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Huellas N.10, Noviembre 2013

BREVES

Responden los hechos
TURISMO RELIGIOSO EN TIEMPOS DE SINRAZÓN

John?Waters

Un domingo en misa en medio de turistas. Corremos el riesgo de tratar el sentido religioso como una pieza de museo

Hace unos días, me encontraba un domingo en Florencia asistiendo a Misa en la abadía de San Miniato al Monte. En el momento de la Consagración, recibí un golpe en la espalda. Me di la vuelta y vi a una señora que recogía del suelo una cámara de fotos. Nada insólito. Ya nos hemos acostumbrado a los turistas en las iglesias, con sus pantalones cortos, sus camisetas y sus inseparables aparatos para hacer fotos. Cuando era niño, todo esto era impensable. Hoy es una experiencia normal.
Resulta llamativo cómo nos acostumbramos a las cosas. A veces esto nos irrita o nos produce una reacción instintiva, pero en general carecemos de una motivación suficiente para resistir a estas costumbres. Luego, un día, un hecho como el que he contado provoca una percepción distinta del fenómeno, que no habíamos percibido antes.
Es lo que me pasó el día anterior, en la Basílica de Santa María del Fiore, construida como un homenaje al seno virginal de María. Caminando por primera vez en aquel edificio, percibí espontáneamente que hay algo desagradable en la manera de ofrecer al mundo estos monumentos, invitando a la gente a entrar y deambular disparando fotos, sin pedir al visitante ningún signo de respeto o de amor. Aquel domingo por la mañana, era como si la mujer que estaba detrás de mí con su cámara de fotos hubiera aparecido allí para que yo pudiera enfocar mejor esta intuición.
No me parece una observación moralista. No me refiero a la idea de recabar dinero de los turistas (también sobre este asunto tengo mis discrepancias, por distintas razones). Ni el problema reside en cómo se visten los turistas, pues la mayoría lo hace de forma digna. El problema es que hoy hemos llegado al culmen de la sinrazón, de manera que es casi imposible para el corazón del hombre respirar aire puro y toleramos – cuando no alimentamos – una actitud hacia la religión que tiende a identificarse casi íntegramente con la mentalidad dominante.
¿Qué significa, en efecto, el hecho de que se permita a los turistas deambular por lugares y monumentos creados por la experiencia cristiana sin implicar más que una pizca de curiosidad y un mínimo óbolo? En mi opinión, esto es una señal de que nos hemos rendido a la mentalidad común, que trata a la fe como un residuo de una antigua inocencia, fascinante, ocurrente, increíblemente hermosa, pero en última instancia expresión de una relación con la realidad totalmente superada y digna de lástima. Permitir todo esto significa contribuir a considerar el sentido religioso como una pieza de museo que hay que examinar, estudiar, admirar y conservar como parte de la gratificación cultural del fin de semana. Significa permitir que la Cruz y el seno de María sean tratados como fósiles, a los que el mundo moderno mira como piezas arqueológicas sin prestarle atención.
¿Por qué permitimos que sea así? ¿Por qué caminamos por nuestras iglesias en medio de estos grupos y sólo después nos damos cuenta de que ninguno nos hemos arrodillado? O los cristianos somos serios a la hora de reconocer la crisis de la razón que atraviesa el mundo, o consideramos este problema simplemente como un fútil argumento de conversación. Si esto es cierto – y yo estoy convencido de ello –, entonces tenemos que extraer de allí todas sus consecuencias lógicas, hasta el fondo.
He oído distintas motivaciones en favor del “turismo religioso”. Una es que al menos se anima a las personas a visitar las iglesias y las catedrales, lugares donde podría darse alguna revelación del Misterio. No dudo de que esto pueda suceder. Pero también creo que, más a menudo, las olas de turistas que invaden los que una vez fueron nuestros espacios de oración y devoción, acaben por consolidar en el inconsciente de muchos creyentes la idea de que nuestra cultura no tiene nada que ver con la posibilidad de que todavía hoy la propuesta cristiana sea razonable.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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