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Huellas N.1, Enero 2014

PRIMER PLANO / La economía según el Papa / 2

Teología de la verdadera liberación

Stefano Filippi

Populista y pauperista. Después de la publicación de la Evangelii Gaudium vuelven las acusaciones al Papa. FILIPPO SANTORO, arzobispo de Taranto, explica de dónde nace la predilección por los pobres de Francisco, y por qué esa sensibilidad eclesial nacida en America Latina nos afecta a todos

Una iglesia pobre para los pobres. Las periferias existenciales. El riesgo de la idolatría y de la mundanidad espiritual. Palabras que hemos aprendido a escuchar de boca del Papa Francisco, el pontífice llegado «desde el fin del mundo». Algunos vinculan este aspecto del magisterio a la Teología de la liberación, que en los años ochenta y noventa elaboró con categorías marxistas, o en cualquier caso de tipo socio-analítico, la «opción preferencial por los pobres» implicada en el anuncio evangélico. Después de la publicación de la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, los teocon americanos han tachado de marxista a Bergoglio. Otros, más simplemente, lo tachan de pauperista.
¿Por qué el Papa insiste en querer una Iglesia pobre y cercana a los pobres? ¿Cómo incide la vida en América Latina en el estilo del Pontífice? ¿Qué fue de verdad la Teología del la liberación? Responde monseñor Filippo Santoro, desde 1984 a 2012 misionero en Brasil, primero como profesor, luego como obispo, ahora en Taranto (Italia), en su diócesis de origen. Un pastor que colaboró con el cardenal Bergoglio cuando el entonces arzobispo de Buenos Aires fue uno de los protagonistas de la Conferencia de los obispos latinoamericanos en Aparecida, en 2007.

¿Qué significa esta preferencia por los pobres?
En la Evangelii Gaudium el Papa Francisco dice: «Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica». Luego cita al beato Juan Pablo II y Benedicto XVI cuando, en la apertura de la Conferencia de Aparecida, afirmaba que «la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza». El significado central de esta opción reside en el vaciarse de Dios para acercarse a nosotros, por lo tanto está ligado al tema de fondo de la Exhortación apostólica que es el anuncio de la alegría que brota de la misericordia de Cristo. «Sin la opción preferencial por los más pobres, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día».

¿De dónde nace, por tanto, esta opción?
Del corazón de Dios. Nada tiene que ver con ideologías políticas y pauperistas. En mi historia personal este aspecto cobra también otro significado. Desde los comienzos, don Giussani nos indicó la caridad, entendida como capacidad de compartir gratuitamente las necesidades de otros, como una de las dimensiones constitutivas de la experiencia cristiana. A la luz de mis 28 años de misión en Brasil, el encuentro con los pobres y la atención concreta a su condición han sido un factor esencial de crecimiento para mi fe y mi testimonio de Cristo. Es un signo de entrega no sólo a los pobres sino de verdadera imitación de Cristo que nos libera de la mundanidad espiritual «que consiste en buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal».

En estos meses algunos han dicho que el Papa rehabilitaba la Teología de la liberación. ¿Cómo nació esta corriente teológica? ¿A qué preguntas trataba de responder?
Por su propia naturaleza el cristianismo es un anuncio de liberación, un hecho que ofrece a los hombres la cercanía de Dios ante las grandes preguntas de la vida y en las circunstancias cotidianas, marcadas por tantas heridas: el dolor, el hambre, la pobreza, la injusticia, la muerte. En este drama interviene un anuncio: a través de un encuentro humano el Señor se ofrece como compañero de camino y progresivamente se revela como maestro y salvador. En América Latina, y en otras partes del mundo, el impacto con la miseria extrema, la explotación y la opresión es durísimo. Todo esto supone una fuerte provocación para la fe. Quien se encuentra con el Señor y escucha su mensaje se siente provocado por esta circunstancia.

Hubo aspectos de la Teología de la liberación que la Congregación para la Doctrina de la Fe contestó.
El aspecto crítico, que se aclaró con el tiempo, y particularmente en la Conferencia de Aparecida, afectaba a la forma de responder a estas graves necesidades. Es decir, al método. El problema es si prima la fe en el modo de afrontar la realidad, si ésta nos permite entrar en la realidad con una originalidad, una inteligencia y un corazón distintos, o si la fe se reduce a un presupuesto obvio, pero que resulta ineficaz para cambiar las cosas. Muchos se lanzaron de cabeza a la defensa de los últimos; incluso la reflexión teológica se centró en los pobres y en cómo superar las injusticias, dando por supuesta la fe. Primó la urgencia de la organización social y de la acción política para cambiar la situación.

¿Podríamos decir que se afirmaba una fe abstracta, incapaz de incidir, de generar una presencia?
La fe en el Dios revelado es el primer principio; de lo contrario no se podría ni siquiera hablar de teología. Lo que pasó fue que no se consideró la fe como un principio operante, como escribió Clodovis Boff en un famoso artículo. El Papa Benedicto, cuando promulgó el Año de la fe, escribió: «Sucede hoy con frecuencia que se sigue considerando la fe como un presupuesto obvio». Esto determinó una ambigüedad de la teología de la liberación, por lo menos de algunos de sus aspectos. La Conferencia de Aparecida, sin olvidar la opción por los pobres, dijo justamente una palabra clara sobre esta orientación ambigua.

Usted colaboró con el cardenal Bergoglio que presidía la comisión que redactó el documento final.
Aparecida partió de la experiencia de la fe, del himno de alabanza a la Santísima Trinidad. Este fue un acto explícitamente pedido por Bergoglio en una famosa intervención. El punto de partida que él subrayó fue la adoración de la Trinidad; esto es lo que nos permite ver la realidad, nos da la perspectiva adecuada para mirarla. Es lo que, ya como Papa, repitió en su viaje con motivo de la Jornada mundial de la juventud en Brasil.

En esa ocasión pidió a los jóvenes que sean testigos presentes allí donde vive la gente. En sustancia, ¿es este el reclamo del Papa?
A los tres millones y medio de jóvenes en Copacabana, justo en el lugar donde fui sacerdote y obispo auxiliar, Francisco les dijo: salid sin temor para servir, para curar las heridas y dar calor a los corazones. Lo repitió también en su entrevista de La Civiltà Cattolica. Tenemos que mirar a quien nos guía en este momento, porque el Espíritu se sirve de los puntos de referencia que nos ofrece. El Papa Francisco es realmente un don extraordinario para la Iglesia, es la gracia de Pedro para los hombres de nuestro tiempo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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