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Huellas N.9, Octubre 2013

RUSIA / Ecumenismo

El regalo del Patriarca

Martino Cervo

Un encuentro casual con el padre Sergei, hace tres años, y el comienzo de una amistad inesperada. Una frase que se deja caer y sus resultados sorprendentes. Así este verano el director del colegio La Traccia se encuentra cara a cara con el metropolitano Kirill. Una historia que ya da sus primeros frutos

«No sé por qué fue allí, pasó por allí». Franco Nembrini conoció al padre Sergei hace tres años en Calcinate (en la provincia de Bérgamo, seis mil habitantes), donde se halla su centro escolar La Traccia, y hoy todavía no sabe bien por qué. No era una visita programada. «Probablemente, según me han dicho, había pasado por Seriate, donde tiene su sede el Centro de estudios Rusia Cristiana, y alguien le trajo para que conociese el colegio». Sin embargo, de aquel encuentro ajeno a toda programación, surgió una historia que ni siquiera el más ferviente apóstol del ecumenismo habría podido planear en el tiempo y en la historia. El padre Sergei, ortodoxo, tenía entonces cuatro hijos y poco más de treinta años. Su “obispo” en tierra de Siberia – el metropolitano Aristarch – le había enviado a visitar algunos colegios católicos: después de 70 años de comunismo la Iglesia ortodoxa recuperaba la libertad para educar, pero le faltaban métodos e instrumentos. Sergei quedó tan impresionado del trabajo y los profesores de La Traccia que le “impuso” a Nembrini una visita a Siberia, a su colegio ortodoxo. El viaje se llevó a cabo, pocos meses después, en la no muy feliz época de febrero, con temperaturas que alcanzaban -28º. «Sólo puedo decir que me recibieron como a un rey», cuenta a Huellas Franco Nembrini. Me trataron como un huésped de honor, y propusieron un hermanamiento para que algunos profesores de Italiano de La Traccia fuesen a Kemerovo. Hasta llegaron a preguntarme si podían disponer de un sacerdote para las clases. ¡Un sacerdote católico en un colegio ortodoxo!
En ese momento – estamos en 2011 – Nembrini se da cuenta de que la cosa va en serio, y sugiere que el metropolitano Aristarch, obispo de Kemerovo y Novokuztnetsk, formule una petición oficial para un requerimiento tan sorprendente, si se considera la historia de las relaciones entre católicos y ortodoxos en Rusia. La petición es atendida en cuanto llega por conducto oficial, y en junio seis miembros del colegio ortodoxo, entre sacerdotes y educadores, vienen de visita a Calcinate para la fiesta anual de La Traccia. El hermanamiento se consolida y en octubre el instituto de la provincia de Bérgamo se plantará en Siberia para llevar a escena Crimen y castigo de Dostoievski. «Hicimos tres representaciones, en lengua italiana con “subtítulos” (900 diapositivas en cirílico que se proyectaban a lo largo de la representación). En el tercer pase, reservado a los seminaristas ortodoxos de Siberia, sucedió uno de los episodios más conmovedores de mi vida. Cuando acabó la obra uno de ellos se me acercó y me dijo: “Después de lo que hemos visto ya no podremos odiar jamás a la Iglesia católica”». En esa misma ocasión también el metropolitano tiene palabras casi increíbles para Nembrini: «Estamos separados por los errores de algunos hombres, pero ya somos uno en Cristo».

Una invitación inesperada. Con el tiempo se atiende también la petición de los ortodoxos de enviar a algunos profesores: en 2012 dos profesoras italianas, ambas Memores Domini, parten a Siberia y empiezan a dar clase. Les seguirá una tercera poco tiempo después. A lo largo de los encuentros entre Nembrini y el padre Sergei (entre ellos una conferencia en Kemerovo en marzo de 2012) este último le pregunta a Franco qué regalo desea, como gesto de estima por esa relación tan interesante y libre. «Le dije que me gustaría entender más y mejor su fe, aquello por lo que él vive. Así tuve la osadía de pedirle conocer al Patriarca, la máxima autoridad de su iglesia». Esta aparente falta de miramientos es premiada en breve: el pasado agosto, Kirill, cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa, tiene programada una visita al colegio del padre Sergei. Entre los invitados a la histórica celebración se encuentra Nembrini, acompañado de su familia, amigos y traductores.

Dios lo hace todo. Así el 25 de agosto, en Novokuznetsk, con motivo de la consagración de la nueva Catedral de la Natividad de Cristo, dedicada a los difuntos mineros, la ortodoxia y Calcinate se encuentran cara a cara. El Patriarca, al salir de la catedral, entrega al grupo de italianos un icono, diciéndole: «Estoy muy contento. Os doy las gracias por vuestra colaboración con nuestro instituto ortodoxo aquí en el Kuzbass (la región de Kemerovo; ndr). Es necesario educar a los chicos en esa moralidad cristiana que es inmutable y eterna. Nosotros sabemos bien qué dificultades atraviesa hoy la civilización occidental y por tanto quisiera confirmaros a todos vosotros en la fe, en la solidez, en la firmeza y el coraje. El diablo sólo nos asusta, pero no tiene poder sobre nosotros. ¡No lo olvidéis! ¡Conservad la fe en vuestros corazones y educad a los jóvenes!». «Yo, conmovido», recuerda Nembrini, «saqué no sé de dónde fuerzas para pedirle que bendijera nuestra amistad y nuestra colaboración a favor de los jóvenes, al tiempo que le daba las gracias». «¡Que Dios os ayude!», dijo Kirill.
El encuentro, histórico a su manera, da también frutos concretos: nace un proyecto cultural que incluye la traducción en lengua rusa de algunos libros de Nembrini: El arte de educar. De padres a hijos (Ediciones Encuentro, en librerías para Navidad) y tres ensayos sobre la Divina Comedia, además del “intercambio” de profesores: «Dos profesores rusos de Educación Física e Historia han iniciado un periodo de docencia en La Traccia, para conocer nuestro método educativo». ¿En qué se basa una comunión tan estrecha entre personas y colegios? ¿Hasta dónde puede llegar sin acabar chocando inevitablemente en puntos de desunión (la doctrina, el Papa, la política)? Nembrini tiene una respuesta sencilla, aunque no fácil: «Nunca han surgido este tipo de cuestiones. No por hipocresía, sin duda, sino porque el problema de la educación prevalece sobre los demás, pues es urgente afrontarlo, y esto sostiene nuestra relación. Sólo sé que Dios lo hace todo, y las circunstancias que nos han llevado a conocer al Patriarca lo confirman ulteriormente. Nosotros sólo debemos secundar con magnanimidad estos acontecimientos, sin pretensiones. Pienso en los millones de personas que durante años han rezado por el ecumenismo: nadie podía imaginar que se concretase, por ejemplo, de una manera tan imprevista».

Un bien evidente. Nos parece casi volver a un episodio de los años sesenta, que recuerda Alberto Savorana en la biografía de don Giussani recientemente publicada en italiano: «En uno de los encuentros internacionales de filosofía, en Ginebra» – cuenta don Giussani – «había también pensadores cristianos, protestantes y católicos; el padre Maydieu, un dominicano francés, habló en nombre de los católicos. Se levantó y empezó con esta frase: “La Iglesia es ante todo misterio”. Cerca de él estaba el más grande pensador protestante, Karl Barth. Se levantó de un salto y abrazó conmovido al padre Maydieu. Su profundo espíritu religioso no podía reaccionar de otra manera». En el fondo es lo mismo que le sucede a Nembrini: «No sirve teorizar en torno al problema del diálogo; basta simplemente permanecer ante un bien evidente, como ha sido para nosotros conocer al padre Sergei y juntarnos a él para amar a Dios».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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