho de que respirase. Si el Señor quería que estuviese vivo ese día, es que algo tenía que mostrarnos a todos. Mañana, no sabíamos cómo lo haría. Tengo la certeza de que cualquier circunstancia (incluso estas, tremendamente fatigosas) encierran siempre algo verdadero, pues de otro modo no existirían (como decías en la Apertura de curso). Como el ciego del Evangelio, cuando le preguntaban: «Pero, ¿qué ha pasado?», respondo: «Sólo sé que antes no veía y ahora veo». Yo me fijo en el hecho de que Roberto está vivo hoy. Cualquier otro juicio sería una inmoralidad. Poco a poco fue despertando en la UCI y fue conmovedor un día que vino a verle Prades. No sé sí voy a ser capaz de explicarte con palabras lo que mis ojos vieron ese día. Roberto con un hilo de voz (acababa de despertar después de cuatro días) le dijo: «Javier, estoy en paz. Creo que el Señor ha elegido mi vida para completar su cruz. No sé cuánto tiempo querrá tenerme aquí pero no depende de mí. Estoy en paz [repetía]. Javier, quiero que me impongas la cruz y me bendigas. Es una gracia poder vivir así. Cada día es un nuevo día». Así que los tres juntos rezamos en mitad de la UCI. Y Javier le dio la bendición. Al día siguiente, le subieron a planta y poco a poco empezó a empeorar, hasta el punto de que, a los tres días de estar en la habitación, tuvieron que volverle a operar un viernes de madrugada porque se había formado un coágulo alrededor del corazón que le impedía bombear y respirar. Uno de estos días ahogándose y con máscara de oxígeno me dijo «¡Qué bello es el mundo y qué grande es Dios!». Le miraba y veía en acto algo que dijiste en la Asamblea de responsables, este verano: «Tenemos todo lo que necesitamos en la vida para poder vivir». Ni siquiera era necesario un poco más de oxígeno para poder afirmar eso. Mirándole medio ahogado, no podía ni puedo negar que durante esos días el Señor ha pronunciado su nombre con la misma intensidad con la que pronunció el de María Magdalena. Roberto es más Roberto. Me decía él mismo: «Ahora soy más hombre». Julián, ya no puedo mirarme a mí misma, ni a mi marido, como le pasó a la Magdalena, sin esta Presencia que me ha alcanzado. Cuando despertó de la segunda operación y entré a verlo, sin saber los médicos por qué se había producido ese coágulo (aunque como dice Roberto: «La vida está llena de porqués sin resolver...que no son lo importante»), decía: «Estoy feliz. Es un nuevo día en que me permite reposar en Él. Esta mañana pensaba que verdaderamente se puede vivir así, que no hay circunstancias u objeción donde no se pueda gustar la vida. Y esto es posible para todos (lo repetía constantemente). Estoy despojado de todo, pero más rico que nunca. Amo el sitio en el que estoy porque está Él. Ayer, cuando vi que no podía respirar, pensé: “Señor llévame a contemplar tu rostro”, aunque luego dije: “No, porque no sería tu voluntad, sino la mía. Yo no quiero quedarme nada para mí, con mi sí quiero mostrar al mundo tu gloria”». Cuando volví por la tarde, estaba mucho mejor y sin oxígeno, pero no me dejó un momento de tregua en que pensase que su alegría era porque estaba mejor, sino por este reconocimiento de su Presencia. Además, según pasé, me dijo: «Esta mañana me he expresado mal cuando he dicho que el Señor me llevase con Él para contemplar su rostro. No es así, es su rostro glorioso. Porque su rostro lo contemplamos en este mundo todos los días». Es impresionante ver todo lo que su sí está generando. No un sí interior, sino un sí al mundo... como nos decías cuando te vimos. Medio mundo está rezando por él y otro medio acordándose. Ha sido precioso ver cómo somos uno en Cristo Jesús. La mañana que operaban a Rober, nos mandó Ángel Vázquez un correo contándonos que les habían dado muy malas noticias los médicos sobre la evolución de Leo. No es que seamos especialmente amigos de ellos, pero Rober no paraba de pensar en ella. En un determinado momento me dijo: «Mamen, yo tenía pensado ofrecer mi operación por varias cosas pero pon un correo a Ángel y dile que lo ofrezco todo por Leo». Se me hizo evidente lo que dice la Escuela de comunidad: «La experiencia viva en Cristo y de nuestra unidad es motivo de esperanza y, por ello, fuente de gusto por la vida y germen de alegría; una alegría que para subsistir no se ve obligada a olvidar o censurar nada». Tantos amigos nos están acompañando acogiendo gratuitamente a nuestros hijos en sus casas, con una generosidad no propia del hombre. Igualmente con los médicos que le tratan, con mis compañeros de trabajo, una experiencia que está suponiendo para mí la constatación de que no estoy loca, cuando veo que hasta los ateos se han unido a la oración conmigo, sin sospechas, y como reconocimiento de que este saberse amado y preferido por Jesús es lo que permite vivir de un modo verdadero. Ciertamente, como me recuerda Rober estos días, la vida es un don desde el primer momento y lo que hacen las circunstancias es corroborar este don día tras día. No sé sí mi marido se recuperará completamente y podrá hacer la vida de antes; ciertamente no es lo que más me preocupa. Lo que necesito es ver cada día a mi marido confiado a este Padre bueno. Porque, ¿qué he visto estos días? Que la vida se aprende siguiendo al que está vivo. Siendo educado en la relación con su Presencia. Estoy experimentando que esto me permite tener esta relación virginal con la realidad, sin la pretensión de retener ni siquiera a mi lado a la persona que más amo. Jamás hubiese podido imaginar una vida mejor que esta y una intensidad mayor en la relación con el Señor. Todo esto nace del modo en que tú nos educas a usar la razón, que me permite hacer tu misma experiencia.
Mamen, Madrid (España)
DE SIRIA A RUSIA
Cuando vivía en Siria, antes de los recientes trágicos sucesos, tenía una relación familiar con Jesús. Lo había conocido a través de mi familia, mi mujer y mis hijos. Vivía con el Señor y reconocía su presencia, llena de amor y paz, tanto en mi familia como en mi trabajo como médico. Trabajaba con el deseo de ser un instrumento en las manos del Señor y transmitir así su compasión por los enfermos. El terrorismo lo ha destruido todo, ha trocado los sentimientos de fraternidad y amor por los del odio, el miedo y la pérdida. El resultado podría ser la victoria del mal, el egoísmo en todas las relaciones humanas. Hemos perdido todo, la casa, los bienes materiales, rostros familiares. Hemos perdido también los instrumentos para el diálogo y la convivencia. Mi fe me lleva a creer que después de la muerte viene la Resurrección; por ello, he suplicado a Dios que me concediera la fuerza y la paciencia para resistir en esta prueba y mantener la esperanza cuando la mente no es capaz de vislumbrar ninguna salida. Sé que los caminos del Señor son distintos de los nuestros y digo: «Hágase en mí según tu palabra». Esto es bueno para mí y me encuentro más sereno. Estaba planeando regresar a Italia donde había estudiado, pero no hubo ninguna posibilidad de llevar a cabo mi idea. En cambio, surgió otra posibilidad: Rusia. Le pedí a Dios que, si esto era su plan para mí, me manifestase que era bueno. Por Su voluntad, a los tres meses de estar en Moscú, sumido en la oscuridad, el miedo y el desamparo, conocí a algunas personas del movimiento. El primer encuentro fue el 23 de febrero de 2012. Nada sabía de ellos, excepto que eran un grupo de amigos que se reunían en el nombre del Señor. Seguí acudiendo a sus encuentros. Mi ruso era muy limitado y las conversaciones casi monosilábicas, sin embargo me sentía seguro y amado. Esto me dio la fuerza de permanecer a pesar de que no entendiera el idioma. A la vez, empecé a preguntarme sobre qué valor tiene entender para que la fe sea verdadera. Como el médico que no puede conocer todas las causas de la enfermedad, pero tiene un amor sincero por el paciente, hará todo lo que esté en sus manos para cuidarle y asistirle, mientras que el que sabe muchísimo pero no ama al que tiene enfrente, no le servirá de la misma manera, así gracias al camino que he recorrido en el movimiento he entendido que la fe verdadera necesita un conocimiento que sea amor verdadero. Ahora vivo en San Petersburgo, en compañía de otras personas del movimiento. Durante un encuentro con ellos, me paré y miré a mí alrededor: caí en la cuenta de quién era entonces y de quién soy ahora. He cambiado. Como Zaqueo y la Samaritana. ¿Han cambiado las circunstancias y los retos? Quizás sean más duras que antes. ¿Qué ha pasado? El movimiento me ha enseñado una concepción más realista de la vida cristiana, he aprendido a enfrentarme a las dificultades de la vida. He aceptado el reto que supone ver en ellas la extraordinaria participación del Señor y sigo aceptándolas para ver Su presencia en mi vida. Si vivo mi fe como un método para conocer la realidad, lo que es feo se torna incluso bello (la Samaritana); lo que es triste da paso a la alegría (Zaqueo); y se acrecienta la belleza y el gozo verdadero (María, Madre de Dios).
Soulaiman, San Petersburgo (Rusia)
EL REGRESO
Hace un mes he regresado a Escuela de comunidad, después de 5 años de ausencia, aunque no había dejado de asistir a la iglesia en todo este tiempo. En la Escuela me han preguntado qué me hizo volver. He respondido que aunque mi camino ha sido seguir a Cristo, había sentido el vacío de ese encuentro concreto con Él. Recordando las primeras vacaciones del movimiento a las que asistí, me di cuenta de que entonces realmente había tenido un encuentro personal con Cristo a través de las personas que allí conocí. Nunca volví a vivir esa experiencia; sentía nostalgia de los años transcurridos en el movimiento y mi corazón guardaba muchas veces el deseo de volver. Por eso, a través de muchas circunstancias relacionadas con el comportamiento de mi hijo Nicolás, de 11 años, me sentía sin fuerzas ni ánimo, no encontraba la luz que me sacara de esa oscuridad, me dejaba ahogar por los problemas y procedía con mi hijo de manera insensata, nada cercana a la misericordia de Dios. Por medio de esta circunstancia buscaba más al Señor y sabía que me estaba atrayendo nuevamente hacia Él. Por estos días tuve la atracción de leer una revista Huellas de las tantas que guardaba en un librero de mi consultorio y que durante mucho tiempo ni toqué. Leyendo en uno de sus artículos a don Giussani, experimenté nuevamente un encuentro con Cristo a través de sus palabras, pues encontré en ellas las respuestas que mi corazón exigía. Fue como si despertara ese recuerdo dormido en mí, y en ese momento me dije que debía conseguir los números actuales de Huellas. Pensé en ponerme en contacto con una amiga del movimiento y sin haberla llamado aún, como respuesta del Señor, al día siguiente llega a mi consultorio Otto, otro amigo de CL, trayendo la revista con la portada del Papa Francisco. Ciertamente no podía creer lo que estaba sucediendo, caí en cuenta de que Cristo no esperó que yo actuara; él había tomado la iniciativa. Además. Otto me invitó a una Asamblea que se realizaría en dos días, en la que iba a intervenir Jesús Carrascosa, un amigo español que con frecuencia nos visitaba para ayudarnos en el camino. Tenía compromisos adquiridos en el trabajo que no podía postergar, con una pareja de esposos que venían de la Ciudad de Manta, pero deseaba muchisimo estar allí. El mismo día, sábado, una hora antes, me llaman para cancelar la cita. El Señor me estaba concediendo otro regalo. Con gratitud he verificado aún más que toda mi vida depende de Él que, ahora, me estaba pidiendo regresar.
Rosy, Portoviejo (Ecuador)
REGALO DE REYES
El pasado sábado, Ángel y María Luisa me pidieron que les acompañara al Centro de Acogida de Inmigrantes de Cádiz donde iban a grabar un programa sobre inmigración para Radio María. Allí les esperaban el padre Ángel (responsable del centro), Carlos (responsable de las casas de acogida) y unos cuantos chicos jóvenes de distintas nacionalidades que habían llegado a España después de largos y dramáticos viajes atravesando países y desiertos por toda África. Algunos llegaron en patera, otros en la bodega de un barco, otro escondido en los bajos de un camión y otros habían saltado la polémica e inhumana valla de Ceuta. Todos con el deseo de una vida mejor. La historia de Samuel me impresionó por encima de todas. Había llegado a Ceuta hacía unos cuarenta días procedente de Camerún, tras un largo viaje por ocho o nueve países. Después de varios intentos había conseguido colarse a través de la frontera, donde fue detenido tras una angustiosa persecución. Lo pusieron de rodillas con las manos en la cabeza junto con otros chicos y se produjo una revuelta en la que, aún de rodillas, recibió el impacto de una bala antidisturbios que le partió varios huesos de la cara y le hizo perder el ojo izquierdo. Sufre fuertes dolores de cabeza pero nos atiende con una serenidad que impresiona; cuenta que volvería a hacerlo, que a pesar de todo ha merecido la pena porque ha encontrado una familia en sus compañeros de casa y un padre en Carlos, y que desea encontrar un trabajo para poder enviar algún dinero a su familia. Al hablar de su madre se le escapa una pequeña lágrima del ojo perdido y yo caigo en la cuenta del lugar al que me han traído mis amigos; un lugar sencillo y humilde, como aquel pesebre de Belén, donde es evidente que Cristo se hace presente. Dos días después, vuelvo a leer la homilía de Benedicto XVI del día de la Epifanía del Señor: «Los Reyes Magos eran hombres movidos por la búsqueda inquieta de Dios y de la salvación del mundo. Querían saber sobre todo lo que es esencial. Querían saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Y por eso querían saber si Dios existía, dónde está y cómo es. Si Él se preocupa de nosotros y cómo podemos encontrarlo. Querían reconocer la verdad sobre nosotros, y sobre Dios y el mundo». Ahora entiendo porqué Ángel y María Luisa cruzan España en Navidad para estar un par de horas con unos inmigrantes o porqué el padre Ángel y Carlos dedican su vida a acompañar a estos chicos. Me doy cuenta que los Reyes Magos de hoy son estos hombres, hombres que se ponen en camino para buscar a Dios y que indican y acompañan a otros en el camino del encuentro con Cristo. He recibido el mayor regalo que un hombre puede recibir; encontrarse con Cristo presente que abraza la vida de Samuel y la de todos los que estábamos el sábado en el centro de acogida de Cádiz y entiendo mejor qué es la vida y qué es la Navidad.
Lolo, Osuna / Sevilla (España)
NECESITO OÍR HABLAR DE ÉL
La carta que una chica escribe desde Pisa, a una amiga que conoció en la Universidad de Madrid.
Lo primero que me gustaría contar es que empiezo a tener una relación muy bonita con un chico de CL en Pisa, que se llama Giovanni (Gio para los amigos). No entiendo por qué tiene tanto interés por mí. Con él hablo de cómo estoy y de mis preguntas con facilidad. Le conté todo lo de la muerte de mi padre con lágrimas en los ojos, y él no salió huyendo, sin intentar distraerme con tonterías, sino tomándose en serio lo que tengo dentro y lo que está en mi corazón. Gio me sorprende porque objetivamente, igual que contigo, me pilló en un momento de debilidad y se acercó a preguntarme si necesitaba algo. Yo le solté toda mi mierda y él no se movió de donde estaba. No se fue, Anita. Se quedó. Muchas veces me pasa que pienso que debo ser una pesada porque le busco muchísimo y él nunca se va, siempre está allí. No entiendo qué debe ver en mi persona y porqué busca constantemente despertarme cuando me atasco, busca constantemente que no me pare y siga andando sin miedo porque no estoy sola. Te juro que a veces me pillo mirándole con admiración. Porque soportarme a mí, tela... También quiero decirte que empiezo a entender. Anita, ¡empiezo a entender! ¿Y sabes cómo me he dado cuenta? Estando con una amiga este fin de semana en Polonia. Partimos de la base de que me moría de envidia de que todos (todos, ¡hasta tú!) estuvieseis en los Ejercicios en Rímini. Una amiga me decía: «Tu fin de semana no será menos que el nuestro si el centro es el mismo». No sabes lo que me cuesta pensar simplemente que mi centro es el mismo que el vuestro. Habéis hecho cada uno un camino para poner a Cristo en el centro de vuestra vida y yo aún ni me acerco. Pero cada vez más necesito saber qué me ha pasado. Necesito entender qué es lo que me ha sucedido. Es algo que le repito constantemente a mis amigos de aquí: «Necesito ir al fondo de lo que me ha pasado». Cada noche leo la Biblia y hay días que no puedo dejar de leerla. Me doy cuenta de que hasta los pasajes del Antiguo Testamento hablan de mí. Por ejemplo, todas las mañanas siento la necesidad de leerme el capitulo 1 del Génesis. Me lo leo y cuando salgo a la calle, es como si todo fuese diferente. Todos los edificios de Pisa, el cielo, lo que me rodea, son espectaculares. Y con el Nuevo Testamento me pasa que necesito leerlo aún más. Es como si no pudiese dejar de leer la vida de este hombre. Necesito saber más. De ahí también que he empezado a ir a misa. No me entero de nada, Anita, objetivamente, y no entiendo que eso sea el cuerpo de Cristo (yo no he hecho ni la primera comunión), pero sólo oír hablar de Él... sólo oír lo que hace (por lo menos de lo que me entero; cuando no me entero, al llegar a casa busco mi Biblia por lo menos para leerlo mas detenidamente)... Quiero ir a misa todos los días porque pienso que voy a escuchar algo más de lo que Él ha hecho. Anita, ¡empiezo a entender! Salgo diferente de misa y ¿quieres saber por qué? Porque yo vivo lo mismo que vivieron los que se encontraron con Él. ¿No te parece muy fuerte? Te voy a poner ejemplos para que no suene a mentira. Hace unos días fui a misa y la tercera lectura o como se llame (muchas veces me cuesta estar atenta cuando estoy expectante de que llegue una lectura nueva que vaya a hablarme de lo que me ha pasado) era esta: «Jesús dijo a sus discípulos: “¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”». Estaba en misa y te juro que al oírla no podía dejar de llorar. Es que es lo que ha hecho conmigo. ¡Pero si es Él es lo que ha hecho conmigo! Ha dejado a todas las ovejas que tenía en la montaña y ha venido a por mí, que estaba extraviada después de la muerte de mi padre, que estaba extraviada al llegar a Pisa. A lo mejor me estoy volviendo loca, pero te juro que cada cosa que escucho, tiene que ver conmigo. Y vuelvo a mi casa alucinada sólo de pensar que algo así es posible. Empiezo a entender qué quiere decir el cura Carrón cuando dice que vosotros sois Cristo, que tú, que Marti y que el resto de amigos de aquí sois Cristo para mí. Pero necesito entender más. El otro día empezaba una etapa que se llama Adviento. Y yo no sabía qué era, me lo explicaron y también tuvieron que explicarme lo que era la Navidad porque yo nunca he puesto el belén. Y entonces me explicaron el significado del belén. Luego, al llegar a casa, me leí la parte de la Biblia donde nacía Jesús y hay una parte que dice algo así como: «y su nombre será Emanuel, que traducido quiere decir Dios con nosotros». ¡¡Dios con nosotros, Anita!! Pero, ¿cómo no me voy a preparar para eso? Entonces, la etapa de Adviento es superbonita porque empiezo a entender que es esto lo que me ha pasado desde que te conocí a ti: Dios conmigo.
Gaia
UNA MAÑANA MIRANDO A MI HIJO…
Querido Julián: Debido a algunos evidentes problemas, desde los tres años, mi hijo tiene que seguir una terapia. Al comienzo me costó aceptarlo. Luego, gracias al camino de la Escuela de comunidad, entendí que esta es una ocasión para estar más cerca de él y aprender a mirarle con una verdad mayor. He pasado por momentos de fatiga y de prueba que me han obligado a preguntarle cada vez más al Señor por qué lo ha permitido. Este año, cuando le acompañé a clase el primer día de curso, mientras caminaba delante de mí todo ufano e inconsciente de las dificultades que le esperan, le veía corretear feliz. Pensando en mi historia, me acordé de un hecho que contaste: una artista había realizado una exposición de sus cuadros largamente deseada, pero no obstante el éxito se sentía insatisfecha y triste. A mí me pasó lo contrario: yo también pienso siempre en cómo debería realizarme, pero esa mañana, viendo a mi hijo tan feliz, me di cuenta de que nada de lo que pudiera realizar, ni lo más bonito, sería comparable con la alegría que sentía por él y por el cambio que he experimentado en mi vida.
Leticia
Ejercicios de los universitarios
EL PUNTO DE PARTIDA: LA EXPERIENCIA
Querido Julián: Lo que me llevo a casa después de estos Ejercicios es el juicio, la profunda convicción de que quiero ser un hombre como tú. Quiero tener tu misma certeza total sobre las cosas y sobre el encuentro con Cristo, pero sobre todo una alegría tan grande y arrolladora como la tuya. Me siento cautivado por una fascinación que nunca había experimentado antes. Antes de ir a Rímini, tenía un malestar que me acompañaba desde el Equipe del CLU del verano pasado: sabía perfectamente cuál era el camino, pero me veía siempre parado, incapaz de arrancar. Después de todo lo que he visto, pensaba, sigo siendo como todos los demás, como los que no han tenido ningún tipo de encuentro; sigo siendo frágil, inseguro, incapaz de alcanzar certezas morales. Tu insistencia en partir de la experiencia me ha llamado la atención: tras haber sacado a la luz toda mi necesidad, me has mostrado que no me pasa sólo a mí y que por naturaleza somos necesitados, has vuelto a indicar la experiencia como el único camino humano necesario para verificar la verdad de la fe. Como decías tú, estoy comprobando que «no hay ninguna autoridad más allá de la que vivimos en la misma experiencia». Ahora se abre delante de mí un camino increíblemente realista y profundamente humano porque se apoya por entero en mi vida concreta.
Lorenzo, Milán (Italia)
Entregar la vida
«YO LLEVO LA CORONA DE ESPINAS COMO JESÚS Y ÉL ESTÁ CONMIGO EN MÍ DOLOR»
María Grazia, de la Fraternidad de San José, escribió esta carta pocas semanas antes de fallecer, tras una larga enfermedad, el pasado 15 de diciembre.
La vida terrena es terrible, es realmente un martirio, un calvario que hay que subir. Tiene razón el Papa Francisco al devolver la Cruz al centro de la fe, no como una condena sino como el comienzo de una modalidad misteriosa, pero real, de amar. En cualquier estado que me encuentre, incluso de rebelión interior, cuando voy al hospital y siento la aguja que me pincha la carne, no hay momento de mayor memoria: yo llevo la corona de espinas como Jesús y Él está conmigo en mi dolor. Es cierto, para vivir así hace falta la ascesis de toda una vida y el don de la Gracia que sólo el sacramento, la oración y un deseo ardiente pueden obtener. Estar inmersa en la Mater Ecclesiae (¡no en una asociación!), ir mar adentro con Él para la salvación de los hombres, también de los que nunca conocerás, es algo muy grande para mí. Tocar la cima de lo que siempre he deseado y que viene “antes” que yo y que sólo debo aceptar. Es una gracia que siempre debo pedir: la de no quedarme a mitad del camino.
María Grazia Bighin, Buccinasco / Milán (Italia)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón